Una cosa comparte el entrenador del primer equipo del Athletic con su presidente: su desapego para con los medios de comunicación. Si Marcelo Bielsa no concede entrevistas personales, Josu Urrutia, tampoco. Era conocida la política de comunicación del técnico, quien la justifica en la conveniencia de mantener la igualdad de trato con toda la prensa, independientemente de su influencia, audiencia o tamaño. No tiene inconveniente en extenderse todo lo que sea preciso en las ruedas de prensa, pero alcanzar la oportunidad de mantener una conversación personal es tarea prácticamente imposible, y no solo en el formato de formal entrevista previamente concertada, sino tampoco en la charla casual y relajada en las horas muertas de la sala de espera de un aeropuerto o en el hall del hotel. Bielsa rehuye todo contacto con los medios de comunicación, lo que le dota de una aureola de misterio que engrandece el personaje. Con él no existen esos of the records tan valiosos para el periodista; o al menos no existen en Bilbao. Un repaso a la literatura que ha producido el desempeño profesional del técnico en otras latitudes, desvela un compendio de frases, pensamientos expresados en voz alta, o sentencias que van describiendo su personalidad. En medio año de comparecencias en Lezama y San Mamés, el periodismo local no ha conseguido sacarle una de esas frases que pasan a la posteridad, no se sabe si por impericia de los profesionales, porque Bielsa ha reforzado su hermetismo o porque, sencillamente, no ha ocurrido nada especialmente interesante que merezca una reflexión profunda.
Marcelo Bielsa trabaja en silencio, aunque no se pueda tomar la frase en su literalidad si se ha asistido a alguna de sus sesiones de entrenamiento. Lo hace en equipo o, mejor dicho, dirigiendo un equipo que en el Athletic forman los ayudantes que han venido con él y algunos técnicos de la casa, encargados fundamentamente del análisis de los rivales. Bielsa dirige su equipo de trabajo organizado en escalafón, y lo mismo aplica a su relación cotidiana con los jugadores, tarea que delega en uno de sus colaboradores.
Pero que Marcelo Bielsa guarde silencio ante la opinión pública no quiere decir que no haya expresado sus ideas. Lo hace a través del equipo que dirige. No hay dudas acerca del fútbol que le gusta, ni sobre lo que opina de los jugadores a sus órdenes. En este sentido, su ideario futbolístico es de una trasparencia cristalina. Y lo mejor es que se ha adaptado como un guante a la tradición del Athletic, un equipo que siempre se ha caracterizado por su valentía, expresada en un fútbol directo, enfocado siempre hacía la portería contraria.
Es curioso cómo los detractores de Bielsa le acusaron de tratar de imponer un juego de toque, elaborado, de inspiración sudamericana, émulo del célebre tiqui-taca del Barcelona. Esa acusación de traición a las esencias rojiblancas, se cae por su propio peso a la vista del juego del Athletic, cuando no cuestiona muy seriamente los conocimientos futbolísticos de quienes la esgrimen, cuya miopia, interesada o involuntaria, les hace ver la imagen distorsionada de un Athletic enfangado en un fútbol de patadón, como si ese fuera el estilo histórico del equipo de San Mamés. Distorsión que ha alcanzado niveles de caricatura los últimos años, en los que por citar algunos nombres propios, se ha entronizado a Toquero como prototipo de jugador del Athletic, olvidando a los Panizo, Gainza, Artetxe, Uriarte, Rojo, Sarabia, Argote y tantos otros que hicieron de la técnica individual y del movimiento preciso del balón su seña de identidad.
El fútbol del Athletic de Bielsa se parece mucho más al del Athletic de toda la vida que al del Barcelona. El equipo quiere robar el balón con una presión adelantada y llegar al área contraria cuanto antes. Lo intenta por dentro, a base de toques y paredes, pero también por fuera, donde los laterales asumen el papel de los extremos tradicionales. Se trata de un estilo que requiere un desempeño físico nada desdeñable y un sentido colectivo del juego que ha sido permanente seña de identidad del Athletic, un club y un equipo donde el grupo ha prevalecido siempre sobre lo individual.
También en Ibaigane reina el silencio desde que Josu Urrutia ocupa el despacho principal del palacete. Su campaña electoral ya fue atípica, con una presencia muy tasada en los medios. Si como candidato Urrutia habló solo lo justo, no puede sorprender que una vez alcanzado el sillón presidencial se mantenga fiel a esa política de comunicación. Como el entrenador, la presencia del presidente en los medios se circunscribe a las ruedas de prensa que convoca con regularidad, una al mes, en Ibaigane. Es verdad que Urrutia es más accesible en el plano informal, pero tampoco se conocen grandes declaraciones suyas en un aeropuerto, en la entrega de un premio o en una gala, actos a los que tiene que asistir en su condición de máximo responsable del club y en los que nunca se ha visto al entrenador. En los primeros tiempos en Ibaigane su equipo de comunicación justificó el silencio en el desconocimiento de las interioridades del club y emplazó a los medios a esperar un tiempo prudencial para solicitar entrevistas personales. O ese tiempo no se considera transcurrido todavía, o la costumbre ha relajado la exigencia de los media.
El silencio de Urrutia molesta más a los medios que el de Bielsa, o al menos eso dejan entrever quienes censuran velada o directamente, la distancia del presidente. Cosa discutible teniendo en cuenta que el club dispone hoy en día de más herramientas propias que nunca para hacer llegar su mensaje a socios y aficionados. Es comprensible que los medios añoren a los presidentes dicharacheros, dispuestos a conceder entrevistas hasta a radiotaxi, pero no por hablar menos un presidente es más lejano a la masa social. Puede extrañar, eso sí, que quien como futbolista fuera uno de los que tenía un discurso más estructurado, se refugie como presidente en el silencio.
Pero hablamos de política de comunicación en su globalidad. Y es que si el entrenador y el presidente guardan silencio, la actual directiva del Athletic es algo así como la directiva invisible. Ni un desliz, ni una salida de tono, ni una contradicción, se pueden encontrar en la actual junta en su primer medio año de mandato, circunstancia que roza lo milagroso en un mundillo tan proclive a la confidencia y al compadreo y en el que nunca faltan ojos y oídos ávidos de captar el más nimio detalle para convertirlo en noticia de alcance.
Aunque hace falta al menos un ejercicio completo para analizar el trabajo de una directiva, no cabe duda de que los actuales mandatarios del Athletic están intentando sentar las bases de la recuperación del estilo prometida en las elecciones, también en la gestión diaria del club. Paulatinamente el Athletic está volviendo a ser aquella institución en la que nunca pasaba nada, y en la que la discreción, y hasta el hermetismo, eran las señas de identidad de dirigentes y empleados. Todo aquello saltó por los aires mediada la década de los ochenta, cuando el Athletic se convirtió en la casa de tócame Roque, situación que, con altibajos, se ha mantenido prácticamente hasta ahora. Un repaso a los periódicos de las dos últimas décadas da para un compendio de declaraciones, contradeclaraciones, dimisiones y cambios de bando entre los miembros de la clase dirigente del club. De momento, la junta actual está pasando con excelente nota ese examen. Ni el más avezado socio del Athletic sería capaz ahora mismo de recitar los nombres de seis directivos. Y eso que la actual dirección rojiblanca está siendo la menos presidencialista de las conocidas en la era moderna del club, como se pudo comprobar en el transcurso de su primera asamblea de compromisarios, solventada, por cierto, con una suficiencia que no auguraban algunas predicciones tan apocalípticas como disparatadas.
Medio año no es tiempo suficiente para extraer demasiadas conclusiones, aunque sí para apreciar tendencias. Es verdad que los primeros meses fueron bastante complicados para los recién llegados mandatarios, pero seguro que por desgracia, el fútbol les reserva momentos más ingratos que pondrán a prueba los valores que, hasta ahora, están exhibiendo. De momento, se agradece el silencio.
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3 comentarios:
Aupa Juancar. Interesante reflexión por capítulos para acabar el año. Coincido en todo contigo, y destaco la serenidad que, a mí por lo menos, me transmiten el entrenador y el presidente. Lejos de lo dicharachero y hasta a veces cansino método que empleaba el anterior presidente, que hacía ruedas de prensa hasta cuando se ajustaban los grifos de los baños de lezama.
Y qué decir de Marcelo. Pues que curra y se deja de zarandajas. Ahora, en las distancias cortas creo que es un tipo entrañable y muy amable, según me cuenta un buen amigo que tiene el honor de darle de cenar casi todas las semanas. Le ha enseñado el mausoleo rojiblanco que luce en la cocina de su restaurante y el buen Marcelo alucinaba. Un tipo peculiar.
En fin, nos espera un año que puede ser bonito de verdad. Con que se cumplan la mitad de todos los sueños abiertos, sería increible.
URTE BERRI ON. Besarkada bat.
Pues sí Txus, tienes razón.
Pero un matiz: Macua no era dicharachero, era malencarado y faltón.
Lehengo sarreran esandakoa, beraz.
Desde el lío entre Clemente y Sarabia en la 84-85 el Athletic ha sido lo más parecido a un gallinero. La proliferación de medios de comunicación y la alegría con la que una tontería se convierte en notición, ha hecho el resto. A ver si estos devuelven la cordura y dejamos el ruido para otros.
Por cierto, Txus, ¿cómo va todo?. Me tienes que presentar al cocinero ese. No me bebais mucho mañana y procurad ser felices el año que viene.
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