jueves, 31 de mayo de 2012

Balance de un año para el recuerdo (II)

Un sistema defensivo con sorpresa y debate

Los laterales son pieza clave en el sistema de Bielsa por su aportación al juego ofensivo del equipo. El técnico rosarino busca provocar el desconcierto en las filas rivales con incorporaciones constantes por las bandas, que aportan superioridad numérica en el centro del campo y soluciones atacantes siempre que prolonguen la carrera prácticamente hasta el banderín de corner. Le costó a Bielsa encontrar a sus jugadores ideales para ocupar posiciones tan vitales, y queda la impresión de que después de sesenta y tres partidos, todavía no está del todo conforme con lo que ha visto.
Empezó la temporada con debate. Descartó a Koikili, que no ha jugado un solo minuto pese a que ha habido partidos en los que Bielsa ha tenido que improvisar un lateral izquierdo, y apartó de la titularidad en la banda derecha a Iraola, para concedérsela a Gurpegui. En el lado izquierdo Castillo pareció el elegido en un primer momento aunque al caer lesionado, finalmente ha sido el joven Aurtenetxe el que ha asumido la responsabilidad convirtiéndose en uno de los más habituales con treinta partidos de Liga como titular, la Copa al completo y trece de los dieciseis partidos de la UEL en el once inicial.Una buena marca para un cuasi debutante que despuntó como central en las categorías inferiores. Se le nota la querencia y la falta de recursos en la banda, pero en general puede decirse que ha cumplido en la medida de sus posibilidades y de su juventud. Por la derecha, Iraola recuperó el sitio antes incluso de que Gurpegui sufriera la gravísima lesión que le ha mantenido apartado prácticamente toda la temporada. El internacional superó el trance y poco a poco recuperó su mejor nivel, aunque en el tramo final ha tenido que sufrir lo suyo, víctima de unos problemas en el pubis que han terminado de apartarle de la Eurocopa.
De Marcos ha sido el comodín al que Bielsa ha recurrido para ocupar cualquiera de los dos laterales, unas veces por pura necesidad y otras como alternativa táctica, pero el alavés ha brillado sobre todo en el centro del campo. Iñigo Pérez ha sido otro de los recursos de emergencia para la banda izquierda con suerte dispar puesto que tampoco es un especialista en la posición, lo que ha puesto de manifiesto dos cosas: las carencias de la plantilla rojiblanca, descompensada en algunas posiciones, y la tendencia de Bielsa a buscar la polivalencia de sus jugadores de forma que de una plantilla muy corta puede extraer equipos de diversas configuraciones con solo mover a dos o tres hombres de sitio.
Pero no fueron las dudas en los laterales los únicos motivos para la discusión que planteó Bielsa en el arranque de la temporada. Fue el eje de la línea donde la aportación del técnico se puso de manifiesto con la presencia de Javi Martínez como segundo central formando pareja con Amorebieta. La posición del de Aiegi provocó el primer gran debate en torno a los sistemas de Bielsa. Javi Martínez había brillado como medio centro desde su llegada al Athletic, posición desde la que alcanzó la internacionalidad absoluta y el Mundial de Sudáfrica. Todavia hoy se discute sobre cuál es la posición donde mejor se desenvuelve un jugador que puede rendir al más alto nivel tanto como central como de medio centro, o incluso en la media punta, sitio que ocupaba en Osasuna cuando el Athletic se fijó en él siendo todavía casi un juvenil. Javi Martínez es lo que los ingleses denominan un box to box, un jugador capaz de rendir a gran nivel prácticamente en todo el campo. Sin embargo, lo que espera Bielsa de Javi lo ofrece mejor desde el eje de la defensa. Con el sistema de Caparrós, la función del navarro era barrer el centro del campo y aportar su poderío físico a base de arrancadas. Bielsa prefiere que se limite a destruir más atrás dejando la conducción y la creación para otros. Prefiere a Iturraspe en la antigua posición de Javi por su mejor criterio a la hora de sacar el balón.
Puede decirse que Javi Martínez ha rayado a gran altura en su nueva posición. De hecho es muy probable que Del Bosque le utilice en ese puesto en la Eurocopa. Como todo el equipo, ha tenido sus altibajos, pero en líneas generales ha respondido a plena satisfacción aunque, como otros, ha fallado en los momentos clave, como han sido las dos finales. El Athletic ha ganado un gran central y sigue disponiendo de un gran centrocampista si la ocasión lo requiere. Ha formado una excelente pareja con Amorebieta, uno de los jugadores a los que más ha beneficiado la llegada de Bielsa. El internacional por Venezuela ha ofrecido esta temporada su mejor perfil desde que llegó al primer equipo. Se le ha visto muy centrado, midiendo su poderío físico en las disputas, muy concentrado en los marcajes y con mucha fortaleza en el juego aéreo en las dos áreas. Le ha venido bien su compromiso con Venezuela y el buen nivel que ha alcanzado en aquella selección y le ha venido bien, sobre todo, Bielsa. Ha sentado la cabeza, se ha encontrado a sí mismo y parece que ya ha decidido lo que quiere ser de mayor: un central de largo recorrido en el Athletic.
Si Amorebieta ha sido uno de los grandes beneficiados por la llegada del argentino, Ekiza y San José han resultado visiblemente damnificados. El primero fue la gran revelación en el tramo final de la pasada temporada, pero no ha podido darle continuidad a su trayectoria en la que acaba de finalizar. Tampoco San José ha terminado de convencer a Bielsa, aunque en la primera fase del curso le eligió como el primer relevo para el tandem titular por su calidad con el balón en los pies. Pero Ekiza acabó comiéndole el terreno, sobre todo a raíz de una buena actuación en el Campo Nou donde sacó a relucir su velocidad y contundencia. Pero no ha sido el del año pasado ni de lejos. Aquel central que acabó con su cuenta de sanciones a cero ha visto este año cinco tarjetas amarillas y una roja, todas por llegar a destiempo, por pura impotencia. No les han sobrado las oportunidades ni a Ekiza ni a San José  por el nulo interés del técnico en las tan traídas y llevadas rotaciones. Con Iñigo Pérez son los que menos partidos han jugado de entre los quince jugadores con los más ha contado el técnico.
El portero es el último hombre o el primero, según se mire, del sistema defensivo de un equipo. Gorka Iraizoz está condenado a vivir no ya bajo la lupa, sino en el porta del microscopio que detecta y amplifica el mínimo fallo. A lo largo de la temporada ha sido el portero de siempre, el que alterna intervenciones excelentes y plenas de reflejos bajo los palos con fallos y dudas en cuanto tiene que abandonar el área pequeña. Los balones cruzados son su martirio, como lo son para todos los porteros aunque el público solo ve sufrir al de su equipo. Ha salvado algunos puntos y ha perdido otros, aunque en la memoria colectiva pesan más estos que aquellos. También ha mantenido al equipo de pie en algunos momentos comprometidos de la competición europea, pero esos suelen ser detalles condenados al olvido, pinceladas de calidad que desaparecen bajo el trazo grueso del error de bulto. La llegada de Bielsa le ha complicado la vida a Iraizoz puesto que se ve obligado a jugar más con los pies y a participar del juego colectivo colaborando en facilitar la salida del balón. Y el juego con los pies es, con diferencia, su punto más débil, un inconveniente grave en un fútbol que cada vez exige a los porteros bastantes más cosas que parar balones. Su falta de progreso en esta faceta siembra una duda más que razonable sobre el trabajo que ha venido haciendo en Lezama. Cinco años después de su llegada, no se advierten progresos. Al portero del Athletic parece costarle además interpretar cada momento del partido y más de una vez se le ha visto con un criterio errático a la hora de imprimir velocidad o tratar de parar el juego, según fuera lo más conveniente para el equipo. El técnico le ha otorgado toda la confianza, puesto que solo ha concedido dos oportunidades a Raúl, una en la Liga y otra en la UEL. Echando un vistazo a la nomina de porteros en activo no se ve a ninguno que sea ostensiblemente mejor que Iraizoz. Que en San Mamés se siga añorando a Zubizarreta o incluso a Iribar, es otra cuestión.
El Athletic ha encajado 81 goles en 63 partidos, 1,2 por encuentro. 52 en los 38 partidos de Liga, 1,3 de promedio; 6 en los 9 de Copa, 0,6 de media; y 23 en los 16 de la UEL, 1,4 por partido.
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miércoles, 30 de mayo de 2012

Balance de un año para el recuerdo (I)

El Athletic desarrolló un excelente
argumento pero falló en el desenlace

El Athletic ha vivido un año para el recuerdo, una de esas temporadas que adquirirán valor histórico cuando se vean desde la perspectiva temporal suficiente. Ha sido un carrusel de sensaciones que arrancó el día de San Fermín de 2011 y acaba de terminar la semana pasada en el estadio Vicente Calderón. Las elecciones trajeron una nueva directiva y un nuevo entrenador, recibido entre el recelo y la expectación por una afición y unos medios que, seamos sinceros, en su inmensa mayoría poco o nada sabían de la trayectoria del rosarino hasta que Urrutia lo presentó como su elegido. Marcelo Bielsa y su equipo de trabajo se encontraron a su llegada al Athletic con una serie de juicios de valor sin mayor fundamento que el que alimentaban las filias y las fobias de quienes los emitían. Un año después de su llegada, contamos con los suficientes elementos de juicio para analizar su rendimiento en el banquillo del Athletic. Aquella afición que les recibió con tanta curiosidad como recelo, juzga ahora a partir de una serie de certezas. Con la final perdida, la masa rojiblanca se pronunció en el Calderón sin dejar lugar para la duda, ‘Bielsa, quédate’, le pidieron. Hubo otra final, también perdida, en la que la afición dictó una sentencia histórica desde la grada. Mientras el Zaragoza de los ‘cinco magníficos’ le estaba dando al Athletic un repaso similar al que le dio el Barcelona durante media hora, la hinchada cantaba aquello de ‘Iribar cojonudo’, proclamando así al Txopo como uno de los mejores, si no el mejor portero de la historia rojiblanca. La afición aclamó entonces a un portero que estaba evitando una goleada de la misma forma que ahora, casi medio siglo después, pedía que continúe a un entrenador que acaba de perder dos finales. Por encima de los resultados, el público sabe percibir otras cosas más profundas. Ahora, esa afición espera impaciente la decisión del técnico respecto a su futuro y cruza los dedos para que siga al menos un año más en el banquillo rojiblanco.
El Athletic ha vivido en una montaña rusa desde la llegada de Bielsa. Siempre con la adrenalina disparada, alternando sin solución de continuidad subidones inesperados y vertiginosos, con caídas al vacío de las que vuelcan el corazón. No ha habido tiempo para el aburrimiento a lo largo de una temporada en la que los partidos se han sucedido sin tregua con un nivel de exigencia máximo para el equipo.
Es una inmejorable noticia que los debates, cuando los ha habido, se hayan producido siempre en torno a aspectos futbolísticos. La posición de Javi Martínez, el progreso de Iturraspe, la soledad de Llorente, la portería, la explosión de De Marcos, la resurrección de Susaeta… han sido los principales temas de conversación. De las entradas solo se ha hablado para lamentar su escasez y las colas ante las taquillas han sido poco menos que constantes, pero en ningún caso ha habido espacio para la sospecha o, directamente, la censura de ciertas actitudes y modos del pasado. Han hablado los futbolistas y el técnico. Los directivos han guardado silencio, en público y en privado, y el presidente ha dicho lo justo, o incluso algo menos. Lo suficiente en cualquier caso en un mundo en el que habitualmente las mayores insensateces suelen llegar desde los despachos. Es cierto que la bonanza deportiva ha facilitado mucho las cosas pero no son pocos los casos en los que las bonanzas deportivas se tornan temporales a partir de una declaración desafortunada.
El gran debate ha girado, y lo sigue haciendo, en torno a la gestión que ha hecho Bielsa de una plantilla voluntariamente corta de salida y más recortada después por tres lesiones de larga duración que han privado al técnico de recambios que hubieran sido importantes en determinados momentos. Las dichosas rotaciones han estado en el centro de una discusión que suena bizantina. Es verdad que el equipo ha llegado agotado física y mentalmente al tramo decisivo del curso, pero cabe preguntarse si cambiando las alineaciones hubiera siquiera llegado a ese tramo decisivo o se hubiera diluido como tantas otras veces en una clasificación tan cómoda como mediocre. Achacar las derrotas en las finales a la condición física resulta cuando menos aventurado si ambas se han producido en los primeros veinte minutos, cuando las fuerzas están intactas. Recordar que el Athletic no ha marcado un solo gol en el último mes y olvidar que ha sido precisamente en esos partidos cuando más ha cambiado Bielsa sus alineaciones y todo el mundo estaba con la cabeza en otro sitio, es un ejercicio que no ayuda precisamente a realizar un análisis certero.
Nada más acabar la final de Copa Bielsa se refirió al extraordinario nivel de exigencia al que ha estado sometido el equipo en tres competiciones, como elemento de reflexión a contraponer con la capacidad de crecimiento de una plantilla joven. Parece lógico pensar que ahí subyace si no una autocrítica, si al menos un reconocimiento de la necesidad de algún cambio en la composición y en el volumen de la plantilla de cara a la próxima temporada.
Si resumiéramos el recorrido del Athletic este curso en un gráfico que reflejara su rendimiento, encontraríamos una línea ligeramente ascendente al principio, que acentuaría la tendencia en el mes de noviembre, seguiría subiendo cada vez más vertical los meses de diciembre, enero y febrero, para alcanzar su punto más alto en marzo, mantenerse en una meseta hasta la primera semana de abril y desde ahí iniciar un lento declive acentuado en el tramo final del dibujo.
Noviembre fue el mes en el que el Athletic de Bielsa disparó los primeros fogonazos que deslumbraron a todo el mundo en aquellos partidos contra el Barcelona y el Sevilla, pero convendría recordar que acto seguido, el equipo perdió en San Mamés, de manera injusta si se quiere, ante el Granada. Era entonces cuando todavía en no pocos foros se profetizaba que el Athletic no pasaría de Navidad sin reventar. Diciembre pasó con siete partidos, y enero con nueve y la clasificación para la final de Copa en el bolsillo. En marzo llegó la doble apoteosis ante el Manchester United y el Schalke 04, el punto culminante de la temporada, unos partidos que ya ocupan un nuevo capítulo en la larga historia del Athletic. Fue como el canto del cisne rojiblanco. La eliminatoria ante el Sporting de Portugal ya fue otra cosa muy diferente y todo lo demás está tan a flor de piel que no merece la pena recordar en este momento.
Ahora solo cabe esperar la decisión de Bielsa. Alguna vez ha dicho el técnico que le importa tanto el camino como la meta, el cómo tanto como el qué, el triunfo alcanzado mediante el buen fútbol. Su Athletic ha desarrollado a lo largo de estos meses un argumento brillante partiendo desde un planteamiento sorprendente. Es verdad que el desenlace no ha estado a la altura del resto de la obra. Los protagonistas han olvidado su papel en el momento culminante y han hecho, nunca mejor empleado el símil teatral, mutis por el foro. Sencillamente, no han estado cuando más se les esperaba. Ahí tiene un reto apasionante un técnico tan perfeccionista como Bielsa. Ha hecho un excelente trabajo estos meses, pero no lo ha completado. Queda tarea por delante y hay que confiar en que un hombre de su personalidad no eludirá el reto.
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martes, 29 de mayo de 2012

Twitter, la taberna global

Este fin de semana se ha reproducido un fenómeno que ya va siendo habitual en el mundo informático en el que nos ha tocado vivir. Twitter ha sido la herramienta mediante la que se ha propagado un rumor que ha desatado la inquietud entre los aficionados del Athletic. Dicho rumor apuntaba a que hoy martes, Fernando Llorente ofrecería una rueda de prensa en el hotel Carlton. Como aderezo, alguien había visto incluso a Arsene Wenger, el manager del Arsenal, por las calles de Bilbao. En estos tiempos en los que todo el mundo sale a la calle armado de móvil y cámara para inmortalizarse haciendo cualquier tontería, no había una sola foto que certificara tal presencia, pero qué importan esas pequeñeces ante la magnitud del océano.
La cosa empezó la tarde noche del domingo y no fue desmentida con la suficiente rotundidad y las fuentes necesarias hasta la mañana del lunes, pero ayer por la noche todavía seguía habiendo incautos que daban por hecha la salida del delantero del Athletic y aún se podían leer algunos retwitts al respecto.
Twitter es una red social en la que se han muerto o han matado a varios famosos, comenzando nada menos que por el presidente de EE.UU. y siguiendo por cantantes de presencia mundial, actores o políticos varios. Expandir un rumor en twitter, por muy absurdo que pueda parecer en un principio, es relativamente sencillo. La mecánica de retwitear multiplica en pocos segundos hasta el infinito cualquier cosa con apariencia de noticia, mucho más si esa presunta noticia es lo que, como lo de LLorente, se calificaba como bomba. Tampoco constituye ningún misterio. La mecánica del retwitt no es más que la traducción informática del boca a oreja de toda la vida, lo que los cásicos llamaron comadreo.
Y es que las redes sociales nos han convertido a todos en unas comadres, ávidas de chascarrillos que contar y transmitir. La humanidad ha venido haciendo esto durante toda su existencia. La función de los mercados, además de la propia del comercio, era la de reunir a gentes venidas de puntos diversos para que compartieran información. Los adolescentes que retwittean noticias bomba con fruición y cara de estar inventando el mundo, están haciendo lo mismo que hacían sus tatarabuelos. La diferencia es que unos manejan un teclado y los otros sostenían en sus manos, digamos que un manojo de puerros. La propagación de rumores está en la naturaleza humana. Y sería un ejercicio inocuo si no fuera, en la mayoría de los casos, maledicente. Pero no se trata aquí de establecer juicios morales.
Vivimos en la sociedad de la información aunque eso no presupone que ésta sea de más calidad o tenga más credibilidad. Cuando decimos esto de la sociedad de la información nos estamos refiriendo a cantidad, no a calidad. El rumor de la rueda de prensa de Llorente es buena prueba de ello.
Al parecer la historia partió de una radio de Bilbao, o al menos allí sitúan sus propagadores el origen del embuste para otorgarle credibilidad. Otras fuentes aseguran que esa radio encontró la presunta noticia en una página de internet y la llevó a sus micrófonos provocando su primera amplificación. Twitter se encargaría del resto.
Que una serie de aficionados del Athletic se dedique a hablar de las cosas del club al que siguen, es algo natural y en principio no debe ser causa de mayores problemas. Se ha hecho siempre en los tajos, en las oficinas, en los bares... El Athletic siempre es tema de conversación y cuando hay una conversación nunca falta la figura del enterado que presume de disponer de las mejores fuentes que le certifican la veracidad del chascarrillo. Lo peligroso es cuando el que ejerce de enterado es un profesional de la comunicación al que se le supone un cierto criterio (el de la prudencia debería ser el primero).
Y en esta taberna global que es twitter, algunos medios de comunicación y algunos profesionales de la cosa no se diferencian nada de la figura del aficionado enterado que, acodado a la barra, suelta en voz alta lo primero que se le ocurre, con la única certificación de que lo sabe de buena tinta. En este asunto de Llorente se hablaba de una rueda de prensa de cuya convocatoria nadie sabía nada, ni la dirección del hotel donde se decía que se iba a producir, ni el Athletic, ni los propios medios de comunicación que, sin haberla recibido, especulaban sobre su contenido una vez alcanzado el estadio de hablar por no callar. Es propio de la condición humana tratar de disimular la ignorancia sobre algún determinado tema del que todo el mundo habla, probablemente desde el mismo nivel de ignorancia. Nadie podía saber nada de una rueda de prensa inexistente, pero no faltaron especulaciones sobre su contenido. Además de la posibilidad de que Llorente anunciara su salida del Athletic se apuntaba a la presentación de la marca de botas que usaría en la Eurocopa, una campaña de la ONG que apadrina o incluso algún asunto comercial relacionado con la producción de peras de su localidad de origen, Rincón de Soto. Sería cómico si no fuera porque eran algunos profesionales de la información los generadores de estas especulaciones, y lo hacían además desde el papel del enterado de la barra del bar.
Es cierto que hubo otros profesionales, y no pocos, que pusieron desde el primer momento en cuarentena todo lo que se estaba diciendo y apelaron a un contraste de las fuentes, entonces todavía imposible, antes de otorgar credibilidad al asunto. Pero, claro, fueron barridos por quienes hace tiempo que decidieron que el rumor es mucho más divertido que la noticia, por aquellos que siguen la máxima de que la verdad no te estropee un buen titular y por los miles de aficionados a las malas noticias que, como todo el mundo sabe, son mucho más interesantes que las buenas. Hace algunos años, la cosa se hubiera ido extendiendo poco a poco, txikito a txikito, de bar a bar, de barrio a barrio. Ahora, en pocos minutos el asunto llegó por lo menos hasta Inglaterra, donde incluso un presunto periodista del Times se animó a hacer su aportación resumiendo en una cifra la inexistente conversación que habían mantenido Wenger y Llorente en Bilbao. Lo mejor de la historia es el corolario que le ha puesto su involuntario protagonista. "Yo flipo". Pues eso.
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domingo, 27 de mayo de 2012

El año en el que el Athletic no jugó dos finales

Duele en el alma ver tanta ilusión hundida en dos minutos, tanto entusiasmo arrebatado, tanta esperanza traicionada en tan poco tiempo. Víctor Jara cifró en cinco minutos la eternidad de una vida. Solo uno más tardó la vida rojiblanca en quedar destrozada en Bucarest. En Madrid ni siquiera eso: dos minutos duró la esperanza, ciento veinte segundos se prolongó la confianza pese al sobresalto de dos sustos consecutivos en la portería de Iraizoz. A la tercera empezó el comienzo del fin.
El Athletic cerró el viernes una temporada histórica que quedará para siempre en la memoria colectiva como el año en el que el equipo no jugó dos finales. Todos recordamos aquella primavera de 1977, cuando el Athletic solo cayó por el valor doble de los goles en campo contrario tras poner contra las cuerdas a una enorme Juventus en la que jugaba casi toda la selección italiana que ganaría el Mundial cinco años más tarde y cuando el Athletic perdió aquella final maldita ante el Betis después de adelantarse dos veces en el marcador y tras veinte lanzamientos desde el punto de penalti. Aquella primavera de 1977 el Athletic disputó dos finales; esta primavera de 2012, el Athletic ha hecho acto de presencia en dos finales. En ningún momento las ha disputado.
Se había hablado mucho de la final de Bucarest y se había alcanzado una especie de consenso para explicar las razones por las que ocurrió aquello. El exceso de presión pudo con los jugadores se dijo entonces. El consenso se extendía hasta la segunda final para coincidir en que la lección de la cita europea había tenido el suficiente impacto como para corregir el comportamiento del equipo en el nuevo compromiso. El Athletic competirá mejor contra el Barcelona, coincidíamos todos, porque el rival es de los que permiten otras alegrías y porque los de Bielsa han aprendido la lección, nos engañábamos. En nuestro fuero interno sabíamos que era más factible ganar al Atlético de Madrid que al Barcelona, que la final accesible era la europea, no la de Copa, pero nadie quiso manifestarlo en voz alta para no romper el encanto. La formidable afición rojiblanca se activó de nuevo para protagonizar un nuevo hito. ¿Cuántos fueron a Madrid?. Muchos. Muchísimos. Sobran las cifras que tanto huelen a propaganda. Nadie necesita una cifra para autoafirmarse cuando no tiene dudas. Y la afición del Athletic no tiene dudas, es la definición por antonomasia de la palabra incondicional. Por esa afición duele en el alma lo que ocurrió el viernes por la noche en el Vicente Calderón.
Cuarenta y ocho horas de reflexión y constraste de pareceres no sirven para encontrar una respuesta taxativa a las preguntas que dejó en el aire la nueva final perdida.
Caben tres hipótesis principales para explicar lo ocurrido. Una. El Barcelona salió al partido como un vendaval desatado y ante un rival de esa calidad y jugando a tantas revoluciones, no hay nada que hacer; nadie puede parar semejante tormenta futbolística como nadie puede hacer nada cuando la Naturaleza se desata. Por lo tanto, solo queda reconocer la superioridad del rival y admitir que ni el Athletic ni el mejor equipo del mundo hubiera sido capaz de evitar aquello. Dos. El Barcelona salió en tromba pero hay formas de frenar a un rival de esas características. Se puede intentar parar el partido por cualquier medio hasta conseguir enfriarlo, pero para eso hay que salir con tanta energía o más que el rival y el Athletic no lo hizo. No se puede consentir recibir dos ocasiones claras y un gol en tan solo dos minutos. Por lo tanto, el Barcelona es muy bueno, pero el Athletic no estuvo a la altura de las circunstancias. Tres. El Athletic ha sufrido en estas dos finales una inaudita acumulación de mala suerte. En Bucarest recibió el primer gol en el minuto seis, en el primer remate del rival y el segundo gol llegó en el segundo remate. El Barcelona marcó a la tercera, pero en condiciones normales nadie encaja un gol en el minuto dos de una final. Por lo tanto todo ha sido debido a una cuestión de mala suerte, si en la definición de mala suerte caben también los despistes defensivos, individales y colectivos. El primer gol del Barcelona llegó tras un balón que le rebota a Javi Martínez, y el segundo después de una pérdida de Amorebieta.
Cualquiera de estas tres hipótesis o la suma de todas puede valer para explicar el nuevo fracaso. Se ha extendido, sin embargo, la idea de que el equipo ha llegado agotado a las finales y que esa ha sido la principal causa de las derrotas. Se parte de una verdad para llegar a una conclusión errónea. Es cierto que el equipo ha llegado exhausto a los partidos clave de la temporada; cansado física y emocionalmente y con los principales protagonistas lastrados por esas lesiones acumulativas que no acaban de inhabilitar para jugar aunque merman el rendimiento. Pero las derrotas del Athletic se han producido en ambos casos en los veinte primeros minutos del partido, lo que anula la teoría del cansancio.
Volvamos pues a las hipótesis iniciales. El Barcelona tuvo una salida brutal de juego y de actitud. Como si los jugadores, en su afán de rendir un homenaje de despedida a Guardiola, quisieran dejar las cosas claras desde el principio. Cuando un equipo de tanta calidad juega con semejante intensidad es prácticamente imposible pararlo. Equipos mucho más solventes en su faceta defensiva se han visto desbordados por un Barcelona como el de los primeros minutos de la final. Los que apelan a la memoria del Chelsea harían bien en repasar aquel partido para recordar las innumerables ocasiones que desperdiciaron los blaugrana. Contra el Athletic tuvieron más puntería o los rojiblancos, menos suerte. El Barcelona hizo tres dianas en cinco remates. Solo falló los dos primeros. Los tres siguientes tuvieron reflejo en el marcador. Tenemos pues a un Barcelona desatado, pletórico de juego y puntería. ¿Qué podía hacer al Athletic ante semejante rival?. Muy poco dentro del Reglamento. Ni siquiera merece la pena discutir sobre la oportunidad de los cambios que introdujo Bielsa en la alineación porque no hubo tiempo material para contrastar su eficacia.
Tristeza por la nueva derrota, frustración por las esperanzas traicionadas, comprensión ante el fallo emocional de los jugadores en Bucarest, resignación ante la superioridad manifiesta del Barcelona, un cierto enfado porque el equipo no ha sido ni la sombra de lo que puede ser, orgullo por un grupo que ha llegado tan lejos sin renunciar a su ideal...el estado de ánimo de la afición es ahora mismo el resultado de todo un cúmulo de sensaciones, algunas contrapuestas. Es pronto todavía para hacer un balance definitivo porque no es bueno, ni responderían a la realidad, extraer conclusiones con la herida de las dos derrotas sangrante todavía. Pero tampoco hace falta tomar mucha distancia para calificar esta temporada como sobresaliente. Duele perder dos finales, pero hay que llegar alli para perderlas. Y el Athletic ha llegado a dos en un mismo año y de manera brillante. Esperemos que haya aprendido a quedarse. El fútbol es una metáfora de la vida y de la muerte constantemente repetida. El Athletic hoy está muerto porque le han matado dos veces, y su afición está en pleno duelo, pero muy pronto, en apenas mes y medio, cuando los leones vuelvan a Lezama a iniciar la nueva pretemporada, el Athletic estará vivo otra vez, con todas las ilusiones renovadas, preparado para aprovechar esa nueva oportunidad que siempre concede el fútbol. Recordaremos siempre esta temporada como aquella en la que el Athletic no jugó las dos finales a las que llegó, pero habrá más temporadas y más finales. Seguro.
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viernes, 25 de mayo de 2012

El Athletic solo logrará el éxito en la final
si alcanza la perfección

Una noticia previa a la final: Bielsa reconoce que no tiene decidido el equipo titular. Una gran verdad antes de la final: Bielsa asegura que es indispensable que cada jugador esté cerca de su máximo potencial y que la organización del equipo sea precisa. Traducido: es indispensable que el Athletic funcione a la perfección tanto en el aspecto individual como en el colectivo.
El técnico ha preferido no especificar la naturaleza de sus dudas para confeccionar la alineación. Lo único que está claro es que esta ausencia de certeza constituye toda una novedad. Tanto que es la primera vez desde que está en el Athletic en la que Bielsa no confirma su once titular la víspera del partido. Hasta la fecha, ha sido fiel a uno de los principales postulados de su ideología. Sus equipos aspiran a ser protagonistas y por lo tanto se configuran a partir de una serie de convicciones independientemente de quién sea el rival. Marcelo Bielsa se ha regido por este principio irrenunciable para enfrentarse al Oviedo o al Manchester United. El Athletic, salvo causa de fuerza mayor, ha jugado con una alineación que poco a poco se ha ido grabando en la memoria de los aficionados. Hasta hoy el técnico no había dado razones para dudar de sus planes y todos dábamos por hecho el once que se enfrentaría al Barcelona por la Copa. Si el mister vacila por la reciente enfermedad de Herrera e Iturraspe, estaríamos ante la lógica reserva del entrenador que quiere esperar hasta última hora para conocer el exacto estado físico de sus jugadores. Si las razones son de índole táctica y obedecen a las características del rival, estaríamos hablando de otra cosa de un calado bastante mayor. Veremos.
También en Barcelona se habla de la alineación de Guardiola, aunque en su caso es más habitual. Para empezar Guardiola suele introducir cambios puntuales prácticamente en cada partido. Pero además el técnico blaugrana tiene que cubrir dos bajas tan sensibles como las de Pujol y Dani Alves. Dos ausencias en la misma línea pueden crear problemas incluso al entrenador del Barcelona, aunque resulta ocioso recordar que tiene recambios suficientes para encontrar una solución. Ocurre sin embargo que Pujol y Alves, sin ser los dos jugadores de más calidad del equipo, con lo relativo que es hablar en estos términos cuando nos referimos al Barcelona, sí son dos futbolistas que aportan un plus de energía, de empuje, cuando las cosas no les salen como prevén. Son de esa clase de jugadores que con una carrera por la banda o una subida a rematar un balón parado galvanizan al resto de los compañeros cuando no funciona el guión habitual. En ese sentido, el Barcelona podría acabar acusando su ausencia si el Athletic consigue mantener vivas sus opciones hasta el final.
Claro que, como muy bien ha dicho Bielsa, si el Athletic quiere contar con alguna oportunidad de ganar esta Copa tiene que alcanzar un rendimiento rayano con la perfección. Para ganarle al Barcelona hay que jugar mucho al fútbol y hay que cometer muy pocos errores, ninguno a ser posible. Basta recordar lo que ocurrió en el partido de Liga que estos dos equipos disputaron en San Mamés. Los leones jugaron el que hasta entonces era su mejor partido de la temporada, pero un error en el último instante les privó de una victoria por la que trabajaron durante los noventa minutos con un alto grado de acierto.
Parar a Messi, por supuesto, pero también a Xavi o a Iniesta o a Alexis. No hace falta descubrir ahora al Barcelona. Este equipo ha perdido este año cuatro partidos: contra el Chelsea en la semifinal de la Champions League, contra el Real Madrid en el Camp Nou, en Getafe, inmediatamente después de ganar en Milan, y ante Osasuna, justo antes de viajar a Leverkusen. De las cuatro derrotas, dos las sufrieron alineaciones no habituales. El Athletic aspira a endosarle su quinta derrota. No es poca tarea.
Es una final y todo puede pasar aunque a nadie se le oculta que el favorito es el Barcelona. Le viene bien al Athletic ceder esa parte del protagonismo al rival. Le permitirá una disposición mental de la que careció hace quince días en Bucarest, cuando el exceso de responsabilidad atenazó las piernas y nubló las mentes de los leones. Seguro que los de Bielsa han asimilado aquella lección y han aprendido a superar la ansiedad que les derrotó sin darles opción siquiera a competir.
Todos hemos aprendido de aquello y aunque el entusiasmo popular crece a medida que se acerca la hora del partido, se percibe en el ambiente una actitud general distinta a la de las horas previas a la final europea. Es difícil verbalizar lo que no pasa de ser una percepción, pero hay algo diferente en estas vísperas. Como si de pronto se hubiera activado la memoria colectiva del club y sus seguidores, como si la experiencia de treinta y siete finales de Copa disputadas se hubiera trasladado de generación en generación, hay un algo en el ambiente que refleja que el Athletic y su gente se comportan con más naturalidad, con la comodidad y la familiaridad del que se mueve en terreno conocido. Es la Copa, nuestro torneo, conocemos de sobra los rituales y los tiempos; podemos ganar o perder, hemos disfrutado y sufrido las dos sensaciones y por eso nada nos cogerá por sorpresa.
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jueves, 24 de mayo de 2012

El Barcelona depende más de Messi
que el Athletic de Llorente

Como ya va siendo hora de hablar de fútbol, con el permiso de la condesa de Murillo, es momento de poner el foco sobre el césped y dejar al margen lo que vaya a ocurrir en las gradas del Calderón y en las calles de Madrid antes y después de la final de Copa. Y bajo el foco vemos dos equipos que se conocen de sobra y que tratarán de hacer valer sus mejores armas para sacar partido de las debilidades del rival. Ambos conjuntos tienen su punto de apoyo más fuerte en el eje del ataque, lo que significa que puede convertirse en el sitio exacto donde puede iniciarse su derrumbe en el caso de que el rival acierte a minarlo. Se han escrito miles de páginas describiendo el papel fundamental que interpreta Llorente en el juego del Athletic y hasta se ha acuñado un término, la llorentedependencia, para describir el fenómeno. Está claro que el cuadro de Bielsa vive mucho de la inspiración de su delantero centro, no solo para mover el marcador sino también para encontrar alternativas en el juego. Eso es indiscutible a estas alturas.
También se ha hablado y escrito mucho sobre Messi. Al argentino le llaman directamente Dios, con lo que ya está todo dicho. Balón de oro, el mejor jugador del mundo, camino de serlo de la historia, Leo Messi es una estrella de dimensión universal a la que no cabe cuestionar mínimamente. Es un futbolista prodigioso que siempre deja al menos una muestra de su extraordinaria calidad. Letal de cara a la portería contraria, sería un error clasificarlo en la categoría de los goleadores, porque Messi es mucho más que un killer de área, es un futbolista al que le gusta retroceder hasta el centro del campo para colaborar en la creación.
Sin embargo, su relación con el juego del resto del equipo no se mide en los mismos términos a cómo se hace cuando se analiza a Llorente y al Athletic. No se habla de messidependencia. La colección de estrellas que juegan con la camiseta azulgrana es de tal calibre que nadie se atreve a otorgar al argentino el papel capital que se atribuye a Llorente en relación con el resto de sus compañeros. Messi lidera al Barcelona, sí, y golea, pero el equipo es lo suficientemente grande para no depender solo de él o al menos eso se dice. Los Iniesta, Xavi, Cesc o Busquets reclaman también su protagonismo, sin olvidar a Guardiola, el técnico que ha dado forma a este equipo y que ha personsalizado sus muchas virtudes, no solo estrictamente futbolísticas.
Y sin embargo, los números dicen que el Barcelona depende de Messi mucho más de lo que puede apreciarse a simple vista. Es cierto que las estadísticas requieren una interpretación adecuada y que a lo largo de los noventa minutos de un partido ocurren cosas que no son mensurables ni pueden ser traducidas a una simple cifra. Pero el peso de Messi en los resultados del Barcelona es tan brutal que merece la pena detenerse en algunos números que nos ofrecen ciertas pistas.
El Barcelona ha jugado este año un total de 58 partidos entre Liga, Champions League y Copa, de los que ha ganado 42, ha empatado 12 y ha perdido tan solo 4, tres en Liga y el de Chelsea que a la postre supuso su eliminación de la Champions. El dato de las cuatro derrotas en toda una temporada es para que lo tengan en cuenta sobre todo aquellos seguidores rojiblancos que a medida que se acerca la hora de inicio de la final ven más factible el éxito de Athletic.
El Barcelona ha marcado en todos estos partidos un total de 172 goles, lo que da un promedio muy cercano a los tres goles por partido. Y de esos 172 goles, Messi ha conseguido él solo, 66, 50 de ellos en la Liga, lo que significa que ha marcado el 38 por ciento del total de los goles de su equipo. Más de un tercio. Una barbaridad. Hay trece equipos en la Primera División que han acabado con peores guarismos que los del argentino en su casillero de goles a favor. Si queremos suavizar el dato podemos recordar que de todos estos goles, 10 los ha conseguido desde el punto de penalti.
Pero las cifras vuelven a ser demoledoras en cuanto las confrontamos con el resto de la plantilla. El segundo goleador blaugrana es el internacional chileno Alexis,que ha conseguido sumar un total de 15 tantos, 12 de ellos en la Liga. Después vienen Xavi y Cesc, con 13 goles por cabeza y más atrás Pedro, una estrella emergente que se ha quedado en 11. Villa, lesionado gran parte de la temporada, marcó 8 goles en los pocos partidos en los que participó.
El Athletic ha sumado un total de 94 goles en los 62 partidos que ha disputado en Liga, Europa League y Copa, de los cuales Llorente ha sido el autor de 29, lo que significa que ha marcado el 27 por cien de los goles del equipo, 11 puntos porcentuales menos de los que aporta Messi al Barcelona. Pero es que además los goleadores de segunda línea del Athletic no han estado tan lejos de sus colegas blaugranas. Susaeta ha marcado 14 goles, solo uno menos que Alexis, Muniain ha hecho 9 y De Marcos, 8, cifras que resisten la comparación con las de los Xavi, Cesc y compañía.
Si miramos al campeón de Liga nos encontramos con que el Real Madrid ha marcado un total de 170 goles en 56 partidos, de los que Cristiano Ronaldo es el autor de 59, un 34 por cien del total, cuatro puntos porcentuales menos que Messi y cinco más que Llorente. Pero es que en el equipo blanco, a diferencia de Barcelona y Athletic, los siguientes goleadores han sido bastante más eficaces. Benzema ha marcado 31 goles e Higuain 26, lo que aligera el peso específico de Cristiano Ronaldo en el balance final.
Llorente ha sido el que menos partidos ha jugado de los tres, un total de 52 encuentros en las tres competiciones, aunque en 8 partidos de Liga ha participado como suplente. Messi ha sido titular siempre excepto en un partido de Liga y dos de Copa, mientras que Ronaldo solo ha partido como suplente en un partido de Liga. A tenor de la utilización que han hecho de ellos, está claro que Guardiola y Mourinho han recurrido mucho más a sus estrellas de lo que lo ha hecho Bielsa, aunque bien es cierto que Llorente ha estado condicionado por su estado físico.
Traducido a los minutos sumados en las tres competiciones, Llorente ha jugado 2.765, Messi, 4.894 y Cristiano, 4.910. En términos de eficacia de cara a puerta, Llorente ha marcado un gol cada 95 minutos, Cristiano uno cada 83 minutos y Messi uno cada 74 minutos.
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martes, 22 de mayo de 2012

Aguirre la cólera de Dios



"Si se produce la pitada, el partido se suspende, se juega a puerta cerrada y ya verá usted cómo no se vuelve a producir". Es la última frase de Esperanza Aguirre. Esas pocas palabras encierran todo el desprecio y la cólera que le cabe a la gente de su clase cuando se refiere a los otros, a los díscolos, a los que protestan, a la chusma que se niega a pasar por el aro como Dios manda. "Ya verá usted cómo no se vuelve a producir". La gentuza tendrá el escarmiento que se merece y ya verá cómo aprenden, a palos si hace falta, que es como han aprendido siempre. Esos no saben con quién están hablando, le faltó decir a la presidenta de la comunidad de Madrid, que es lo que los de su clase han dicho siempre que alguien ha osado llevarles la contraria.
Esperanza Fuencisla Aguirre y Gil de Biedma, condesa de Murillo y Grande de España es la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, esa en la que un domingo sí y el siguiente también, grupos de fascistas se dan cita en sus dos principales campos de fútbol para berrear sus consignas, agitar banderas franquistas y mofarse de la muerte de un ciudadadano vasco asesinado por uno de ellos. No se recuerda que doña Esperanza pidiera entonces la clausura del campo a cuyas puertas se produjo aquella muerte. Doña Esperanza les conoce muy bien, ha visto sus banderas franquistas, sus cruces gamadas, sus yugos y sus flechas muchas veces desde el palco presidencial de esos campos. También ha oído sus insultos y sus amenazas a los vascos y a los catalanes. No hay noticia de que alguna vez se haya dignado en hacer algún comentario al respecto; mucho menos en habilitar las medidas para que no se vuelva a repetir. A doña Esperanza le votan los madrileños y le votan mucho puesto que ejerce la presidencia con mayoría absoluta. No es descabellado calcular que algunos de sus votos le llegan también desde esas hordas de fascistas que se apostan detrás de las porterías del Bernabéu y del Manzanares. En este país,único en Europa en el que no existe la ultraderecha, los votos al extremo centro llegan desde los caminos más insospechados.
Doña Esperanza es la presidenta de la Comunidad en la que se ha autorizado una manifestación falangista el mismo día en el que se disputa la final de Copa. Es verdad que la decisión última ha sido del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, y doña Esperanza se sabe de memoria lo de la separación de poderes, claro, pero hubiera podido aprovechar los micrófonos para decir algo al respecto, aunque sea eso tan manido de que ella siempre respeta los dictámenes de los tribunales. A lo mejor es que a nadie se le ocurrió preguntarle. Puede ser. Tampoco es descartable y si no le preguntan, no tiene porqué responder.
A doña Esperanza le han descubierto ahora una ruina económica que ella ha estado negando durante meses. Tiene un banco que debe más que tiene y la Comunidad que preside ha duplicado el déficit que dijo que tenía y ha dejado en muy mal lugar al gobierno del Estado, que ha venido sosteniendo que la culpa del déficit la tienen los otros, los de siempre. A doña Esperanza la han pillado mintiendo y eso que está muy feo para una persona normal, es horrible para toda una condesa. Y además es pecado, según el catecismo del padre Astete. A lo mejor, doña Esperanza ha visto en la final de Copa el cielo abierto, no para redimir sus pecados, sino para mantener al personal entretenido con un tema que en Madrid, que es la Comunidad que preside, tiene asegurado el éxito de crítica y público. Los catalanes y los vascos siempre vienen bien cuando hay que cambiar de conversación.
Doña Esperanza no ha dicho quién tiene que decidir la suspensión del partido, ni quién mide si la intensidad de la pitada es lo suficientemente ofensiva para darlo por finalizado. ¿Será la Casa Real?, ¿el ministro de Interior?, ¿la delegada del Gobierno?, ¿la Federación Española?, ¿el árbitro?, ¿ella misma, que es condesa pero muy arremangada para estas cosas?, ¿mandará a esos antidisturbios que tan bien se han entrenado con los del 15M?. Son preguntas retóricas que no tienen respuesta porque no la pueden tener y doña Esperanza lo sabe. Pero estaría bien si en su fuero interno se preguntara al menos por el efecto que puede tener su soflama en los cerebros rapados de los que van a dejar manifestarse el viernes por las calles de Madrid. No hace falta que responda. Bastaría con que reflexionara, pero me temo que eso es mucho pedir.
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La moda de los videos sigue haciendo furor
en el entorno del Athletic



El acceso fácil y barato a la tecnología audiovisual está propiciando la proliferación de un nuevo medio de expresión relacionado con el fútbol, mezcla de arte videográfico y forofismo aproximadamente lírico. La excepcional temporada que está a punto de completar el Athletic ha desatado en su entorno la fiebre por los videos dedicados a la exaltación de los valores, presuntos o reales, exclusivos o compartidos, del club y del equipo. Prácticamente no hay día en el que no aparezca una nueva producción que se multiplica hasta el infinito a través de las redes sociales. Nuestros bisabuelos hubieran loado las hazañas del equipo en endecasílabos; nosotros vivimos en la era de los audiovisuales. Es el sino de los tiempos.
Lo último, aunque eso sea mucho decir, ha sido el video que encabeza estas líneas, grabado por la web oficial del Athletic, según reza en los créditos, lo que acerca la pieza más al territorio de los productos de autoayuda que a los destinados a la glorificación de los colores.
Sin ánimo de sentar cátedra acerca de la historia de esta moda reciente, y olvidando voluntariamente aquella gamberrada pornofutbolística que con el explícito título de 'Pito de oro' Torbe quiso colar con motivo del Centenario del club, algunos experimentos pioneros con motivo de la final de Copa de hace tres temporadas y otras humoradas en forma de montajes más o menos divertidos, más o menos polivalentes para cualquier equipo, la eclosión de esta fiebre videográfica puede situarse en el partido de vuelta de la semifinal de Copa contra el Mirandés. La celebración por la consecución del paso a la final se grabó en miles de teléfonos móviles que posteriormente se descargaron en youtube, la plataforma más popular.
Aquello fue solo el inicio. Los móviles se multiplicaron el día del Manchester United y ya adquirieron carta de naturaleza en las eliminatorias contra el Schalke y el Sporting, hasta el punto de que la visión del personal sosteniendo en alto el teléfono en San Mamés se convirtió en una imagen en sí misma. Se suman estas grabaciones a las obtenidas por los expedicionarios a las ciudades de los equipos citados y ya tenemos un archivo más que interesante.
Aquellas imágenes temblorosas con un sonido infecto, fijadas para la posteridad en la improvisación de un momento ciertamente emotivo, han dado paso a piezas mucho más elaboradas y pensadas, incluso con participación de actores.
La videomanía se ha instalado definitivamente entre nosotros con motivo de las dos finales. No se trata de hacer aquí una crítica cinematográfica del producto, pero en resumen puede decirse que el guión, la música y el tratamiento de la fotografía suele responder a una idea común, mezcla de épica, emotividad tratada en blanco y negro y marcada tendencia a la lágrimilla, todo ello aderezado con un texto grandilocuente que no deja lugar a la duda. Los espontáneos comentaristas suelen coincidir también en su crítica. 'Los pelos de punta', es la valoración más coincidente al pie de cada video o en los escasos caracteres de twiter que multiplican el mensaje. Al fin y al cabo, es de lo que se trata.
Sigue sin saberse muy bien para qué sirven finalmente aunque en este caso es preferible huir del discurso utilitarista y pensar que al margen de la función que puedan cumplir estas obras, está bien que existan y que haya gente capaz de expresarse y de expresar su amor a unos colores mediante esta técnica. Quién sabe si entre nosotros no se esconde un John Ford que dentro de unos años nos regalará una nueva versión de La conquista del Oeste. De momento, todos nos conformaríamos con conquistar la Copa.
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lunes, 21 de mayo de 2012

El Athletic, de nuevo en la cuenta atrás

Empieza la semana de la final de Copa. El Athletic inicia una nueva cuenta atrás en medio de un ambiente bastante menos explosivo que el que vivió las vísperas de su final europea, cuando el magma rojiblanco lo invadió todo. Da la impresión de que la derrota ante el Atlético de Madrid ha enfriado un tanto aquel ambiente tan caldeado que alcanzó el punto de fusión justo a la hora en la que comenzó el partido con las consecuencias ya conocidas por todos. Era importante extraer algunas conclusiones de aquel encuentro, aprovechar alguna lección del fracaso, y parece que al menos una parte de la afición se está tomando las cosas con más calma en esta ocasión, aunque seguro que la cosa irá in crecendo los días que restan hasta el viernes.
Hay, sin embargo, quien no ha entendido gran cosa de todo aquello y anuncia para hoy mismo una reunión para preparar el asunto de la gabarra a la que asistirá tal número de organismos e instituciones que es más práctico decir que el obispado no estará representado. Si el desembarco de Normandía se hubiera organizado en un reunión con tanta asistencia, probablemente a día de hoy estaríamos todos desfilando al paso de la oca.
Los medios de comunicación, por su parte, siguen a lo suyo, con especiales y recordatorios de todo tipo, que irán también a más, tanto en papel como en minutos de radio y de televisión a medida que se acerque el viernes. Eso en cuando a la prensa local. La que se edita en Barcelona lleva también unos cuantos días jugando la final a su manera, como lo ha hecho siempre, es decir, publicando sin pudor alguno cualquier ocurrencia que consideren interesante para incidir en el estado de ánimo del rival de turno. En este caso han optado por dar rienda suelta al tal manido asunto de los traspasos de jugadores. Hay cosas que no cambian con el tiempo y el papelón de algunos medios impresos de la órbita del Barça sigue siendo el de toda al vida.
En Madrid se cumple también el programa anunciado. Ayer hubo concierto en el escenario de la final y habrá que ver cómo estará el césped el viernes.
La entidad del Barcelona colabora, y no poco, en el enfriamiento del entusiasmo general. No hace falta ser un espectador imparcial para otorgar muy pocas posibilidades no ya al Athletic sino a cualquier rival que se enfrente al equipo catalán, así que la perspectiva de una nueva derrota está muy presente en la familia rojiblanca aunque ello no quiera decir que el equipo viaje derrotado de antemano, ni mucho menos. Es fútbol y siempre existe una posibilidad para la sorpresa, por muy remota que parezca o a pesar de lo oculta que esté.
Falta conocer cómo se encuentran de ánimo realmente los protagonistas al margen de cómo se pronuncien ante los medios de comunicación. De momento ya tenemos una diferencia no menor respecto al partido de Bucarest. Entonces Llorene proclamó, "es el partido de nuestra vida"; ahora Herrera acaba de afirmar que se trata del partido de la vida de Bielsa. No es pequeño el matiz si eso significa descarga de tensión del campo hacia el banquillo. Si la afirmación de Herrera representa el sentir general de la plantilla, no es malo que el equipo de haya desprendido de la responsabilidad histórica que supone para la biografía particular de cada jugador el disputar nada menos que el partido de su vida. A la edad que tienen la mayoría de los rojiblancos y con las maneras que apuntan muchos de ellos, es razonable pensar que les quedan por delante unos cuantos partidos de su vida por disputar. El paso del tiempo les permitirá observar las cosas con otra perspectiva y, sobre todo, tomárselas con más calma.
Naturalidad es la palabra, jugar finales y partidos de la vida con la mayor normalidad posible, como si se tratara de una rutina más de la profesión, es privilegio que solo disfrutan los más grandes. El Barcelona, por ejemplo, que solo en los últimos cuatro años ha jugado unos cuantos partidos de estas características. Para el Athletic suponen una excepción y como tal se las toman. Limitar los movimientos de los aficionados que acuden a Lezama o variar el calendario de comparecencias ante los medios de comunicación en los días que restan hasta la final, son medidas excepcionales que alejan al equipo de la normalidad en vísperas de un partido excepcional. Son medidas que no cabe calificar a priori de buenas o malas, porque en realidad responden más a la parte esotérica del fútbol, la que no responde a un discurso racional. Probablemente incidirán tanto en el resultado final como el color que elija el utillero para la ropa interior o el recorrido que haga el autobús camino del estadio, pero son parte inevitable de la liturgia previa a una final.
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jueves, 17 de mayo de 2012

La gabarra como negocio

Acompaña a la Gabarra en la subida por la ría. Desde el Abra hasta el Museo Marítimo. Precio: 100€ / persona. Este texto, acompañado por los correspondientes teléfonos de contacto y direcciones de correo eléctronico, figuran en unos carteles distribuidos en algunos locales de Areeta. El dibujo de un velero y el escudo del Athletic, completan la composición.
Vivimos en un sistema capitalista, de libre mercado regido por las leyes de la oferta y la demanda. Así que es lícito que quien vea una oportunidad de negocio trate de aprovecharla en su beneficio. Hasta ahí no hay lugar para el debate. Resulta más discutible, sin embargo, que éste sea el caso, al margen de otras muchas consideraciones de índole ética y hasta estética.
Lo que está ocurriendo con la gabarra del Athletic empieza a ser un caso digno de estudio. Ha surcado la ría en tan solo dos ocasiones, pero se ha convertido en uno de los emblemas más representativos del club y de la afición. Más que su efímera navegación, está siendo su larguísima ausencia la que le está dotando de su extraordinaria fuerza simbólica. A día de hoy podría decirse que son más los que no la han visto nunca que los que disfrutamos de su paso por la ría. Tal vez radique ahí precisamente la potencia de su imagen.
La gabarra fue una afortunadísima y brillante improvisación cuyo éxito sorprendió a todo el mundo. Aunque la historia sea conocida, no sobra recordarla, aunque solo sea para volver a confirmar eso tan manido de cómo cambian los tiempos, aunque eso no signifique necesariamente que los pasados fueran siempre mejores.
La gabarra fue una improvisación porque aquella directiva del Athletic alumbró la idea la semana previa a la disputa del último partido de la Liga 82-83 en Las Palmas. La letra de la canción popular "por el río Nervión, bajaba una gabarra..." inspiró un recibimiento novedoso y muy arriesgado en su concepción porque el éxito dependía, entre otros, de factores tan variables como la climatología. Calibrar la respuesta de la gente a lo largo de trece kilómetros, era, a priori, sencillamente imposible. Pero se corrió el riesgo y se acertó de pleno.
Aquello fue tan improvisado que nadie, salvo los directamente encargados de llevar adelante el proyecto, supieron exactamente de qué se trataba. Tampoco es que hubiera mucha confianza en el desenlace final de aquella Liga a la que el Real Madrid llegó en ventaja a la última jornada. De hecho, la plantilla y cuerpo técnico, se desplazaron a Las Palmas en tres vuelos. Los convocados en uno, los no convocados en otro, y auxiliares, técnicos y familiares en un tercero. De hecho, el gerente se quedó en Bilbao ante la contingencia de que finalmente se tuviera que poner en marcha aquella idea, que a bastantes miembros de la junta les seguía pareciendo alocada.
Algunos jugadores incluso pidieron permiso para quedarse en las islas después del partido para comenzar directamente sus vacaciones en las Canarias, y no tenían vuelo de vuelta, lo que provocó un buen lío de billetes y tarjetas de embarque cuando, una vez proclamados campeones, se planteó la obligación de que todo el mundo volviera a Bilbao a celebrarlo. De hecho, el Athletic hizo escala el lunes en Madrid y no llegó a Sondika hasta el martes. Por un lado porque era la única forma de que todo el mundo regresara en el mismo avión y por otro, porque se ganaba un día para dar los últimos toques a la gabarra Número uno, que así era la denominación original de la embarcación. Había que pintarla, decorarla y rebautizarla con el nombre de Athletic que luce desde entonces.
Fue prácticamente después de ganar aquel partido en el Insular, cuando el club anunció que el equipo llegaría a Bilbao a bordo de una gabarra. Cuando embarcaron en el muelle de Las Arenas, ni los jugadores, ni nadie era consciente de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo demás ya es historia.
Veintinueve años después de aquella brillante improvisación que dio origen a la mayor manifestación popular que se ha conocido en Bizkaia y que el paso del tiempo ha acabado convirtiéndo en lo más parecido a un mito, hay quien le ha puesto precio a la leyenda, 100 euros, en una maniobra que podría describirse como una privatización a pequeña escala del bien más común que pueden disfrutar todos los seguidores del Athletic: la celebración del éxito.
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martes, 15 de mayo de 2012

Un balance liguero negativo pero con atenuantes

Marcelo Bielsa no se suele andar por las ramas a la hora de la autocrítica y nada más terminar el partido ante el Levante no necesitó que nadie le preguntara para desgranar una serie de cuestiones que a su juicio han determinado que el Athletic acabe la Liga con un balance negativo. Al técnico le duelen los puntos que su equipo se ha ido dejando ante equipos que no han sido superiores ni en el momento concreto de su partido contra los rojiblancos ni en el cómputo general de su actuación a lo largo de la temporada. Seguro que el rosarino ha echado un vistazo a la estadística. El Athletic ha quedado situado en la mitad exacta de la tabla. Pues bien, de los veinte partidos que ha disputado contra los diez equipos que le siguen, solo ha podido ganar cinco: los dos contra la Real y uno de los disputados con el Racing, el Zaragoza y el Rayo Vallecano. Una sola victoria contra los tres equipos descendidos dice mucho de los problemas que ha tenido el Athletic con los equipos más modestos.
Los pequeños detalles han dañado decisivamente al Athletic este año porque le han hecho perder muchos puntos a última hora o en jugadas aisladas y porque prácticamente nunca le han favorecido. Se recuerdan varios desastres rojiblancos en el último minuto pero no hay memoria de algún partido del que pueda decirse que la fortuna inclinó del lado de los leones.
Dice Bielsa que su equipo debió terminar en el puesto quinto o sexto, lo que significa que debió sumar al menos seis u ocho puntos más de los 49 en los que se ha parado su casillero. No es un cálculo exagerado el del técnico. Podría encontrarse incluso algún punto más entre esos perdidos con tanta profusión en algunas fases de la competición.
El Athletic ha acabado exactamente en la mitad de la tabla, décimo, con doce victorias, trece empates y trece derrotas. Los números establecen una simetría casi perfecta entre lo logrado en San Mamés y lo sumado de viaje. Ocho victorias, siete empates y cuatro derrotas en casa contra cuatro victorias, seis empates y nueve derrotas a domicilio. Hay más estadísticas que colocan a los rojiblancos en el centro de la tabla. Han sido los octavos máximos goleadores y hacen el número doce en la lista de goleados.
Pero una cosa son los números y otra su interpretación y es aquí donde caben los matices. Puede decirse que el Athletic ha arrojado a la basura la cuarta parte de la competición, acabándola como empezó. Si en los cinco primeros partidos de la temporada sumó tan solo dos puntos (empates en San Mamés ante Rayo y Villarreal), en los cinco últimos solo ha conseguido sumar uno, (el empate en casa ante el Getafe). Cinco partidos al inicio y cinco al final suman diez del total de 38 que completan la temporada. Algo más del 25 por ciento, treinta puntos disputados de los que los leones solo sumaron tres.
El asunto no es casual ni debe sospecharse de su lectura ninguna intención de retorcer la estadística para darle un sesgo favorable. Que al Athletic le costara arrancar y tardara cinco jornadas en hacerlo tiene una explicación en el tremendo cambio de estilo en el que se embarcó el equipo de la mano de Bielsa en apenas dos meses de trabajo. Recuérdese que el técnico llegó a Lezama la segunda semana de julio y que se incorporó a una pretemporada que ya estaba diseñada por sus antecesores. El primer partido amistoso lo jugaron los rojiblancos en Alzira el 20 de julio, y apenas un mes más tarde, el 18 de agosto, entraron en competición recibiendo al Trabzonsport en San Mamés. Diez días después empezó la Liga. Es prudente pensar que un cambio tan brutal como el operado en el Athletic en los conceptos más básicos del juego, requería algo más de tiempo. Fueron cinco partidos de Liga en los que cada pérdida de balón se convertía en una ocasión para el rival, cinco partidos en los que la duda martirizó al equipo y a su entorno. Establecer si esa duda fuera razonable o estuviera sembrada de buena o de mala fe, daría lugar a otro análisis.
Aquellos cinco primeros partidos lastraron el devenir del equipo durante bastante tiempo. De hecho, siempre se han echado en falta bastantes de los puntos que no se sumaron entonces. Y pese a ese hándicap, el Athletic llegó a alcanzar hasta la cuarta plaza en alguna jornada.
La historia se ha repetido en los cinco últimos partidos de Liga e incluso ha sido peor porque el Athletic solo ha sumado un punto, ha sido incapaz de hacer un solo gol y ha sufrido algunos marcadores exagerados. La influencia de la final de la UEL es evidente en este caso. El Athletic no ha vuelto a ganar un partido ni a marcar un gol desde que eliminó al Sporting de Portugal. La certeza de disputar la final europea ejerció un influjo decisivo en el plan de trabajo del técnico. De contar prácticamente con un grupo de doce o trece jugadores a tiempo completo, pasó a dar descanso a los hasta entonces intocables, entrando en una dinámica de rotaciones insólita hasta la fecha. El resultado fue una pérdida de competitividad acentuada cada jornada que pasaba a medida que se alejaban los puestos europeos de la tabla.
Digamos que por unas cosas u otras el Athletic ha disputado de verdad una Liga de 28 partidos en los que en general ha acreditado un rendimiento notable, con algún altibajo provocado casi siempre por la interferencia de las eliminatorias de Copa y de Europa League. Esos 28 partidos no le han alcanzado para sumar los puntos suficientes para optar a puestos en la zona noble de la tabla.
Por el contrario los 62 partidos que en realidad se han acumulado en las piernas de los jugadores sí que han acabado pasando factura en forma de un decaimiento paulatino del nivel de juego. El Athletic deslumbró en noviembre con aquellos partidos contra el Barcelona y el Sevilla, mantuvo su nivel a lo largo de los meses de diciembre, enero y febrero en un durísimo régimen de dos partidos a la semana, y alcanzó su momento cumbre en el mes de marzo con las eliminatorias ante el Manchester United y el Schalke 04. El partido de vuelta contra los alemanes fue algo así como el canto del cisne de los rojiblancos, quienes no han vuelto a alcanzar aquella excelencia en el juego. La eliminatoria contra el Sporting de Portugal se resolvió con otros argumentos y en la Liga el declive ha sido patente hasta llegar al último partido ante el Levante. En los últimos encuentros, el equipo ha vuelto a sus orígenes, aquellos en los que no veía puerta y sus fallos propiciaban los goles de los rivales. La falta de frescura en las piernas ha obnubilado las mentes.
El décimo puesto desluce una temporada presidida por la ilusión que ha despertado el excelente nivel de fútbol del equipo, su ambición desmedida y sus desconocidas maneras de interpretar el juego. Tuvo a su alcance conseguir una posición más lucida o incluso el premio del acceso a la Champions League, pero finalmente no lo pudo abarcar todo. Hablar de injusticia cuando se trata de una competición de regularidad no parece lo más apropiado. Es verdad que al equipo le ha faltado esa pizca de fortuna no ya para sumar, sino simplemente para no restar en momentos determinados, pero nueve meses de competición suelen establecer una clasificación muy coincidente con los méritos contraídos por cada uno de los participantes. Alcanzar la final en dos de los tres torneos disputados, y protagonizar algunas grandes tardes de fútbol en el tercero, donde siempre, salvo al comienzo, el equipo ha transitado con holgura, arroja un balance general que cabe calificar como notable. Si a Bielsa le ha quedado la espina de un arqueo negativo en la Liga, el Athletic estará encantado de ofrecerle una oportunidad de resarcirse la próxima temporada. En su mano está.
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domingo, 13 de mayo de 2012

El Athletic tiene doce días por delante
para salir de la depresión

Quería Marcelo Bielsa una victoria ante el Levante para recuperar la autoestima y se encontró con una derrota con los mismos guarismos que señaló el marcador de la final de la UEL a modo de amargo recordatorio. Entre pitos y flautas el Athletic no ha marcado un solo gol en los últimos cinco partidos que ha disputado y le han metido tres el Real Madrid, el Atlético y ayer el Levante. El Zaragoza le metió dos y el encuentro contra el Getafe acabó en empate sin goles. Es evidente que la final europea ha ejercido su influencia en estos partidos, pero ese once a cero no es un dato desdeñable para entender algunas cosas en este final de temporada.
Porque contra el Levante se volvieron a repetir algunas de las circunstancias que han provocado la pésima estadística de los últimos tiempos. El Athletic manejó el balón, los tiempos y los espacios con bastante solvencia durante muchos minutos del partido de anoche, pero volvió a mostrarse romo en el área contraria y demasiado propenso a practicar la elegancia social del regalo unos metros más atrás. De hecho, el gol que abrió el marcador y que acabó condicionando el partido por el efecto que tuvo en uno y otro equipo, fue producto de una mala defensa de un pase largo combinada con una salida alocada de Iraizoz al borde del área. Si se le añade que la jugada ocurrió a falta de un minuto para el descanso, cuando los jugadores del Levante ya empezaban a acusar seriamente aquello de la responsabilidad histórica de meter por primera vez en Europa a un equipo de tradición tan modesta, se entiende lo que ocurrió en la segunda parte.
Mal que bien, el Athletic había completado un primer tiempo más que aceptable. Los leones se mostraron más enteros de lo que hacía temer la imagen que dejaron al acabar el partido de Bucarest. Sin tiempo apenas para la recuperación física y mucho menos anímica, hubiera resultado comprensible un comportamiento más errático sobre el campo. No ocurrió nada de eso. Al contrario, el equipo demostró solvencia y ganas de reencontrarse con su fútbol, sin miedo a intentarlo, arriesgando pases, manteniendo la posesión y mirando a la portería contraria. Otra cosa es el acierto. De eso hubo bastante menos, pero se agradece la intención.
A la vuelta del descanso, con Javi Martínez y Llorente en lugar de Iturraspe y Toquero, el Athletic quiso ir a por el empate pero se encontró con un Levante mucho más tranquilo con el marcador a favor. Los granotas estuvieron cómodos en el juego que más les gusta, esperando tranquilos al acecho de una jugada de contragolpe que sentenciara el partido. Ya se había desatado la fiesta en las gradas del Ciudad de Valencia, como si todo el mundo estuviera convencido de que el Athletic no crearía más problemas. Y así fue. Un cabezado de Llorente muy bien respondido por el portero levantino, fue la única señal de vida que dieron los rojiblancos. Los futbolistas granotas se jugaban un sitio en la historia del Levante, y los leones no están ahora mismo para demasiadas historias; ya han tenido bastante las últimas semanas. La génesis del segundo gol describe a la perfección la situación anímica de unos y otros. Se ha visto a equipos infantiles defender con más energía de lo que lo hicieron De Marcos y Ekiza antes de dejar completamente solo en el punto de penalti a Ghezzal, inédito en la faceta realizadora todo el año, doble goleador contra el Athletic. Si todavía quedaba alguna duda, ahí acabó todo. El tercer gol en los instantes finales fue una crueldad innecesaria del destino para con Amorebieta al que últimamente le caen todas las desgracias.
Los últimos minutos del partido, los que mediaron entre el segundo gol y el final, fueron un castigo injusto para un equipo que ya ha sufrido lo suyo. Vimos entonces, quizá por primera vez en la temporada, a un grupo con los brazos abajo, moviéndose en el campo por inercia, a la espera de que acabara aquello, con Bucarest en la memoria y pensando ya en la próxima final. El Athletic tiene doce días para salir de su depresión y limpiar la mente de malos pensamientos. En Valencia los leones tuvieron cuarenta y cuatro minutos en los que pudieron comprobar que ni se les ha olvidado jugar ni son tan poco competitivos como aparentaron ante el Atlético de Madrid. Es importante que se queden con eso. Dos semanas es mucho tiempo si se sabe sacarle partido. Bielsa tiene trabajo por delante pero cuenta con un magnífico grupo que ha demostrado con creces de lo que es capaz. La lección de Bucarest no puede caer en saco roto. Seguro que en Lezama han tomado muy buena nota y ya están en la tarea. Falta hará.
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viernes, 11 de mayo de 2012

Lecciones de una final perdida
que pueden servir para ganar otra

Una vez más ha sido Marcelo Bielsa el primero en dar el paso al frente para poner las cosas en su sitio y analizarlas en su justo término. Acababa de concluir la final y la escena de los jugadores llorando sobre el terreno de juego todavía encogía los corazones no solo de los hinchas rojiblancos sino de muchos espectadores neutrales e incluso de aquellos aficionados del equipo contrario dotados de una mínima capacidad de discernimiento. Y es que hay que tener la sensibilidad de una ameba para no sentirte conmovido ante semejante imagen.
Han dado mucho que hablar y escribir esas lágrimas porque a simple vista se perciben sinceras y desconsoladas. No eran las lagrimillas que puede verter cualquier deportista ante la constatación de que no ha alcanzado su objetivo. Eran la llorera incontenible de quien siente que acaba de perder algo mucho más importante que un simple triunfo deportivo, de quien se da cuenta de que acaba de ocurrir algo irreparable.
Pero en esas estábamos cuando llegó Bielsa a la sala de prensa y lejos de caer en la tentación, comprensible, de poner paños calientes o un hombro amigo en el que llorar, sacó el genio del ganador, el que hacía falta en aquellos momentos. Entre tanta palmadita en la espalda, su reflexión sonó como un puñetazo encima de la mesa capaz de sacar de su ensimismamiento al más depresivo de la audiencia. "Es natural que estar lejos del objetivo produzca desconsuelo, pero no es el momento de consolarnos ni creo que lo merezca. Todo el mundo reflexiona y busca respuestas, pero son situaciones que hay que vivir y no conviene evitarlas ni suavizarlas". Así de claro, así de contundente.
Son situaciones que hay que vivir y no conviene evitarlas ni suavizarlas. Es una noticia que en estos tiempos alguien se manifieste tan abiertamente en contra de la tendencia actual a minimizar los daños sean estos del orden que sean, aunque con más ahínco cuando se trate de daños morales. El fútbol es un juego en el que se gana y se pierde y las finales son esos partidos que, como su propio nombre indica, no tienen continuación. Se acaban para siempre cuando pita el árbitro. A diferencia de la Liga, en las finales no hay empate, ni un próximo domingo en el que sea posible recuperar lo perdido en el anterior. Uno gana y otro pierde. Uno llora y otro ríe. Cara o cruz. Y no tiene sentido evitarlo ni suavizarlo. Es lo que hay. Y conviene aprenderlo cuanto antes.
Koldo Agirre no tuvo necesidad de decirles nada de eso a sus chicos cuando cayeron ante la Juventus hace treinta y cinco años. Era otra generación mucho más familiarizada con la frustración y con las situaciones complicadas tanto en el fútbol como en otras circunstancias de la vida. A nadie se le ocurrió entonces que hubiera necesidad de levantar el ánimo a la muchachada. San Mamés apretó los dientes y ovacionó a unos jugadores que se habían dejado el alma sobre el césped. También hubo lágrimas de rabia, de frustración y de impotencia aquella noche en la catedral, claro que las hubo, pero se quedaron allí. Cuatro días después de aquella final perdida, el Athletic le ganó 2-1 a la UD Las Palmas para asegurar el tercer puesto de la Liga, justo por encima de los canarios, que fueron cuartos. Once días más tarde le metieron cinco goles al Sevilla en los cuartos de final de la Copa y en semifinales le hicieron seis a la UD Salamanca. Se levantaron y siguieron jugando bien y ganando porque aquel era un gran equipo. Como lo es éste. La decisión del club de evitar ayer un recibimento en el aeropuerto fue la más acertada que pudo tomar. De la misma forma que hace tres años se cometió uno de los mayores errores de la historia de la institución con aquel acto infame tras la final perdida contra el Barcelona. Parece que esa lección está aprendida, aunque el recordatorio de Bielsa no ha podido ser más oportuno.
Hay más lecciones a extraer de la derrota de Bucarest. El entusiasmo desbordado y retroalimentado con el que se vivieron los días previos, por ejemplo, podría ser también objeto de reflexión por lo que influyó en el estado de ánimo de los jugadores cuando saltaron al césped del Estadio Nacional y por la frustración que ha generado en buena parte de una afición que acabó creyéndose que la victoria estaba poco menos que conseguida solo porque somos los mejores, nos lo merecemos y somos únicos. Es comprensible la sobreexcitación ante un acontecimiento como una final europea que solo se ha vivido una vez en los 114 años de la historia del Athletic, pero ha quedado meridianamente claro que los jugadores no han podido sobrellevar el peso de la responsabilidad histórica que ha recaído sobre sus hombros. A su juventud e inexperiencia le han tenido que sumar la trascendencia de una movilización popular insólita hasta para un club tan singularmente arraigado en su entorno como el Athletic, y no han podido con tanta carga. Hubiera sido mucho mejor que todos nos hubiéramos tomado esta final con más naturalidad y los jugadores hubieran afrontado su responsabilidad en su justo término. Pero eso es más fácil escribirlo que hacerlo. Nos pudo la pasión.
Sería deseable tomar nota de cara a la próxima final de Copa. Para empezar, la trascendencia histórica no es tal porque el Athletic ya acumula veinticuatro Copas en sus vitrinas y hace tres años jugó su última final. Jugar y ganar la Copa es algo más habitual en la tradición rojiblanca y aunque haya que remontarse a veintiocho atrás para encontrar el último éxito, estamos ante un escenario diferente. El jarro de agua fría de Bucarest y la entidad del rival colaborarán a que todos, afición y equipo, se tomen las cosas de otra manera.
Una última cuestión. Dejemos en paz la dichosa gabarra. Si tiene que salir, saldrá y todos estaremos encantados de que lo haga. Tampoco es tan complicado. Anunciar a bombo y platillo pruebas de navegabilidad, condiciones, horarios y programas de festejos es, cuando menos, de dudoso gusto para con un rival al que se está dando por derrotado de antemano y la mejor forma de que nos prestemos a ser pasto de la caricatura. Recurramos a la empatía. ¿Cómo nos hubiera sentado que el Atlético de Madrid se pasara la semana previa a la final anunciando su programa de actos en la fuente de Neptuno o qué pensaríamos del Barcelona si empezaran mañana a vallar Canaletas?. Es difícil encontrar los límites en estos tiempos de desmesura, pero conviene intentarlo. Aunque solo sea para no perder la perspectiva.
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jueves, 10 de mayo de 2012

Al Athletic le pudieron la presión y Falcao

Buenos días tristeza. La ilusión se ha tornado decepción, la algarabía se ha vuelto silencio y la risa, llanto. ¡Teníamos tantas esperanzas en esta final!, ¡estábamos tan convencidos de que esta vez el fútbol nos devolvería lo que nos quitó hace muchos años!. Una final se puede perder, claro. Bien que lo sabe un club que ha perdido catorce finales, quince ya, pero a ninguno se nos pasaba por la cabeza perder así, sin reconocer en un grupo de futbolistas agarrotados a ese equipo que ha deslumbrado a Europa. No entraba en ninguno de nuestros cálculos. El Athletic no fue el Athletic en la final y bien que lo estamos pagando.
Pedía Bielsa que el equipo jugara con naturalidad porque si el fútbol fluía por sus cauces naturales el Athletic tenía buena parte del camino avanzado. No queria el técnico artificios ni extras porque se tratara de una final. De hecho siguió ocn sus rutinas previas a cualquier partido, como queriendo subrayar la normalidad. No le hicieron caso sus hombres, no pudieron hacerle caso porque les superó la presión y sucumbieron antes de saltar al campo.
Hay partidos en los que adivinas su desenlace por lo que ves en los primeros compases. No consiste de leer los posos del café ni de ninguna extraña quiromancia; se trata únicamente en saber interpretar las señales que emite el equipo, y anoche esas señales fueron negativas desde antes el inicio.
Solo había que ver las caras de la mayoría de los leones en los largos prolegómenos del partido, cuando formados en fila esperaban para salir al terreno de juego. No se veía convicción en los gestos, no había fiereza en la mirada. Se apreciaba tensión, mucha tensión y un punto de miedo al éxito, de exceso de responsabilidad que hacía que los jugadores no se comportaran como deportistas a punto de saltar a la palestra en busca de la gloria. El Athletic ya estaba perdiendo la final entonces, aunque todavía no nos dieramos, no quisieramos, darnos cuenta, empeñados como estábamos en matar nuestros propios nervios con cánticos y gritos.
Diez segundos de partido, pase de Iraola a un rival situado a cuatro metros en el centro del campo. Medio minuto, pase de Javi Martínez a un rival situado a dos metros al borde del área. Las primeras señales, esas que nos anuncian cómo está el equipo, no auguraban nada bueno. Un minuto, dos, cuatro, y el Athletic seguía sin dar dos pases seguidos, confuso, agarrotado, moviéndose con torpeza como si se desenvolviera en un medio hostil, desconocido. El Atlético salió mucho más seguro de lo que hacía. Presión adelantada, tremenda, impidiendo salir al rival, estrechándole los caminos, haciéndole sentirse inseguro.
Al Athletic le pesaba la responsabilidad y le pesaba la oposición del contrario y ambas presiones se complementaban para acabar aplastándole. Temíamos la sobreexcitación, la aceleración, el impulso desbocado de los de Bielsa, pero los leones se mostraban lentos, imprecisos, abrumados por lo que se esperaba de ellos, temerosos de fallar, lo que siempre hace mucho más probable el fallo.
Seis minutos. Gol de Falcao. Aunque colombiano, tiene apellido de crack brasileño. Y es un crack, vaya si lo es. El Athletic necesitaba serenidad, pausa, que corrieran los minutos para habituarse al escenario, romper a sudar para que la transpiración se llevara los nervios. El gol en contra fue como uno de esos golpes en frío que condicionan todo el combate al boxeador que se mantiene en pie por inercia aunque en su interior ya esté KO. El Atlético seguía su guión con precisión y el Athletic tartamudeaba. Los de Simeone dieron un paso atrás solo para observar la portería de Iraizoz con más perspectiva. Los de Bielsa tenían más el balón, pero en zonas intrascendentes, justo donde los colchoneros querían que estuviera. Es cierto que a Llorente le hicieron un penalti que ni el colegiado ni ninguno de sus numerosos ayudantes quiso ver, pero fue un penalti como los trescientos que le han hecho este año al delantero; un penalti que los usos y costumbres arbitrales han incluido en el capítulo de los que no se pitan.
Pero a pesar de todo había un sitio todavía para la esperanza o eso queríamos creer. El Athletic no podia estar todo el partido jugando tan mal y el Atlético tampoco es un equipo muy fiable en su rendimiento. Daba la impresión de que a medida que pasaban los minutos los leones se iban encontrando. Un par de pases por aquí, una apertura por allá, aparecían algunos automatismos y el equipo empezaba a ser reconocible cuando llegó el segundo gol, el que cerró la final. Falló Amorebieta que se entretuvo demasiado con el balón en los pies hasta perderlo. Falcao en el área pequeña volvió a ser letal. Iraizoz, que no había tocado el balón, se fue por segunda vez a la red a recogerlo. Dos remates, dos goles. A unos les salía todo, a los otros, nada.
Cambió Bielsa en el descanso. Se quedaron en la caseta Iturraspe y Aurtenetxe y entraron Iñigo Pérez e Ibai Gómez. Otra configuración, otro equipo, ¿otro partido?. No era problema de uno o de otro, ni siquiera era una cuestión táctica. El asunto era mucho más profundo. El partido se estaba perdiendo en las cabezas de los futbolistas y eso no hay entrenador que lo arregle.
Tocaba apelar a la heróica, mantener la esperanza en la desesperación, sacar fuerzas de flaqueza y tener fe, mucha fe, que es, como se sabe, creer en lo que no se ve. Y anoche en Bucarest no se veía al Athletic por ningún sitio. Un gol, un solo gol bastaba para volver a un partido en el que el equipo no había estado nunca. El Athletic ha marcado en todos los partidos de la UEL excepto en aquel del debut contra el Trabzonsport. Había que buscar algún motivo para seguir confiando. Pues tampoco. Los leones hubieran necesitado toneladas de fortuna que les ayudaran a recomponerse y no tuvieron ni una pizca. Todos los rebotes eran para el rival, el resbalón inoportuno lo sufría siempre uno con camiseta verde.
Obcecados, cada vez más angustiados por su propia angustia, los leones se olvidaron de todo lo que les había llevado hasta allí. Muniain hacía la guerra por su cuenta intentando solucionar él solo lo que no podía todo el equipo, Susaeta no existía, Llorente penaba aislado, encerrado entre los dos centrales y así todos.
El Atlético es capaz de lo mejor y de lo peor y en Bucarest le tocó hacer, ¡casualidad!, el partido del año. Falcao decidió la final y sus compañeros remaron muy cómodos siempre a favor de corriente. No hay nada que objetar. Fueron mejores, jugaron mejor su partido y ganaron con todo merecimiento.
Al Athletic que ha estado escribiendo en esta competición europea algunas de las mejores líneas de su historia con una caligrafía exquisita se le fue a caer un borrón justo cuando solo le quedaba poner el punto final y la rúbrica. ¡Qué pena!.
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martes, 8 de mayo de 2012

El gran día


Apenas quedan unas horas. Sólo queda esperar y dejar que el tiempo pase de la mejor manera posible, tratando de no sentir demasiado ese nudo que se aprieta cada vez más en el estómago. El gran día con el que soñamos tantas veces ya está aquí. La ilusión atropella a los recuerdos. Tantas experiencias vividas, tantas alegrias, tantas decepciones. Proliferan las entrevistas con aquellos que estuvieron a punto de conseguirlo, aparecen imágenes que creíamos perdidas para siempre. ¡Cómo ha cambiado todo!. Todo no. Permanecen inalterables los valores que nos unen. Andan a la gresca los políticos, como siempre, pero los que ahora se cruzan palabras que son dardos envenenados, las transformarán en grito unánime dentro de una horas y no dudarán en abrazarse hasta con aquel a quien consideran el más odioso de los adversarios.
El Athletic es lo único que nos une. La idea parece desgastada a fuerza de repetirla, pero no por ello es menos verdad. Solo hay que darse una vuelta por Bizkaia para comprobarlo. Solemnes palacios que albergan instituciones, edificios de oficinas y torres de viviendas, lujosos chalets y exiguos balcones de pisos de protección oficial, sedes de poderosas multinacionales y mínimos comercios detallistas, el hotel de lujo y la tasca de la esquina, la caja de ahorros que aprieta con el crédito y el sufriente hipotecado, ricos y pobres, de derechas y de izquierdas, si es que todavía hay de eso, abertzales y españolistas, todos rojos y blancos. No hay otros colores desde hace muchos días y la marea sigue creciendo porque el contagio ha devenido en epidemia y todos somos las felices víctimas de este virus que se llama Athletic.
Hay un rival enfrente que también juega, que tiene tras de sí un montón de esperanzas de gente que sueña y que también sabe de muchos desengaños. Pero ellos ya han disfrutado de un triunfo que nosotros no tenemos todavía. El destino no puede ser tan injusto como para frustrar esta ilusión. Seguro que los hados nos serán propicios porque tanta energía positiva solo puede desembocar en algo grandioso y porque el fútbol está en deuda con quien más y mejor sigue conservando la esencia de este deporte.
¡Vamos leones!, solo tenéis que salir ahí y jugar al fútbol como habéis demostrado que sabéis. El resto lo ponemos nosotros. Los diez mil que estarán más cerca de vosotros en las gradas y los miles y miles que desde el último rincón del mundo, ¡no lo dudéis!, os estaremos empujando, proyectando nuestras energias más positivas para que logréis un triunfo que será de todos.
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