sábado, 30 de enero de 2010

Esta película ya la habíamos visto

Hubo días en El Alamein en los que se contabilizaron menos heridos que en el campo del Espanyol. La imagen de Ustaritz coronado por una venda sanguinolienta, hecho un ecce homo, resume lo que fue el partido entre el equipo catalán y el Athletic: un, rosario de sucesos que acabó con una nueva derrota de los de Caparrós. Pasara lo que pasara, anduviera el balón por donde anduviera, al final todo quedaba en un rojiblanco en el suelo pidiendo la asistencia de los sanitarios. Y el caso es que, en muchas ocasiones, las bajas las producía el fuego amigo. Chocaron Gurpegi y Ustaritz, Amorebieta le arreó un balonazo en la cara a Koikili, un españolista envió a la enfermería a Yeste...un codazo por allí, una patada por aquí, en fin, una sangría, en la acepción literal de la palabra. Cómo sería la cosa que uno de los suplentes saltó al campo con un esparadrapo en la frente; lo que se dice ponerse la venda antes de la herida. Cualquiera diría que el partido fue violento. Nada más lejos de la realidad, fue un partido normal, aburrido en el que todo lo que ocurrió lo hizo por casualidad.
De fútbol hubo muy poquito, casi nada en una primera parte en la que las asistencias trabajaron más que los propios futbolistas, y algo más tras el descanso, sobre todo a raíz de que el Espanyol marcara su gol, esta vez a los trece minutos de la reanudación, lo que cabe interpretar como una ligera mejora en la empanada postpapilla con la que suelen regresar los rojiblancos desde el vestuario. Y llamar fútbol a lo que se vio tras ese gol, no deja de ser un ejercicio de generosidad.
Caparrós es a los entrenadores de fútbol lo que Ozores a los directores de cine. Siempre hace la misma película. Pase lo que pase, esté quien esté enfrente, Caparrós tiene su guión, y no lo cambia, así se remuevan los cimientos del mundo. Durante dos años, ha venido obsequiando al respetable con un esquema que fracasaba a ojos vista y que, lógicamente, obtuvo una respuesta negativa de crítica y público. Esta temporada ha cambiado un tanto el reparto, pero, la cabra tira al monte tanto como Caparrós a la repetición, el técnico se ha vuelto a obcecar con lo suyo. Ozores se hizo millonario llevando a las pantallas una y otra vez la historia de dos españoles calvos y rijosos que trataban de ligarse a unas suecas. La variante estaba en que unas veces la historia se desarrollaba en Marbella y otras, en Torremolinos. Caparrós, ni eso. Pone más o menos a los mismos al comienzo y después del descanso da entrada a Muniain y a De Marcos. Revulsivo le llaman al asunto. Le salió bien en Zaragoza y ese es motivo suficiente para que la cosa tenga más reposiciones que Verano azul.
Esta vez, el técnico siempre podrá decir que de salida tenía la ausencia de Javi Martínez, y que además perdió a Yeste a las primeras de cambio. Y es verdad, pero tanto como que pese a la ausencia de un par de los primeros actores, él siguió insistiendo con el mismo argumento, tan conocido por el público. Y por los otros directores claro.
Ni un solo remate a puerta en todo el partido, es el balance final de un primer tiempo carente de ritmo, constantemente interrumpido por choques, balonazos y lesiones varias, y una continuación que se resolvió con Iraizoz subiendo a rematar un corner en el último minuto, o sea, a la desesperada, con muchas prisas y pocas ideas, pese a la entrada en escena de los dos actores a quienes Caparrós está encasillando en el papel de revulsivo.
Dijo el técnico allá por Navidad que el mes de enero iba a marcar el futuro del Athletic. Cuatro partidos fuera y la visita del Real Madrid a San Mamés, presentaban ciertamente el mes como un Rubicón. El balance son cuatro puntos sobre los quince posibles,siete goles en contra y tres a favor, una victoria, un empate y tres derrotas. Como para pensar en la Champions League, como se le escapó a alguno tras la victoria ante el Real Madrid. Por cierto, después del partido contra el Espanyol ningún periodista preguntó al presidente sobre sus planes de futuro. Menos mal

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jueves, 28 de enero de 2010

García Macua, en la cresta de la ola (2)

Quedamos en que la vitoria ante el Real Madrid debió de reafirmar el ánimo de García Macua, tanto que apenas horas después de la finalización de aquel partido anunció su intención de calibrar la posibilidad de presentarse a la reelección. "No lo descarto" vino a decir, en medio de la euforia general. Sus palabras no son precisamente un prodigio de técnica comunicativa; por el contrario, vuelven a poner de manifiesto el caracter de una persona a la que el cargo de presidente le ha venido ancho en determinadas ocasiones, a veces, tal vez, por inexperiencia, como en su primera asamblea de compromisarios.
El hecho es que García Macua parece estar pensando en presentarse a la reelección para prolongar cuatro años más su mandato, y está en su perfecto derecho a hacerlo si finalmente toma la decisión. Sin duda, al margen de la euforia del resultado contra el Real Madrid, habrá valorado la situación deportiva general en la que se encuentra el primer equipo, la normalidad que se percibe en Lezama, similar a la que Patxi López observa en Euskadi, la aparente paz social que se respira en los ambientes rojiblancos y los apoyos mediáticos con los que cuenta, que no son muchos pero sí importantes.
García Macua debería sopesar también, y tiempo tiene para ello, que la temporada solo ha llegado a la mitad y que queda mucho todavía para empezar a pensar en vender la piel del oso: nada menos que otro curso completo. No hay memoria más frágil que la del aficionado al fútbol y cualquier contratiempo puede hacer olvidar los buenos resultados de estos meses, como García Macua cree, posiblemente, que el aficionado ha olvidado el culebrón de las entradas de la final, los sinsentidos de Lezama, la venta de Aduriz o la foto de Rajoy en el antepalco, por no entrar en más consideraciones.
Pero hablando de recuerdos y olvidos, el presidente haría bien en recapitular las condiciones en las que llegó a Ibaigane y las que le rodean ahora. Su primer escarceo con el Athletic se remonta a las elecciones a las que acudió como segundo de Juan Pedro Guzmán, y que acabó ganando Fernando Lamikiz. Hace casi tres años, García Macua compareció como cabeza de cartel de una lista de perfil bajo y en bastantes casos poco o nada relacionada con el mundo del fútbol, donde sin embargo menudeaban y ahí siguen, personas relacionadas con el entramado empresarial de Jabyer Fernández. García Macua era uno más en aquel entramado con la diferencia de que fue señalado por Fernández para encabezar la lista. No era un líder, ni mucho menos un candidato con perfil propio, de ahí la variopinta composición de su lista en la que, además de socios o compañeros de trabajo figuraban hijos de expresidentes que otorgaban una pátina futbolística a la lista, algún personaje bien relacionado con la política, y conseguidores de firmas y apoyos, imprescindibles en cualquier campaña. Más que una junta directiva en ciernes, aquello era una comunidad de intereses con algunas ramificaciones en el mundo de, llamémosle así, la gestión comercial del fútbol, cuyo único objeto era hacerse con el poder en el Athletic. Cualquier referencia a un programa deportivo o planificación del club, era pura anécdota, como el paso del tiempo se ha encargado de poner de manifiesto. A día de hoy el aficionado medio tendría muchas dificultades para identificar a más de la mitad de los miembros de la Junta.
García Macua llegó pues a la presidencia del Athletic gracias, fundamentalmente, a la financiación de un empresario, Jabyer Fernández. La relación entre ambos está ahora mismo en los juzgados y cada día que pasa y a medida que ciertas informaciones ven la luz, el asunto aparece más y más embrollado. No es sencillo calcular hasta dónde llegarán las salpicaduras del caso.
Si Jabyer Fernández fue el hombre del dinero, el apoyo 'político' le llegó a García Macua de la mano de un directivo que no sólo ya no está junto a él, sino que se marchó con cajas destempladas. Es cierto que no fue su único apoyo en ese campo, pero está por ver qué tipo de nudo forman ahora los largos y siempre intrincados hilos de la política, sobre todo cuando se mezclan con los de la economía. En el transfondo de la malla siempre aparece Fonorte y las consecuencias derivadas, incluidas las que atañen a las relaciones personales.
La tercera pata del trípode que sustentó a García Macua en su camino hacia Ibaigane la constituyen dos directivos (estos sí, sobradamente conocidos por todos) que por sí solos compensaron el nulo arraigo de la mayoría de sus compañeros en el universo Athletic y acarrearon para la causa las firmas y los apoyos imprescindibles para ganar unas elecciones, que ni en sueños hubieran conseguido entre todos los demás componentes de la candidatura, incluido el cabeza de cartel. Estos dos directivos siguen siendo imprescindibles para García Macua, por el papel que juegan en no pocos cenáculos rojiblancos pero, aunque pueda parecer paradójico, no está claro que su presencia en la foto de una presumible nueva candidatura, favoreciera los intereses de la misma. Ello sin olvidar que a día de hoy resultaría ciertamente aventurado describir en qué punto se encuentran las relaciones entre el presidente y ambos directivos. Si hay que guiarse por las declaraciones públicas de ambos, no parecen muy fluidas, pero en este caso tampoco estamos hablando de una ciencia exacta.
Las cosas han cambiado mucho en estos casi tres años. El perfil del presidente, después de todo este tiempo en Ibaigane, lógicamente ya no es tan plano como cuando llegó, aunque sigue sufriendo notables carencias en el terreno de la comunicación. De un tiempo a esta parte, contestar la gestión del presidente (culquiera que sea éste) es una afición muy extendida en una masa social rojiblanca a la que no le han faltado, ni le faltan, motivos para mostrarse tan contestataria. La continuidad de Caparrós, los nuevos estatutos o el nuevo campo van a ser los hitos que marcarán el último año del mandato de García Macua, además de lo estrictamente deportivo. Pero no será menos trascendental el papel que jugarán los 'cadáveres' que han quedado en el camino y la nueva situación general en su entorno, tan distinta a la que disfrutaba en las últimas elecciones. García Macua dijo que no descarta presentarse a la reelección; no es descabellado pensar que la decisión depende más de terceras personas que de su propia voluntad.

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lunes, 25 de enero de 2010

Fulgor y muerte del Athletic en A Coruña

En sentido estricto y en honor a la verdad no cabe decir que el Athletic echó por la borda su magnífico trabajo del primer tiempo en Riazor. No puede decirse, siendo rigurosos, que a los rojiblancos les sobró fútbol pero les faltó remate. No es cierto. Además de oportunidades desperdiciadas y paradones de Aranzubia, el Athletic marcó dos goles en los primeros cuarenta y cinco minutos de Riazor. Que el árbitro invalidara el primero por apreciar que Toquero había cometido falta en una disputa limpia por alto, o anulara el segundo por ver que el mismo Toquero estaba en fuera de juego, no nos puede llevar a la negación. No. El Athletic marcó dos goles legales; que el árbitro entendiera que no era así es un problema no ya del colegiado, ni siquiera del Athletic, sino del fútbol en general. Porque un tipo que ve falta en un salto limpio y deja sin sanción un intento de reventarle el hígado de una patada a Amorebieta en la acción que precedió al tercer gol del Depor, es un problema para el fútbol, tomado así, en general. El catalán Estrada Fernández, un debutante en la categoría, tendrá que mejorar bastante si quiere asentarse en la Primera División; errores como los que cometió el sábado no son de los que pasan desapercibidos. En su descargo, podrá mirar a sus ayudantes, tal para cual, finísimos para descubrir que una bota de Toquero estaba un milímetro por delante del último defensa y cegatos para no ver el derribo de Aranzubia al propio Toquero cuando el partido daba sus últimas boqueadas y el marcador señalaba un 2-1. Un árbitro no puede condicionar un partido de la forma en que lo hizo Estrada. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, pero juzgar la misma acción de dos maneras tan dispares difícilmente puede entrar en la categoría de error; parece más bien la plasmación de una ineptitud ciertamente importante.
A lo mejor suena excesivo culpar al árbitro de la derrota del Athletic, pero es muy difícil sustraerse a tres decisiones que decidieron el marcador. Lo dicho, esta vez no se puede decir aquello de que un equipo desperdició su momento y el otro aprovechó el suyo. Mientras le duró su momento, el Athletic marcó dos goles; que no subieran al marcador no fue, obviamente, culpa suya.
Espectacular resultó la puesta en acción de los rojiblancos. Había dudas razonables sobre las prestaciones del equipo sin Gurpegui, pero el retoque de la alineación obligado por esa ausencia convirtió al equipo en una máquina de hacer fútbol. Esta vez, Javi Martínez y Orbaiz se bastaron y sobraron para sujetar el centro del campo permitiendo a Susaeta y a Yeste encauzar un caudal de fútbol que inundó el área de un Depor que no salía de su asombro. Juego para enmarcar, con taconazos, aprovechamiento de espacios, recuperación, desborde, despliegue por las bandas, confianza en suma, convencimiento de que este equipo también sabe jugar el balón cuando se lo propone o cuando no se lo impiden los corsés tácticos. Fue un Athletic excelente que vivió media hora de fulgor.
Pero después vino la muerte. Como en Málaga, como en Mallorca, Iraizoz encajó un gol cuando apenas había regresado del vestuario. Fue una jugada desafortunada en todos los sentidos: el balón salió rebotado en la espalda de San José, el globo le cayó a Bodipo, que devolvió el balón al corazón del área pequeña aprovechando el desconcierto de una defensa mal colocada, y Filipe Luis medió remató aprovechando una salida alocada de Iraizoz, tan descolocado como sus compañeros en toda la jugada. La desgracia quiso que el portero cayera sobre el tobillo del deportivista causándole una lesión de gravedad, una lesión tremenda para el futbolista y ruinosa para Lendoiro. Filipe Luis era el último cheque al portador que le quedaba al presidente gallego para pagar deudas. Al parecer, el traspaso del lateral al Real Madrid estaba algo más que apalabrado.
Todo Riazor sufrió el impacto emocional de una lesión tremenda, incluidos los jugadores del Athletic que acusaron la lesión, el gol en contra y la frustración de verse por detrás después de su exhibición del primer tiempo. El Depor, por el contrario, recuperó el espacio que nunca tuvo antes del descanso, la serenidad imprescindible y el balón. El partido dio un giro de ciento ochenta grados. El Athletic poderoso y confiado se convirtió en el equipo despistado y timorato de tantas noches aciagas. Y aciaga fue la jugada del segundo gol, otra vez un rebote en un defensa que se convierte en un remate por la escuadra. Ahí se acabó todo. El autogol del Depor que venía a completar aquella noche de locos, apenas sirvió para dar un punto de incertidumbre al partido. Estrada se encargó de cortar cualquier posibilidad de final feliz para el Athletic ignorando el claro penalti de Aranzubia sobre Toquero.
Es difícil extraer conclusiones de un partido que rozó el surrealismo, tan difícil como discernir cuál de los dos equipos, el del primer tiempo o el del segundo, es el verdadero Athletic. Probablemente lo sean ambos, porque éste parece un equipo en crecimiento, adolescente, y no hace falta explicar los altibajos anímicos tan propios de esa edad. Eso sí, si este equipo es capaz de jugar como lo hizo la primera media hora, por favor, que no nos cuenten milongas. Jugando así es como se ganan muchos partidos; no siempre vamos a tener la desgracia de encontrarnos con Estrada y sus secuaces.

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miércoles, 20 de enero de 2010

García Macua, en la cresta de la ola (1)

La victoria sobre el Real Madrid parece haber despertado en García Macua una cierta impaciencia por cerrar cuanto antes asuntos de gran calado para el devenir deportivo (y por ende, económico) del Athletic. En los periódicos del día hemos podido leer que las renovaciones de Yeste y Toquero están prácticamente hechas y que la contratación definitiva del ahora cedido San José, es una decisión que ya está tomada de hecho en Ibaigane.
Sin embargo, hablando de renovaciones, la noticia destacada es ese primer contacto entre Arrinda y García Macua para analizar la continuidad de Caparrós. El Correo le dedica al asunto un amplio espacio gracias a la información privilegiada que maneja. Mientras en El Mundo Deportivo se especula con la posibilidad, en El Correo se presenta la información con todo lujo de detalles. Arrinda y García Macua cenaron juntos anoche, dice el texto. Si descartamos al camarero como fuente, las posibilidades se reducen de una manera significativa, de lo que solo cabe deducir el objeto propagandístico de la información; el hecho de filtrar la celebración de una cena que es solo un primer contacto no admite demasiadas lecturas.
La renovación de Caparrós parece haberse convertido en el objetivo prioritario de García Macua, que conseguiría llegar al final de su mandato con el mismo entrenador con el que lo empezó, si bien es verdad que fue un entrenador insólitamente consensuado con el otro candidato a la presidencia del club. El problema que se le plantea al presidente es que solo puede ofrecer un año más a Caparrós, quien después de tres temporadas en San Mamés, parece albergar las lógicas dudas respecto a la conveniencia de su continuidad.
De un análisis desapasionado se puede concluir que Caparrós no tiene nada que ganar quedándose solo un año más y sí mucho que perder, porque los destinos que depara el fútbol son insondables por definición. Acabar este año con un éxito clasificatorio (digamos que un puesto en la UEFA) colocaría a Caparrós en el escaparate como un técnico triunfador, mercancía facilmente colocable en cualquier club que quisiera, y pudiera, ofrecerle una ficha mucho más sustanciosa de la que puede tener ahora y, sobre todo, mayores facilidades para confeccionar una plantilla. En este sentido, el Athletic sería un excelente trampolín. Se podría argumentar por el contrario que, de quedarse en el Athletic, Caparrós tendría la ocasión de rematar la jugada y recoger el año que viene los frutos deportivos de una plantilla que le ha costado confeccionar tres años y hacer debutar a veinticinco jugadores, de los que sólo ocho pueden considerarse hoy en día habituales en las convocatorias, pero eso es lo mismo que suponer que el fútbol es una ciencia exacta y, sobre todo, desconocer las claves emocionales que mueven este negocio. Si damos por buena la hipótesis de que este año acabará en éxito (sólo se ha disputado la mitad de la temporada), el aficionado consideraría un fracaso cualquier resultado inferior el siguiente curso. Por otra parte, parece muy difícil que a estas alturas Caparrós consiga ya atraer a los incrédulos a su fe. Su fútbol no enamora a la grada y los técnicos que viven solo del resultado saben que las cañas se pueden tornar lanzas de un día para otro.
La papeleta, en cualquier caso, se antoja complicada para el presidente, precisamente por el condicionante del plazo de su mandato. Si renovar a Caparrós puede ser causa de discusión, más complicado se antoja que trate de buscar una alternativa para el último año de su presidencia. Claro que llevar el proceso por capítulos al papel impreso cuando todavía no se ha cumplido la mitad de la temporada, no parece la mejor idea ni siquiera cuando los personajes protagonistas de nuestra historia comparten e intercambian entre ellos los papeles de agente, amigo, socio, empresario, patrocinador, representante y representado en alegre camaradería.

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domingo, 17 de enero de 2010

Nostalgia

De pronto un flash back de veinte años. El Athletic arrollando al Real Madrid. Dos palos, dos corners, un gol. ¡A por ellos!, la corneta tocando a la carga, San Mamés rugiendo, los leones desmelenados con el cuchillo entre los dientes y todos esos tópicos que fueron creando los viejos maestros del periodismo vizcaino para cantar las gestas del equipo. De pronto, un arranque de partido de los de antes, de los que tanto hemos pedido y tanto hemos añorado; el Athletic racial, un derroche de casta, el equipo imbatible en su campo, el San Mamés entregado donde a los más grandes de les aflojan las piernas. ¡Qué gozada!. Lástima que todo eso durara solo dos minutos, el tiempo que medió desde que el árbitro señaló el comienzo del partido y Llorente marcó su gol mientras los aficionados estaban todavía lamentando el doble remate al poste.
El arranque del partido contra el Madrid, esos dos minutos mágicos, fue como ese "en el capítulo anterior..." que los guionistas suelen introducir en las series de televisión para poner en situación al espectador. Un recordatorio de por dónde iba la película antes de comenzar el nuevo capítulo. Así el Athletic nos recordó en esos dos minutos mágicos, por dónde solía ir la película en San Mamés cuando venía un grande. Fue un trailer de dos minutos, una promoción tan atractiva como engañosa. El espectador esperaba cañonazos, explosiones, fuegos artificiales... pero una vez acabado el anuncio, la película se fue por otros derroteros.
El arranque del partido fue una concesión a la nostalgia, un "en el capítulo anterior". Los noventa largos e interminables minutos que continuaron fueron otra cosa bien distinta. Al homenaje a la historia le sucedió la inmersión en la actualidad. Y la actualidad del Athletic dista bastante de la grandeza de su historia. Los aficionados que acumulan algunos trienios de fe rojiblanca han asistido a unas cuantas victorias del Athletic sobre el Real Madrid y han visto a los leones comerse por las patas a los blancos, empotrados en su portería, barridos del campo; han asistido a batallas épicas donde se ha discutido a sangre y fuego cada metro de césped, refriegas en las que el fútbol del más alto nivel ha convivido con la pelea más descarnada; los aficionados de San Mamés han sido testigos de grandes victorias y de dolorosas derrotas, pero nunca han visto a su equipo llegar al éxito más celebrado por el camino más angosto, el de asumir su pequeñez para hacerse grande.
Concluido el recordatorio de lo que fue el Athletic, llegó la puesta en escena actual, la de un equipo consciente de sus limitaciones y de su pequeñez. Si de antemano el empate era un resultado más que aceptable, el gol a favor cargó de razones a los apologetas de la practicidad. La raza desplegada en el inicio, las cornetas tocando a la carga, los leones desmelenados y todo eso, dieron paso a un equipo entregado, sí, bravo, también, y desmelenado, por qué no, a su manera, o sea, para defender como gato panza arriba durante hora y media lo que había ganado como el fiero león que fue durante dos minutos. El Athletic entregó el balón al Madrid y se aprestó a defenderse a la espera de un contrataque cada vez más improbable a media que transcurrían los minutos.
Seamos realistas, pidamos lo imposible. Como en la vieja pintada del Mayo francés, el Athletic asumió la realidad de su inferioridad ante el Madrid para discutirle el imposible de una victoria. Hasta el descanso, la cesión de la pelota y de los espacios solo le acarreó un par de sustos en la portería de un Iraizoz que empezaba a cimentar una noche para el recuerdo. Después, en un segundo tiempo más angustioso a medida que caían los minutos, ese reconocimiento de la inferioridad propia, ese regalar el balón sin apenas discusión, esa transformación voluntaria en frontón que se limita a repeler el balón, estuvo a punto de costarles el éxito que con tanta entrega buscaron siempre los rojiblancos. No hubiera sido injusto que el Madrid empatara, no hay más que atender a la estadística para admitirlo, pero hubiera sido muy cruel para un equipo que buscó su suerte con una fe y una entrega dignas del mejor de los premios.
La película que empezó con aquel flash back de veinte años, acabó teniendo un final feliz, como debe ser para que el espectador se vaya a casa con la sonrisa en la boca. El entusiasmo que desata siempre una victoria sobre el Real Madrid impide cualquier reflexión sobre el desarrollo del argumento. Cualquier cuestionamiento corre el riesgo de ser considerado alta traición, un delito de leso rojiblanquismo. Cuando se le gana al Madrid poco importa que se haya regalado el balón hasta extremos intolerables, que el portero se haya convertido en el artífice de la victoria o que la angustia fuera tal que se estuviera pidiendo la hora diez minutos antes del final. Poco importan todos esos detalles, como poco incide que un extra que hace de legionario romano lleve un reloj de pulsera en la grandeza cinematográfica de Ben-Hur, por decir algo. A lo largo de más de un siglo de enfrentamientos, el Athletic le ha ganado al Madrid de muchas maneras, todas válidas. También la del sábado. No seamos rehenes de la nostalgia. Las cosas ahora son así y los caminos hacia la grandeza, como los designios del Señor, son inexcrutables. Se ganó al Madrid, algo que últimamente no ha sido lo más frecuente. A veces merece la pena dejar a un lado la reflexión para que el disfrute lo ocupe todo. Este es uno de esos momentos. No nos pregunten cómo; ganamos y eso es lo más importante.

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miércoles, 13 de enero de 2010

Los desembolsos del socio

Hoy acaba el plazo para que los socios podamos retirar las entradas de los partidos contra el Real Madrid y el Anderlecht en las modalidades individual o en cómodo paquete con descuento incluido. A juzgar por las colas que se han visto estos días da la impresión de que el socio se ha movilizado más de lo que haría suponer ese estado más de lamento que de queja, que se percibe en tertulias y mentideros, a cuenta de las numerosas ocasiones en las que se ha tenido que pasar por taquilla este año. Los partidos previos de la UEFA, la Supercopa, el abono de los tres partidos de la primera fase, el medio día del club ante el Barcelona, y ahora contra el Real Madrid, hacen un montante que en el caso de la localidad más cara, alcanza los 200 euros aproximadamente, que sobre los 900, en números redondos, que cuesta el carnet, constituyen un porcentaje más que considerable.
Hay una cierta percepción entre los socios de que se les está sangrando en exceso este año, aunque esa idea tenga más que ver con el lamento resignado que con la queja airada. Se han oído algunas voces reclamando la gratuidad de al menos uno de los partidos del verano, pero poco más. En general, el socio del Athletic asume que hay que pagar, entre otras cosas, porque siempre lo ha hecho en competición internacional. A nadie se le escapa que la gracia de estar en Europa consiste, además de en el prestigio deportivo, en lo que supone de ingresos extraordinarios y esos, entre otros, tienen que venir de las taquillas. El socio que se lamenta porque tiene que pagar para ver fútbol europeo se pone a la altura del entrenador que alerta de los peligros de jugar tres competiciones. Si no queremos pagar y no nos queremos cansar, lo mejor es que renunciemos a todo de antemano y nos dediquemos solo a la Liga.
Otra cosa son los llamados días del club, cuyo nombre completo, "día de ayuda al club" nos describe con más precisión su origen y su razón de ser. Los días de ayuda al club, enteros o por mitades, según invento de Aurtenetxe en su día para hacer más amable el pago a los socios, se instituyeron en los tiempos en los que los clubes sobrevivían unicamente con las cuotas de sus socios y con las taquillas de los partidos, mientras los ingresos atípicos provenían de la rifa del jamón y de la cesta de Navidad. Tiempos en los que había campos en los que sorteaban el mismo jamón todos los domingos, bien porque milagrosamente no le tocaba a nadie (no mentemos la rifa en casa del notario) o porque el agraciado no lo recogía, por cariño a la entidad o porque el nivel de salinidad de la pata rozaba la del Mar Muerto. Esto se sigue viendo hoy en día en multitud de campos de Segunda B para abajo, más o menos en los mismos términos de antaño, incluida la pizarra que se pasea con el número durante el descanso.
Pero en estos tiempos de pay per view, internet y delicatessen en el palco no parece de recibo mantener en el Athletic una institución tan obsoleta y penalizadora para el socio, que se ve obligado a pagar por ver precisamente los que a priori son los mejores partidos de la temporada, amén de la incomodidad que supone acudir a las taquillas en unos días y horario determinado, puesto que no olvidemos que no todos los socios del Athletic son del mismo centro de Bilbao. Un incremento razonable, y razonado, en la cuota de socio podría ser una buena solución, introduciendo incluso la variable de la voluntariedad.
Si no se ha hecho hasta ahora no es ni porque los socios se hayan negado, ni porque no se le haya ocurrido la idea a ninguna Directiva. La razón es otra y aquí el interés económico va en dirección opuesta al deportivo. Diciéndolo con crudeza, económicamente al club le interesa que no vaya ningún socio para así poder vender todo el aforo a un precio superior. Deportivamente sería un desastre, vale, pero sin llegar al extremo, tampoco es novedad que cuando marcan el Barcelona o el Real Madrid se levante medio San Mamés a celebrarlo. A lo mejor ha llegado el momento de valorar el asunto. Al fin y al cabo más sagrada era la intransferibilidad del carnet y se cometió el sacrigelio de suprimirla. Claro que las consecuencias de medida tan popular ya se notan en la tesorería y será mejor empezar a pensar en lo que repercutirá en otros órdenes de la vida del club a medida que la biología vaya haciendo su trabajo.

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domingo, 10 de enero de 2010

La fórmula necesita revisión

Las gentes del fútbol, tan dadas a la superstición y hasta al esoterismo, suelen decir que un equipo que juega dos partidos consecutivos en su campo o de viaje, nunca repite el mismo resultado. Teniendo en cuenta que el Athletic ya había perdido en Mallorca hace siete días, lo tenía bien en Málaga de ser cierta la teoría. No tengo datos estadísticos a mano que certifiquen el aserto, pero algo de cierto debe de haber porque el Athletic no salió derrotado de La Rosaleda. Medió para ello una de esas decisiones arbitrales que solo pueden entender los muy iniciados. El penalti que señaló Pérez Burrull a favor de los rojiblancos sirvió, además de para salvar un punto, para reforzar esa otra teoría futbolística no certificada por datos, que asegura que al final de la temporada errores y aciertos arbitrales suelen acabar compensados en el balance de cada equipo. Pérez Burrull y el Athletic han librado grandes batallas en el pasado (sobre todo algún ex entrenador rojiblanco), hasta el punto de que el colegiado era siempre mirado con recelo desde el bando de los leones. A partir de lo de La Rosaleda habrá que convenir en que Pérez Burrull se equivoca a partes iguales y va ganando amigos allí donde va. A corto plazo no parece que nadie le vaya a invitar a pescadito frito en La Carihuela.
Caparrós repitió por enésima vez la fórmula que tan buenos resultados le ha estado dando los dos últimos meses, obviando que en Mallorca dicha fórmula ya evidenció cierta flojera. Y en Málaga los fallos se repitieron. El asunto es viable siempre y cuando todos los miembros del equipo cumplan con la parte que les corresponde y ni en Mallorca ni en Málaga los encargados de la creación y del juego de ataque estuvieron a la altura de las circunstancias. Susaeta no es el mismo de antes de cumplir el partido de sanción y Llorente está como ausente, interpretando su versión más abúlica, pasto de faltas e indolente para la pelea. El técnico recuperó a Toquero, y el chaval le respondió con un remate seco a la base del poste y su proverbial espíritu de lucha; no decepcionó en este sentido, pero hace falta algo más de solvencia en la conducción, más capacidad de desborde y mejor control en los espacios cortos; más técnica en definitiva, algo que no cabe exigir al delantero. Él cumplió con su parte del papel, incordiando, peleando, presionando arriba y hasta rematando; fueron sus compañeros los que se ausentaron.
Y así, sin creación, el juego del Athletic se limita a un cansino ejercicio de control y defensa, solvente, bastante solvente, pero carente de alternativas para inquietar al rival o aspirar a más que a un empate sin goles, salvo el improbable caso de que suene la falta por casualidad.
El Málaga es un equipo en apuros que está tratando de sacar la cabeza con los escasos recursos de que dispone. Esos recursos se pueden resumir en el papel del brasileño Duda, técnico, hábil y peligroso a balón parado según el prototipo de futbolista de su país. Fue Duda quien más problemas causó a la defensa del Athletic y fue él quien sacó una magnífica falta al corazón del área pequeña para que Wellington cabeceara a la red sorprendiendo con su incorporación a los dos centrales rojiblancos.
Como en Mallorca, el Athletic se vio en desventaja en el marcador, pero el rival que tenía enfrente no era el que dirige Manzano, afortundamente. El Málaga se echó atrás con la intención de defender su tesoro durante todo el segundo tiempo, pero no contó con Pérez Burrull.
Tampoco Caparrós contaba con el penalti salvador, así que volvió del descanso con David López en el equipo ocupando el lugar, que no la posición, de Iraola, y después fue dando entrada a De Marcos en el sitio de Susaeta y a Muniain en el lugar de Orbaiz. Los dos chavales ya se han convertido en los revulsivos oficiales, según la división del trabajo establecida por el técnico en aquella tarde de Zaragoza de tan grato recuerdo. Que posteriormente no haya funcionado tan bien, es lo de menos; Caparrós ha demostrado con creces ser hombre más bien empecinado.
No hay razón para descartar de buenas a primeras una fórmula que ha dado buenos resultados y ha servido para asentar al equipo, y hace bien Caparrós en insistir. Pero hasta el mejor sistema en la pizarra requiere una buena ejecución sobre el césped, lo que depende de los intérpretes y tanto en Mallorca como en Málaga, algunos han dejado bastante que desear.
El punto sumado en Málaga tiene un valor más psicológico que real porque evita la segunda derrota consecutiva en vísperas de recibir al Real Madrid. El resultadismo imperante hará olvidar en las próximas horas las circunstancias del partido, del que solo quedará memoria del punto sumado, que servirá para encender la ilusión de cara al partido contra los blancos. Ya se sabe, orgullo, autoestima, por qué no vamos a poder con ellos, y todas esas cosas que se dicen en estas circunstancias. Convendrá, sin embargo, no olvidar que para ganar al Madrid habrá que hacer algo más que en estos dos últimos partidos.

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domingo, 3 de enero de 2010

Mala suerte y algo más

Vale. Es mala suerte que te metan un gol gracias a que un balón que se va fuera rebota en el cuerpo de uno de tus defensas, y es peor suerte que un defensa contrario te saque casi de debajo de los palos el remate que hubiera significado tu empate y que prácticamente en la siguiente jugada te rematen con un segundo gol. Si ese segundo gol te lo marca un delantero que vendiste en su día, ya es recochineo. Todo eso le ocurrió al Athletic en Mallorca, pero escudarse en solo eso para justificar la derrota sería demasiado fácil y, sobre todo, inexacto.
El Athletic tuvo muy mala suerte en Son Moix, o en el Ono Estadi, que es como le llaman ahora al campo del Malloca, pero tampoco hizo demasiado para merecer algo más. El Mallorca tampoco, esa es la verdad, pero el equipo local sumó su octava victoria consecutiva en casa. Los de Manzano lo han ganado todo en su campo; por algo será y probablemente por algo más consistente de lo que demostraron ante el Athletic, que fue más bien poco.
Los de Caparrós volvieron a defender con suficiencia y llevaron el partido hasta el descanso sin más susto que un remate demasiado cruzado de Aduriz. El Athletic repitió su ya conocido esquema con Orbaiz, Javi Martínez y Gurpegui haciendo de muralla en el centro del campo lo que volvió a otorgar una tarde de lo más plácida a Amorebieta y San José, que finalmente fue el elegido por el entrenador. Lo malo para el Athletic ocurrió en la dirección contraria, en la que apunta a la portería rival. Un Yeste excesivamente premioso, un Susaeta muy distinto al de los últimos partidos y un Llorente torpe y desconectado dejaron el juego de ataque del Athletic bajo mínimos, lo que no podía augurar nada bueno. En Zaragoza, por tener una referencia con la última salida, el equipo no brilló en ataque hasta la salida de Muniain, es cierto, pero antes su línea de ataque había dado algunas señales de vida, aunque solo fuera para recordar que estaba allí. En Mallorca no hubo noticias de los jugadores destinados a elaborar hasta que el equipo encajó el primer gol. Los cambios de Caparrós, dando entrada a De Marcos y Muniain, no por previsibles dejaron de causar efecto aunque solo fuera por unos minutos, los que tardó el Mallorca en marcar el segundo gol. Y en ese escasísimo tiempo, Muniain se plantó dos veces en el área con el balón controlado y Llorente tuvo en sus botas el empate en la ocasión más clara del partido. Fue la demostración práctica de que el Athletic había estado perdiendo lamentablemente el tiempo hasta entonces, dando al Mallorca un oxígeno que era veneno puro para sus intereses.
Hubo muy mala suerte en los momentos clave del partido, pero hubo también cierta falta de reflejos, o quizá conformismo, para no solucionar a tiempo la mala tarde de jugadores como Yeste o Susaeta. Y hubo también una bajada prematura de brazos tras el segundo gol, como si el tanto de Aduriz se aceptara como el cierre definitivo del partido, cuando todavía había tiempo suficiente siquiera para intentar acortar distancias y meterse de nuevo en faena. Es cierto que ya todo era más difícil, porque el Mallorca jugaba no solo a favor de racha, sino de marcador, pero si en los últimos tiempos el Athletic ha alegrado la vida a sus seguidores ha sido por su espíritu de superación ante los contratiempos. No se vio nada de eso en Mallorca y aunque la derrota no sea una tragedia, otros siete equipos ya han caído allí, no sobra una reflexión sobre lo acontecido. El descanso navideño no le ha sentado bien al equipo, al que se le vio como con una cierta modorra, acomodado a defender sin mayores problemas pero sin más ambición. Hay que ponerse las pilas cuanto antes. Como dijo Caparrós, Enero sigue siendo un mes clave

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