martes, 27 de abril de 2010

Justos de gasolina

Da la impresión de que el Athletic ha llegado al tramo decisivo de la temporada con la luz de reserva encendida. No es que el equipo esté agotado, pero sí que le falta ese punto de frescura, esa chispa que dicen los entrenadores, que es la que permite llegar a un cruce una décima de segundo antes que el rival, hacer un regate o evitar un choque. Esa frescura que hace levantar la cabeza, ver al compañero mejor situado y transmitir la orden de pase desde el cerebro hasta la pierna sin interferencias. Viendo maniobrar al Athletic en el Reyno de Navarra, daba la impresión de que los de Caparrós jugaban con plomo en las botas, que se movían con esas piernas pesadas de quien ya está tan baqueteado que no encuentra tiempo para la recuperación. En algunos casos el efecto es muy visible. Gurpegui, por ejemplo, no se parece en nada a aquel Ferrari del que hablaba Caparrós el año pasado, ni siquiera recuerda al tractor que era hace apenas dos meses. Llorente da la impresión de que entonó su particular canto del cisne en aquel partido ante el Racing...
Y el Athletic necesita estar en perfecto estado de revista para desarrollar todo su juego porque, a diferencia de otros equipos más dotados, si los rojiblancos no arrollan a base de músculo y velocidad,afloran demasiado las carencias técnicas de bastantes de sus jugadores. Ese último pase desviado un par de metros del objetivo que en otros momentos se corrige con una carrera, se pierde ahora por la línea de fondo en medio de la impotencia general; ese centro que antes llegaba tocado al área pequeña porque se había ganado medio metro de ventaja sobre el marcador, ahora se estrella en el cuerpo del rival o se va al segundo graderío.
Todo eso y algo más ocurrió a lo largo de los noventa minutos ante un Osasuna que no tuvo vergüenza alguna en apostar por el puntito que le daba el empate inicial. Lo intentó el Athletic, consciente de lo que se jugaba, pero su esperanzador puesta en escena duró apenas veinte minutos. Después, fue todo un quiero y no puedo.
Tuvo el partido otras lecturas, como la presencia en el equipo titular del cuestionado Yeste, que tampoco aportó nada nuevo, por cierto, pese a que pareció que empezaba con ganas, o la nueva oportunidad de la que disfrutó Iturraspe por la baja de última hora de Orbaiz, pero el chaval tampoco acabó de apuntar siquiera algo de lo que se espera de él. Hasta puede considerarse una buena novedad táctica la sustitución de Llorente por Muniain, un cambio como de medio metro de futbolista, si se hubiera realizado bastante antes y si el pequeño hubiera ocupado la posición del grande. Es indudable que una defensa diseñada y acostumbrada a fijar a Llorente, tiene que sufrir si de pronto aparece Muniain en la misma posición, pero hasta el factor sorpresa requiere su tiempo. Se notó la reaparición de Toquero, que en el último minuto tuvo en sus botas la victoria, pero le tiró al muñeco cuando esta temporada ya lleva dos o tres goles resolviendo con mucha solvencia situaciones similares; quizá a esas alturas, y después de dos semanas con problemas, el oxígeno no llegaba con fluidez al cerebro.
Al Athletic le quedan tres balas en la recámara todavía, porque pensar en arañar algo en el Bernabéu, si el Real Madrid sigue jugándose la Liga a esas alturas, requiere unas dosis de ingenuidad fuera de lo común. El pasaporte para Europa se sigue expidiendo en San Mamés y hay que sellarlo ante el Mallorca, el Málaga y el Depor. Nunca podría venir más ajustado ese lugar común de los entrenadores que asegura que el próximo partido es el más importante. En efecto, la visita del Mallorca tiene todas las trazas de una final y las finales, siguiendo con los tópicos, están para ganarlas, mucho más si se juegan en casa.
La competición, que se inició allá por el 30 de julio, está pasando factura. Han sido muchos kilómetros y quedan todavía tres vueltas en las que hay que marcar el mejor tiempo. El coche anda con la gasolina justa...pero anda y además seguro que va a contar con el empujón oportuno del público.

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viernes, 16 de abril de 2010

¡Agua!

Ni tocados, ni hundidos. El Athletic probó suerte en Valencia y le dijeron ¡agua!, como en el viejo juego de barcos con el que tantos estudiantes mataban clandestinamente su tedio en las clases de Filosofía. Falló el Athletic. Erró el tiro. Mejor dicho: apenas tiró sobre César, y así no puede ser, ni en Valencia ni en Morata de Tajuña. Algo le pasa al Athletic cuando juega lejos de San Mamés. La eficacia goleadora en casa, donde los leones marcan de cuatro en cuatro, se convierte en desesperante ceguera de visita. Y ya no es solo que se remate poco y mal, sino que se equivoque siempre el último pase, que sobre un regate, o que el desmarque no llegue a tiempo. A veces un equipo no pisa área o no crea ocasiones sólo porque veinte metros antes el que llevaba el balón no ha visto al compañero bien colocado o, casi lo que es más frustrante, le ha visto pero le ha arreado un melonazo donde debió ir un pase medido, bien al pie o adelantado para darle ventaja, que esa es otra. Ni Llorente ni Susaeta estuvieron especialmente finos en esa faceta y eso lo acusó todo el juego de ataque del equipo y como David López y Gabilondo estuvieron con Neruda, "me gusta cuando callas porque estás como ausente..." el granítico Valencia ni siquiera tuvo que recurrir demasiado a esa especialidad de la casa que llaman faltas tácticas, que consiste básicamente en aquello tan pedestre de si pasa el balón no pasa el jugador, que en el área suele ser penalti, pero en el círculo central denota inteligencia táctica. Para más información véase Baraja y Albelda.
Si no marcas solo puedes aspirar a sobrevivir con el empate de salida, pero lo normal en estos casos suele ser que el rival sí lo haga. Silva acertó en dos ocasiones y liquidó el partido.
Pero el Athletic no debe liquidar sus ilusiones por una derrota que, querámoslo o no, entraba dentro de lo previsible en la planificación general de la temporada. De hecho, el Athletic ha caído con todos los equipos que le preceden en la tabla, si exceptuamos la victoria ante el Real Madrid en San Mamés y el empate sin goles en Sevilla. Lo bueno del dato es que los que le preceden en la tabla son muy pocos, muchos menos de los que le siguen.
Sigo pensando que aspirar a la Champions League no es más que un bonito sueño, de momento. Y no es poco que nos hayamos ganado el derecho a soñar con cosas tan bonitas cuando como quien dice acabamos de despertar de una pesadilla. La Europa League sí que debe seguir siendo un objetivo alcanzable para este equipo y eso pasa por seguir siendo tan sólidos como hasta ahora en casa. Es cierto que el Athletic perdió en Valencia, pero lo hizo después de un partido bastante razonable que se decantó porque el rival tuvo un jugador capaz de rubricar con finura el trazo grueso del trabajo de todos sus compañeros. Nada más...y nada menos.

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domingo, 11 de abril de 2010

¡Qué grande, Javi!

No sé si ha estado mejor cuando ha marcado su segundo gol, o en la sala de prensa, cuando ha respondido a los elogios recordando que no ha pintado ningún cuadro, que ha sido solo un gol, guay, pero un gol. Javi Martínez es mi debilidad en este equipo que sigue creciendo. Creo que pese a todo lo que aporta al grupo y al despliegue que realiza a lo largo de los noventa minutos, está muy lejos de alcanzar su techo. Javi es el centrocampista total, capaz de barrer por delante de su propia defensa, de conducir el balón hasta el área contraria... y de golear. Es un lujo para el Athletic que podría aportar bastante más si jugara diez metros más adelante de lo que lo hace. En demasiadas ocasiones, sobre todo fuera de casa, Javi Martínez acaba incrustado en la zaga, como tercer central. El equipo gana solvencia defensiva, lógicamente, pero pierde dinamita en ataque. Las conducciones de este jugador serían demoledoras para el rival si empezaran diez metros más adelante de lo que lo hacen. Javi Martínez puede hacer mucho daño en el área contraria, y no solo por su poderoso juego de cabeza, sino porque es un centrocampista con llegada y pegada, como lo demostró ante el Almería. Todavía está en la memoria colectiva aquel gol de Susaeta en el Manzanares culminando una galopada imperial de Javi Martínez de área a área.
Ante el Almería Javi abrió el marcador con un cabezazo oportuno y consiguió que las gradas de San Mamés se poblaran de pañuelos cuando marcó el tercero: robo en campo contrario, incorporación al área, regate y remate de lujo, de crack, colocando el balón entre el cuerpo del portero y el poste. ¡Gol de pañuelos en San Mamés!, proclamaron las radios. Gol marcado por Pañuelos, hubieran anunciado hace unas temporadas en el videomarcador de Anoeta...
Los goles de Javi fueron el adorno ajustado a una gran actuación individual y colectiva. Gabilondo, que había fallado lo más fácil, marcó luego un golazo de los suyos. Llorente, que había ejecutado un penalti de la forma más lamentable, llegó a tiempo para cerrar la goleada con un remate por anticipación. Toquero, que no marcó, abandonó el campo mientras la grada coreaba su nombre, Susaeta lo intentó todo por activa, por pasiva y por perifrástica, Gurpegui ponía cemento en el eje del centro del campo, subían por las bandas Iraola y Koikili aprovechando la suficiencia con la que resolvían su trabajo San José y Amorebieta.
El Almería de Lillo había llegado a San Mamés dispuesto a hacer valer su fútbol resposado, de toque y paciencia. Apenas le sirvió un cuarto de hora. El vendaval rojiblanco no dejó en pie ni los palos del sombrajo. Los de Caparrós hasta se permitieron lujos inusuales en San Mamés, pero eso ya ocurrió cuando el partido estaba muerto y el Almería enterrado bajo la pesada losa de cuatro goles. Antes, como en los viejos tiempos, el Athletic había resuelto en un par de zarpazos. Dos goles de ventaja al descanso; la gente no se había terminado de acomodar para asistir al segundo tiempo y los rojiblancos ya habían marcado otros dos.
Ganar jugando bien, eso es lo que hizo el Athletic. Y cuando hablamos de jugar bien, no nos estamos refiriendo a eso que se ha dado en conocer como tiki-taka. Jugar bien como lo hizo el Athletic es mover la pelota con velocidad y sentido, buscar las bandas y las incorporaciones por dentro, mostrar recursos y tener alternativas, acudir a los choques con genio y fe, ser contundentes en el remate y constantes en la idea. Todo eso hizo el Athletic ante el Almería. Por eso San Mamés festejó el fútbol y los goles. Los rojiblancos demostraron que son tan candidatos como el que más a una plaza europea. Y lo mejor de todo es que semana a semana, su candidatura se revaloriza porque además de esa fe que mueve montañas, los leones aportan hechos tan contundentes como su victoria ante el equipo andaluz. Son buenos tiempos para el Athletic. Es hora de disfrutar.

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