jueves, 6 de mayo de 2010

No va más

Se acabó. Los que se quieran entretener pueden seguir jugando con la calculadora, pero pueden tener la seguridad de que las hipótesis más favorables no se cumplirán. Tendrían que superar una condición sine qua non de imposible realización: ganar en el Santiago Bernabéu. Ya sé que fútbol es fútbol, tal y como dejó sentenciado Boskov y que los partidos duran noventa minutos y hay que jugarlos. Pero por si les sirve de pista, recuerdo las palabras de Castillo tras el partido perpetrado ante el Málaga. "Ganar en Madrid es casi imposible". ¡Ese es el espíritu, sí señor!.
Estoy de acuerdo con el lateral. Incluso diría más pronunciando una palabra menos. Yo quitaría de la frase ese 'casi' que solo busca la corrección y el quedar bien. Digámoslo claro. Es imposible que el Madrí, ceda un solo punto en el último partido que va a jugar en su casa cuando los necesita todos. En el improbable caso de que en el minuto 85 se mantuviera el empate a cero, pongamos por caso, no sería descartable que bajara al césped la guardia civil para detener medio equipo rojiblanco. La Liga de las Estrellas, le mejor liga del mundo, etc, etc, no puede permitirse ciertos lujos y que el Madrí pierda es un lujo, no lo olviden.
Claro que nadie piensa que será necesario llegar a medidas extremas para garantizar el triunfo del Madrí ante el Athletic el próximo sábado; los blancos se bastan y se sobran y mucho más ante un equipo completamente desfondado como el rojiblanco.
El grupo de Caparrós ha llegado al tramo final del campeonato, al decisivo, in articulo mortis y ya solo cabe esperar eso que se ha dado en llamar el fatal desenlace. En aquel partido contra el Zaragoza se hizo evidente que las piernas ya empezaban a fallar más de la cuenta y las siguientes citas no han hecho sino confirmar el proceso degenerativo, que ante al Málaga alcanzó también la cabeza. Hemos jugado con más corazón que cabeza,, vino a decir Caparrós echadno mano de la frase hecha. Efectivamente, a este Athletic solo le queda su corazón enorme, ese que hace que los jugadores sigan corriendo, chocando y volviendo a correr aunque sea sin meta ni dirección.
El equipo se ha venido abajo de manera espectacular en el tramo final, en esos ocho o diez partidos que según Luis Aragonés son los que deciden todo un año. El comienzo temprano de la temporada (el Athletic ya estaba compitiendo en Julio), las limitaciones de la plantilla, el estilo de juego... se pueden seguir varias pistas para tratar de descubrir las causas del descalabro. Estaría bien que los responsables lo hicieran para que no vuelva a suceder.
Tomando los diez últimos partidos de cada temporada de las dos anteriores temporadas con Caparrós en el banquillo encontramos que hace dos años el Athletic ganó cuatro, empató uno y perdió cinco. El año pasado, repitió número de victorias, cuatro, sumó dos empates y sufrió cuatro derrotas, tres de ellas en las tres últimas jornadas, cuando todo estaba centrado en la final de Copa. Este año el Athletic ha sumado tan solo dos victorias y cuenta con tres empates y tres derrotas a falta de dos partidos. Los números dicen que está siendo el peor sprint final con Caparrós en el banquillo. El técnico y sus ayudantes son los que mejor tienen que conocer las causas profundas que han provocado este desenlace; todo lo demás serán especulaciones
Del partido ante el Málaga poco se puede decir que no se haya dicho ya. Al Athletic se le ha hecho de noche y no ve la luz ni siquiera cuando se encuentra con un fogonazo como el de Toquero a los cuatro minutos. Se pensaba que en los últimos fracasos había tenido que ver el hecho de no ser el primero en error. Hipótesis falsa, como quedó demostrado ante los andaluces. De nada valió adelantarse en el marcador. Duda igualó el tanto de Toquero con un corner magníficamente sacado y no por casualidad; antes había amenazado con dos saques soberbios y todavía asustó con un cuarto que se fue a medio metro del segundo palo.
Duda dejó a la grada fría, helada, consciente de que aquello podía ser el definitivo final de un sueño. Y la grada no se equivocó. El Athletic no pudo encontrar una solución porque el problema lo tiene dentro y es igual que el rival sea un aspirante a la Champions como el Mallorca o un superviviente que solo trata de salvar el pellejo como el Málaga. La temporada se le ha hecho larga, muy larga, al equipo, tanto, que lo mejor del partido contra el equipo andaluz ocurrió cuando Rubinos Pérez pitó el final: ahora ya solo quedan dos partidos para que acabe todo. Es a lo que único a lo que puede aspirar este Athletic.

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lunes, 3 de mayo de 2010

Game over?

Estamos en tiempo de calculadoras, así que no es extraño que haya quien, como el propio entrenador y algunos jugadores, sigan empeñados en asegurar que no todo está perdido después de la derrota ante el Mallorca. Los más optimistas recuerdan, además, que hasta la séptima plaza puede dar una plaza europea. Y no les falta razón. La presencia del Atlético y del Sevilla en las finales de la Europa League y de Copa, permite una serie de combinaciones favorables. Pero una cosa es la aritmética y otra el fútbol y la afición rojiblanca parece haberse dado cuenta de que aunque los números sigan dando, lo que no da en absoluto es el juego de un equipo que muestra mayores síntomas de agotamiento físico y mental cada jornada que pasa.
La gasolina que ya escaseó en el Reyno de Navarra, duró apenas veinte minutos ante el Mallorca. Mientras las piernas de los rojiblancos mantuvieron su frescura hubo fútbol, iniciativa y ocasiones; hasta tres: la de Toquero, precipitado; Llorente, afortunado Aouate; y Gabilondo, impreciso por apenas medio metro. Pero eso fue todo. A medida que los minutos iban cayendo en los músculos de los leones, el Mallorca se fue apropiando del balón y del juego. Tampoco es que los de Manzano maravillaran, pero se fueron haciendo con el partido y empezaron a merodear el área del Athletic hasta que cazaron el primer gol. Es verdad que era su primer remate a puerta, pero tampoco extrañó demasiado que se adelantaran en el marcador. Todavía el Athletic pudo arreglar el entuerto gracias a un buen centro de Iturraspe que tuvo continuidad en un extraordinario cabezazo de Llorente en el último segundo de la prolongación el primer tiempo.
Los de Caparrós habían logrado llegar vivos al descanso y con la baza moral de haber conseguido empatar en el último momento. El gol psicólogico que se dice. Pero cuando todo el mundo esperaba un arranque brioso en el segundo tiempo, apareció un Athletic adormilado que regaló dos goles en apenas dos minutos.
Ya lo habían intentado un par de veces en el primer tiempo Iraizoz y Amorebieta, y a la tercera lo consiguieron Koikili y Amorebieta. Consiguieron regalar un corner al Mallorca a partir de un fuera de banda a favor. Una de esas jugadas absurdas que de vez en cuando suele brindar el Athletic al respetable y, sobre todo, al rival. No es de ayer, ni de antes de ayer. Históricos equipos rojiblancos han encajado goles a partir de un corner a favor, o de una falta mal botada en las cercanías del área rival. Ante el Mallorca Koikili le dejó un marrón a Amorebieta junto al banderín de corner y el central, en lugar de quitárselo de encima, quiso hacer lo que no sabe para acabar cediendo un corner. Para colmo, Nunes se le anticipó en el área para cazar un remate soberbio pero que en ningún caso debió permitir la defensa del Athletic. Un minuto después, Aduriz aprovechó otro error de la zaga rojiblanca para cerrar el partido con un remate colocado. Aduriz tuvo que ser, para más inri. Huelgan más comentarios.
Ahí acabó el partido y con él, seguramente, el camino del Athletic hacia Europa, aunque, no lo olvidemos, el nivel de exigencia puede bajar un escalón todavía, si se dan las combinaciones necesarias. Pero además, el Athletic tendrá que demostrar el miércoles que más allá de las buenas palabras, sigue dispuesto a no rendirse hasta el último minuto. El Málaga marca ahora la última frontera y las sensaciones no son precisamente buenas. La frialdad del público en un partido que se consideraba una final, resultó sintómatica, como si en el ánimo del aficionado pesara más lo visto ante el Zaragoza u Osasuna, que la aritmética. Mala señal que el público no se lo crea. Porque los jugadores posiblemente creen y seguro que quieren, pero no parece que puedan.

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martes, 27 de abril de 2010

Justos de gasolina

Da la impresión de que el Athletic ha llegado al tramo decisivo de la temporada con la luz de reserva encendida. No es que el equipo esté agotado, pero sí que le falta ese punto de frescura, esa chispa que dicen los entrenadores, que es la que permite llegar a un cruce una décima de segundo antes que el rival, hacer un regate o evitar un choque. Esa frescura que hace levantar la cabeza, ver al compañero mejor situado y transmitir la orden de pase desde el cerebro hasta la pierna sin interferencias. Viendo maniobrar al Athletic en el Reyno de Navarra, daba la impresión de que los de Caparrós jugaban con plomo en las botas, que se movían con esas piernas pesadas de quien ya está tan baqueteado que no encuentra tiempo para la recuperación. En algunos casos el efecto es muy visible. Gurpegui, por ejemplo, no se parece en nada a aquel Ferrari del que hablaba Caparrós el año pasado, ni siquiera recuerda al tractor que era hace apenas dos meses. Llorente da la impresión de que entonó su particular canto del cisne en aquel partido ante el Racing...
Y el Athletic necesita estar en perfecto estado de revista para desarrollar todo su juego porque, a diferencia de otros equipos más dotados, si los rojiblancos no arrollan a base de músculo y velocidad,afloran demasiado las carencias técnicas de bastantes de sus jugadores. Ese último pase desviado un par de metros del objetivo que en otros momentos se corrige con una carrera, se pierde ahora por la línea de fondo en medio de la impotencia general; ese centro que antes llegaba tocado al área pequeña porque se había ganado medio metro de ventaja sobre el marcador, ahora se estrella en el cuerpo del rival o se va al segundo graderío.
Todo eso y algo más ocurrió a lo largo de los noventa minutos ante un Osasuna que no tuvo vergüenza alguna en apostar por el puntito que le daba el empate inicial. Lo intentó el Athletic, consciente de lo que se jugaba, pero su esperanzador puesta en escena duró apenas veinte minutos. Después, fue todo un quiero y no puedo.
Tuvo el partido otras lecturas, como la presencia en el equipo titular del cuestionado Yeste, que tampoco aportó nada nuevo, por cierto, pese a que pareció que empezaba con ganas, o la nueva oportunidad de la que disfrutó Iturraspe por la baja de última hora de Orbaiz, pero el chaval tampoco acabó de apuntar siquiera algo de lo que se espera de él. Hasta puede considerarse una buena novedad táctica la sustitución de Llorente por Muniain, un cambio como de medio metro de futbolista, si se hubiera realizado bastante antes y si el pequeño hubiera ocupado la posición del grande. Es indudable que una defensa diseñada y acostumbrada a fijar a Llorente, tiene que sufrir si de pronto aparece Muniain en la misma posición, pero hasta el factor sorpresa requiere su tiempo. Se notó la reaparición de Toquero, que en el último minuto tuvo en sus botas la victoria, pero le tiró al muñeco cuando esta temporada ya lleva dos o tres goles resolviendo con mucha solvencia situaciones similares; quizá a esas alturas, y después de dos semanas con problemas, el oxígeno no llegaba con fluidez al cerebro.
Al Athletic le quedan tres balas en la recámara todavía, porque pensar en arañar algo en el Bernabéu, si el Real Madrid sigue jugándose la Liga a esas alturas, requiere unas dosis de ingenuidad fuera de lo común. El pasaporte para Europa se sigue expidiendo en San Mamés y hay que sellarlo ante el Mallorca, el Málaga y el Depor. Nunca podría venir más ajustado ese lugar común de los entrenadores que asegura que el próximo partido es el más importante. En efecto, la visita del Mallorca tiene todas las trazas de una final y las finales, siguiendo con los tópicos, están para ganarlas, mucho más si se juegan en casa.
La competición, que se inició allá por el 30 de julio, está pasando factura. Han sido muchos kilómetros y quedan todavía tres vueltas en las que hay que marcar el mejor tiempo. El coche anda con la gasolina justa...pero anda y además seguro que va a contar con el empujón oportuno del público.

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viernes, 16 de abril de 2010

¡Agua!

Ni tocados, ni hundidos. El Athletic probó suerte en Valencia y le dijeron ¡agua!, como en el viejo juego de barcos con el que tantos estudiantes mataban clandestinamente su tedio en las clases de Filosofía. Falló el Athletic. Erró el tiro. Mejor dicho: apenas tiró sobre César, y así no puede ser, ni en Valencia ni en Morata de Tajuña. Algo le pasa al Athletic cuando juega lejos de San Mamés. La eficacia goleadora en casa, donde los leones marcan de cuatro en cuatro, se convierte en desesperante ceguera de visita. Y ya no es solo que se remate poco y mal, sino que se equivoque siempre el último pase, que sobre un regate, o que el desmarque no llegue a tiempo. A veces un equipo no pisa área o no crea ocasiones sólo porque veinte metros antes el que llevaba el balón no ha visto al compañero bien colocado o, casi lo que es más frustrante, le ha visto pero le ha arreado un melonazo donde debió ir un pase medido, bien al pie o adelantado para darle ventaja, que esa es otra. Ni Llorente ni Susaeta estuvieron especialmente finos en esa faceta y eso lo acusó todo el juego de ataque del equipo y como David López y Gabilondo estuvieron con Neruda, "me gusta cuando callas porque estás como ausente..." el granítico Valencia ni siquiera tuvo que recurrir demasiado a esa especialidad de la casa que llaman faltas tácticas, que consiste básicamente en aquello tan pedestre de si pasa el balón no pasa el jugador, que en el área suele ser penalti, pero en el círculo central denota inteligencia táctica. Para más información véase Baraja y Albelda.
Si no marcas solo puedes aspirar a sobrevivir con el empate de salida, pero lo normal en estos casos suele ser que el rival sí lo haga. Silva acertó en dos ocasiones y liquidó el partido.
Pero el Athletic no debe liquidar sus ilusiones por una derrota que, querámoslo o no, entraba dentro de lo previsible en la planificación general de la temporada. De hecho, el Athletic ha caído con todos los equipos que le preceden en la tabla, si exceptuamos la victoria ante el Real Madrid en San Mamés y el empate sin goles en Sevilla. Lo bueno del dato es que los que le preceden en la tabla son muy pocos, muchos menos de los que le siguen.
Sigo pensando que aspirar a la Champions League no es más que un bonito sueño, de momento. Y no es poco que nos hayamos ganado el derecho a soñar con cosas tan bonitas cuando como quien dice acabamos de despertar de una pesadilla. La Europa League sí que debe seguir siendo un objetivo alcanzable para este equipo y eso pasa por seguir siendo tan sólidos como hasta ahora en casa. Es cierto que el Athletic perdió en Valencia, pero lo hizo después de un partido bastante razonable que se decantó porque el rival tuvo un jugador capaz de rubricar con finura el trazo grueso del trabajo de todos sus compañeros. Nada más...y nada menos.

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domingo, 11 de abril de 2010

¡Qué grande, Javi!

No sé si ha estado mejor cuando ha marcado su segundo gol, o en la sala de prensa, cuando ha respondido a los elogios recordando que no ha pintado ningún cuadro, que ha sido solo un gol, guay, pero un gol. Javi Martínez es mi debilidad en este equipo que sigue creciendo. Creo que pese a todo lo que aporta al grupo y al despliegue que realiza a lo largo de los noventa minutos, está muy lejos de alcanzar su techo. Javi es el centrocampista total, capaz de barrer por delante de su propia defensa, de conducir el balón hasta el área contraria... y de golear. Es un lujo para el Athletic que podría aportar bastante más si jugara diez metros más adelante de lo que lo hace. En demasiadas ocasiones, sobre todo fuera de casa, Javi Martínez acaba incrustado en la zaga, como tercer central. El equipo gana solvencia defensiva, lógicamente, pero pierde dinamita en ataque. Las conducciones de este jugador serían demoledoras para el rival si empezaran diez metros más adelante de lo que lo hacen. Javi Martínez puede hacer mucho daño en el área contraria, y no solo por su poderoso juego de cabeza, sino porque es un centrocampista con llegada y pegada, como lo demostró ante el Almería. Todavía está en la memoria colectiva aquel gol de Susaeta en el Manzanares culminando una galopada imperial de Javi Martínez de área a área.
Ante el Almería Javi abrió el marcador con un cabezazo oportuno y consiguió que las gradas de San Mamés se poblaran de pañuelos cuando marcó el tercero: robo en campo contrario, incorporación al área, regate y remate de lujo, de crack, colocando el balón entre el cuerpo del portero y el poste. ¡Gol de pañuelos en San Mamés!, proclamaron las radios. Gol marcado por Pañuelos, hubieran anunciado hace unas temporadas en el videomarcador de Anoeta...
Los goles de Javi fueron el adorno ajustado a una gran actuación individual y colectiva. Gabilondo, que había fallado lo más fácil, marcó luego un golazo de los suyos. Llorente, que había ejecutado un penalti de la forma más lamentable, llegó a tiempo para cerrar la goleada con un remate por anticipación. Toquero, que no marcó, abandonó el campo mientras la grada coreaba su nombre, Susaeta lo intentó todo por activa, por pasiva y por perifrástica, Gurpegui ponía cemento en el eje del centro del campo, subían por las bandas Iraola y Koikili aprovechando la suficiencia con la que resolvían su trabajo San José y Amorebieta.
El Almería de Lillo había llegado a San Mamés dispuesto a hacer valer su fútbol resposado, de toque y paciencia. Apenas le sirvió un cuarto de hora. El vendaval rojiblanco no dejó en pie ni los palos del sombrajo. Los de Caparrós hasta se permitieron lujos inusuales en San Mamés, pero eso ya ocurrió cuando el partido estaba muerto y el Almería enterrado bajo la pesada losa de cuatro goles. Antes, como en los viejos tiempos, el Athletic había resuelto en un par de zarpazos. Dos goles de ventaja al descanso; la gente no se había terminado de acomodar para asistir al segundo tiempo y los rojiblancos ya habían marcado otros dos.
Ganar jugando bien, eso es lo que hizo el Athletic. Y cuando hablamos de jugar bien, no nos estamos refiriendo a eso que se ha dado en conocer como tiki-taka. Jugar bien como lo hizo el Athletic es mover la pelota con velocidad y sentido, buscar las bandas y las incorporaciones por dentro, mostrar recursos y tener alternativas, acudir a los choques con genio y fe, ser contundentes en el remate y constantes en la idea. Todo eso hizo el Athletic ante el Almería. Por eso San Mamés festejó el fútbol y los goles. Los rojiblancos demostraron que son tan candidatos como el que más a una plaza europea. Y lo mejor de todo es que semana a semana, su candidatura se revaloriza porque además de esa fe que mueve montañas, los leones aportan hechos tan contundentes como su victoria ante el equipo andaluz. Son buenos tiempos para el Athletic. Es hora de disfrutar.

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martes, 30 de marzo de 2010

Hubo de todo menos aburrimiento

Definitivamente el Athletic quiere tenernos entretenidos y quiere darle emoción a la lucha por los puestos europeos. Podía haber llegado a donde está, empatado con el Sevilla en la Europa League y a dos puntos del Mallorca, última referencia para la Champions, de una forma ordenada, casi cubriendo el expediente de golear a un Racing sobrepasado en la primera media hora, pero prefirió llegar con el corazón en la garganta y obligando a los aficionados a permanecer en San Mamés bajo el diluvio un lunes por la noche.
Ves un 4-3 en el marcador y piensas en un partido de rompe y rasga, con las delanteras haciendo trizas a las defensas. Algo de eso hubo, pero mucho menos de lo que pudiera imaginar alguien que no esuvo en el partido. Las defensas no tuvieron precisamente su noche más afortunada, eso es verdad, pero no porque las delanteras les pusieran en situaciones límite. El Racing marcó tres goles cobrando apenas cuatro remates. El Athletic llegó más y mejor, sobre todo en una primera media hora de las antiguas, con el equipo volcado bajo el aguacero, presionando y persiguiendo al rival hasta el banderín de corner. Fue el rato en el que Llorente recordó a los viejos delanteros centros con un poderoso remate de cabeza que dobló las manos del portero, y cuando Llorente recordó a los viejos extremos remontando la línea de fondo para dar el pase de la muerte a Toquero. El pase de la muerte, se llamaba esa suerte que precedió al segundo gol del Athletic. Lo recuerdo porque ya se ve tan poco, que los más nuevos a lo mejor ni saben que se llama así.
Después el Athletic bajó el pistón, porque no se puede jugar con la séptima marcha todo el tiempo y porque con un 2-0 un equipo puede y debe permitirse el lujo de darse un respiro. El problema del Athletic es que no domina ese estilo de juego reposado, destinado a dormir al rival. Los rojiblancos, demasiado pendientes quizá de Canales, la estrella emergente de los cántabros, no repararon que era Colsa, el calvo de siempre, el que tomaba la batuta. No es que hiciera gran cosa, pero una jugada tonta devolvió al Racing al partido a falta de cinco minutos para el descanso. El Athletic había hecho el gasto y había puesto el fútbol, pero en el intermedio el marcador señalaba un marcador mínimo, injusto e inquietante.
La continuación siguió con los mismos parámetros. Caparrós compactó el centro del campo dando entrada a Gurpegi en el lugar de Iturraspe y el Athletic siguió intentando el siempre complicado plan de nadar y guardar la ropa. No daba el Racing señales de peligro, pero tampoco el sistema defensivo rojiblanco recordaba, siquiera vagamente, a la línea Maginot. Bajo el diluvio, la gente dudaba entre el Desenfriol y el Valium, así que cuando Llorente, otra vez Llorente, se sacó un penalti de la chistera y encima lo transformó, el personal dio aquello por concluido y ya se preparaba para irse a casita cuando Bolado, de chilena, volvió a poner el partido donde estaba. Otra vez la inquietud y las dudas, donde no debió haber nada más que tranquilidad y disfrute. Curiosamente, ese gol de Bolado sentó las bases del cuarto tanto del Athletic. El gol trajo como consecuencia una tarjeta amarilla para Oriol, por la tontería de porfiar por llevar el balón al centro del campo a toda prisa. Instantes después, el mismo Oriol agredió a Llorente, otra vez Llorente, delante de las narices del árbitro, y vio la segunda tarjeta ganándose por méritos propios el premio a la expulsión tonta de la temporada. Unos minutos más tarde, cuando el Racing estaba volcado, Iraola vio muy claro el hueco que había dejado el expulsado en el centro de la defensa cántabra y puso allí el balón para que Susaeta, muy bullidor toda la noche, se escapara en solitario y batiera a Coltorti por cuarta vez. Ahora sí que cientos de sufridos aficionados empezaron a desalojar las gradas como si se hubiera desatado un incendio, frotándose las manos por el frío y por el marcador. Se perdieron el tercer gol del Racing. Menos mal que ya no quedaba tiempo para más. Seguro que si llegan a quedar diez minutos, el marcador final hubiera alcanzado rango de balonmano.
Ver un 4-3 se agradece cuando el del 4 es tu equipo, y San Mamés, por encima de algún enfado puntual, producto de la ansiedad, agradeció a su equipo la victoria, el trabajo y el juego, que le lleva a ocupar una posición de privilegio en la tabla y le otorga el derecho a soñar con todo. En cualquier caso, que el Racing te meta tres goles en San Mamés no es el mejor precedente a cinco días de visitar el Camp Nou. Pero esa será otra historia.

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sábado, 27 de marzo de 2010

Lezama: los socios lo tenemos muy claro

Los resultados de la encuesta realizada por el Athletic en torno a Lezama y la política del club, dejan lugar a muy pocas dudas. Personalmente, no me ha sorprendido ningún aspecto del trabajo. Ni la amplísima respuesta (6.464 cuestionarios respondidos, para un total de unos 35.000 socios) que vuelve a poner de manifiesto la implicación de los socios en la vida del club, ni los contenidos de dichas respuestas, que demuestran que por encima de puntuales polémicas artificiales, interesadas y alimentadas por intereses espurios, los socios del Athletic tenemos las ideas mucho más claras de lo que a veces puede parecer.
La postura del socio del Athletic se podría resumir en tres puntos: cree en la idea del club; no ve necesidad de cambios de fondo; y tiene la sensatez suficiente para sacar a Lezama de la discusión electoral.
La encuesta debería servir para zanjar de una vez por todas esas polémicas que surgen de vez en cuando al calor de algunos intereses muy concretos. Debería servir para convencer a propios extraños de que en el Athletic no hay nada de que discutir en lo que a los grandes temas se refiere. Nos podrá gustar más o menos este presidente o aquel entrenador; podremos discutir este fichaje o aquel traspaso, pero estamos de acuerdo en lo fundamental, y esa es la verdadera fuerza del club.
Pero a la vista de las primeras lecturas que se han hecho de la encuesta, da la impresión de que hay quien está dispuesto a coger el rábano por las hojas. Me refiero a la pregunta sobre la posibilidad de contar con descendientes de vascos de la diáspora, ante la que se manifiestan de acuerdo un 56 por ciento de las respuestas, aunque con los suficientes matices como para diluir ese porcentaje como acertadamente ha interpretado la Directiva, que ya ha anunciado que no será la que tome semejante iniciativa.
En efecto, los socios que se muestran de acuerdo con la llegada de hijos de la diáspora, ponen condiciones tan dispares como la edad del jugador, su relación generacional con Euskadi y hasta algo tan difícilmente mensurable como su grado de compromiso con los principios del Athletic. Con tales y tan diversas condiciones, hablar de un 56 por ciento favorable como bloque es tan relativo que más vale dejar las cosas como están, mucho más cuando más de un veinte por ciento se muestra radicalmente en contra.
Pero de algunos textos que se han podido leer en los medios, cabe extraer la impresión de que hay quien no está dispuesto a dejar las cosas como están, que no se resigna a la evidencia de la ausencia de debate que ha puesto de manifiesto esta encuesta. El respaldo absoluto a la filosofía (prácticamente unánime), la defensa de la singularidad del club, la coincidencia en los valores de Lezama y el interés en preservar el corazón del Athletic de la pugna electoral, dejan sin argumentos a quienes tienen el debate como oficio y refuerza a la entidad con la aportación, por fin, de datos concretos que ratifican lo que todos ya sabíamos: que el Athletic es un club especial y diferente; ni mejor ni peor que los demás: único. Y que así queremos que siga siendo

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viernes, 26 de marzo de 2010

Pese a la derrota, ese es el camino

El Athletic jugó bien, muy bien, extraordinariamente bien a ratos, y perdió. Como en Gijón, como en Coruña. ¿Se cargarán de razones los resultadistas que claman por la victoria de penalti injusto en el último minuto?. Esperemos que no. Confiemos en que el Athletic, sus jugadores, perseveren en el camino del fútbol bien hecho, seguros de que más pronto que tarde obtendrán los debidos rendimientos en forma de victorias. No siempre se puede tener un día tan negado de cara a la portería. Si se llega diez veces con claridad, la lógica y la pura estadística dice que el gol acabará llegando.
Se decía antes del partido que su desarrollo y desenlace dependerían en gran medida del estado de ánimo del Atlético de Madrid, ese equipo ciclotímico del que nunca sabes qué te puedes esperar. Pero para caja de sorpresas, este Athletic de Caparrós, al que se le supone un estilo definido, pero que lo mismo se comporta como un adoquín, que se transfigura en una orquesta que interpreta con gusto un fútbol primoroso.
En el Manzanares salió el Athletic que sorprende a sus más perseverantes seguidores enlazando quince pases en jugadas que una semana antes se resolvían con un patadón. La puesta en escena de los de Caparrós fue magnífica, con un cabezazo de Gurpegui que De Gea salvó con la punta de los dedos, y un trallazo de Llorente que repelió el poste. Minutos después, De Gea volvía a salvar el gol repeliendo un remate cercano del delantero del Athletic que culminaba una gran jugada individual dentro del área, impropia de un futbolista de su talla física. Fueron tres acciones que, una vez conocido el desenlace, se puede decir que condicionaron el partido, no solo por lo que significaron en el marcador, sino por el efecto que causaron en las mentes de unos y otros.
Lideraba entonces el equipo un Gabilondo que cuando entra en calor demuestra una calidad que este equipo agradece mucho. Lideraba el de Añorga a unos compañeros con muchas ganas de hacer las cosas bien y diferentes. Llorente barría el frente de ataque con un Toquero que se movía tanto como siempre, pero con más sentido. Javi Martínez era la máquina que lo mismo recupera atrás que arrolla en el ataque y Gurpegui ponía el cemento necesario para que Iturraspe se sintiera seguro para atreverse a jugar al fútbol. Hasta los de atrás, sobre todo los laterales, se incorporaban con alegría a posiciones adelantadas ante la ausencia de noticias de los atacantes colchoneros.
El Athletic debió resolver el partido antes del descanso. No lo hizo porque el propio brillo que producía su fútbol en la zona ancha, parecía cegarle dentro del área. Más que nunca, los de Caparrós añoraron un killer en las cercanías de la portería, uno de esos tipos que no dudan cuando huelen el miedo del portero. Un Forlán o un Agüero, pongamos por caso.
La pegada fue la que determinó al suerte del partido. Remedando los viejos carteles del boxeo, el Athletic fue el fino estilista y el Atlético, el rudo fajador. Los de Caparrós bailaron alrededor del rival, le puntearon con la izquierda y con la derecha, amagaron y compusieron siempre una gran estampa, pero recibieron dos ganchos al hígado y acabaron en la lona.
Fue injusto, muy injusto, el resultado, pero a veces ocurren estas cosas. Esta vez no se le puede reprochar nada ni al equipo ni a su entrenador, ni siquiera los cambios, aunque en este aspecto cabría algún matiz por la insistencia de colocar a Muniain tan alejado del área, o por la sorpresiva presencia del desaparecido Yeste. Pero para entonces, el partido ya era otro. El gol de Forlán y la sucesión de ocasiones desperdiciadas, ya estaban haciendo su trabajo en las neuronas de los leones, cada vez más minados por su propia incapacidad ante una portería a la que llegaban con facilidad por los caminos más diversos.
¡Qué pena que el despliegue de fútbol no tuviera la recompensa del resultado!. Sobre todo porque no es la primera vez. Esperemos que sea la última, porque jugando así pocos partidos se pueden perder. Para los que se enredan en el debate sobre de qué se trata cuando hablamos de jugar bien al fútbol, el Athletic del Manzanares es el perfecto caso práctico. Orden, criterio, manejo del balón, alternativas, pelotazo largo y balón en corto al pie del compañero, aperturas a la banda y penetraciones por el centro... Faltó el gol que es para lo que se hace todo lo anterior pero más importante que el resultado puntual es el convencimiento de que el gol llegará mucho antes por ese camino, que por otros que suele andar este equipo tantas veces.

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sábado, 20 de marzo de 2010

Trabajo, esfuerzo, sufrimiento...

Oyes hablar a los jugadores del Athletic en la sala de prensa después de cualquier partido y parece que acaban de salir de la arena del Coliseo romano. Javi Martínez valoraba el empate contra el Getafe empleando términos como trabajo, esfuerzo o sacrificio. Un viejo periodista de Bilbao, cuando oía definir a algún jugador que se incorporaba al primer equipo como trabajador y luchador, solía interrumpir indefectiblemente a su interlocutor con el siguiente argumento: "vamos mal, esas son buenas virtudes para un boxeador y estamos hablando de un futbolista". El argumento del viejo maestro viene al pelo para explicar el juego del actual Athletic. Los de Caparrós pueden alardear de generosidad en el esfuerzo, espíritu de sacrificio, capacidad de sufrimiento, derroche de trabajo... virtudes todas muy apropiadas para dedicarse a la construcción de pirámides a orillas del Nilo o al cultivo y recolección del algodón en una finca de Alabama. De los chicos del Athletic nos conformaríamos con que exhibieran otras habilidades como el dominio del balón, la precisión en el pase, la visión de los espacios o el desmarque. No son virtudes que sirvan para acabar con el Imperio Romano, ni siquiera para construir un modesto puente de madera sobre el río Kwai, pero son bastante prácticas para ganar un partido de fútbol, aunque no lo crean.
Confirmada la renovación de Caparrós, sería una buena idea que la próxima temporada, después del himno por la megafonía, los partidos empezaran con el sonido de una sirena (se podría rescatar la de Euskalduna, por ejemplo) y que al menos el segundo uniforme del equipo fuera un buzo azul Bilbao. Sería lo propio. La imagen de Toquero abandonando el partido ante el Getafe cuando fue sustituído, recordaba tanto la de un minero del Gales de la revolución industrial saliendo del pozo, que más que aplaudirle daban ganas de enarbolar una pancarta reivindicando la jornada laboral de ocho horas.
Trabajo, esfuerzo, sufrimiento... todo eso lo pusieron los rojiblancos en cantidades industriales durante los noventa minutos. El fútbol fue cosa del Getafe, que se hizo con el partido nada más encajar el primer gol y no lo soltó hasta que el lamentable Pérez Burrull pitó el final. Además, por novena vez en la temporada, el Athletic tuvo que afrontar buena parte del partido en inferioridad numérica por la justa expulsión de Orbaiz, que atizó una patada a Cortés en lo que el inolvidable Joaquín Vidal definía como "lo del día de la boda", tras una dura entrada que en un primer momento, por la premura en pedir el cambio, pareció el preludio de una grave lesión.
Orbaiz, que había adelantado a su equipo con un bello gol, tirando a colocar tras un pase de Llorente, dejó al equipo malparado y le dio la excusa que necesitaba para hacer precisamente lo que estaba deseando hacer, plegar velas y especular con el resultado.
La reacción del Getafe tomando la iniciativa y dominando territorialmente, tuvo el premio de un gol en el que quedó la impresión de que defensas y portero pudieron hacer algo más para evitarlo.
En el descanso Caparrós decidió prescindir de Gabilondo para dar entrada a Muniain en el lado izquierdo. Alguien con autoridad suficiente en el club debería castigar al míster a copiar cien veces: "No volveré a colocar a Muniain pegado a la banda izquierda". Bueno, ni a la banda izquierda ni a la derecha. Que Muniain es un media punta que sorprende con su llegada desde la segunda línea y que hace daño en el corazón del área, lo saben hasta los comentaristas de baloncesto de TVE. Las razones por las que Caparrós se empeña en llevar la contraria a todo el mundo son tan misteriosas como las que le han llevado a prescindir de Yeste hasta en las convocatorias. Insondable que es el hombre.
El Athletic pudo ganar gracias al penalti que transformó Llorente haciendo caso omiso de los cientos de voluntarios que se ofrecieron en las gradas para bajar a tirarlo, y pudo perder por el dominio que ejerció el Getafe durante casi todo el partido. Al final acabó empatando porque el equipo de Michel, incluso después de perder a Torres, expulsado en la jugada del penalti, se fue arriba sin resignarse a la derrota y Pedro León marcó en otra acción en la que volvió a quedar la sensación de que los defensas y el portero pudieron hacer algo más.
La aportación de Pérez Burrull al partido no pasa de anecdótica por mucho que el público se empeñara en culparle de las desgracias de su equipo. Orbaiz estuvo bien expulsado y Amorebieta acabó el partido porque Burrull le perdonó la segunda tarjeta al menos en dos ocasiones. El colegiado acertó pitando el penalti contra el Getafe y expulsando al jugador que lo cometió. Pese a todo, no fue un buen arbitraje el suyo, ni el de uno de sus linieres, si bien no se les puede acusar de otra cosa que de alterar el sistema nervioso de los jugadores del Athletic, por lo demás, bastante alterado desde que salen del vestuario.
Era un buen día para darle un mordisco a la clasificación, pero también pudo ser un desastre. El empate sirve para mantener la distancia con el Getafe. Ni tan mal.

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sábado, 13 de marzo de 2010

El próximo que lo tire Toquero

Lo de los penaltis este año ya pasa de castaño oscuro. Gabilondo se convirtió en Gijón en el quinto jugador que falla desde los once metros. De lo doce penaltis lanzados este año, el Athletic ha fallado cinco, casi la mitad. Algunos han costado puntos, como el de Gijón, donde los de Caparrós se dejaron dos. Llorente, que empezó fallando este año, ha transformado los tres últimos que ha tirado. Estaba sobre el césped del Molinón, pero el que tiró fue Gabilondo. Será por esas cosas de las sensaciones que dicen los futbolistas de ahora. Antes los futbolistas no tenían esas cosas. Estaban bien o mal; en forma o en baja forma. Ahora no, ahora tienen sensaciones, que pueden ser buenas o malas; motivación, que viene a ser dicho en fino algo así como ganas de dar el callo, o no. Estamos supermotivados, suelen decir en vísperas de jugar contra el Madrid o el Barcelona. Rara vez se les oye semejante cosa cuando el rival es el Valladolid o el Xerez. Cosas del fútbol moderno. El caso es que cuando Fernández Borbalán decretó penalti en la caída de Toquero, Llorente debió de tener malas sensaciones y Gabilondo se encontraría supermotivado. El resultado fue que el Athletic arrojó a la basura la mejor de las ocasiones de las que disfrutó en El Molinón, sobre todo en la segunda parte. Si fuera por motivación, confianza en sus propias fuerzas y buenas sensaciones, Toquero debería ser nombrado desde ya responsable del negociado de penaltis. Desde luego no interpretaría la suerte peor que sus compañeros. ¿Qué pasa?, ¿que todavía no tiene los suficientes galones?
Es un tema éste de los penaltis que Caparrós deberá tomarse en serio. A estas alturas queda claro que el método de que los tire quien levante el dedo no está siendo eficaz. No sé si el entrenador deberá establecer un escalafón de obligado cumplimiento o el Athletic deberá contratar un especialista para que enseñe a los chicos a tirar los penaltis. Total, un especialista más no se notará especialemente en el presupuesto y si tenemos ayudantes, entrenadores de porteros, dietistas, masajistas, recuperadores, psicólogos, médicos diversos y demás gremios, por qué no un entrenador de penaltis, un Panenka, pongamos por caso. Cualquier cosa con tal de evitar esta sensación de bochorno, ese raro fenómeno, caso único también en el fútbol mundial, de un equipo y una afición que cuando les pitan un penalti a favor no saben si alegarse o protestar al árbitro.
También resulta curiosa la elasticidad con la que se toma la disposición táctica un entrenador que, como Caparrós, pasa por ser un profeta del rigor táctico y el trabajo ordenado. En Gijón el técnico volvió a su fórmula más industrial, con Orbaiz, Javi Martínez y Gurpegui juntos en el centro del campo. A los veinticinco minutos Iraola hubo de ser sustituido y Caparrós optó por dar entrada a Susaeta y retrasar al lateral a Gurpegui. La maniobra cambiaba por completo lo que podríamos definir como la filosofía del equipo. Nada tiene que ver el centro del campo original, con el formado por Orbaiz y Javi Martínez por el centro, con Gabilondo y Susaeta en las alas. El primero caracteriza un equipo pensado para la contención; el nuevo propone un juego totalmente opuesto. Caparrós, tan riguroso y ordenado, fue en Gijón, mobile cual piuma al vento. Qué cosas.
Lo bueno del asunto es que así, sin querer, el Athletic fue haciéndose con un partido que empezó sin dueño y acabó haciendo méritos sobrados para llevarse los tres puntos una vez más en su campo talismán. Nada que reprochar por ese lado. Más por las circunstancias del partido que por tener un plan preconcebido, el Athletic cumplió con su palabra de ir a por el partido para confirmar que sus aspiraciones europeas van en serio. Si no se llevó los tres puntos fue porque desperdició un penalti, porque Llorente no está fino y porque el Athletic sigue teniendo muchas dificultades a la hora de la creación. El último cambio, el de Muniain por Toquero en el último minuto, hay que tomarlo como una broma de Caparrós para cerrar el partido. Hay días en que más vale aferrarse al sentido del humor si no se quiere criar una úlcera.

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jueves, 11 de marzo de 2010

Los 60 metros tontos



Los 3.000 obstáculos, el 400 vallas, los 100 lisos y ahora...los 60 metros tontos que el nuevo San Mamés aportará al atletismo mundial gracias a la iniciativa del Gobierno vasco. Estamos ante lo que probablemente será una de las mayores estupideces que se van a cometer desde los poderes públicos, un récord de indudable valor teniendo en cuenta lo caro que está batir una marca en esa disciplina de la estupidez pública.
Recapitulemos. Se trataba de que el Gobierno vasco participara en la financiación del nuevo campo del Athletic, algo que ni por asomo entraba en los planes del gabinete de Patxi López, si es que este gabinete tenía algún plan previsto de antemano. La primera reacción, que suele ser la que vale por lo sincera, fue una negativa rotunda a invertir un euro en la infraestructura. Rápidamente, su socio preferente de Gobierno, en boca de Basagoiti, se lanzó en plancha a exigir el compromismo de participación, a lo que el Gobierno contestó a dos voces: en el mismo momento en el que la portavoz mantenía la negativa en rueda de prensa, otro consejero hacía pública la intención del Gobierno de entrar a la financiación con algunas condiciones.
Quiso el destino, la mala suerte, o los proverbiales problemas de comunicación de este Gobierno (entonces todavía no habían reforzado el área con fichajes), que el propio lehendakari López terciara en la discusión, manifestando en público que San Mamés debería acoger otros deportes como el rugby o el atletismo cuando no hubiera fútbol. Loado sea el Altísimo y sea por siempre alabado, porque López pronunció los nombres de estos dos deportes en lugar de esquí alpino y motociclismo, por ejemplo. El caso es que López dijo atletismo y desde aquel mismo momento, la única preocupación de su gobierno fue encajar algo que recordara a ese deporte en la nueva instalación para justificar el desembolso.
El resultado de tantos desvelos ha sido esta, digamos, pista de sesenta metros que irá debajo de una de las tribunas, acompañada por unos fosos de saltos de longitud y de pértiga. Sigamos dando gracias al cielo porque a nadie se le ha ocurrido incluir los lanzamientos de jabalina y martillo, aunque será mejor no dar pistas.
Así están las cosas en este país. Un Gobierno se compromete a invertir 55 millones de euros en una infraestructura deportiva, para justificar su decisión apela al uso público de la instalación y el resultado es una recta de sesenta metros en el sótano de una de las tribunas, que ni siquiera servirá para que los futbolistas la utilicen como zona de calentamiento (como se apresuró a afirmar alguna autoridad ¿competente?) porque se encuentra justo enfrente de la tribuna en la que están previstos los vestuarios.
Pero qué podemos esperar si el lehendakari delegó la fase final de la negociación al consejero de Interior. Eso sí, el marrón de explicar lo inexplicable les correspondió a los señores y la señora de la foto. De izquiera a derecha don Manuel Salinero, secretario general de Lehendakaritza; doña Blanca Urgell, Consejera de Cultura; y don Patxi Mutiloa, director de Deportes. Obsérvese el entusiasmo de quien está en el uso de la palabra y los diferentes semblantes de sus compañeros de mesa: el gesto contrito y la mirada adusta y elusiva de quien trata por todos los medios de que el bochorno no se le note en el rostro, en contraste con la arrebolada y tierna mirada de la que ocupa el centro de la imagen, ante cuyos ojos ya parecen correr como gacelas los futuros campeones mundiales de los 60 metros tontos.

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lunes, 8 de marzo de 2010

Algo más que aritmética

Dice Caparrós que ahora sí que sí. Que con cuarenta puntos, a tres del Sevilla, a ver quién es el guapo que le dice que el Athletic no puede luchar por entrar en la Champions League. Utiliza Caparrós el argumento de la aritmética, y por ahí, desde luego, no hay discusión posible. El Athletic está, junto al Sevilla, Mallorca y Depor, en el grupo que se va a repartir una plaza de la Champions y dos de la Liga Europa. Los de más arriba ya están muy lejos, y los de más abajo, también. Siete puntos separan ya al Athletic del Villarreal, su más inmediato perseguidor.
Otra cosa será si se emplean argumentos distintos al elemental de los números. Hablemos de fútbol, por ejemplo. El Athletic ha ganado sus últimos cinco partidos en San Mamés, los tres más recientes frente a los equipos que viven en el sótano de la tabla: Xerez, Tenerife y Valladolid. En todos los casos ha empleado las mismas armas: un fútbol elemental, obtuso, basado más en la obstinación que en la imaginación; suficiente sin embargo para llevarse por delante al rival de turno, incluso con suficiencia.
Frente al Valladolid el más brillante fue Toquero, y eso lo dice todo, o debería. El delantero se está revelando como el mejor jugador de esta llamada Liga de las Estrellas, aunque sólo sea en términos de rentabilidad: nadie es capaz de dar tanto a cambio de tan poco. Toquero es un personaje de cuento, el patito feo que se transforma en cisne, el pobre campesino que se casa con la princesa tras matar al dragón. Toquero pertenece a esa clase de jugadores de los que solo puedes esperar sudor, porque ni te imaginas que te pueda ofrecer algo más elaborado. Y, sin embargo, sorprende cada vez con un centro tocado y medido, con un desmarque fruto de la intensidad con la que se emplea siempre, con resoluciones mano a mano con el portero que son un prodigio de eficacia. Sigue siendo un futbolista tosco y limitado, que alterna controles en los que el balón se le sube por al rodilla hasta el hombro, con acciones individuales asombrosas. Pero sobre todo, se está convirtiendo en el adalid del fútbol del Athletic y, sinceramente, no sé si eso es bueno o es malo.
Pretender, como hace Caparrós, que el Athletic puede luchar por entrar en la Champions League solo porque está a tres puntos del objetivo, es simplificar demasiado el discurso. El Athhletic está sacando partido a la bondad de su calendario en casa en toda la segunda vuelta, pero cabe pedir algo más a un equipo con las aspiraciones que le adjudica su entrenador. Los primeros veinticinco minutos contra el Valladolid, volvieron a poner en evidencia a un equipo al que le cuesta un mundo hilar dos jugadas seguidas. De hecho, al Valladolid le bastó con presionar arriba y mover la pelota en su campo, para aparentar una solvencia que no tiene. Hasta el cabezazo de Llorente que el portero desvió a corner, no había pasado nada en San Mamés. Ese corner, muy bien botado por Gabilondo, originó el cabezazo de Toquero que abrió el marcador. Ahí se acabó el Valladolid. Susaeta envió a las nubes un balón que había conducido en solitario hasta quedarse solo ante la portería, y minutos después Toquero le enseñó cómo se resuelven esas situaciones cara a cara con el portero. Y después... nada.
Quedaba todo el segundo tiempo para que el Athletic se diera una alegría a costa de un rival inerte, pero nada. Prevaleció el criterio economicista, la visión más mezquina del juego, la calculadora que dice que el equipo ya tiene cuarenta puntos y puede aspirar a mucho, al menos de boquilla. Haría falta que el equipo hiciera gala de una mayor grandeza de espíritu para que la afición acabara creyendo el mensaje del entrenador. Haría falta, por ejemplo, que no se conformara con arañar un miserable empate en Sevilla cuando pudo ir a por un rival en inferioridad manifiesta (y no solo por la expulsión que sufrió), que decidiera ir en busca de una goleada ante un Valladolid que tardó media hora en sacar bandera blanca; que tratara de mover el balón con sentido; que, en definitiva, intentara jugar al fútbol con verticalidad, con velocidad, con ganas de conseguir que sus seguidores pasen un buen rato. ¡Ojo!. Nadie pide que el Athletic juegue como el Barcelona, ni que lo intente. Unicamente que juegue como siempre lo ha hecho el Athletic, con la intensidad de Toquero, por ejemplo, aunque solo sea un par de ratos en cada tiempo. Y claro, que el próximo sábado en Gijón, el equipo demuestre desde su alineación, con su disposición en el campo y con su actitud, que quiere sumar los tres puntos contra el Sporting. No es cosa de quejarse de vicio ni de pedir imposibles. Ahora que ya nadie puede escudarse en el discurso de primero asegurar la salvación, es hora de soltarse la melena, de que se note en el campo que se aspira a cosas importantes, de que cada partido deje de ser un ejercicio agonístico para convertirse en una fiesta. ¿Lo veremos?. Me temo que no.

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miércoles, 3 de marzo de 2010

Athletic-Paraguay: ¿a qué viene esto?

Vaya por delante que el fútbol base se merece todos los respetos; más, por cierto, de los que ha demostrado tenerle Caparrós con su convocatoria para el partido de esta noche, con la que demuestra el interés que tiene para él el enfrentamiento y hasta el respeto que le merece el rival. Las cosas, si se hacen, es mucho mejor hacerlas bien y esto apesta a chapuza por los cuatro costados. Claro que Caparrós tiene razones de peso para confeccionar la convocatoria que ha anunciado: este partido, metido con calzador en el calendario, es una molestia en su programación para la Liga y ha optado por obviarlo recurriendo a jugadores no habituales y juveniles. Otro ejemplo más de descoordinación, improvisación e intereses contrapuestos, los deportivos... y los otros.
¿Qué lecciones se quieren dar, qué voluntades comprar, programando este partido?. Desde el fiasco del partido de la selección de Euskadi, García Macua se ha empeñado en resarcir al fútbol base de Bizkaia por los ingresos no obtenidos en aquella taquilla. De un lado, desde ciertas instancias se ha presentado el partido de la selección de Euskadi como un mero instrumento recaudador de fondos para el fútbol base, despojando a la cita de otras consideraciones de mayor calado. Por ahí se podrían buscar algunos de los motivos que han llevado a los futbolistas a plantarse, por cierto. De otro lado, y siguiendo la teoría recaudatoria, el Athletic o, mejor dicho, su presidente, se ha presentado como el desfacedor del entuerto, el héroe poderoso dispuesto a aliviar las penurias de los pobres.
De la artificialidad de este partido da una idea la distribución de las entradas. La Diputación ha comprado 10.000, que a un precio promedio supone un costo de alrededor de 100.000 euros. El gesto de la Diputación 'obliga' a los ayuntamientos, al menos a los más cercanos, a imitarlo, por lo que por ahí se irán unas cuantas entradas más. Tratándose de un partido a beneficio del fútbol base, otro buen paquete se ha distribuido entre los clubes para su reparto, entre sus jugadores, gratuito, al menos en lo que a categorías más jóvenes respecta. La pregunta se plantea sola: ¿cuántos de los asistentes a San Mamés han pagado su entrada?. Y no vale decir que todos, por lo que les toca de escote en las 10.000 entradas de la Diputación.
Y a todo esto, ¿cuál es el papel del Athletic?. El club de Ibaigane ya colabora al sostenimiento económico del fútbol base mediante el procedimiento de los convenidos. ¿Era necesario este partido?. ¿Cómo sobrevivía el fútbol base cuando no había selección de Euskadi?. ¿Tendrá continuidad, como ya han pedido algunos representantes de los modestos?. Y, sobre todo, ¿cómo concuerda este gesto de generosidad con esta información publicada ayer mismo en El País en la que se da cuenta de la inquietud del fútbol base ante las condiciones que parece que quiere imponer el Athletic en la renovación de los contratos con sus convenidos y que incluirían la obligatoriedad de comprar material deportivo de las marcas proveedoras de Ibaigane?.
Una vez más, todo apunta a otro gesto para la galería con la vista puesta a medio y largo plazo. No olvidemos que 2011 es año electoral... para todos y parece que el populismo sigue vendiendo o al menos eso deben de creer quienes han puesto en marcha esta operación. No olvidemos que después del partido, todavía quedará la foto con la entrega del cheque y todas esas cosas. Después de la foto el fútbol modesto seguirá viviendo de la rifa del jamón en el descanso, viajando en los coches de los padres y directivos, y más de un presidente se tendrá que meter la mano al bolsillo para pagar los bocatas de los chavales. Pero eso es lo de menos.

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lunes, 1 de marzo de 2010

De alivio de luto

El Athletic estaba de luto riguroso después del desastre de Bruselas. Negro total, cabizbajo y, lo que es peor, avergonzado por cómo transcurrió aquel funeral. En Sevilla el Athletic tornó del negro al gris, se puso de alivio de luto, que se decía in illo tempore para describir esa fase del calendario sentimental en el que las familias empezaban a aligerar el negro de sus vestimentas, una vez guardada por un tiempo prudencial la memoria del difunto. El alivio de luto era un paso hacia la normalización, hacia la recuperación del colorido habitual en la vestimenta; una estación intermedia entre la catástrofe vital de la pérdida del ser querido y el regreso a lo cotidiano.
Sevilla pudo ser para el Athletic, o eso esperan sus seguidores, esa estación intermedia entre el desastre de la eliminatoria europea y una cotidianidad liguera en la que el equipo se desenvuelve con cierto desahogo. Tiene un buen pasar en la Liga este Athletic, aunque en demasiadas ocasiones peque de mezquino, o tal vez por ello, que ahí se está centrando ultimamente el debate. ¿Puede más este equipo o está en su techo futbolístico?. Los partidarios de la segunda opción estarán encantados con lo que ocurrió en el Sánchez Pizjuán; los que apuestan por la primera idea vuelven a estar decepcionados. No en vano, el Athletic no supo, o no pudo, ganar a un equipo en inferioridad numérica durante toda la segunda parte. Y no fue cualquiera el expulsado. Romaric, un tipo con aspecto de poli malo de una comisaría del Bronx, estaba siendo, como siempre que juega, ese centrocampista poderoso que mantiene él solo, el equilibrio de la estructura del equipo, y además se estaba convirtiendo prácticamente en el único artillero, bien sea que de larga distancia, de un Sevilla que no encontraba en Jesús Navas el abrelatas que precisaba, ni en Kanoute la dinamita necesaria para abrir una defensa rojiblanca bastante más sólida que en su último partido, aunque eso tampoco sea decir demasiado.
El Sevilla perdió a uno de sus hombres importantes y ni aun así, se decidió el Athletic a ir a por el partido con todo. Faltó decisión y sobraron cálculo y prudencia durante una larguísima segunda parte. Una galopada de De Marcos con pase de la muerte incluido, que acabó con un paradón de Palop a remate a Iturraspe y una doble parada del guardameta sevillista en el saque de la falta que propició al expulsión, fueron todo el bagaje ofensivo de un Athletic que no se decidió a dar un paso adelante e ir a por el partido. A los de Caparrós les pesó demasiado la amenaza del contragolpe del Sevilla, que, todo hay que decirlo, no le perdió la cara al partido ni mucho menos, tras la expulsión, y les pesó, sobre todo, su falta de talento para dominar el juego y llevar peligro al área contraria. Por momentos, los rojiblancos se dieron de bruces contra la realidad de sus propias carencias a la hora del pase, del desmarque, de la creación en definitiva.
Un empate en Sevilla no es mala cosa, pero es poca cuando la ocasión pareció muy propicia para la victoria. Ahí queda el tema para debatir. Lo que no admite discusión es que el regreso a la competición doméstica le vino muy bien a un equipo recién vapuleado en Europa. En su hábitat natural, la competición doméstica, el Athletic sigue teniendo un buen pasar, con algunas estrecheces a veces, pero no tantas como para que de vez en cuando no se pueda permitir darse una alegría. Como todo hijo de vecino, vamos, que ya vemos lo que da de sí esta Liga de las Estrellas cuando sus equipos pasan los Pirineos.

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viernes, 26 de febrero de 2010

Levántate y anda

Suicido en Bruselas. El cadáver futbolístico del Athletic yace a estas horas en una fría cuneta belga. Hay muchas formas de que te eliminen de una competición y los rojiblancos fueron a elegir la peor, la más emparentada con la ignominia del ridículo. Era un partido para la heróica, tal y como se habían puesto las cosas dentro y fuera del terreno de juego en el primer partido. No era una cita para pusilánimes, de esos que pensaban que era mejor no ir. La fiel infantería rojiblanca volvió a demostrar que está muy por encima de sus generales. A alguno hasta le costó la nariz ese empeño en arropar al equipo contra viento y marea. Los chicos le pagaron dando el espectáculo en el campo. No es la primera vez que sucede.
La competición europea ya es historia, y como la Copa fue sólo una visión fugaz, llegamos a Marzo exactamente donde queríamos, o sea, con una sola competición en la agenda, un partidito por semana. Desde julio nos venían advirtiendo desde el cuerpo técnico de los enormes riesgos que entrañaba una temporada tan procelosa. Tres competiciones nada menos, clamaban poniéndose la venda antes de la herida. Es curioso el proceso mental de algunos, todo el año diciendo que luchan por clasificarse para una competición y cuando logran su propósito, cambian el discurso para tratar de convencer al personal que jugar más de una competición puede acarrear el desastre. Antes de la eliminatoria contra el Anderlecht, he llegado a oír en una de esas teles locales que tanto nos ilustran, que el Athletic haría bien en olvidar la actual Europa League para centrarse en la Liga, que es lo que importa porque es ahí donde hay que pelearse la clasificación para la Europa League. Un psiquiatra podría ganar un buen dinero con un par de pacientes de ese pelo.
Sin llegar a tanto desvarío, es cierto que el Athletic necesita centrarse cuando antes en la Liga. Primero porque su más inmediato compromiso es en el Sánchez Pizjuán, un escenario en el que los rojiblancos han interpretado algunas de sus más memorables tragicomedias. Y segundo, porque no hay nada más peligroso para este equipo, tan dado a la ciclotimia, que entrar en una espiral depresiva. La última eliminación europea fue el precedente inmediato de uno de los periodos más nefastos de la historia del club. Y aunque gracias al Mundial de Sudáfrica, este año la Liga acaba a mediados de Mayo, no quiero ni pensar en la hipótesis de dos meses y medio de fútbol en la mitad de la tabla, sin peligros ni aspiraciones, hablando de la renovación de Caparrós, los presuntos fichajes o la pista de atletismo que algunos parece seguir empeñados en incrustar en el nuevo San Mamés. Alguien tendrá que tomar las riendas y ordenar a este Lázaro futbolístico: ¡levántate y anda!. Y que Lázaro no se haga el sordo, claro.

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domingo, 21 de febrero de 2010

Calma después de la tempestad

No pudo ser más oportuna la visita del Tenerife a San Mamés. Después de la crónica de sucesos en que se convirtió el partido contra el Anderletch, la catedral vivió una tarde insólitamente plácida. El Athletic ganó su partido más cómodo y sencillo y la afición se dedicó a sestear, a salvo de cualquier sobresalto, una vez que Llorente acertó con el penalti a los diez minutos de partido. El penalti vino además con el bonus de la expulsión del central tinerfeño Culebras, lo que añadió alfombra roja a la puerta abierta. Para redondear, Oltra no pudo elegir una peor opción para recomponer su equipo. Retrasó a Mikel Alonso al eje de la defensa y acabó por descomponer su sistema; perdió orden en el centro del campo y no ganó eficacia defensiva. El Athletic vio el cielo abierto y Toquero supo aprovechar las facilidades. Si a los quince minutos ya había sufrido el penalti que marcó el rumbo del partido, tras un fallo de la defensa chicharrera, minutos después culminó con eficacia de killer una prolongación de Llorente tres un saque de puerta de Iraizoz. Gran ejecución la de Toquero, que no es la primera, por cierto.
Ahí se acabó la historia. Oltra sacó bandera blanca poniendo en el campo a un centrocampista, Ayoze, para dar entrada a un central de verdad, Manolo. Cualquier cosa con tal de taponar la hemorragia. El Tenerife consiguió al menos aparentar un cierto equilibrio sobre el terreno hasta el descanso, gracias, entre otras cosas, al conformismo de los rojiblancos.
El gol de Iraola en los primeros compases de la segunda parte, aprovechando otro fallo clamoroso de la defensa rival, pudo ser el preludio de una goleada. Pero los centrales rojiblancos tampoco están para tirar cohetes. El Tenerife con diez, resignado a su suerte, con la losa psicológica de su nulidad viajera (sólo ha sumado dos puntos como visitante), pidiendo socorro, consiguió rematar unas cuantas veces contra la portería de Iraizoz. Alfaro acortó distancias en una jugada similar a la del segundo gol del Villarreal, o sea, ganando la espalda a un Amorebieta que últimamente gasta cintura ortópedica. Menos mal que Gabilondo marcó pronto el cuarto. Los aficionados pudieron continuar con su plácida siesta sin más sobresaltos hasta el final.
El Tenerife fue el visitante ideal. Había dudas sobre cómo reaccionaría el Athletic tras su mal partido del jueves y, sobre todo, las ausencias de Javi Martínez y Orbaiz abrían numerosos interrogantes. Gurpegui e Iturraspe pusieron orden en el eje y David López y, sobre todo, Gabilondo, generaron el juego justo, tampoco se excedieron, para encarrilar un partido mucho más fácil de lo previsto.
Cubierto el expediente ante este flojito Tenerife, el foco se centra en el partido del próximo jueves ante el Anderlecht, el turbio asunto de las entradas que nunca llegaron a las taquillas de San Mamés y la denuncia por fraude que ha interpuesto en los juzgados un grupo de aficionados que se consideran damnificados. La gestión de las entradas no es, desde luego, el punto fuerte de esta directiva. Si lo de la final de Copa fue un esperpento, lo de ahora no parece menos entretenido a primera vista. Cuando no tenemos la oportunidad de asistir a la performance de un Manneken pis de carne y hueso, nos encontramos con un happening de escamoteo de entradas al más puro estilo Juan Tamariz, nada por aquí, nada por allá. Al Athletic se le podrá acusar de jugar poco y hasta de aburrir en el terreno de juego, pero en cuanto te alejas del césped el entretenimiento está asegurado.

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viernes, 19 de febrero de 2010

La horma y el zapato

Para desenvolverse con cierta solvencia por Europa hace falta algo más que capacidad de trabajo, entrega y todas esas cosas de las que tanto nos hablan en los últimos tiempos. El Athletic tuvo todo eso en cantidades industriales, como siempre, pero no pudo pasar del empate ante el Anderlecht y, lo que es peor, no tiene ningún argumento para quejarse del resultado.
No voy a escribir aquí de los incidentes porque ya lo he hecho aquí. Prefiero centrar este blog solo en los aspectos deportivos, que también dan bastante de sí.
Al Athletic se le torció la noche antes de que empezara el partido. La baja de última hora de Amorebieta por otra gastroenteritis (¿qué comen estos chicos?) obligó a la reaparición urgente de Ustaritz para formar con San José una inédita pareja de centrales. El equipo lo notó. Ustaritz estuvo nervioso, cometió dos errores consecutivos, una cesión y un pase muy complicado, y dio la impresión de que todos los rojiblancos jugaron mirando atrás con el rabillo del ojo. Claro que el fallo más grave fue el de Iraizoz en el remate que precedió al gol, que, a su vez, vino de una penetración poderosa de Lukaku que se comió a Castillo con patatas. El lateral ya había permitido minutos antes un cabezazo a placer al que Iraizoz respondió con un paradón.
Insegura la zaga, la reaparición de Yeste tampoco aportó al centro del campo el fútbol que se necesita en una competición europea. Hacía falta mucha más velocidad y precisión para romper la estructura del Anderlecht y digamos que el Athletic se movió con al velocidad del Fluminense y la técnica individual del Linense, la vieja Balompédica, o 'Balona' para los allegados. Y así, claro, no hubo manera.
Digamos que Ariel Jacobs le ganó la partida táctica a Caparrós, o que el Anderlecht sabía más del Athletic que viceversa. El equipo belga es un conjunto que atesora las virtudes tradicionales del fútbol de su país. Orden, mucho orden, disciplina táctica y paciencia han sido de siempre las armas tradicionales de su fútbol. La mejor selección, aquella de Gerets, Vercauteren, el portero Paff y compañía, fue una máquina de precisión, tan metódica como aburrida, que ganaba sus partidos por la mínima, pero los ganaba.
El Anderlecht es algo de eso. Un conjunto que nunca pierde el sitio ni la compostura, que hace valer su físico en cada disputa y que rasca en cada choque. Curiosamente todo el entramado se sustenta en uno de sus jugadores más pequeños de talla: el argentino Biglia, autor del gol, que dio una lección táctica de las que dejan huella, tanto con balón como sin él. Su visión del juego y su claridad a la hora de ocupar los espacios fue determinante para acabar de fundir a un Athletic obligado a abusar del pase atrás o en horizontal. Biglia, una vez aburrido Javi Martínez, tuvo la visión de escorarse a una banda para aplicar el mismo tratamiento a Susaeta, solución de urgencia aportada por Caparrós. Los rojiblancos siempre tenían que superar a dos rivales: su marcador y el que le hacía el apoyo y ese era siempre Biglia. Tremendo lo suyo. Kouyate también colaboró echando una mano de cemento al centro del campo belga. Entre ambos se bastaron para desahogar a sus defensas, muy cómodos ante un Llorente en inferioridad y un De Marcos bullidor pero verde para un compromiso de este calibre, y para lanzar con precisión sobre todo al marroquí Boussoufa,un incordio que vive a la sombra de ese portento físico llamado Lukaku, que no hizo gran cosa, pero fue suficiente para dejarse ver.
Digamos que el Anderlecht fue una versión mejorada de ese Athletic reforzado que tan buenos resultados obtuvo hace un par de meses con la inclusión de Gurpegui en el lado derecho del centro del campo; la horma del zapato rojiblanco. Cuestión que vuelve a poner de manifiesto que cada partido es una historia y que no vale el mismo dibujo para distintos decorados.
Es un argumento al que nos podemos aferrar para seguir manteniendo la esperanza. No es descartable que el Anderlecht apueste por lo mismo en el partido de vuelta, puesto que el empate a cero le favorece, pero el Athletic está obligado a marcar al menos un gol y esa necesidad podría obrar el milagro de que su técnico plantee otro tipo de partido, o apueste por otro tipo de jugadores la próxima semana.
El gol de San José les da a los rojiblancos un oxígeno importante de cara a la resolución de la eliminatoria. Si jugando tan mal y con tantos condicionantes negativos, el equipo consiguió evitar la derrota, cabe soñar con que en Bruselas las cosas pinten de otra manera.
Ayer, al Athletic le faltó un poco se suerte en aquel remate de De Marcos en el último minuto del primer tiempo, acierto en aquel cabezazo horrible de Llorente ya con el empate, pero sobre todo, le faltaron creación y vigor. Los rojiblancos salieron perdiendo en todos los choques porque a todos acudieron con menos fe y más precauciones que los belgas, y eso no puede ocurrir en San Mamés.
Para colmo, los rojiblancos en su conjunto, los del césped y los de la grada, perdieron hasta la guerra psicológica. El presunto arranque fiero de los leones se diluyó en la bronca que armaron algunos homínidos belgas, con la inestimable colaboración (todo hay que decirlo) de algunos congéneres locales. Todo el campo estuvo más atento a lo que pasaba en aquel corner que en lo que sucedía sobre la hierba. Luego ya el colmo para los más entusiastas fue enterarse de que en Bruselas también se saben la de Aida. Los estragos de la televisión.

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