miércoles, 25 de febrero de 2009

Athletic-Sevilla: ¿rotación, táctica, estrategia o picaresca?

El calendario nos ha colocado en medio de un dilema de difícil resolución, en un nudo gordiano que ni siquiera la espada de Alejandro podría resolver de un tajo. El doble enfrentamiento contra el Sevilla abre una serie de interrogantes que el periodismo plantea con corrección política para que técnico y jugadores respondan echando mano del manual de tópicos. El partido inmediato es el más importante. Sería una locura no ir a ganar el partido de Liga. No podemos desperdiciar los tres puntos... son frases manidas que venimos oyendo a lo largo de la semana pronunciadas por los mismos que han afirmado cosas como, la Copa no se nos quita de la cabeza o está claro que hasta el partido contra el Sevilla vamos a vivir partidos como éste, tal y como dijo Caparrós después del empate contra el Recre.
¿En qué quedamos?. ¿El partido de Liga es tan importante que vamos a ir a por él o la Copa lo condiciona todo?. Es lo que tiene el hacer preguntas de manual: que te encuentras respuestas que siguen fielmente el libro de instrucciones.
La corrección política y la hipocresía impiden preguntar (y responder) en voz alta, la cuestión principal. Cómo plantear el primer partido, el del sábado... pero de verdad. Y el aficionado, que no es de ayer, se pone en la piel de Caparrós y Jiménez y piensa lo que él haría si le dejaran decidir.
Jiménez cuenta con ventaja en esta partida de ajedrez. Juega con blancas, porque tiene la iniciativa que le da el marcador del primer partido, y tiene más piezas que poner sobre el tablero. El Sevilla podría hacer cuatro o cinco cambios entre los dos partidos sin que su estructura se resintiera demasiado. Además, su tercera posición en la Liga, lejos de los dos primeros, pero con bastante ventaja también sobre sus perseguidores, le permite especular con los puntos en juego el sábado sin demasiados agobios.
Caparrós juega con negras. No le queda más remedio que salir a ganar el miércoles, porque sólo la victoria (y ni siquiera todas) le da paso a la final. El técnico cuenta además con muchas menos piezas que su rival y tiene una dependencia absoluta de su 'reina'. Porque todo el juego del Athletic está basado en la 'reina'. Peones, alfiles o torres tienen una importancia secundaria en el tablero. La 'reina' es el eje y todos sabemos quién es esa 'reina'.
A Jiménez le basta con neutralizar la 'reina' del rival, incluso puede permitirse un intercambio de piezas, 'reina' por 'reina', porque el resto de sus piezas blancas están mejor colocadas y tienen un juego más potente que las negras sobre el tablero.
Universalmente aceptada esta premisa, la pregunta es si Caparrós se va a arriesgar a hacer jugar a Llorente el sábado o lo va a guardar para el miércoles a salvo de inoportunas lesiones u otros imponderables. Si por algo se caracteriza el técnico del Athletic es por conocer la cara B del fútbol, esa por la que no se pregunta en público aunque todo el mundo sepa de su existencia.

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lunes, 23 de febrero de 2009

Ni sí ni no, sino todo lo contrario

El Athletic pasó por Getafe como dicen que pasan los gallegos por una escalera, que los ves y no sabes si suben o bajan. Caparrós consideró positivo el empate final, por aquello de seguir sumando; Llorente lamentó la ocasión perdida para marcar el segundo gol, y los que recordaban el penalti fallado por Iraola igualaban en número a los que aseguraban que aquello ni es penalti ni es ná.
Será difícil poner de acuerdo al personal sobre la verdadera calidad de este nuevo punto. Habrá quien lo considere escaso, y quien opine que el Athletic tampoco hizo méritos para conseguir mucho más. Aunque, tal y como están las cosas, es ésta una discusión menor. Lo que importa ahora es vender banderas, pañuelos y periódicos, o sea, vender la piel del oso de la final, antes de cazar al Sevilla. Pues vale, pues bueno.
Soy de los que piensan que el empate de Getafe es bueno tal y como se desarrolló el partido, aunque el Athletic pudo conseguir los tres puntos. Tiene su mérito que el equipo se despertara a tiempo teniendo en cuenta la densidad de la empanada con la que saltó al campo. Como muestra, el saque inicial. Tocó Vélez en corto, Llorente abrió a la derecha e Iraola vio como el balón se perdía por la banda. Lo que se dice un equipo incapaz de dar dos pases seguidos. Literal.
Empezando de esa guisa no es extraño que para el cuarto de hora el Getafe ya sumara un gol, una ocasión y una aproximación peligrosa. El desajuste de los centrales rojiblancos permitió durante ese tiempo a Soldado manejarse como Pedro por su casa en el área de Iraizoz. Una vez más el Athletic se encontró con un gol en contra antes de los veinte minutos de partido, pero, afortunadamente, se encontró también con un rival que no está pasando precisamente por su momento más lúcido. El Getafe se dejó llevar por una cierta abulia propiciada por la tontera del Athletic y esa fue su perdición. En cuanto Javi Martínez sacó la escoba para barrer el centro del campo de banda a banda, Orbaiz pudo empezar a poner algo de orden y a intentar lanzar a Susaeta por la banda. En el otro lado, Yeste hacía más ruido que nueces recogía para el equipo, pero entre unos y otros consiguieron un cierto lavado de cara y Ayza Gámez colaboró con el maquillaje de un penalti que engrandece la leyenda de Llorente.
Estos chicos se tendrán que hacer mirar lo de los penaltis. Si no es normal que les piten tantos a favor, es menos normal que ya lleven cinco fallados. Iraola volvió a errar, aunque tengo para mí que Ayza debió mandar repetir. Que el portero detenga el balón a medio camino entre la línea de gol y la frontal del área pequeña quiere decir que no ha cumplido escrupulosamente el reglamento que le obliga a permanecer exactamente a la sombra del larguero. Pero tampoco vamos a pedir que los árbitros se fijen en tantos detalles; bastante había hecho antes ya el colegiado señalando los once metros.
Menos mal que Llorente enmendó el error con su gol al filo del descanso, un prodigio de movimiento y eficacia precedido por una dejada de Vélez con el pecho. El empate cambió la decoración y en el segundo tiempo el Athletic fue más y dispuso de más ocasiones que el Getafe, al menos durante media hora. Porque el cuarto de hora final, tras los cambios de costumbre de Caparrós, el Getafe embotelló a los rojiblancos en su área de forma más que preocupante. Les favoreció la retirada de Orbaiz, que propició que el Athletic perdiera definitivamente el balón, y la política de compensaciones del árbitro, que señaló falta contra los rojiblancos todas y cada una de las disputas, lo que permitió al equipo de casa abonarse al balonazo largo al área con el riesgo que cualquier rebote desafortunado, o caída sospechosa.
Afortunadamente nada de eso sucedió, pero esos minutos finales contribuyeron a que al término del partido la sensación de alivio fuera superior a la de la frustración por la ocasión fallada por Llorente tras aquel centro de Toquero. A la hora del balance, el Athletic termina la serie inicial de la segunda vuelta con cinco puntos, exactamente igual que en el arranque de la Liga, a la espera de esa racha en la que Sevilla, Barcelona, Real Madrid y Villarreal serán sus rivales. Allá por el mes de octubre todos teníamos los pelos como escarpias ante la perspectiva de afrontar esa serie con cinco puntos en el casillero. La diferencia ahora es que el Athletic cuenta con siete puntos de colchón sobre el pelotón de los torpes. Eso y que la gente está entretenida mirando hoteles en Valencia. Esperemos que cuando acabe marzo podamos seguir mirando hoteles en Valencia.

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domingo, 15 de febrero de 2009

A Caparrós le ha florecido la famosa flor de Muñoz

En la primera vuelta el Athletic sumó cinco puntos contra Almería, Málaga, Valladolid y Recreativo. Luego perdió en San Mamés contra el Getafe y tocó fondo los cuatro partidos siguientes contra Sevilla, Barcelona, Real Madrid y Villarreal. En la segunda vuelta, el Athletic ha sumado cuatro puntos contra los mismos rivales citados al principio. Contando con el partido de Copa, el Athletic solo ha ganado uno de sus últimos cinco encuentros; ha empatado uno y ha perdido los dos restantes. Son solo datos, fría estadística, tan del gusto del periodismo moderno para llenar páginas e informarnos de los minutos de posesión.
Los datos apuntan una tendencia, nada positiva para el Athletic; las sensaciones, en cambio, permiten más matices. Por ejemplo, que como se dijo cuando vendieron a Aduriz, el Athletic no tiene delanteros para permitirse desprenderse de uno de ellos. Vélez, Toquero y Del Olmo pusieron en evidencia sobre el césped de San Mamés todas sus carencias, y son unas cuantas. Las sensaciones apuntan también a que el Athletic, además de baraka, cuenta con la famosa flor que adornaba al difunto Miguel Muñoz, florecida ahora en salva sea la parte de Caparrós. Acabar el partido contra el Recre con un punto en el bolsillo solo está al alcance de equipos que no pueden perder aunque se empeñen como lo hizo el Athletic durante los noventa minutos.
Nunca tendrá más fácil la victoria en San Mamés el equipo onubense. Puso el fútbol y las ocasiones, algunas de escándalo, pero sólo pudo marcar un gol. El Athletic puso, como siempre, sudor y voluntad, remató decentemente una sola vez y obtuvo idéntico botín que el rival. Fútbol es fútbol, que dijo don Vujadin.
Mención aparte merece la jugada que se produjo en el primer minuto de la segunda parte, es decir,la escapada de Colunga y su caída ante la salida de Iraizoz. Sin ver veinte repeticiones en la tele, solo cabe pensar y escribir que fue un penalti de libro, como pensaron y creyeron ver los treinta y cinco mil espectadores que había en San Mamés, los veintidós jugadores que había sobre el césped y sus colegas, utilleros, masajistas, y demás ayudantes de cámara, vallets y personal civil que ha hecho de los banquillos de los campos de fútbol su hábitat. Lo vimos todos, pero el único que no lo vio fue el árbitro, el catalán Alvarez Izquierdo. De esta manera, permitió que el partido siquiera vivo. Un penalti en contra con 0-1, el portero expulsado y el Athletic con dos cambios ya realizados, hubiera sido el final para los rojiblancos.
En descargo del árbitro habría que recordar que si bien él se equivocó una vez, los delanteros del Recre erraron con contumacia en el área de Iraizoz. El mismo Colunga tuvo en sus botas otra ocasión magnífica y la falló de la forma más miserable, sin dar siquiera oportunidad al portero de hacerle otro penalti. En el área contraria, en cambio, bastó que Gabilondo botara una falta con maestría para que Javi Martínez cabeceara a gol. Era esa, a balón parado, la única forma que tenía el Athletic de marcar, aprovechando la altura que suman Javi, Toquero, Vélez, Amorebieta u Ocio.
Pero ni esa doble jugada afortunada que llevó el partido de un probable 0-2 al empate a uno, en escasos minutos, le sirvió al inoperante al Athletic para entrar en el partido. Al contrario, la posición adelantada de Javi Martínez provocó unos agujeros a su espalda que acabaron por arruinar a Ocio y Amorebieta.
No acertó Caparrós en la alineación inicial, dando entrada a Etxeberria en el lugar de Llorente, ni acertó después con la reorganización del equipo. Dejó en la caseta en el descanso a los inoperantes Etxebe y David López para apostar por Toquero como ariete y Susaeta en la banda, y acabó quitando a Gabilondo para probar suerte con Del Olmo. Los cambios restaron calidad y aportaron bullicio; en un primer momento pareció resultar gracias, sobre todo, a la entrada de Susaeta, pero el gas se acabó pronto y con él las burbujas. Lo que da de sí Toquero lo sabemos todos,incluido Caparrós, me temo, que no se atrevió a contar con él de salida, y Del Olmo tiene un recorrido tan corto que si le alejas veinte metros del área pierde de vista la portería.
Resumir el fiasco en la ausencia de Llorente es simplificar mucho pero, como suelen decir los entrenadores, a los futbolistas hay que explicarles las cosas muy simples. Pues eso, será una simpleza pero cuando un equipo no tiene delanteros suele tener problemas no ya para meter goles, sino incluso para asustar al rival.
Ahora preguntémonos con humildad, contricción y, a ser posible, propósito de enmienda: Sumando a Llorente, Vélez, Toquero, Del Olmo y Joseba Etxeberria, ¿con cuántos delanteros contamos?. Se ruega sinceridad en las respuestas.

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viernes, 13 de febrero de 2009

La duda de Llorente y el medio día del club

Tarde o temprano tenía que llegar: Caparrós se enfrenta a la posibilidad de no poder contar con Fernando Llorente para un partido. Es la primera vez que ocurre esta temporada por lo que no es exagerado afirmar que ha habido bastante suerte hasta ahora. El partido de Llorente con la selección española le ha costado una lesión, aunque por la pinta, y sin ninguna afán de jugar a los médicos (léase esto con mirada limpia) la cosa podría tener que ver con los prolongados esfuerzos que viene realizando el jugador desde el mes de septiembre.
Tenía que llegar el momento, así que ahora podremos comprobar lo que da de sí el Athletic sin su único referente atacante. Es el momento de ratificar con hechos que la plantilla tiene suficientes delanteros para conformar una alineación de garantía, como se afirmó cuando se decidió el traspaso de Aduriz. Hasta el momento, Caparrós no ha tenido ocasión de demostrarlo. Que sea para bien el domingo ante el Recre.
También tenía que llegar más temprano que tarde el anuncio de que el partido de vuelta de la semifinal de Copa será medio día de club, por lo que los socios, que sostienen todo el entramado, tendrán que pasar por taquilla si quieren asistir in situ al partido más importante de su equipo en muchísimo tiempo.
La tesorería es corta y la tentación, mucha, así que a nadie habrá cogido por sorpresa la decisión. Un medio día del club decente tirando a bueno, puede dejar en las taquillas unos ochenta millones de pesetas (que ahora mismo no sé cuántos euros son) y no están los tiempos para despreciar tales cantidades. Se impone el pragmatismo al corazón. Es verdad que el socio no se merece ese trato y que en condiciones como éstas, debería primar el interés deportivo y garantizar el apoyo total de la grada a los jugadores. Pero money is money.
Tengo escrito por aquí lo que pienso de los días del club, y lo voy a repetir. A estas alturas, creo que constituyen un recurso obsoleto y molesto (cuando no extorsionador) para el socio. Los días del club se inventaron más o menos al mismo tiempo que la rifa del jamón o de la cesta. Los sorteos perviven en los campos de Tercera y Regional, como medio de supervivencia; no así en San Mamés. ¿Por qué seguir con el invento del día del club?. Lo razonable sería incluir el importe en la cuota anual y permitir a los socios la asistencia a todos los partidos de la temporada. Obligarles a un sobreprecio, (amén de la molestia de tener que sacar la entrada en plazo), precisamente en los partidos más interesantes, es lo más parecido a tocarles eso que llevan colgando y que no es la corbata. ¿Tendrán algo que decir los redactores de los nuevos estatutos?.
Y por acabar el post con otro tema económico: ¿que me dicen los habituales comentaristas de la noticia de que Iurbentia no paga los 2,1 millones de euros que tiene comprometidos con el Bilbao Basket en concepto de patrocinio?. La foto que publica hoy Deia en su edición papel (no aparece en su web) no tiene precio: JJ Davalillo en el centro de la composición, flanqueado por Arrinda (padre) a su izquierda y nuestro García Macua (glubs) a su derecha. Eran otros tiempos, más felices para algunos, cuando un extraño y (todavía) no explicado conglomerado de constructores surgidos de la nada, políticos, cargos públicos, conseguidores y demás fauna, anunciaban su disposición de comerse el mundo o, en su defecto, quedarse con buena parte de Bizkaia. Kaiku que tú eres el amoooooo...

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martes, 10 de febrero de 2009

Caso práctico de periodismo deportivo

Como todo el mundo sabe, El Correo y El Diario Vasco son dos cabeceras pertenecientes al mismo grupo, Vocento. Ambos periódicos son, con mucha ventaja sobre sus respectivos competidores, si es que todavía se les puede llamar así, los más difundidos en Bizkaia y Gipuzkoa respectivamente, por lo que hay que concederles una importante capacidad de influencia en la opinión publica, aunque mucha menor de lo que sus propietarios quisieran. Décadas de lectura entre líneas han entrenado a los lectores de prensa vascos en el arte de la interpretación de las noticias en función de su procedencia, estas dos cabeceras son las únicas que quedan en Euskadi desde el periodo franquista, y aunque hay que reconocer que han sabido adaptarse a los tiempos en términos de marketing, la memoria popular es larga, mucho más de lo que algunos amnésicos interesados quisieran.
Viene este largo preámbulo a cuento de la noticia que ambas cabeceras han publicado hoy sobre el interés del Athletic en hacerse con la ficha de Díaz de Cerio y de Illarramendi, un chaval de la cantera de Zubieta. Aunque el fondo de la noticia sea el mismo y hasta probablemente, los dos periodistas que la firman hayan trabajado en equipo, existen diferencias más que notables en el tratamiento. Mientras que a este lado de la autopista la pieza es pródiga en detalles que no dejan en muy buen lugar a los gestores de la Real, y la noticia se presenta bajo un titular agresivo, cuasi imperial y hasta un pelín bélico, al otro lado, la información se presenta edulcorada desde su titular, pese a que en el fondo, apenas contradice lo que se puede leer en Bilbao.
Esto en cuanto a la información referente a De Cerio. La jugada se repite en las piezas dedicadas a Illarramendi. En uno de los periódicos se anuncia el interés por el jugador; en el otro se prefiere destacar que el chico está atado y bien atado.
Son matices, enfoques distintos, de la misma información. Pinceladas que contribuyen a alimentar lo que viene más abajo en los dos diarios, es decir, las aportaciones de los lectores en forma de comentarios. Internet permite ahora un contraste instantáneo que en la era de la prensa editada exclusivamente en papel, solo era posible en territorios fronterizos como Eibar, donde ambas cabeceras comparten kiosko. Este del contraste es siempre un ejercicio interesante, y este de hoy es un caso práctico de cajón. Como la cosa no ha hecho más que empezar, probablemente habrá ocasión de seguir profundizando.

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domingo, 8 de febrero de 2009

Como casi siempre en Valladolid

El Nuevo Zorrilla se construyó para que Valladolid fuera subsede del Mundial de 1982 y para que sirviera de justificación para una gigantesca operación inmobiliaria que se desarrollaría posteriormente a su alrededor en lo que hasta entonces había sido un descampado yermo a las afueras, muy a las afueras, del Valladolid de la época. La fiebre hispana por el ladrillo no es de ahora, por mucho que lo puedan creer así los más jóvenes. En aquel yermo descampado, donde los lobos gastaban bufanda en invierno, construyeron pues, un campo que el Athletic tuvo el honor de inaugurar en un partido cutre y televisado, repleto de autoridades de entonces, y que acabó, cómo no, con derrota de los rojiblancos.
Desde aquel partido de infausto recuerdo, el Athletic habrá visitado ese campo alrededor de una veintena de ocasiones. Pero por mucho que indaguemos, no encontraremos testimonio de un buen partido por parte de los leones. Las crónicas hablan de terrenos de juego duros, ora por el hielo, ora por la pertinaz sequía; de vientos tan heladores como huracanados; de frío, siempre de mucho frío, de mantas y embozos. De lo que nunca hablan las crónicas de Zorrilla es de fútbol.
Servidor ha visto al Athletic perder, empatar y ganar en Valladolid. Le ha visto ganar un partido en una matinal porque en Pucela los toros tienen más predicamento que el fútbol, el año en que los leones acabaron ganando la Liga en el más cálido Insular canario. Le he visto perder de manera patética, algún año en el que los rojiblancos tontearon con el descenso. Le he visto empatar en siberianas tardes en las que hasta los jugadores parecían haberse quedado en el vestuario. Pero nunca he visto al Athletic jugar al fútbol en Valladolid.
Con estos antecedentes, en esta ocasión tampoco me esperaba nada de este partido. Las crónicas hablarán mañana del tremendo frío que tuvieron que soportar los miles de valientes que se animaron a hacer el viaje; del viento que molestó a los jugadores y de lo duro que estaba el terreno de juego por debajo de la amable apariencia del césped. De fútbol dirán muy poco, aunque vete a saber; con esto de las estadísticas y de los estados de ánimo, igual los colegas sacan para una crónica aparente.
El partido fue como tantos otros en ese campo. El balón como dirigido por control remoto por un bromista; el Valladolid conocedor del terreno, de la meteorología y sus trampas; y el Athletic helado, sacudiéndose el cuerpo para tratar de entrar en calor y sin entender nada de lo que estaba pasando.
Así fue pasando el primer tiempo, con el balón de un lado para otro, sin ton ni son, con el viento haciendo más peligro que los delanteros, hasta que el árbitro decidió pitar penalti en una salida de Iraizoz a los pies de Jonatan Sesma. El gol de Víctor evitó que se llegara al descanso con el empate que merecía el poco fútbol visto hasta entonces y complicó un poco más la ya complicada vida del Athletic en el campo pucelano. Una vida complicada por dos centrales que parecía que no se conocían ni de vista, un eje del equipo en el que Javi Martínez no ayudaba como suele a Orbaiz, dos bandas en las que las parejas Koikili-Yeste e Iraola-Susaeta parecían haber olvidado los más elementales rudimentos del relevo, del apoyo y el desdoblamiento y un ataque en el que Llorente se fue diluyendo después de un inicio aparente y Vélez corría, corría y corría, como si hubiera equivocado el oficio y en lugar de futbolista se creyera mediofondista.
Sabemos desde Murphy que todo lo susceptible de empeorar, empeora, así que tras el descanso, el Athletic regresó con peor cara todavía. Una sobrecarga muscular dejó KO a Ustaritz, cuyo sitio ocupó Etxeita, y Del Olmo ocupó el puesto de Javi Martínez, con su adductor dañado tras resbalar hasta interpretar un doloroso espagat, cuyas consecuencias habrá que ver esta semana. Minutos después, Joseba Etxeberria ocupó el puesto de Susaeta, en lo que constituyó el único cambio táctico y no forzado por las lesiones, de Caparrós.
El equipo quedó así más desdibujado todavía que el original y el segundo gol del Valladolid acabó por emborronarlo por completo. Ni el regalo del árbitro en forma de penalti, ayudó a redibujar las líneas. Llorente lo falló (y ya van dos), aunque Orbaiz enmendó el yerro. Quedaba tiempo para intentarlo, pero para entonces al Athletic sólo le quedaban el bullir de Del Olmo en la banda, siempre demasiado lejos del área, y los pelotazos en busca de la cabeza de Llorente. Vélez seguía corriendo, pero la defensa del Valladolid ya se había acostumbrado y tampoco le llamaba la atención.
A la vista de lo que mostró el equipo que entrena Mendilibar, se dirá que el Athletic perdió una buena ocasión para seguir sumando. Y es cierto que la perdió, pero para ganar, o hasta para empatar, hace falta hacer algo más de lo que hizo el Athletic. Jugar un poco al fútbol, al menos. Y de eso no hubo nada. Eso sí, hizo frío, mucho frío; soplaba un viento helador, el campo estaba duro, y el balón, botón. Era Valladolid. Hasta el año que viene...

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jueves, 5 de febrero de 2009

San Mamés decidirá

Antes del partido hubiera firmado perder por 2-1 en Sevilla. Y después del partido...también. Perder por la mínima en el partido de ida de una semifinal de Copa habiendo marcado un gol, no es un mal resultado para el Athletic, ni mucho menos. Es verdad que encajar el tanto de la derrota en la prolongación, deja un poso de decepción, pero a los efectos de la eliminatoria ese gol no es tan trascendente. Es verdad que con el empate a uno, el Athletic estaba virtualmente clasificado y que le bastaba con empatar sin goles en San Mamés, pero creo que el empate a cero es un resultado imposible si sobre el terreno están el Sevilla y el Athletic. Los de Caparrós estaban obligados a marcar al menos un gol en el partido de vuelta, y ahora también lo están. Y si el asunto se analiza desde el punto de vista anímico, tan importante en el fútbol y más en el Athletic, a los leones les viene mejor saltar al césped obligados a ganar, que hacerlo especulando con la posibilidad de que el empate también les vale.
No es éste un equipo que sirva para especular, como se pudo comprobar en el Sánchez Pizjuán. Su apuesta por defender el gol que marcó Llorente al filo del descanso, acabó con el equipo no atrincherado en su área, sino aplastado contra su propia portería, que no es lo mismo. Tanto es así, que los dos goles del Sevilla llegaron en remates prácticamente en el área pequeña, tal fue su presión.
Le vino bien el agua al Athletic durante el primer tiempo, no porque favoreciera su juego, que el fútbol de los Yeste, Orbaiz o Llorente no se parece en nada al que apunta el tópico del balonazo, sino por lo que perjudicó la circulación del Sevilla. Los de Jiménez quedaron frenados en el inmenso charco en el que se convirtió el terreno y la ralentización del juego facilitó las cosas a los de Caparrós, que se limitaron a defender con orden las previsibles acometidas de un Sevilla que no entendió cómo se juega en esas circunstancias.
Cuando Llorente consiguió cumplir el objetivo de marcar al menos un gol en Sevilla, hubo quien ya se vio en la final de Valencia. Craso error. El equipo local demostró durante toda la segunda parte que es un rival temible hasta el último minuto por su capacidad de presionar al rival a lo largo de todo el campo. El Athletic se echó atrás, primero voluntariamente, y después porque no le quedó más remedio, superado como estaba en todas las facetas del juego. Con el césped más seco, el Sevilla pudo hacer su juego y ahí demostró que es superior al Athletic. Así de claro. Hacía tiempo que los de Caparrós no se veían metidos en tantos problemas en un partido y al final lo pagaron con una derrota que puede considerarse un triunfo por su cortedad.
Salir vivos de Sevilla era el objetivo y el Athletic puede darlo por cumplido. Conseguir aplazar la resolución de la eliminatoria para San Mamés ya es un triunfo después de jugar noventa minutos en un escenario tradicionalmente inaccesible y ante un rival con una gama de recursos lo suficientemente variada como para hacer daño a un equipo que lo basa casi todo en una entrega fuera de lo común. Ocurre que el Sevilla también sabe apelar a la heroica pero además tiene calidad. Y es bueno que lo recuerden quienes ya se relamen con el ambiente, la presión, y todas esas cosas que se anuncian para el partido de vuelta. San Mamés decidirá, es obvio, pero que nadie olvide que el Athletic tendrá enfrente un rival con su misma capacidad de combate y un punto más de calidad individual.
Queda un mes para ese partido, una eternidad en el reloj del fútbol. Pueden ocurrir muchas cosas hasta entonces. Desde lesiones hasta cualquiera de las circunstancias que hacen a este deporte imprevisible, aunque menos de lo que pueda parecer a primera vista.
Este mes que queda por delante constituye una magnífica ocasión para comprobar hasta qué punto Caparrós sabe gestionar a su plantilla para navegar sin problemas en la Liga y llegar en el mejor momento de forma al partido más importante que jugará el equipo en mucho tiempo. Al club y a la afición, este mes les servirá para mantener viva la llama de la ilusión, que no es poco. El Athletic salió vivo de Sevilla y, lo que es mejor, se siente vivo, una sensación que tratándose de fútbol, puede llegar a ser determinante.

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domingo, 1 de febrero de 2009

El Athletic no quiere bajarse de la nube


Si el fútbol es un estado de ánimo, el del Athletic es exultante. Solo así se entiende que contra el Málaga se pudiera repetir la historia del partido contra el Valencia, con dos remontadas para una victoria que desató la euforia de San Mamés. Me rindo. En medio de semejante estado de ánimo suena hasta grosero tratar de analizar con un mínimo de rigor lo sucedido en el partido. Ahora mismo, el Athletic está mucho más cerca de la magia que de la realidad; estamos ante un asunto esotérico, así que sobra cualquier veleidad cartesiana. Ni con el 0-1 a los tres minutos, ni con el 1-2 mediada la segunda parte, alguien pensó en la posibilidad de una derrota. En la memoria estaba el partido de Valencia o el más reciente de Gijón y, lo que es mejor, el guión escrito por las brujas se iba cumpliendo sobre el césped punto por punto, hasta el desenlace final con el gol triunfador de última hora. Me rindo. Cómo tratar de analizar en medio de este ambiente los problemas de Iraizoz en los balones cruzados o sus dificultades para medir las salidas. Cómo recordar lo que sufrió el Athletic para cerrar las bandas, donde Iraola volvió a dar síntomas de desgaste y Koikili evidenció de nuevo sus limitaciones. No es por señalar, pero el segundo gol del Málaga vino precedido por un fallo contumaz del de Otxandio, que primero perdió por torpeza en la banda la ventaja posicional que tenía sobre el delantero malacitano y después de empecinó en buscar la solución más complicada cuando tenía una cesión facil hacia atrás o un patadón fuera de banda. Su tozudez acabó en una falta que bien le pudo costar la segunda tarjeta amarilla, y de esa falta nació el gol del Málaga.
Para qué recordar ahora la imprecisión de Orbaiz, o las dificultades de maniobra de Yeste pegado a la banda izquierda intentando el centro cerrado con la pierna cambiada, la derecha, cuando él es zurdo hasta la cojera. ¿Hace falta insistir en que Llorente sigue dando muestras de cansancio cuando marca el golazo que dio el segundo empate?.
Es la grandeza del fútbol. Cuando un equipo está convencido de sus posibilidades, es capaz de todo,incluso de ganar un partido como el del sábado. El Athletic no acaba de jugar bien, de acuerdo con lo que establecen los cánones de la ortodoxia; ni siquiera puede decirse que avasalla a sus rivales a base de empuje y fútbol directo. No, lo suyo es otra cosa. Es un trabajo a destajo que hubiera causado admiración al mismísimo Stajanov. Es una apuesta por la solidaridad, un ejercicio colectivo de fe que excede cualquier lógica. Nadie que se enfrente al Athletic puede dar por concluido su trabajo hasta el último segundo. Los leones se entregan al sacrificio desde el minuto uno hasta el noventa, con la misma alegría que los cristianos se entregaban al martirio en el circo romano. No hay contratiempo que les descomponga ni rival que les amilane. Y esa actitud, esa puesta en escena, es la que siempre ha agradecido San Mamés. Los seguidores del Athletic no exigen virguerías. Sólo quieren que sus chicos se comporten de acuerdo con la historia que les contempla. Que se entreguen hasta la última gota de sudor; que nunca vuelvan la cara ni bajen los brazos. Es lo mismo que este Málaga que uno veía en Segunda en septiembre, mueva mejor la pelota, tenga ocasiones para remachar el marcador, o juegue casi siempre en ventaja; que tipos como Baha o Duda den una lección de manejo y toque, o que Albert Luque sea un peligro con y sin balón. El equipo andaluz le hubiera ganado a cualquier otro equipo con un futbol lucido y hasta brillante por momentos; a cualquier otro equipo que tuviera un comportamiento normal y el sentido común de rendirse a la evidencia. Pero este Athletic no es un equipo normal. Nunca lo ha sido y en esa diferencia ha cimentado una historia que ya va por los ciento diez años. Ahora la afición rojiblanca ha recurrido a Verdi para improvisar la banda sonora que acompaña a este fútbol sanguíneo, de alto riesgo, de matar o morir, que le ofrece su equipo. Es lo que tiene la euforia, que te da por cantar ópera en un campo de fútbol aunque no sepas italiano, ni música. Pero qué más da si el Athletic se ha reencontrado con su historia. A cantar y a disfrutar, que ya venía siendo hora.

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