domingo, 29 de abril de 2012

Resacón en La Romareda

Hay días en los que uno no está para nada. Días de esos en los que más vale no levantarse de la cama. El Athletic tuvo un día de esos en La Romareda, un día en el que todo le salió mal o peor. Los de Bielsa le regalaron los tres puntos al Zaragoza concediendo dos goles de risa, pero con ser mala la derrota, peor fueron las tarjetas amarillas que vieron Iturraspe y Herrera porque les inhabilitan para jugar el miércoles contra el Real Madrid. Dos de los cinco únicos titulares que comenzaron el partido, acabaron seriamente damnificados y con ellos todo el equipo. En efecto, hay días que es mejor borrar del calendario.
Marcelo Bielsa decidió dar descanso a buena parte de sus titulares. De hecho, solo Iturraspe, Herrera y De Marcos completaban una linea reconocible. Atrás, Iraola era el único habitual junto con Iraizoz. Descanso para los dos centrales titulares, ausencia obligada del lateral izquierdo y delantera inédita con Ibai, Toquero y Gabilondo. Los que pedían rotaciones a Bielsa pueden darse por satisfechos. Seguro que ahora no faltarán voces en esas filas rotacionistas que censurarán al técnico el haber debilitado tanto el equipo. La cosa es estar entretetenidos y buscarle los tres pies al gato.
Sólo un par de detalles, decisivos evidentemente, pero detalles a fin de cuentas, arruinaron el plan de un Athletic que salió mandón, seguro de sí mismo pese a conformar una alineación irreconocible, y ambicioso. El Zaragoza vivió angustiado el arranque del partido, superado en el centro del campo, sin ver el balón y acusando su estado de necesidad. Los suplentes del Athletic se bastaban y se sobraban entonces para mantener la posesión del esférico y rondar el área contraria con cierto peligro. El guardamenta Roberto tuvo que emplearse a fondo en más de una ocasión para evitar un gol que podía acelerar el viaje a Segunda del Zaragoza.
Primer detalle. Iñigo Pérez no es defensa aunque ayer jugó como lateral izquierdo. Un defensa de verdad no se hubiera limitado a acompañar a un rival en su carrera desde el centro del campo hasta el borde del área. Si Iñigo no cumplió con su trabajo en esa jugada, tampoco lo hicieron Ekiza y San José, que olvidaron por completo la coordinación que tenían el año pasado. Entre los tres extendieron la alfombra roja a los pies de Edu Oriol para que éste fusilara a un Iraizoz del que tampoco se puede decir que se ganara el sueldo en ese remate.
Después de sufrir media hora, el Zaragoza vio el cielo abierto con ese gol. Que alcanzara el descanso conservando su ventaja solo fue posible porque un remate a bocajarro de De Marcos se estrelló en la cabeza de Alvarez en la misma línea de gol. No, estaba claro que no era el día del Athletic. Fue el segundo de los detalles que determinaron la suerte del partido.
El tercero llegó nada más iniciarse la reanudación. Bielsa había recurrido a Susaeta para ocupar el puesto de un Gabilondo ausente y se suponía que esa solo iba a ser la primera de las maniobras desde el banquillo rojiblanco. No hubo tiempo para contrastar la eficacia del cambio. Apoño sacó una falta aproximadamente desde la Almunia de doña Godina y el balón se coló en la red tras escurrirse de los guantes de Iraizoz. Hacía tiempo que el portero no cometía un fallo de semejante calibre, pero ya hemos quedado en que hay días en los uno no está para nada.
Dos goles de desventaja son muchos incluso si estás ante un rival en un estado de necesidad como el que padece el Zaragoza. El dominio en el marcador tranquilizó al Zaragoza que a partir de entonces se limitó a nadar y guardar la ropa. La entrada en el campo de Llorente y de Muniain no cambió el rumbo del partido. Para entonces el Athletic ya estaba sumergido en la espesura de una resaca importante. Confusos y descentrados, los leones componían solo una mala imitación del equipo que estamos habituados a ver esta temporada.
Tampoco es la primera vez que le ocurre algo parecido al equipo. Sus dos exhibiciones más brillantes de la temporada, aquellas victorias contra el Manchester United, se saldaron con una triste derrota ante Osasuna en el Sadar y un 0-3 contra el Valencia en San Mamés. Después de eliminar al Lokomotiv, los leones no pasaron el empate en el campo de un Villarreal que a estas horas es el objetivo que se ha marcado alcanzar el Zaragoza para lograr la permanencia a su costa.
Si a la descompresión lógica que tiene que sufrir un equipo que viene de vivir una noche como la del pasado jueves, se le suma un cambio tan radical en la alineación, el resultado más previsible es lo que vimos en La Romareda. Lo triste es que con un poquito de fortuna y otro poquito de acierto, o simplemente un rendimiento normal en un par de jugadas, el partido podía haber tenido un guión bien diferente.
Discutir sobre si el Athletic arruinó sus últimas posibilidades de disputar un puesto para la Champions League resulta ocioso. A estas alturas, con dos finales en perspectiva, el cuerpo técnico tiene que hilar muy fino para conseguir que el equipo llegue a esas citas en el mejor estado de forma posible. Entre la eventualidad de un posible cuarto puesto y la certeza de dos finales, la elección es sencillisima. Perder ante un rival inferior como el Zaragoza puede ser una contrariedad para una afición acostumbrada al éxito este año, pero a veces hay que pagar peajes como esta derrota para poder seguir disfrutando de noches como la del pasado jueves.
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viernes, 27 de abril de 2012

Una noche inolvidable

¿Te acuerdas de aquella noche que eliminamos al Sporting?. ¿Cuántas veces nos haremos esa pregunta de ahora en adelante?. En vísperas de otros momentos históricos, que sin duda llegarán, en épocas malas, que también vendrán, y en los días horribles que, cómo no, también nos tocará sufrir cuando nos entren las dudas y estemos en riesgo de perder la fe en esta maravillosa utopía. La pregunta por sí sola nos animará y nos reconfortará sin necesidad de que nos den una respuesta. La conocemos de sobra. ¿Te acuerdas de aquella noche?. Y nos vendrán a la memoria las imágenes y las sensaciones que vivimos el partido en el que eliminamos al Sporting y San Mamés estalló en el último minuto. Habrá explosiones nucleares más suaves que la que hizo temblar anoche los cimientos de la vieja catedral cuando Llorente marcó el gol que nos ponía en la final.
Recordaremos todo lo que sufrimos los ochenta y nueve minutos anteriores, cómo nos abrazamos a nuestro vecino de localidad, cómo lloramos, cómo reímos, cómo gritamos al viento un grito largo, liberador, cuando vimos el balón dentro de la portería. No sabíamos cómo había llegado hasta allí, pero allí estaba, dentro, y bien dentro. El árbitro señalando el centro del campo y los leones formando una montaña rojiblanca en el corner entre la Norte y la Este. En aquel momento no había crisis, ni paro, ni prima de riesgo, ni problemas de ningún tipo. El mundo había dejado de girar en aquel instante mágico y las imágenes sucedían como a cámara lenta. Abrazos, puños en alto, bufandas al aire. Gol, gol, goool. ¡Estamos en la final!.
Los que no tuvieron la inmensa fortuna de estar en San Mamés, también recordarán siempre aquel momento en el que el Athletic se ganó el pase a la segunda final europea de su historia. Y años más tarde recordarán con detalle dónde estaban viendo el partido, con quién lo vieron, cómo saltaron de alegría, cómo se abrazaron con un desconocido.
¿Te acuerdas cuando eliminamos al Sporting?. Y en la respuesta muda encontraremos todas las razones que nos hacen ser del Athletic desde que vimos la primera luz hasta que nos envuelva la última oscuridad. Somos del Athletic porque solo siendo del Athletic se pueden vivir noches como aquella en la que eliminamos al Sporting.
Analizar el partido desde una perspectiva futbolística es una tarea tan imposible como intentar racionalizar los sentimientos. Anoche San Mamés no fue el escenario en el que se jugó un simple partido de fútbol, sino una inmensa caldera en la que entraron en ebullición tantas emociones que acabaron desbordándola. Por mucho que Bielsa planificara el partido y explicara a cada jugador lo que tenía que hacer en cada momento y circunstancia, nunca hubiera podido explicarles cómo se puede poner freno a un corazón desbocado. Porque ese era el verdadero problema de los jugadores del Athletic anoche, contener el impulso de unos corazones de león latiendo a un ritmo frenético, al ritmo que imponía una grada que empujaba, y empujaba y empujaba, redoblando el ánimo, elevando el diapasón cada vez que intuía que el equipo se quedaba.
Intentaron los rojiblancos tomarse el partido con calma. Javi Martínez y Amorebieta tocaban atrás con paciencia, buscando la salida de Iturraspe, esperando que Herrera o Muniain bajaran a recibir para servir a las bandas. El plan era el esperado: hacerse con el balón y moverlo con calma a la espera del hueco en la muralla rival y sin arriesgar una pérdida que podía ser letal. El Sporting tampoco sorprendió. Presión adelantada para impedir que funcionara la sala de máquinas del Athletic, y velocidad para intentar sorprender a la contra. Ya había hecho lo mismo en su campo.
Todo el buen trabajo que desarrollaban los portugueses en la zona ancha, se les venía abajo cuando el Athletic superaba la primera línea de presión. Atrás, sobre todo los centrales, mostraban una flojera que invitaba al optimismo. Cada vez que los leones ligaban tres pases seguidos, lograban colocar el balón delante de la portería de Rui Patricio. Así llegó el primer gol. Un balón recuperado en el costado derecho por Herrera, centro de Munian al pecho de Llorente y dejada de éste de espaldas a la portería para que Susaeta, de cara, voleara a la red.
Después del arranque dubitativo, el gol tenía que facilitar las cosas, pero si a los del Sporting también les llaman leones, será por algo. Como en Lisboa, tomó el mando Martins, un centrocampista de gran dinamismo y apreciable técnica que supo moverse en los espacios que le dejaba el triángulo Iturraspe, Herrera, Muniain. Desde allí, empezó a catapultar a los veloces Capel y Van Wolfswinkel. No es que Iraizoz pasase apuros, pero los portugueses se mostraban amenazantes desde su dominio del centro del campo. Y es que el gol no hizo variar a Sa Pinto su planteamiento inicial. El técnico conoce muy bien al Athletic y a San Mamés y sabe de las limitaciones de su equipo. Nada de riesgos; paciencia y esperar una oportunidad. Al fin y al cabo, seguían estando a un gol de la final y la zaga del Athletic también se veía comprometida cuando algún portugués enfilaba el área en velocidad.
Llegó el empate en un rebote que cazó el goleador Van Wolfswinkel, pero, afortunadamente, tal y como ocurrió el día del Schalke, la reacción del Athletic fue inmediata y a los portugueses al alegría les duró apenas dos minutos. Otra vez Llorente puso en evidencia a los dos centrales para servir a Ibai el balón que pondría de nuevo en ventaja a los rojiblancos.
Era importante llegar al descanso minimizando el golpe del gol en contra y el Athletic agradeció el acierto de Ibai. Quedaba toda la segunda parte para marcar un tanto más y los leones hicieron méritos suficientes para lograrlo. Rui Patricio desvió lo justo un gran disparo de Susaeta y un magnífico cabezazo cruzado de Javi Martínez a la salida de un corner se encontró con el poste. Es cierto que también Insúa estrelló un saque de falta en la base del poste, pero hubiera sido demasiado que el Sporting cobrara dos goles en tres remates.
Todo el segundo tiempo fue un ejercicio agonístico por parte de Athletic, un canto al esfuerzo y al espíritu de sacrifico de todos y cada uno de los leones, incluídos los espectadores, parte actívisima del encuentro, sosteniendo y empujando al equipo con una modulación de la intensidad del ánimo que no se hubiera podido mejorar ni entrenando. Electricidad en el ambiente y derroche de sudor sobre el césped compusieron un cóctel demasiado fuerte incluso para el áspero paladar de un Sporting aguerrido y coriáceo, bien plantado en su parcela y amenazando siempre con dos flechas merodeando el círculo central.
Era imposible que el fútbol fuera tan cruel como para castigar al Athletic con un fracaso. Quien pone tanto corazón solo merece el éxito incluso en este juego a veces tan injusto. La fortuna se hizo esperar pero al fin se presentó en el momento más oportuno, en ese en el que lo que ocurre es irremediable. Faltaban dos minutos para la prórroga cuando Llorente coló un remate inverósimil entre el poste y el cuerpo del portero. San Mamés estalló y la onda expansiva levantó dos palmos del suelo a cientos de miles de rojiblancos allí donde estuvieran. A los que nos pilló en la Catedral todavía nos tiemblan las rodillas.
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miércoles, 25 de abril de 2012

El último paso antes de la cumbre

Escarmentar en cabeza ajena es un ejercicio ciertamente difícil pese a que el buen sentido aconseja practicarlo. En cualquier orden de la vida nunca creemos que las cosas nos pueden pasar a nosotros. Los accidentes, las desgracias inauditas, las catástrofes naturales...siempre son cosas que les pasan a otros u ocurren muy lejos. Hasta que nos afectan a nosotros o suceden a las puertas de nuestra casa.
Viene esta disquisición a cuento de la euforia desatada en el entorno del Athletic en vísperas de la resolución de la semifinal de la UEL. Aunque haya sido por una recomendación de la UEFA, como ha explicado el club, el hecho de poner en marcha el procedimiento para repartir las entradas de la final antes de que yaha concluído la semifinal, es lo más parecido a vender la piel del oso antes de cazarlo. Anunciar fecha, hora y programa de la salida de la gabarra, como se ha hecho, debería ser motivo suficiente para que todos los supersticiosos de la villa y alrededores activaran todos sus amuletos.
Los entusiasmos desbordados nunca han sido buenos ni en el fútbol ni en ninguna actividad. El optimismo medido y razonado, los planteamientos a partir de una visión positiva de las cosas, están muy bien y ayudan al éxito de le empresa. No se trata de ser cenizos ni de ver gigantes donde solo hay molinos, pero la imagen del Camp Nou a las once de la noche del martes debería estar muy presente en las cabezas de todos los involucrados en el partido contra el Sporting: técnicos, jugadores y público.
Marcelo Bielsa, como siempre, ha puesto un punto de mesura en todo esto. Nada de llamamientos al público "su apoyo siempre es incondicional", ni arengas a los jugadores, "los jugadores profesionales tienen asumidos los aspectos que rodean a este tipo de partidos, los contemplan y los suavizan". Normalidad, la tensión justa y la cabeza todo lo fría que se pueda mantener cuando un jugador sabe que está a noventa minutos de jugar una final europea. Eso es lo que pide el técnico a sus hombres. Ni más ni menos.
El Athletic ha completado un recorrido brillante por Europa y se encuentra a un solo paso de alcanzar la cumbre. El más difícil, el más arriesgado, el paso que no admite rectificación alguna, el que lleva a la cima o al abismo. Es una suerte que lo tenga que dar en San Mamés porque estará acompañado por cuarenta mil voluntarios que no solo le ayudarán a darlo, sino que están dispuestos a llevarle en volandas hasta donde haga falta.
Habrá dos partidos simultáneos en la catedral: el que se juegue en la grada será lineal, siempre mirando hacia adelante, empujando al equipo durante los noventa minutos. El Athletic no tendrá rival ahí pese a que unos cientos de portugueses intenten plantar cara.
El que se dispute sobre el césped será otra cosa, algo más complejo que requerirá otro tipo de actitud. El primer trabajo del Athletic será precisamente no dejarse llevar por el empuje de la grada y actuar en cada momento según le demanden las circunstancias. Sobre el papel el Athletic es mejor equipo que el Sporting, pero mejor no recordar esas superioridades teóricas ahora. Donde los rojiblancos tienen que ser mejores es sobre el césped y ya se encargará el Sporting de discutirle esa jerarquía.
A estas alturas pocas cosas se pueden decir de lo meramente deportivo. En partidos de ese voltaje muchas veces esos aspectos quedan minimizados por otras muchas circunstancias. La emotividad, la inspiración personal, la garra, la capacidad de sufrimiento... suelen ser más decisivos que las cuestiones tácticas o técnicas que, por lo demás están lo suficientemente estudiadas por los protagonistas como para que supongan una sorpresa. Sa Pinto ha recuperado a Matías Fernández, ausente por lesión en el primer partido, y Bielsa ha perdido a De Marcos por aquella absurda tarjeta amarilla de Alvalade. Jugará Ibai abriendo el campo y Muniain por dentro, asociado con Herrera. Nada que llame la atención, en definitiva, en ninguno de los bandos.
No se juega una semifinal europea toddos los días, así que sobra recordar que estamos ante una cita con la historia. Han sido varias esta extraordinaria temporada y en cada una el Athletic ha estado a la altura de la exigencia. Como decíamos en vísperas del choque contra el Manchester United, lo histórico no es llegar, sino ganar. ¡Vamos leones, hacedlo una vez más!.
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martes, 24 de abril de 2012

Argumentos para un debate agotado

El Athletic jugó el domingo en Santander su partido número 56 de la temporada. Con toda seguridad todavía le quedan por disputar cuatro de Liga, la final de Copa y la vuelta de las semifinales de la UEL. Seis más que serán siete si supera al Sporting y se planta en la final europea, lo que haría un total de 63 partidos disputados desde aquel 18 de agosto de 2011 en el que recibió al Trabzonsport en San Mamés.
El método de trabajo de Marcelo Bielsa, contando con un reducido número de jugadores, causó primero sorpresa, alimentó dudas después y acabó generando un debate que a estas alturas debería estar agotado por la fuerza de los hechos, pero que se reaviva cada vez que el equipo baja en su rendimiento.
La víspera del partido de Santander, cuarenta y ocho horas después de que el Athletic jugara en Lisboa su partido más flojo de la competición europea, Bielsa centró el debate y planteó sus argumentos en los siguientes términos:
Cuando un jugador llega tarde, lo hace porque le falta potencia y está cansado. O puede llegar tarde porque no estaba atento y no reacciona, o reacciona fuera de tiempo. También puede llegar tarde porque no leyó la jugada y elabora una respuesta equivocada. Los cansancios son a veces mentales, a veces físicos y a veces de coordinación. Pero nosotros estamos condenados a que cualquier merma del equipo sea de origen físico porque así lo han deseado los observadores externos. Cuando dejan de jugar los habituales y el equipo no produce buenas actuaciones, el motivo es porque la plantilla es corta y los jugadores que sustituyen a los habituales no están a la misma altura que los que juegan siempre. Y cuando juegan los que juegan siempre y la actuación no es satisfactoria, el motivo es que están cansados. Esa lógica sobre la que se mueven quienes interpretan nuestro juego ya la tengo asumida, pero no porque se repita quiere decir que sea cierta
Su exposición se incluirá sin duda en uno de esos numerosos archivos que recogen retazos del pensamiento del técnico a través de sus frases, a falta de una entrevista en profundidad en la que expresara sus ideas de una manera ordenada. Bielsa se muestra resignado ante la fuerza de los hechos, que no son otros que la insistencia de los que él define como 'observadores externos' en criticar su método al margen de los resultados que obtenga.
No es baladí la clasificación que hace el técnico de los motivos por los que un jugador no llega a un balón. Puede ser por cansancio físico, evidentemente, pero también porque no ha estado atento o porque no ha comprendido el desarrollo de la jugada. Cualquiera de las tres razones puede ser perfectamente válida; elegir siempre el cansancio como motivo del fallo suena demasiado simplista.
Bielsa no hace otra cosa que confirmar que en el entorno del Athletic las cosas funcionan como en cualquier otro equipo. Si el equipo juega mal con suplentes, el problema es la limitación de la plantilla; si juega mal con los titulares, el cansancio tiene la culpa. El de Rosario se ahorró otras combinaciones que sin duda no ignora: si el equipo juega mal con los suplentes, debía haber jugado con los titulares sin menospreciar al rival; si juega mal con los titulares, debió recurrir a la rotación para dotar de frescura al grupo. El argentino lo hubiera podido resumir con la letra de una copla en castellano peninsular: 'Ni contigo ni sin tí tienen mis males remedio'. Claro que no suele estar para coplas ese prototipo de polemista cuya razón de ser se resume en un 'de qué se habla, que me opongo'.
En Lisboa el Athletic se complicó el partido por sus propios errores. Los constantes fallos en la entrega de casi todos los jugadores acabaron descentrando al equipo. Cuesta aceptar que fallar un pase de tres metros obedezca al cansancio, de la misma forma que no se entiende cómo es posible entregar el balón al rival en un saque de banda no una, sino cuatro veces. Si se tratara de cansancio estaríamos hablando de unos límites próximos a la ausencia de oxígeno en el cerebro como origen del estado de confusión de los protagonistas de semejantes despropósitos, lo que sonaría exagerado hasta a los más críticos con los métodos del técnico argentino.
Algo semejante ocurrió el domingo en Santander, sobre todo en la segunda parte, cuando el equipo fue cediendo protagonismo y balón al rival después haberlo tenido completamente sometido hasta el descanso. De nuevo la imprecisión en el manejo de la pelota acabó metiendo en problemas a un Athletic que debió resolver el partido en la primera parte.
A la vista de sus últimas actuaciones es evidente que el Athletic no es el equipo brillante de hace un mes. Los leones que han ganado tres de sus últimos partidos por 1-0 no son aquellos que asombraron a toda Europa avasallando al Manchester United y al Schalke 04. Tampoco Bielsa es en los últimos partidos el técnico que enviaba a sus hombres a la carga una y otra vez. En los últimos partidos ha maniobrado sacando del banquillo a San José y Ekiza para reforzar la contención con el marcador a favor.
No se puede exigir que las piernas de los futbolistas mantengan la misma frescura después de 56 partidos de competición y nadie garantiza que más cambios hubieran preservado esa frescura hasta el punto de hacerla apreciable a estas alturas. Como, por otra parte, nadie asegura que introduciendo esos cambios en determinados partidos el Athletic estaría en semifinales de UEL, en la final de Copa y luchando por un puesto europeo en la Liga.
Las rotaciones fueron en su día una aportación de aquellos técnicos que tienen a sus órdenes plantillas para confeccionar dos equipos titulares sin merma de su rendimiento. No es lo mismo rotar la plantilla del Barcelona, el Real Madrid, el Valencia o el Atlético que hacerlo con la del Athletic. Osasuna o Espanyol. Y aún así, el periodismo ha acuñado el término 'virus FIFA' para resumir los estragos que causan incluso en esas plantillas las jornadas internacionales.
Es obvio que el Athletic está más cansado ahora que en noviembre, cuando abundaban los imitadores de Nostradamos que fijaban el fin del mundo para los rojiblancos coincidiendo con el final de la primera vuelta. Pasó la Navidad y lejos que caer exhaustos, los leones han venido jugando dos partidos a la semana desde enero hasta ahora mismo, solventando con éxito, y hasta con brillantez, la mayoría de los compromisos.
Lo normal es que el equipo llegue justo de reservas al final del curso. Pero lo que verdaderamente importa es si conserva más o menos reservas que sus rivales. Y hasta la fecha ningún equipo le ha ganado al Athletic por su superioridad física. Al contrario, han sido varios los que han tenido que capitular en los últimos minutos ante la pujanza de los leones.
Seguir manteniendo este debate cuando apenas queda un mes de competición demuestra solo la contumacia de quienes lo alimentan. A estas alturas pocas cosas le quedan por demostrar a Bielsa para probar la eficacia de su método. Sean cuales sean los resultados finales, el camino debe ser considerado tan importante como la meta y el Athletic lo ha recorrido como si se tratara del más espectacular de los desfiles.
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domingo, 22 de abril de 2012

El Athletic gana tres puntos europeos en Santander aplicando la ley del mínimo esfuerzo

En los últimos tiempos se aprecia un cambio de tendencia en la forma de gestionar los partidos por parte del Athletic. Se diría que los rojiblancos se han convertido en fieles cumplidores de la ley del mínimo esfuerzo, como si el avance del calendario hubiera puesto algo de plomo en sus piernas y un punto de sensatez en sus cabezas. Los leones han ganado tres de los partidos de Liga que han disputado en abril y han empatado el cuarto, aquel 2-2 ante el Granada. Todas las victorias se han producido por idéntico resultado: 1-0 contra el Sevilla y el Mallorca y repetición de guarismos en el Sardinero. Atrás quedan aquellos tiempos en los que el Athletic arruinaba sus partidos en el último minuto. Un equipo que sabe ganar por el más escuálido de los marcadores posibles es un conjunto solvente, de esos que confían tanto en su fortaleza defensiva como en su eficacia atacante. Visto así, uno diría que aquel Athletic adolescente e imprevisible del que te podías esperar cualquier cosa, lo mejor y lo peor, se nos ha hecho mayor y se comporta como se espera que lo haga un adulto: con sensatez y raciocinio, o sea, con cierta tendencia al aburrimiento. Lo que no se sabe es si esta versión es la que más le gusta a Bielsa.
Decía el técnico argentino que en el Sardinero tenía que empezar la remontada europea. Venía a describir la evolución mental que espera de sus hombres después del partido de Lisboa. Una victoria ante el Racing serviría en sus cálculos para recuperar la confianza y retornar a eso que los entrenadores llaman dinámica ganadora, ya saben, todas esas cosas aledañas al juego, a las que tanta importancia se les suele dar en el fútbol y que tienen más que ver con las neuronas de los futbolistas que con los cuádriceps.
El Athletic ganó en el Sardinero con una facilidad impropia de un partido de Primera División, pero me da la impresión de que Bielsa regresó al vestuario evocando a Ortega "no es esto, no es esto". Y es que hay formas y formas de ganar. El Athletic pudo golear al Racing sin sacar las manos de los bolsillos y sin embargo sus seguidores acabaron el partido removiéndose inquietos en sus asientos.
El Racing es un cadáver futbolístico que ya empieza a oler. A su técnico, Alvaro Cervera, le queda el encargo de organizar una conducción más o menos aparente que consuele a sus deudos, que tampoco son muchos por lo visto en el Sardinero. No hay una gran herencia en perspectiva, al contrario, el notario amenaza con desparramar sobre la mesa un montón de facturas impagadas cuando abra el testamento, así que los jugadores del Racing sufren en sus carnes la soledad del fracaso.
Ante semejante rival al Athletic le bastó con situarse con orden en el campo, mover la pelota con un mínimo criterio y enfocar la portería contraria. A los doce minutos Toquero marcó con una ejecución propia de un killer del área: sangre fría y calidad técnica para cruzar el balón con el exterior lejos del alcance del portero. Minutos después, el mismo jugador capaz de marcar semejante gol, se trompicó con el balón cuando ya había regateado al portero. Como para no dejarle en mal lugar, Susaeta también hizo una demostración de cómo se puede fallar un gol a medio metro de la portería; el balón se le quedó pegado a la bota de manera incomprensible.
Todo hacía indicar que el segundo gol no tardaría en llegar y que a partir de ahí el encargado del marcador no se iba a aburrir, pero esa segunda diana no llegó y, de manera imperceptible, el Athletic se fue acomodando hasta quedarse dormido.
El Racing corrió un poquito más tras el descanso porque el Athletic le dio pie a ello con su actitud relajada, pero el equipo cántabro nunca encontró el camino que llevaba a la portería de Iraizoz. El partido entró en una dinámica perezosa, con los rojiblancos dejando pasar los minutos y los cántabros cada vez más convencidos de que acabarían evitando el chaparrón que se temían en la primera parte.
Sin hacer apenas nada, el Athletic siguió llegando con cierto peligro al área rival de vez en cuando. El Racing llevó la inquietud al marco de Iraizoz en un par de ocasiones en los últimos cinco minutos, cuando a los de Bielsa les entró esa eterna duda existencial que se plantean los equipos en el último instante del partido que están ganando por la mínima cuando comprenden que debieron resolverlo mucho antes. Duda que se traslada fuera de los márgenes del terreno de juego y que lleva al aficionado de a pie a preguntarse qué insondable razón impulsa a un jugador del Athletic a botar un corner en largo en el minuto 93 propiciando un contrataque del rival, en lugar de sacarlo en corto a un compañero, (que, dicho sea de paso, tampoco apareció a echar una mano), y dejar que el reloj siga corriendo con el balón en la esquina del campo más alejada de la portería propia.
Sin acumular mayor desgaste en las piernas, el Athletic sumó tres puntos que le vuelven a meter de lleno en la pelea por los puestos nobles de la Liga, esos que conducen a la Europa de las dos velocidades futbolísticas, la de la Champions y la de la UEL. La visión del equipo de nuevo en la zona alta de la tabla es el último impulso que necesita la afición, si es que todavía necesita alguno, para convertir San Mamés en la rampa de lanzamiento que requiere el equipo para plantarse en Bucarest.
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sábado, 21 de abril de 2012

Casi todos los titulares a Santander y casi todos los socios en el sorteo de las entradas

Toquero ocupará el sitio de Muniain, que ni siquiera viaja, en el partido contra el Racing de Santander. El resto del equipo será el habitual, con Javi Martínez en el eje de la defensa. No habrá rotación, lo que no constituye noticia alguna porque nunca la ha habido desde que Bielsa se sienta en el banquillo rojiblanco. El técnico de Rosario sigue fiel a su idea de no despreciar ni uno solo de los puntos en juego, ni de minusvalorar al rival, ni aunque se trate de un Racing en articulo mortis que ya tiene un pie en Segunda División, quien sabe si solo para tomar impulso para caer más abajo todavía. A estas alturas, en Cantabria se ha asimilado el descenso de un escalón como un mal menor. La ruina deportiva que ha exhibido el rival del Athletic en los terrenos de juego, tiene su continuidad en la ruina económica. Episodios tan esperpénticos como la presidencia de Dimitri Piterman o la aparición de un filantrópico millonario indio que pasó de misterioso a sospechoso, han dejado al viejo Racing para el arrastre. Las fidelidades que se anuncian eternas en tiempos de vacas gordas y que duran lo que dura una clasificación decente, han hecho el resto. El Athletic visita a un equipo a punto de cierre por derribo. Hace bien Bielsa en apostar fuerte de partida para sumar los tres puntos en juego. Si las circustancias del partido lo permiten, tiempo tendrán los rojiblancos para tomarse un respiro.
Es importante que los leones aprovechen el viaje para recuperar las buenas sensaciones que olvidaron en el José Alvalade. El Sardinero es una plaza estupenda para recobrar el juego perdido en Lisboa y cargarse de confianza y moral para el choque del próximo jueves, además de sumar tres puntos que mantengan a los rojiblancos en la pelea por las plazas europeas. Hay que ahuyentar fantasmas cuanto antes y dar un golpe de autoridad que confirme que lo del Alavalade solo fue uno de esos partidos tontos que de pronto les da por protagonizar a todos los jugadores de un equipo al mismo tiempo. Lo contrario alimentaría unas dudas que si nunca son buenas, no podrían ser más inoportunas en una semana como la que le espera al Athletic.
Pero antes, al mediodía, el club vivirá otro de esos hechos singulares que pueblan su dilatada historia. Uno de los bombos que se suelen emplear en la lotería de navidad ya está instalado en Ibaigane para que el azar determine la identidad de los diecisiete mil socios que podrán disponer de una entrada para la final de Copa. A falta de unas horas para el cierre de la inscripción, prácticamente el cien por cien de la masa social rojiblanca se había apuntado al sorteo, lo que, como la alineación de Bielsa, tampoco consituye noticia alguna en un club con la capacidad de convocatoria del Athletic.
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viernes, 20 de abril de 2012

Un buen resultado para un partido horrible

Mirémoslo desde el lado positivo. Si el Sporting solo ha sido capaz de ganar por la mínima a este Athletic, es lícito suponer que a poco que los de Bielsa recuperen su rendimiento normal, podrán dar buena cuenta de los portugueses en San Mamés dentro de siete días. El Athletic estuvo a punto de tropezar y caerse con todo el equipo cuando ya solo le quedaban dos pasos para alcanzar la final. Afortunadamente, la cosa quedó en un traspiés que amenazó la verticalidad de los leones pero que no acabó en un morrazo contra el suelo. Queda el último paso y ese hay que darlo en San Mamés, lo que es una ventaja indudable que los rojiblancos deben hacer decisiva.
El equipo que ha asombrado a toda la Europa futbolística, no estuvo anoche en Lisboa. Se debió de quedar en el hotel o alguna fuerza extraterrestre nos dio el cambiazo cuando se dirigía en autobús al estadio. En el terreno de juego de Alvalade compareció un grupo timorato, despistado, asustado a ratos, que nunca supo lo que tenía que hacer. El golpe de suerte del gol nos devolvió una versión desvaída de aquel gran equipo que vimos en Manchester o en Gelsenkirchen, pero la aparición apenas duró veinte minutos. Fue un visto y no visto que se esfumó enseguida. En ese breve lapso de tiempo el fantasma del Athletic pudo incluso resolver la eliminatoria, pero Amorebieta estrelló el balón en la base del poste. El gol hubiera sido el justo premio para el mejor de los hombres que puso Bielsa en liza.
Un partido lo juegan dos equipos, así que habrá que concederle al Sporting la parte que le corresponde del desastre rojiblanco. El equipo portugués le ganó la partida al Athletic con las mismas armas que tanta gloria han dado a los rojiblancos. Los leones de Alvalade rugieron mucho más y más fuerte que los de San Mamés. Se hicieron con el partido a base de garra, de coraje, de correr más que el rival, de meter la pierna más fuerte, de ganar todas las disputas. De fútbol, más bien poquito; la velocidad de sus extremos y el despliegue de Martins en el centro del campo. Con esas armas ha ganado el Athletic cientos de partidos; anoche le tocó sufrirlas en sus propias carnes.
El equipo que tan pinturero se presentó en el inicio de la semifinal, se fue derrumbando desde adelante hacia atrás. Desasistido Llorente, la línea formada por Susaeta, De Marcos y Muniain se perdió en tierra de nadie. Iturraspe, espesito también, no acertó a dar salida al balón y los laterales, en especial Iraola, se sumaron al despropósito general, que en ocasiones rozó el esperpento, con unas pérdidas de balón ante el rival invisible que no se recordaban desde los tiempos de Mané, por lo menos.
Así que el Athletic se sostuvo apoyado en Amorebieta y Ekiza. Los dos se bastaron para mantener a raya a los verdiblancos y para corregir los errores de sus compañeros, y uno diría que esto último les dio más tarea que lo primero.
Mal, muy mal posicionado el Athletic con el balón en los pies, con el equipo partido en dos, todo su fútbol se limitó a balones largos de Amorebieta buscando a Llorente, como en los viejos tiempos que creíamos felizmente olvidados.
Llegar al descanso con el marcador sin estrenar fue lo mejor que les pudo pasar a los de Bielsa, quienes, a pesar de su pésimo juego, apenas pasaron más apuros en su portería que un remate esquinado que pegó en la parte exterior del poste. Pese a la mala imagen había razones para pensar que la cosa tendría que mejorar en la segunda parte. El Sporting para entonces ya se había desvelado como un equipo muy luchador dirigido desde la banda por un tipo con una pinta que no sabes si es el entrenador o uno que está vendiendo Winston de contrabando al cuarto árbitro.
La cosa mejoró algo a la vuelta del vestuario, y se puso fenomenal cuando Aurtenetxe llevó a la red el único balón que el Athletic puso con algo de intención en el área rival en todo el partido. Fue un golpe de fortuna que no hacía justicia a lo visto hasta entonces sobre el césped. El Sporting acusó el golpe porque hasta el equipo más aguerrido sufre un impacto de esa naturaleza. El Athletic había conseguido el tesoro que había ido a buscar a Lisboa, ese gol en campo contrario que cotiza tan alto en el mercado de la competición internacional. Pudo y debió aprovechar que el rival flotaba entonces en el campo, pero la diosa fortuna ya había hecho su parte del trabajo y no estuvo por la labor de hacer horas extras cuando Amorebieta cazó aquel rechace al borde el área pequeña.
Pero hasta el equipo más malherido se repone si le das opción y el Athletic de ayer estaba empeñado en conceder todas las facilidades a su rival. Si los verdiblancos ya no eran capaces de robar el balón, los rojiblancos se lo regalaban amablemente; si no ganaban los choques, ya se encargaban sus rivales de caerse solos. Si no veían la forma de llegar con ventaja al área de Iraizoz, qué menos que facilitarles los desmarques apartándose amablemente.
Insúa logró el gol del empate casi sin querer, metiendo la cabeza a un balón suelto que Susaeta se limitó a mirar y cinco minutos más tarde Capel le dio la vuelta al marcador y al partido culminando una carrera en la que disfrutó de la agradable compañía de hasta tres rojiblancos que le escoltaron desde el centro del campo hasta el borde del área. Ese gol dibujó un escenario infernal para los últimos diez minutos de partido cuando éste se situó en la afilada arista que separa la seguridad relativa de una derrota por la mínima, del abismo que se abre debajo de dos goles de diferencia.
Los jugadores del Sporting echaron el resto y corrieron como solo pueden correr unos futbolistas que miran a la banda y ven a Sa Pinto, y los jugadores del Athletic siguieron a lo suyo, a equivocarse, a perder el balón y a jugar con fuego, pero ni en esas condiciones los portugueses consiguieron algo más que elevar el diapasón del ruido de la grada. Iraizoz siguió prácticamente ajeno al partido, tanto que ni siquiera se molestó en salir a buscar un par de balones cruzados al borde de su área pequeña, para alegría de los cardiólogos de Bilbao.
Mirémoslo por el lado positivo. Si después de semejante partido el Athletic está a un solo gol de la final con noventa minutos pendientes de jugar en San Mamés , es que los dioses ya han hecho su elección. De Marcos no estará, pero ayer tampoco estuvo desde que vio la tarjeta amarilla por una entrada absurda que fue como el anuncio del despropósito que vendría después. A cambio volverá Javi Martínez, y es de esperar que también regresen Herrera, Susaeta, Muniain y Llorente. El Athletic los necesita a todos para rematar el trabajo. También al empuje de la grada de San Mamés, pero eso se da por descontado. Quedan siete días para otra noche mágica.
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miércoles, 18 de abril de 2012

Haciendo historia

Leído en twitter: "Muchas veces reconocemos los momentos importantes de la vida cuando ya han pasado". Con el Athletic en Lisboa, la ciudad de la saudade y la melancolía, la frase adquiere un significado especial teñido en rojo y blanco. La moda actual de calificar como histórico cualquier hecho que se salga mínimamente de lo habitual, contribuye a una pérdida de perspectiva que conviene recuperar en este caso. El Athletic sí está en puertas de un acontecimiento futbolístico histórico. Al fin y al cabo, es la segunda ocasión en los 114 años de vida del club, que alcanza la semifinal de una competición internacional.
La vez anterior ocurrió hace treinta y cinco años. Los que por edad pueden recordar aquel choque contra el Racing White, no tienen más que repasar su biografía para hacerse una idea de dónde estaban y cómo era su vida entonces. Ha pasado tanto tiempo que ni siquiera existe ya aquel equipo de Molenbeek con el que el Athletic empató los dos partidos, 1-1, 0-0. No sé si aquel año vivimos el acontecimiento con la suficiente perspectiva. Quiero recordar que sí, puesto que, no en vano, se trataba entonces de la primera oportunidad en la que el Athletic estaba a las puertas de una final continental. Pero, como decía el anónimo twitero, ahora reconocemos mucho mejor la importancia tan grande que tuvo aquel momento para nuestra vida como seguidores del Athletic.
Es muy difícil reconocerse a uno mismo viviendo una circunstancia histórica. Solo el paso de los años nos devolverá realzada en su justa medida la imagen de la temporada que estamos disfrutando ahora mismo. Entonces nos daremos cuenta de lo grande que está siendo y añoraremos a sus protagonistas, para los que nuestra memoria guardará para siempre el sitio más destacado.
No es cosa de calcular ni de predecir. Es mucho mejor que nos dediquemos a disfrutar del momento. A disfrutar y a sufrir, claro, porque en el fútbol esos dos sentimientos suelen ir íntimamente unidos la mayoría de las veces.
El Sporting de Portugal será un rival probablemente más competitivo de lo que lo fue el Schalke 04, que a su vez presentó más batalla que el Manchester United. Otra vez la perspectiva y otra vez los hitos históricos. Seguro que el equipo que dirige Ricardo Sa Pinto opondrá al Athletic más obstáculos que los que los leones han tenido que sortear en las eliminatorias anteriores. Primero porque el equipo de Bielsa ya no es una sorpresa para nadie; segundo, por las propias características del conjunto de Alvalade, un equipo más predispuesto al combate que al espectáculo.
No cabe duda de que el Athletic sí que se ha tomado este viaje como el acontecimiento que realmente es. El desplazamiento de toda la plantilla, sancionados y lesionados incluidos, es el signo inequívoco de que alguien en la institución ha pensado que momentos como éste son para vivirlos juntos, para hacer equipo, eso que repiten tanto y a lo que tanta importancia otorgan los futbolistas. Y está bien que sea así, y que el propio club sea el primero en situar el partido donde le corresponde, en un capítulo destacado de la historia de la entidad, sabiendo reconocer los momentos importantes de la vida justo en el momento en el que se producen, sin necesidad de esperar al paso del tiempo para darse cuenta de su trascendencia.
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martes, 17 de abril de 2012

Sporting de Portugal, otra revancha pendiente

El Athletic saldó el pasado mes una vieja cuenta pendiente que tenía con el Manchester United. La factura se remontaba nada menos que a 1957, cuando el equipo inglés cortó en seco la hasta entonces brillante trayectoria del Athletic en su debut en la competición europea. Se trataba de la segunda edición de la Copa de Europa y los leones habían eliminado al Oporto, equipo en el que jugaba Jaburu, apodo que años después la afición adjudicó a Iñaki Sáez, y nada menos que al Honved de Budapest, un equipo maravilloso en el que brillaban Puskas, Czibor, Bozsik, Koczis o Rackozi. Hay que reconocer que el Athletic tuvo algo de suerte en aquella eliminatoria contra los húngaros, puesto que la reciente invasión soviética al país magyar, obligó a jugar el partido de vuelta en el terreno neutral del estadio Heysel, en Bruselas. El empate a tres que consiguieron los leones en el campo belga, hizo bueno el 3-2 de la ida en San Mamés.
Aquel éxito frente al equipo que reunía a algunos de los futbolistas más brillantes de la época hizo soñar a la afición rojiblanca, pero el Manchester United se encargó de despertarla. Cincuenta y cuatro años después, el Athletic ha saldado aquella cuenta de la manera más brillante posible.
Algunos años menos, veintisiete, han tenido que pasar para que el fútbol conceda al Athletic la oportunidad de una nueva revancha. Esta vez es el Sporting de Portugal el que se vuelve a cruzar en el camino como ya lo hiciera en el otoño de 1985. Aquel equipo dirigido por Javier Clemente había conseguido superar dos eliminatorias de la Copa de la UEFA, bastante poco glamurosas aunque con el punto de exotismo que proporcionó el cruce en primera ronda con el Besiktas, que llevó a los leones a Estambul por primera vez en su historia. Un cómodo 4-1 en San Mamés, superando el susto del 0-1 inicial, permitió un desplazamiento relativamente tranquilo a la capital otomana, bajo una férrea dictadura militar entonces, donde un gol de Sarabia volvió a dar la victoria a los leones. El fútbol turco de aquellos años ni siquiera guardaba parecido con el actual; Turquía se encuadraba entonces en el grupo de los más modestos.
La segunda ronda fue igual de sencilla y también ante un rival de escaso renombre. El Lieja no pasaba de ser del segundo equipo de la ciudad a la sombra del Standard y el Athletic también ganó en la ida, 0-1, con un zapatazo de De Andrés en el último minuto cuando el 0-0 se daba por suficiente pese a la escasa entidad del rival. En San Mamés, Urtubi y Noriega pusieron un 3-0 que no admitía discusión, aunque los belgas marcaron su único gol de la eliminatoria en los minutos finales.
Cuando el bombo emparejó al Athletic con el Sporting de Portugal más de uno se acordó de la selección lusa que había llegado a la semifinal de la Eurocopa de Francia el verano del año anterior. Aquel combinado había sorprendido a todos por su fútbol de calidad y había hecho recordar a los más veteranos al Portugal de Eusebio, Simoes y Coluna que tanta admiración despertó en el lejano Mundial de Inglaterra.
El Sporting de Portugal, que el año anterior había estado dirigido por un John Benjamin Toshack que iniciaba su carrera internacional en los banquillos después de debutar en el Swansea, agrupaba a varios componentes de aquella selección. Damas, Sousa, Pacheco, Venancio y hasta un Jordao en el ocaso de su carrera, daban a aquel grupo una gran calidad técnica que se sumaba a la competitividad tradicional de uno de los tres grandes de Portugal. En aquel equipo jugaban también dos fubolistas que poco tiempo después recalarían en la Real Sociedad: Oceano y Carlos Xavier.
El Athletic empezó a perder la eliminatoria en San Mamés y acabó barrido en el José Alvalade lisboeta. Fue una cuestión más mental que futbolística. Clemente mantenía el bloque campeón con añadidos de la calidad de Julio Salinas. El Athletic seguía siendo un equipo muy competitivo que aquel noviembre de 1985 ni siquiera podía imaginar que apenas dos meses más tarde entraría en una de las crisis más graves y profundas de su historia.
Sarabia y Julio Salinas pusieron un 2-0 en el marcador que invitaba a intentar resolver la eliminatoria en San Mamés. Los leones de Alvalade no parecían entonces tan fieros como los de San Mamés. Pero cuando el Athletic se fue a por el tercer gol, un futbolista que acababa de salir del banquillo, Meade, marcó para su equipo. Aquel gol fue un duro golpe psicológico pero lo peor es que su efecto se prolongó hasta el partido de vuelta.
Años después ocurriría algo parecido en la eliminatoria que enfrentó al Athletic contra el Newcastle. Los ingleses, que habían llegado a ponerse con un 3-0 antes de la hora de juego, no superaron que el partido acabara con un 3-2. El Athletic, que se había visto eliminado, afrontó el partido de vuelta con una fortaleza anímica de la que carecieron los ingleses.
Algo similar les ocurrió a Clemente y los suyos en su choque con el Sporting. Habían tenido la eliminatoria en la mano, pero llegaron a Lisboa con aspecto de perdedores. El Sporting dejó muy claras sus intenciones desde el principio y llevó el partido a donde quería.Fue una demostración de oficio la que hizo el equipo portugués aquella triste noche para los rojiblancos. Con el beneplácito del arbitro, Julio Salinas recibió tres tarascadas que le sacaron del partido antes del minuto quince e intimidaron al resto del equipo. Clemente le sustituyó en el segundo tiempo, tras certificar la escasa presencia de ánimo del delantero. Para entonces el Athletic ya perdía 2-0 y estaba virtualmente eliminado. Un trallazo de Sousa cerró un choque que el Athletic rehuyó siempre. Era el 11 de diciembre de 1985. Cuarenta días después el club se partió por la mitad. Recomponerlo costó más de una década.
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domingo, 15 de abril de 2012

Victoria en tono menor

Había demasiadas sensaciones ajenas al fútbol para esperar un gran partido en San Mamés. Habían pasado demasiadas cosas la última semana como para que la gente estuviera a lo que hay que estar cuando se va a un campo. Había demasiados condicionantes externos que acabaron marcando el rumbo de un partido tristón, jugado en tono menor por el Athletic, como si los leones hubieran acudido a San Mamés en régimen de servicios mínimos.
La ceremonia del fútbol requiere de un ritual complejo que complementa la mera disputa de un partido por dos equipos. El fútbol es pasión, ambiente, ruido... todo lo que faltó en San Mamés. Por esa razón, esos raros partidos que se juegan a puerta cerrada no suelen ser fútbol tal y como lo entendemos en su globalidad; porque el silencio que les rodea nos suena raro. Y el choque contra el Mallorca tuvo bastante de partido a puerta cerrada por la actitud del público, que tuvo más presente lo que pasó en una calle de Bilbao que lo que estaba pasando sobre el bien cuidado césped de la catedral. Las pancartas en el graderío, las ikurriñas con crespón negro...estaban en las antípodas del ambiente festivo y apasionado que rodea un partido y condiciona las acciones de los jugadores. El recuerdo de Iñigo Cabacas estaba por encima de cualquier otra consideración. La muerte violenta del joven hincha del Athletic no podía pasar desapercibida en San Mamés, y no pasó.
Fue un partido raro, con muy poquita historia. Se diría que los jugadores de los dos equipos se vieron cohibidos por el ambiente que les rodeaba y optaron también por el silencio futbolístico. No hubo gritos en forma de grandes jugadas sino un susurro continuo de fútbol ramplón y previsible, a tono con la tarde tristona.
Afortunadamente, el Athletic se encontró con un Mallorca inerte, un rival que no dio señales de vida a lo largo de los noventa minutos; ni siquiera el tiro de Bigas a la base del poste merece ser tenido en cuenta por lo aislado de la acción en el contexto del partido.
La cosa se le puso de cara al Athletic muy pronto. A los doce minutos Ibai Gómez botó una falta desde la banda derecha dándole al balón la trayectoria y la velocidad precisa. Fue un centro de esos que van diciendo a un delantero remátame y, claro, Llorente no despreció la invitación. Libre de marca en el área pequeña, su cabezazo hizo honor a la calidad del servicio.
Se suponía que ese gol obligaría al Mallorca a cambiar sobre la marcha el guión que traía desde el vestuario, pero no hubo tal. Al Athletic le bastó con aplicarse en una presión ordenada para mantener prácticamente al rival en su campo hasta el descanso. Estuvo más cerca el segundo gol de los rojiblancos que la reacción insular, pero tampoco tenían los de Bielsa una tarde especialmente inspirada.
Por segunda vez consecutiva, antes ocurrió contra el Sevilla, Bielsa maniobró a lo largo de la segunda parte como un entrenador al uso y no como el genio imprevisible capaz de apostar por la alternativa más inesperada. De nuevo prefirió ir consolidando al equipo a medida que pasaban los minutos. Nada más regresar del vestuario retiró a Herrera para reforzar la defensa con Ekiza y posteriormente dio un respiro a Llorente dando entrada a Toquero. El regreso de Gabilondo a San Mamés después de muchos meses de ausencia, fue otra noticia del partido.
Lógicamente, Caparrós maniobró en dirección contraria. Apostó por Chori Castro y la presencia del delantero dio algo más de profundidad a un Mallorca que seguía muy romo. El cambio de dibujo del Athletic permitió a los balerares una presencia más continuada en territorio rival, pero todas las ocasiones de la segunda parte fueron rojiblancas. Si el Athletic no amplió su ventaja fue por una cuestión de desacierto en el último pase o en el remate.
Sólo las numerosas desgracias que ha sufrido el Athletic en los últimos minutos, mantuvo a la afición inquieta hasta el final, pese a la inoperancia del Mallorca. Un análisis despojado del factor último minuto desvela que el equipo de Bielsa sumó uno de los triunfos más cómodos de toda la temporada.
Esa comodidad hubiera sido más evidente si Toquero llega a marcar lo que en tiempos pretéritos, cuando lo políticamente correcto era un concepto desconocido, se dio en llamar el gol del cojo. Hoy sería el gol del disminuido físico,que suena mejor pero describe peor. Para los más jóvenes, nos remontamos a los tiempos en los que el Reglamento no permitía cambios. En aquellos tiempos si alguien caía lesionado en el transcurso del partido, quedaba desterrado a la posición de extremo derecho. Allí, pegado a la banda, inválido y desvalido, acababa olvidado por compañeros y rivales, que se despreocupaban del lisiado hasta que en el despiste, cazaba algún balón suelto y lo llevaba a la red. El larguero impidió que Toquero marcara el gol del cojo. La madera privó al bravo delantero del premio que merecía su coraje. Su acción fue la única de todo el partido que arrancó el rugido de la grada; la única que nos devolvió al fútbol en una tarde en la que todos estuvimos con la cabeza en otra parte.
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viernes, 13 de abril de 2012

En el Athletic se habla de entradas,
sorteos y renovaciones

El Athletic ya ha anunciado el método de reparto de las entradas para la final de Copa, que será el mismo en caso de llegar a la final de la UEL. La mala noticia, que no es tal porque ya era conocida, es la escasez de papel. La buena, que a diferencia de lo que ocurrió en la última final, no se detectan signos de nerviosismo ni se percibe suspicacia entre los socios. Hay lo que hay y quien más, quien menos, se resigna a su suerte. La causa del cambio de actitud está en la forma con la que el Athletic ha encarado la situación. Tampoco era tan dificil por otra parte. Basta con que desde el club se diga con claridad de cuántas entradas se dispone y cómo se reparten. Transparencia es la palabra. Cuando a la gente normal se le explican las cosas, las entiende a la primera. Los líos y los tumultos suelen llegar cuando el personal se da cuenta de que le toman por tonto. Diecisiete mil entradas, un número al azar y 16.999 afortunados más. Tan sencillo como eso. No hacer falta tener la licenciatura en Exactas para organizar un sorteo si lo que se quiere es solo eso, organizar un sorteo.
Lo de la carencia de entradas se ha convertido en un tema recurrente esta temporada. Las taquillas de San Mamés han vuelto a vivir esta semana un nuevo asedio de las tropas rojiblancas, dispuestas ahora a marchar sobre Lisboa. Nuevo campamento nocturno y nuevos reportajes en los medios relatando en clave de cantar de gesta lo que de no deja de ser una gaupasa. Como en anteriores ocasiones, hubo quien llegó a las taquillas a las cuatro de la tarde y se sacó su entrada tan ricamente sin necesidad de acampar a las puertas del estadio, lo que nos lleva directamente a las teorías que nos instruyen sobre el relativismo o un nuevo hallazgo en el repertorio de excusas más o menos disparatadas que un adolescente puede presentar a sus progenitores para pasarse la noche fuera de casa un día entre semana.
Interpelada la directiva sobre tan debatido asunto, los rectores de Ibaigane aseguran que el de las colas es el método más duro pero más justo para repartir un bien tan escaso como las entradas para los partidos del Athletic. Discrepo. Es el método más duro, sí, pero no el más justo desde el momento en que deja fuera de juego a todos aquellos que no pueden permitirse el lujo de pasarse una noche dándole al naipe a las puertas de San Mamés; léase socios que no viven en Bilbao, los que ya van acumulando unos años de antigüedad en el carnet de socio y en el DNI, o aquellos que tienen la suerte de poder fichar a las ocho de la mañana, entre otros. Cuando escuchamos a alguien pronunciar las palabras duro y justo en la misma frase podemos estar ante un cabo furriel de la Legión, o ante un ministro del PP aleccionándonos sobre la cultura del esfuerzo mientras coloca a un cuñado en una Dirección general. Que se lo escuchemos a alguien del Athletic que no sea Clemente es una novedad, provocada sin duda por la acumulación de tensión después de tanta demanda de entradas en una sola temporada, tema delicado donde los haya. Y es que uno se imagina al empleado de las taquillas de San Mamés manejando los paquetes de entradas con la delicadeza con la que los forajidos de los westerns manipulaban la nitroglicerina antes de reventar la caja fuerte del banco. Material sensible.
Las colas no son el método más justo, pero, hasta la fecha, no se conoce otro si no tan eficaz, sí al menos más transparente. Como aseguraba el portavoz rojiblanco, cualquier otro método es más susceptible de despertar sospechas.
Además de las colas de San Mamés, el otro tema recurrente de la temporada está siendo el de las renovaciones de algunos contratos. Si tenemos que hacer caso de lo que nos cuentan los medios de comunicación, a poco que se descuide el club, el año que viene el Athletic tendrá que competir con el filial reforzado por los juveniles. Un repaso a la hemeroteca nos dice que Iraola, Amorebieta, Javi Martínez, Herrera, De Marcos, Muniain, Susaeta, Llorente, Iturraspe y Bielsa tienen suculentas ofertas de los más poderosos equipos de Inglaterra, Italia y España.
Dijo Urrutia nada más llegar a Ibaigane que no le gustaría que la renovación de Llorente se convirtiera en un culebrón. Se supone que se refería al rosario de rumores y filtraciones que en los últimos tiempos habían salido de Ibaigane o de sus aledaños en relación con cualquier asunto de interés del club. Pues bien, pese al hermetismo que está manteniendo el Athletic, el asunto Llorente ya es todo un culebrón. Tratar de evitar rumores o infundios es como intentar poner puertas al campo. Hace un mes, un medio solvente como Radio Euskadi anunció que el delantero renovará hasta 2016, lo que se interpretó como que la firma sería un hecho en cuestión de días, circunstancia que el tiempo se ha encargado de desmentir. Hoy mismo, otro medio no menos solvente como El Correo, aventura que la renovación se puede demorar hasta más allá de la disputa de la Eurocopa, lo que situaría el asunto en uno de los peores escenarios posibles. Informaciones tan contradictorias solo encuentran parangón en la declaración del jefe de la Ertzaintza ante la comisión parlamenteria para explicar las circunstancias de la muerte de Iñigo Cabacas, cuando afirmó que los lanzapelotas no tienen elementos para hacer puntería y que además lo impide la propia trayectoria errática de las pelotas de goma, segundos antes de asegurar que los agentes tienen orden de apuntar a la cintura de los manifestantes.
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miércoles, 11 de abril de 2012

El Athletic acaba empatando un partido
que debió ganar y pudo perder

Hay partidos bonitos, partidos emocionantes, partidos desagradables, partidos aburridos y partidos desesperantes. A esta última modalidad correspondió el que jugó el Athletic en Granada. El punto sumado a última hora alivia un tanto el mal cuerpo que estaba dejando a la afición rojiblanca una derrota absurda, pero no sirve de consuelo, al contrario, refuerza la sensación de que los rojiblancos se dejaron en Los Cármenes una victoria que se empeñaron en rechazar por su mala cabeza.
Pocas veces este año se ha visto fallar tanto a los rojiblancos en todas las suertes del juego. Para empezar, su puesta en escena no se correspondió ni de lejos con la intensidad a la que nos tenían acostumbrados. Los de Bielsa saltaron al terreno de juego con las manos en los bolsillos. Tardaron un minuto en darse cuenta de su error. Un despeje defectuoso de Javi Martínez dio origen a la jugada del primer gol del Granada, un remate de Mikel Rico rechazado por Iraizoz al corazón del área, donde Romero empaló un remate espectacular, tal vez algo afortunado.
El equipo andaluz se vio de pronto en un escenario que no había previsto ni en sus mejores sueños. Con ventaja en el marcador los de Abel pudieron dedicarse a hacer lo que mejor saben: esperar, destruir y buscar alguna contra apoyados en dos delanteros con una buena punta de velocidad que saben aprovechar la precisión de los servicios de sus compañeros del centro del campo.
Poco más se puede esperar de este equipo dentro del Reglamento. Fuera, tiene un amplio repertorio de pérdidas de tiempo, simulaciones y toda suerte de artes de eso que eufemísticamente algunos conocen como el otro fútbol. Ya dieron un recital en San Mamés en la primera vuelta, así que es lógico esperar que se esmeren mucho más cuando actúan ante un público entregado y de aplauso fácil.
El Athletic tardó unos diez minutos en comprender el guión del partido. Cuando lo entendió se hizo con las riendas del juego y asumió el protagonismo, como le gusta a su entrenador. Favorecidos por el repliegue del rival, Iraola y Aurtenetxe ocuparon pronto posiciones avanzadas en las bandas para apoyar la creación de Herrera y Muniain. A Susaeta le tocó en suerte Siqueira, un buen jugador que supo pararle la mayoría de las veces.
Pese a la salida en falso y el gol en contra, el desarrollo el partido invitaba al optimismo en el bando del Athletic. No es que menudearan las ocasiones ante la porteria contraria, pero el equipo llegaba con relativa facilidad y parecía que sería cuestión de tiempo reestablecer el orden en el campo y en el marcador. Cuando Undiano señaló penalti y expulsó a Romero por derribar a Iraola en el área pequeña pareció que por fin llegaba ese momento. Apenas quedaban cinco minutos para el descanso y el escenario parecía cambiar con la rapidez con que lo hacen en un vodevil. Pero, ¡ay amigo!, la de los penaltis y el Athletic es una historia de amor no correspondido. Desde los once metros Llorente envió el balón a los jardines del Generalife ratificando dos cosas: que el Athletic estaba en modo desesperante y que urge una terapia de grupo en Lezama para arreglar esto de los penaltis, que ya parece algo relacionado con algún trauma infantil no superado.
Con uno menos y ventaja en el marcador, Abel debió sentirse como Boabdil cuando Isabel la Católica se asomó a las murallas nazaríes sin ducharse durante meses. El Granada se encastilló en torno a su portería dispuesto a defender la ventaja por todos los medios. Ni siquiera hubiera tenido tiempo de pensar en nada el técnico local si nada más empezar el segundo tiempo, Muniain acaba como un futbolista profesional una contra que le dejó solo ante Julio César. Pero prefirió terminar como un niño, queriendo llevarse la gloria del gol y la pelota, cuando a su izquierda Ibai y Llorente esperaban el pase con toda la portería ante ellos y el portero vencido hacia un costado.
Fue una más de una tarde especialmente desafortunada de todo el equipo en general y de Muniain en particular, aunque en su descargo hay que decir que no se borró nunca, pese a que a veces hubiera sido mejor que no apareciera tanto.
El Athletic ya había malgastado dos balas de plata y los dos técnicos sus primeros cambios. Bielsa quitó a Aurtenetxe para dar entrada a Ibai y Abel retiró a Uche para meter un defensa más. No hacen falta más explicaciones rspecto a las intenciones de cada uno.
Es verdad que los leones pusieron cerco al área rival y que el Granada no tuvo empacho en defender con los nueve jugadores de campo que le quedaban. El décimo, el portero, también tuvo una participación activa en la defensa del fortín: se lesionó tres veces. La última requirió un aparatoso vendaje en el muslo de su pierna derecha, que le llevó al masajista bastante más tiempo que una consulta en la privada. Curiosamente, con esa pierna derecha sacó el portero de inmediato el balón de puerta con una potencia, una dirección y un estilo impropios de un ciudadano que segundos antes parecía condenado a las muletas de por vida. En fin. El otro fútbol.
Toda la picardía que tuvieron los granadinos le faltó a Ibai cuando le dio el balón amablemente a Martins después de que Undiano señalara una falta de De Marcos al borde del área rival. El portugués sacó rápido sobre un Geijo completamente solo en el círculo central porque todo el Athletic estaba volcado sobre la portería contraria... y sin papel.
Geijo no falló como antes había hecho Muniain y a falta de un cuarto de hora para acabar, el Granada veía los tres puntos en su casillero y la permanencia en el bolsillo. Si ya era increíble que el Athletic pudiera perder ese partido, hacerlo por dos goles de ventaja era como para ponerse a comer cerillas. Bielsa, que ya tenía en el campo a Toquero, sacó de inmediato a Gabilondo y hubiera llamado a Rojo y a Arieta si le hubieran dejado.
Con Los Cármenes haciendo la ola, los recogepelotas silbando melodías y el Athletic en aquel plan, todo parecía perdido. Pero, lo que son las cosas, de pronto a Ibai y a Susaeta les dio por centrar como saben y no como lo estuvieron haciendo toda la tarde, los balones empezaron a llegar al área pequeña con ventaja para el compañero y Llorente acortó distancias. Los dedos se les hicieron huéspedes a los locales y la fiesta dio paso al crujir de dientes. Siete minutos después Susaeta certificó un gol que muy bien se lo podía haber adjudicado Llorente porque dio la impresión de que el portero sacó el balón de dentro. En el último suspiro Toquero envió una chilena al larguero. Hubiera sido demasiado, aunque tal vez no tanto, visto lo que ocurrió durante los noventa minutos.
El empate no sirve para nada a efectos clasificatorios, aunque el hecho de no perder dice mucho del carácter de un equipo que podrá jugar mejor o peor, estar más o menos inspirado, bailar con las musas o hacer el panoli, pero que nunca se rinde y no renuncia a nada hasta el último minuto. Eso fue lo mejor del Athletic. Todo lo demás habrá que tomarlo como una de esas tardes surrealistas que suelen darse de tanto en tanto a lo largo de una temporada.
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martes, 10 de abril de 2012

El fútbol no mató a Iñigo Cabacas

Cinco días después de ocurridos los hechos siguen sin aclararse ni las circunstancias ni las causas de la muerte de Iñigo Cabacas. La comparecencia del consejero de Interior, Rodolfo Ares, no aclaró nada. Como siempre. Nunca un ministro o consejero de Interior ha aclarado nada que tenga que ver con las fuerzas bajo su responsabilidad. Desde aquel "dos a uno a nuestro favor" que define la catadura moral de un Martín Villa devenido con los años en consejero de un grupo multimedia 'progresista' y tertuliano demócrata de toda la vida, los sucesivos reponsables del departamento del que dependen las fuerzas de seguridad han preferido siempre buscar mil excusas para explicar las más injustificables actuaciones de los agentes a su mando. Y cuando no han conseguido ocultar lo evidente y ha intervenido la Justicia, las sentencias han sido de una benevolencia asombrosa o le ha faltado tiempo al poder ejecutivo para arreglar el asunto con un indulto.
A la espera del resultado de la autopsia, todas las evidencias y testimonios apuntan a que Cabacas murió a consecuencia de un pelotazo disparado por la Ertzaintza aunque es obvio que, también en este caso, hay que mantener la presunción de inocencia hasta el final, con independencia de la versión oficial y por encima incluso de la lamentable intervención del consejero de Interior quien en su comparecencia deslizó una mentira interesada y dejó caer una insinuación que le retrata. Mintió cuando situó la agresión que sufrieron algunos hinchas del Lokomotiv en el mismo escenario en el que se ha producido la muerte de Iñigo Cabacas, cuando aquellos hechos ocurrieron en la zona peatonal de la calle Ercilla, muy lejana de María Díaz de Haro, y trató de establecer una relación de causa-efecto subrayando la cercanía de una herriko taberna del lugar donde cayó mortalmente herido el infortunado joven, como si dicha cercanía pudiera justificar por sí sola algún tipo de actuación policial.
Pero también resulta forzado establecer la misma relación causa-efecto entre el partido que disputó el Athletic contra el Schalke y los incidentes que acabaron con la muerte de una persona, como de una forma un tanto simplista se está haciendo en algunos sectores desde que se conoció lo ocurrido. El partido no tuvo nada que ver, al margen de que su celebración propiciara la presencia de una multitud en las calles donde se concentran la mayor parte de los bares de la zona centro. Los incidentes no obedecieron a nada relacionado con el partido, ni hubo intervención de seguidores del equipo rival que pudiera explicar algún altercado callejero.
Por establecer una comparación, a Aitor Zabaleta le asesinó una manada de alimañas a las puertas del Vicente Calderón por ser hincha de la Real Sociedad. A Iñigo Cabacas le mató, presuntamente, una pelota disparada por un ertzaina, por estar tomando una cerveza a las puertas de un bar, como otros miles de personas lo estaban haciendo en la misma zona en aquel momento. Le pudo ocurrir a cualquiera que pasara por allí y eso es lo verdaderamente grave y lo que debería preocupar también al consejero de Interior. Cabacas era seguidor del Athletic y estaba contento y celebrando el éxito de su equipo, dos circunstancias que se hubieran repetido en el noventa por cien de los casos de ser otra la víctima, porque los seguidores del Athletic coinciden prácticamente con el censo del territorio y todos estábamos celebrando el triunfo aquella noche.
La muerte de Iñigo Cabacas es un hecho tremendo que, sin embargo, no ha levantado la ola de condenas oficiales que suelen suscitar otros hechos muchas veces bastante menos dramáticos que la pérdida de una vida humana, pero relacionarla con el fútbol en general o con un partido concreto parece fuera de lugar. Eso mismo han debido de pensar los responsables del Athletic o al menos eso cabe deducir del silencio que han mantenido durante todo este tiempo. La inclusión a última hora en la web oficial de una escueta nota de dos líneas solidarizándose con el dolor de la familia y amigos de la víctima, suena a que el club no ha aguantado la presión y ha renunciado a sostener su idea inicial. Los hechos ocurrieron la noche del jueves y Cabacas murió la mañana del lunes. Tiempo suficiente para decir algo si el Athletic se hubiera sentido concernido. Su silencio hacía indicar que no era así. Emitir un comunicado treinta horas después de ocurrido el fallecimiento es, cuando menos, desconcertante. En descargo del Athletic habrá que recordar que sea cual sea la decisión que tome, siempre habrá un importante sector de opinión pública al que le parecerá fatal.
Las circunstancias de la muerte de Iñigo Cabacas deben ser aclaradas cuando antes y deben depurarse las responsabilidades profesionales, políticas y penales, si las hubiera, de aquellos que intervenieron en algo que todos los indicios describen como una actuación desmesurada de las fuerzas de la Ertzaintza para resolver un incidente callejero.
Y harán bien los responsables de la seguridad pública y el propio Athletic, en analizar lo que está ocurriendo en los últimos tiempos en torno a los partidos del equipo rojiblanco. Anderlecht, Viena, Oviedo, Slovan, PSG, Lokomotiv, Schalke 04... ya son demasiados los encuentros que se han saldado con incidentes más o menos graves, estos sí directamente relacionados con la celebración de los partidos y ocurridos dentro o en las inmediaciones de los estadios. Es evidente que algo pasa y urge poner remedio.
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domingo, 8 de abril de 2012

El Athletic y la teoría del perpetuum mobile

En el frontispicio del ideario futbolístico de Bielsa figura su obsesión por el movimiento perpetuo. "En el fútbol no existe circunstancia alguna, no existe motivo alguno para que un jugador esté parado en la cancha. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro motivo para estar corriendo", asegura el técnico. La frase bien merecería ser colocada en un lugar preferente de San Mamés en edición mármol. A fin de cuentas, si se pueden leer en el antepalco las palabras que les dedicó a los leones el Papa Pío XII cuando le visitaron en el Vaticano, no hay razón para no encargar a un maestro del cincel la reproducción del aserto de un entrenador que está haciendo historia en el Athletic.
Marcelo Bielsa está a punto de conseguir lo que no ha alcanzado la legión de científicos chiflados que, desde el gran Leonardo, se ha dejado las pestañas tratando de dar con la máquina del movimiento perpetuo. El de Rosario ha logrado un prototipo muy acabado en este Athletic que no encuentra motivo alguno para pararse durante los noventa minutos que dura un partido. Lo suyo es moverse continuamente, arriba y abajo, a derecha e izquierda, en oleadas fuera de control o en secuencias de tiempo perfectamente pautadas. Sin descanso, una y otra vez y vuelta a empezar. El rival empieza siguiéndole la corriente y acaba hecho pedacitos, sin ver el momento de que acabe la tortura. Al Sevilla le ocurrió lo que a tantos otros que se han puesto a correr en San Mamés persiguiendo a los rojiblancos. Empezaron con suficiencia, siguieron abriendo la boca y acabaron echando los bofes. Como esta vez no tuvieron la suerte de que el Athletic se suicidara en el último minuto, pueden darse por satisfechos por salir de la catedral con una derrota mínima, que aparenta una igualdad que no existió salvo en los minutos iniciales del partido.
Marcelo Bielsa ha debido de reflexionar después de lo que le ha ocurrido al equipo en tantas ocasiones este año. Amarrar el resultado y cerrar el partido no está reñido con su idea del fútbol, así que ante el Sevilla optó por reforzar la barrera ante Iraizoz llegando a colocar hasta a tres centrales, San José, Ekiza y Amorebieta, en el tramo final del partido. Antes, cuando San José e Ibai sustituyeron a Herrera y De Marcos, el defensa se situó por delante de la línea de zagueros, en la posición de medio centro que había ocupado hasta entonces Iturraspe, que se adelantó unos metros para ocupar el hueco que había dejado De Marcos con su marcha. En el tramo final, sin embargo, hubo repliegue general, con San José haciendo línea con los dos centrales titulares e Iturraspe de nuevo en su sitio. Fue una buena solución porque el Sevilla no vio la manera de superar esa barrera.
También Ander Herrera ha debido de reflexionar, sobre todo después de su prematura sustitución ante el Schalke 04. Frente al cuadro andaluz, Herrera se pareció muchísimo más a aquel futbolista de talento del comienzo de la temporada, sin caer en la tentación de la frivolidad, buscando siempre al compañero mejor situado y tratando de sorprender con el pase genial y arriesgado, pero en terrenos donde se hace daño al rival y no al equipo propio. No hubo rastro de pubialgia mientras estuvo en el campo, aunque la procesión, sin duda, fuera por dentro.
No era la visita del Sevilla de Michel la más agradable para un Athletic que se había pegado una paliza tremenda el jueves europeo, pero los leones la solventaron con un fútbol que a ratos rozó lo genial, sobre todo cuando se encontraron los jugadores de la banda derecha.
Recuperado Iturraspe, el equipo tuvo más claridad en la salida del balón y la pausa imprescindible para romper a un rival enrachado que cuenta con futbolistas de mucho oficio. Los leones ganaron los duelos individuales y el colectivo. El citado Iturraspe pudo con el poderoso Kanoute y el recuperado para la causa, Ekiza, no dio tregua a Negredo hasta acabar anulando al peligroso delantero sevillista. En el medio campo Muniain se las tuvo tiesas con un futbolista tan físico como Medel.
Sobre ese entramado fue construyendo el Athletic su superioridad no sin antes sufrir los mejores minutos del Sevilla, que fueron los del arranque del partido. Poco a poco llegaron las ocasiones y si el marcador no se movió antes del descanso fue porque Llorente no acertó en la boca del gol en dos ocasiones, la segunda complicada, pero la primera, de empujar.
Todo lo que falló en el primer tiempo, lo acertó el delantero nada más iniciarse la segunda parte. Fue una jugada por la banda derecha trenzada por varios rojiblancos con paciencia infinita hasta dejar a Susaeta en una posición cómoda para centrar. El inspiradísimo delantero aprovechó la ventaja para poner el balón con precisión en la cabeza de Llorente, que esta vez, no falló.
El gol tranquilizó al Athletic y apuró a un Sevilla que había querido vivir cómodo a la espera de un contragolpe determinante. Nunca llegó esa jugada. Es más, el equipo andaluz ni siquiera consiguió cobrar un remate entre los tres palos y solo pudo amagar un par de tiros lejanos y sin peligro.
Pudo y debió redondear el resultado el Athletic porque sin disponer del chaparrón de ocasiones de otros partidos, sí tuvo las suficientes como para establecer una distancia más acorde con lo que se estaba viendo en el campo. Susaeta se salió en la banda derecha y solo le faltó redondear su gran actuación con un gol que tuvo en sus botas en un par de ocasiones. Iraola llegó con facilidad a posiciones de ataque, Toquero se precipitó en un par de situaciones de ventaja, el poste cortó un remate de San José, Ibai volvió a reivindicarse como un relevo interesante y Amorebieta lució poderío aprovechando que tenía las espaldas muy bien guardadas.
Fue una lástima que la exhibición sobre el césped no tuviera su correlato en el marcador, pero lo importante es que el Athletic regresó a la Liga con mucho fútbol y, lo que es más meritorio, con una condición física que contradice todas las teorías al respecto. Perpetuum mobile, tic-tac, tic-tac, desde el primer minuto hasta el último, generando energía del sudor derramado, sudando a chorros para generar más combustible. Increíble. Espectacular.
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viernes, 6 de abril de 2012

El Athletic tuvo que emplearse a fondo
ante un Schalke que no se rindió nunca

Hay triunfos y triunfos. El éxito puede llegar de diversas maneras. Puede acontecer de una forma inesperada, por medio de un golpe de fortuna o un saber estar en el sitio adecuado en el momento preciso; mejor que medie el talento, claro, y nunca sobra la perseverancia cuando se trata de ir paso a paso hasta la meta. Si además el triunfo se cimenta en el trabajo y el que lo consigue sabe lo que le ha costado alcanzarlo, su éxito será más duradero. El Athletic ha llegado a las semifinales de la Liga Europa después de escalar los cuartos de final por la cara norte. El Schalke 04 ha sido en el conjunto de la eliminatoria un rival más competitivo que el Manchester United. No digo mejor en términos de calidad futbolística, pero sí más dispuesto a plantar cara hasta el final. El equipo de Bielsa brilló ante los de Ferguson hasta deslumbrar a toda la Europa futbolística. Contra los alemanes no hubo un fútbol tan lustroso; hubo pelea, trabajo, sacrificio, dientes apretados y, sobre todo, puntería afinada para hacer daño en el momento preciso. Si Llorente rescató al equipo en Gelsenkirchen con aquel gol que estableció la igualada cuando más dominaba el Schalke, anoche Ibai consiguió llevar el partido al descanso con empate y Susaeta volvió a igualar el marcador tres minutos después de que Raúl pusiera de nuevo a su equipo en ventaja nada más empezar el segundo tiempo. Fueron goles decisivos que cortaron de raíz las aspiraciones del conjunto alemán devolviendo la serenidad a un Athletic que se vio obligado a jugar casi siempre a contrapelo.
Algún ingenuo pensaría que la ventaja del partido de ida era definitiva y que la suerte de la eliminatoria estaba echada. Craso error cuando se tiene enfrente a un equipo alemán. Este Schalke se metió en la semifinal de la pasada Champions League ganando en el partido de ida de los cuartos en el campo del Inter por 2-5, que se dice pronto por mucho que el Inter sea el único equipo italiano capaz de protagonizar semejante disparate.
En San Mamés, el equipo de los mineros empezó a picar piedra desde el minuto uno. Con cambios significativos en la alineación, Stevens se lo jugó a todo o nada. Presionando al Athletic sobre la línea frontal de su área, los alemanes se hicieron con el balón obligando a los rojiblancos a un juego en el que nunca estuvieron cómodos.
No podían salir los rojiblancos de una forma medianamente organizada porque la pelota no les duraba en sus pies. Faltaba el que la suele mover, Iturraspe, y los rojiblancos lo acusaban porque Javi Martínez no acertaba a suplirle en ese trabajo y porque unos metros más adelante, Herrera no estaba a la altura de lo que exigía la presión de los alemanes. Está bien que un futbolista tenga una concepción lúdica de su labor, que se divierta cuando ejerce su tarea y que repudie esas teorías que emparentan el fútbol con la industria pesada. Pero hasta para divertirse hay que tener un mínimo de sentido común. Herrera les hizo dos regalos a los alemanes impropios de un partido de semejante exigencia. El primero lo solucionó Gorka desviando a corner el remate de Huntelaar. En el segundo solo pudo recoger el balón de la red. A Herrera no le dio tiempo para más porque fue sustituido a la media hora de juego. En la sala de prensa Bielsa dejó claros los motivos: estrictamente futbolísticos, vino a decir el técnico descartando la coartada de que su decisión pudiera estar motivada por las molestias físicas que arrastra el jugador.
El cambio le vino bien a un Athletic agarrotado que empezaba a preocupar a sus seguidores. El equipo recuperó una configuración que ya ha ensayado con buenos resultados: Ibai abriendo el campo por la banda izquierda y Muniain jugando por dentro, cerca de Llorente y de la media luna del área, donde hace daño con su regate. El golazo de Ibai cuando solo faltaban cuatro minutos para el descanso devolvió a San Mamés una tranquilidad que había perdido tras pasarse todo el primer tiempo viendo cómo su equipo jugaba con fuego moviendo el balón a treinta metros de su propia portería, sin la precisión quirúrgica que requería ese juego ante la presión de los alemanes y con los antecedentes de los regalos ya comentados.
Con el marcador como al principio y medio partido consumido, cualquiera hubiera apostado por un segundo tiempo más plácido. Pero calcular en esos términos habiendo alemanes por medio es una frivolidad, como se encargó de demostrar Raúl a los nueve minutos de la continuación marcando un gol perfecto de ejecución precedido de un movimiento pleno de astucia, arrancando desde atrás para llegar con toda la ventaja al borde del área. Y es que el exmadridista ya estaba ocupando para entonces una posición más retrasada para tirar de todo su equipo desde la zona de creación.
Fue una bendición el gol de Susaeta tres minutos después, ratificando la sensación de que el Athletic era capaz de crear peligro en cuanto conseguía trenzar tres pases seguidos. El problema durante muchísimos minutos fue que faltó esa hilazón.
El técnico alemán, de perdidos al río, puso sobre el campo todo lo que tenía, empezando por Farfán, mientras que Bielsa fue retocando su equipo poniendo el acento en la contención, dando entrada primero a Toquero por Llorente y más tarde a San José por Ibai, que pasó en cuestión de 44 minutos de sustituto a sustituido.
El Athletic ganó solidez y encontró algún espacio más en el centro del campo, puesto que el Schalke era un equipo partido por la mitad que ya tampoco tenía la frescura necesaria para seguir apretando como lo había hecho hasta entonces. Los leones pudieron incluso ganar el partido, pese a que los alemanes no bajaron definitivamente los brazos hasta el minuto 85, cuando comprendieron definitivamente que ya no podrían sorprender a la defensa rival, aunque lograran conectar un par de disparos desde el borde del área con cierto peligro.
Hay triunfos y triunfos. Los que estuvieron en San Mamés el día del Manchester y ayer, entienden perfectamente la diferencia. Ayer también hubo bufandas al viento, marcha de Aida e himno cantado a coro por todo el campo, y hubo hasta dedicatoria de los jugadores a los dos fondos, pero a la gente le quedó otro. El entusiasmo desbordado, el éxtasis colectivo después de tumbar al Manchester tras presenciar una obra de arte, se transformó anoche en un resoplido de alivio, un secarse el sudor de la frente con la bocamanga cuando el árbitro pitó el final.
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