jueves, 29 de enero de 2009

Cuidado con la euforia

Me da miedo la euforia. Y más cuando ésta se alimenta de una manera interesada. El Athletic ha eliminado al Sporting en cuartos y está en semifinales. Jugando muy bien, además, en El Molinón, y dando, por fin, una imagen de atrevimiento, convicción y capacidad. Perfecto. Fue una noche feliz la de Gijón. Pero seamos fríos. Eliminar al Sporting, un recién ascendido de inocencia enternecedora, en cuartos de final, no puede venderse como la hazaña del siglo, y menos comprarse; al menos por parte del aficionado sensato que ya ha visto unas cuantas cosas a lo largo de su vida rojiblanca.
Desde que se conoció el sorteo, se ha desatado en los medios una especie de competición por ver quién es más optimista, quién vende más ilusión (y quien dice ilusión dice periódicos), quien es más del Athletic, como si ser del Athletic fuera, sobre todo, ganar en un concurso de decir fantasmadas. El Athletic ha jugado casi medio centenar de semifinales de Copa a lo largo de su historia; ya sé que últimamente no las ha frecuentado, pero tampoco hace tanto de la que se perdió a los penaltis contra el Betis. Está bien la ilusión y el optimismo, porque el fútbol es así y no es malo que la gente disfrute del momento, al contrario. Pero tampoco sobra una dosis de realidad, más que nada porque las decepciones suelen ser más dolorosas en función de las expectativas que se crearon.
No quiero ser aguafiestas, y confieso que a mí también me ilusionó ver al Athletic atrevido y convencido de sus posibilidades, que fue comiéndole el terreno al rival hasta dejarle claro que era superior, bastante superior, y que el partido y la eliminatoria, tenían que ser suyos. He visto varias veces ese Athletic y ese partido en El Molinón. El campo asturiano tiene magia para los rojiblancos probablemente porque su propietario juega de una manera que le va como anillo al dedo al fútbol de los leones. El Sporting ha sido siempre un equipo alegre, que va de cara y lo confía todo en la calidad de sus futbolistas. Los asturianos han jugado siempre como un grande; cuando sus plantillas se lo han permitido... y cuando no ha tenido la calidad suficiente para hacerlo. Es su estilo y son fieles a su escuela.
Frente al Athletic, con un gol a favor a los treinta segundos, siguieron jugando al ataque, como si no hubiera pasado nada; no rehuyeron el choque a pecho descubierto ni cuando los de Caparrós les demostraron con hechos que estaban en disposición de reventar su frágil defensa. En lugar de protegerse, aceptaron el intercambio de golpes y el Athletic les machacó porque, en definitiva, es mejor equipo que el Sporting como se ha demostrado en dos de los tres partidos que ya llevan disputados esta temporada.
El despliegue enorme de Javi Martínez y Orbaiz volvió a ser la base desde donde empezó a crecer el Athletic. El desconocido (sobre todo en el primer tiempo) Iraola, tuvo su contrapunto en la otra banda, donde Koikili se agigantó hasta convertirse en un jugador crucial para terminar de desequilibrar la ya precaria verticalidad del Sporting. El trabajo de Vélez arriba minó la resistencia de una defensa excesivamente preocupada de Llorente que, sin embargo, no evitó que el delantero prolongara a placer el balón para que Gabilondo se anotara otro de sus golazos.
Precisamente el gol de Gabilondo acabó por poner en evidencia al Sporting. Quedaban apenas cuatro minutos para el descanso, pero en ese breve lapso de tiempo los asturianos ya dieron síntomas de descomposición. Balones perdidos de manera absurda, fallos defensivos que casi propician un segundo gol... Ni el paso por el vestuario les sirvió a los de Preciado para recuperar la compostura. Regresaron muy tocados, como si el hecho de que el Athletic hubiera marcado un gol significara el fin del mundo. El robo de Orbaiz en el centro del campo, la alfombra roja que le pusieron en la banda derecha y la soledad con la que David López compuso la figura para interpretar los tiempos de un remate de cabeza de libro en el área pequeña, describen a la perfección el desaguisado que estaba sufriendo para entonces el equipo asturiano. El fin del mundo llegó entonces de manera definitiva y el Athletic hizo sonar las trompetas del Apocalipsis en El Molinón. Con Yeste en el campo, el balón fue para los de Caparrós, que pudieron aumentar su ventaja en un par de ocasiones.
El Athletic brilló en Gijón pero es importante que el fogonazo no nos ciegue hasta hacernos perder la visión de la realidad. Y ésta es que todavía queda por disputar una larga semifinal ante un rival que será, sin ninguna duda, mucho más compacto que este Sporting, tan bonito cuando las cosas le salen bien, como etéreo cuando pierde el control. Sin olvidar que el sábado llega a San Mamés ese Málaga que es la revelación de la temporada y que en la Liga queda todavía mucha tela que cortar.

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lunes, 26 de enero de 2009

En Almería ocurrió lo previsible

No es un drama acabar una racha de imbatibilidad más o menos larga. Más preocupante es conceder a un rival de tu zona los seis puntos en disputa. Y mucho más todavía lo es la constatación de que la plantilla del Athletic no está siendo gestionada de la mejor manera, ni mucho menos. Una cosa es lo que se ha dado en llamar una rotación y otra lo que hizo Caparrós el domingo. Rotar la plantilla significa ir relevando a los jugadores de manera que todos aporten algo al equipo. Nunca he creído a los entrenadores que dicen que en sus plantillas no hay titulares ni suplentes, porque tal afirmación es mentira, además de una soberana tontería. En todas las plantillas hay jugadores más importantes que otros; trascendentes e irrelevantes;líderes y futbolistas de acompañamiento. Quien lo dude no tiene más que consultar con el tesorero del club o con un agente y confirmar cuánto cobran unos y otros.
Pero eso no quiere decir que un entrenador se quede con doce, trece o catorce jugadores, para utilizarlos todas las semanas, y reserve al resto para rellenar los entrenamientos. La rotación consiste precisamente en ir repartiendo el tiempo de competición entre toda la plantilla de forma que en los momentos culminantes de la temporada los jugadores más importantes estén frescos y en plenitud de condiciones.
No es éste el caso del Athletic. Caparrós ha venido tirando de los mismos hasta la extenuación, y en este caso no es una frase hecha sino la preocupante realidad. Porque algunos de los indiscutibles (llámeseles estratégicos, en el idioma de García Macua) ya han empezado a dar síntomas de estar exhaustos.
El pobre rendimiento del equipo en el partido de ida de Copa ante el Sporting y la ilusión que se ha vendido desde el club para esa competición, impulsaron a Caparrós a reservarse a la mayoría de sus habituales en el partido de Liga ante el Almería. La más o menos desahogada posición clasificatoria del Athletic permite estas alegrías... de momento.
El resultado fue el previsible, y no por culpa de los jugadores que saltaron al terreno de juego. Nadie puede pedir responsabilidades a los Toquero, Del Olmo o Etxeita, ni siquiera a Balenziaga, exiliado a la banda derecha (¿teníamos o no teníamos carencias de personal en esa banda?). Otra cosa habría que decir de los Yeste, Joseba Etxeberria o el propio Gurpegui, gente a la que se le supone con más poso como para sostener al equipo en circunstancias tan adversas como las que propició su propio entrenador.
Pero el naufragio fue colectivo y el Athletic perdió ante el Almería de una forma realmente lamentable. Una plantilla mejor gestionada, más 'rotada' de antemano, hubiera permitido construir una alineación coherente, no improvisarla como hizo Caparrós. La visión del equipo, sobre todo del medio campo para adelante, fue como para poner los pelos como escarpias al forofo más crédulo de la doctrina oficial. Si esto es lo que hay detrás de Llorente, es para echarse a temblar. Pues esto es lo que hay, ni más ni menos.
Ahora queda esperar que tirar tres puntos a la basura en Almería sirva al menos para pasar la eliminatoria en Gijón. De no ser así y en el supuesto de cosechar un fracaso en la Copa, los propagandistas tendrían un bonito reto para convencer al personal de las bondades de la actual dirección.

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viernes, 23 de enero de 2009

El Athletic sigue teniendo baraka

El Athletic sigue en estado de gracia. Los rojiblancos han mirado a los ojos a la diosa Fortuna y a ésta le ha debido de gustar lo que ha visto. Un hincha árabe del Athletic, que seguro que los hay, diría que el equipo tiene baraka, buena suerte, y ha sido esa buena suerte la que le ha concedido una segunda oportunidad en la Copa ante el Sporting.
En circunstancias normales la eliminatoria debió quedar resuelta en San Mamés a favor del equipo asturiano, que lo hizo todo en el partido y casi todo bien. Le faltó rematar el trabajo con algún gol. No lo hizo y lo puede pagar caro. El empate a cero no es tan malo para el Athletic. De momento, le valen todos los empates en El Molinón, que no es poco.
Hay partidos que se ven venir desde el primer minuto, y el de San Mamés fue uno de esos. Desde el saque inicial se vio a un Sporting muy bien situado en el campo, dispuesto a manejar el balón y sin atisbo alguno del recuerdo de su anterior paso por Bilbao, cuando cayó por tres goles y dejando una impresión lamentable. A los cinco minutos ya se había visto a ese equipo bonito, como solo puede serlo el Sporting, con gente joven, más bien de porte pequeño, pero cuidadosa con el manejo del balón, atrevida y descarada. Un Sporting que se convierte en un rival temible porque ese estilo de juego, de pase preciso y jugadita arriesgada, tiende a poner en ridículo al que está enfrente, aun sin que sea esa su intención.
El equipo de Preciado trenzaba el fútbol como quien no quiere la cosa y solo se aplicaba en plan industrial para ejercer una presión muy adelantada que ahogaba la salida del Athletic. El resto era coser y cantar, un ejercicio liviano, sin alardes técnico-artísticos tipo Barcelona, pero de una precisión y eficacia apabullantes.
Enfrente, el Athletic volvió a su peor versión, la de un grupo de voluntariosos profesionales, dispuestos a cumplir su jornada laboral con un rendimiento taiwanés. Profesionales, sí, pero no futbolistas. Los futbolistas son otra cosa; los del Sporting, por ejemplo. Con las bandas cegadas por la noche negra de Gabilondo y Susaeta, con Javi Martínez y Orbaiz llenos de agujetas tras la paliza que se dieron ante el Valencia y con un Llorente que ya empieza a dar boqueadas, el grupo de Caparrós estaba atado de pies y manos. El paso de los minutos no hizo sino confirmar la impresión inicial hasta convertir el partido en un suplicio y la propaganda oficial que vende la Copa como un logro asequible, en una teletienda donde se ve cómo se doblan con el calor las indestructibles sartenes de acero inoxidable.
El penalti que falló Llorente no puede ser tenido como excusa, ni como argumento para justificar el fiasco, entre otras razones porque ni fue penalti, ni hubiera sido justo que el Athletic se adelantara en el marcador después de pisar el área contraria una sola vez. El fallo del delantero fue, eso sí, la confirmación de que hay noches en las que uno no está para nada... de nada.
Iraizoz fue el mejor rojiblanco en el primer acto de la eliminatoria, y con eso está todo dicho. Pero queda mucho que decir en cuanto a la suerte definitiva del choque, que sigue como estaba al principio, y ni tan mal para el Athletic. Para empezar, es importante enfriar esa estúpida euforia que se había instalado en el entorno y de la que cabe un análisis más pormenorizado, porque esos entusiasmos desmedidos tienen más que ver con la propaganda oficial y la opinión publicada que con la realidad de una afición que ha visto mucho como para que ahora le vengan a vender cuentas de colores. Enfriado ese entusiasmo, queda por certificar hasta cuándo le va a durar al Athletic su estado de gracia, ese que le está permitiendo ganar de penalti en el último minuto o acabar sin encajar un gol un partido como éste ante el Sporting. Y, lo más importante de cara al futuro: hasta cuándo van a poder aguantar los leones a este ritmo y cuánto va a bajar el rendimiento general cuando bajen algunos rendimientos particulares. Esas son las preguntas que interesa responder al aficionado. Si hay o no suficientes plazas hoteleras en Valencia, lo puede saber mirando en internet.

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lunes, 19 de enero de 2009

¡Grande Athletic!

Por fin un partido de fútbol de verdad en San Mamés. Con juego, con intensidad, con fuerza, con incertidumbre, con garra... El Valencia se presentaba como un excelente calibre para medir el verdadero estado del Athletic, y los rojiblancos han dado la talla. A partir de ahora, con calma, sin echar las campanas al vuelo y con los pies en el suelo, habrá que empezar a mirar las cosas de otra manera, desde la perspectiva que ofrece la primera mitad de la clasificación, desde la altura que suponen esos once puntos que ahora mismo nos separan de los puestos de descenso. El Athletic empieza a ser el equipo fiable en el que puedes confiar; el equipo que, gane o pierda, se va del campo con la cara alta.
Confieso que ganar al Valencia no entraba ni en mis más optimistas ensoñaciones y que a medida que transcurría el segundo tiempo, junto con un vecino de localidad estaba buscando el impreso donde se pudiera firmar el empate. Y esa sensación no se me borra ni siquiera después del penalti marcado por Llorente y la explosión de euforia que se vivió en San Mamés. El resultado justo de un partido muy disputado, hubiera sido el empate. Si ganó el Athletic es porque el equipo está en una racha en la que le sale todo; no es lo más habitual que te piten un penalti a favor en el último minuto, por muy claro que sea, y en una jugada en la que el delantero ha conseguido rematar.
Y si apostaba por el empate durante todo el segundo tiempo fue porque durante todo ese periodo el Valencia fue superior, se hizo con el balón y con el dominio territorial, y tuvo varias ocasiones, incluidos un tiro al larguero y un fallo de Ocio, que regaló un balón en el área, para adelantarse por tercera vez en el marcador. Hubo suerte y el Athletic, que empezaba a acusar el fuerte ritmo de la primera parte, y se desconfiguraba como un ordenador barato a medida que Caparrós cambiaba a los más cansados, aguantó la igualada en el marcador a base de casta y apretar los dientes. Luego, a última hora, llegó ese penalti decisivo, mérito de unos leones que encontraron fuerza para llegar al área rival en un par de arreones agónicos.
Fue mucho mejor el fútbol del Athletic antes del descanso, cuando con David López y Gabilondo en plenitud y un Orbaiz todavía fresco, pudo trenzar un juego coherente buscando las bandas como alternativa al pelotazo largo sobre Llorente y Vélez. Cuando todo el equipo, salvo los dos centrales, rayó a gran altura. Porque ese es el único secreto de este Athletic resucitado: que hay un buen numero de futbolistas que están atravesando su mejor momento de forma y de juego. Sacar partido de ese estado de gracia individual es la gran virtud del equipo como grupo. Las limitaciones técnicas de algunos quedan así diluidas en la corriente favorable y se nota menos el escaso nivel de más de uno con la pelota en los pies. Digamos que el Athletic ha sido siempre así, una mezcla de coraje, torpeza voluntariosa y excelentes futbolistas. Cuando cada elemento aparece en la mezcla en su justo porcentaje, el resultado es tan explosivo como éste que estamos disfrutando desde diciembre. Ahora se trata de mantener las proporciones estables; que la calidad de David López o Iraola, combine con la casta de Koikili y con la voluntad y el trabajo a destajo de Vélez; que la finura de Orbaiz ponga contrapunto al despliegue a veces hasta excesivo de Javi Martínez y que la sutileza de Gabilondo siga sirviendo gasolina al depredador Llorente. Y, mientras tanto, que podamos seguir disfrutando cada domingo de sensaciones que habíamos olvidado por la falta de costumbre: ambición, orgullo, alegría, rabia, euforia...éxtasis de la mano de un gran Athletic.

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viernes, 16 de enero de 2009

Más fácil de lo esperado

Si Osasuna llegó a Bilbao con alguna duda respecto a cuál debía ser su actitud en el partido, Gabilondo se la despejó en cinco minutos. Cualquier especulación sobre el interés de los navarros por la Copa quedó aclarada en ese escaso lapso de tiempo. El equipo rojillo, plagado de suplentes, se entregó sin condiciones a un Athletic que, esta vez sí, plasmó sobre el terreno de juego todas las buenas intenciones que su técnico y jugadores suelen presentar en la sala de prensa. A los diecisiete minutos, un remate de Vélez se encontró con un rebote afortunado que llevó el balón a la red de Ricardo. Se acabó. La salida espectacular del Athletic obtuvo el premio deseado y el partido y la eliminatoria murieron a pesar de que todavía restaba más de una hora.
Fue mucho más fácil de lo que hacían presumir el buen resultado del partido de ida y la situación clasificatoria de Osasuna en la Liga. A pesar de las declaraciones en sentido opuesto de Camacho a lo largo de la semana, había un convencimiento general de que San Mamés vería a un Osasuna menor. Lo que nadie calculaba era que el equipo rojillo fuera tan pequeño; más incluso que el que vimos en la Liga, cuando también cayó por el mismo resultado y planteando similar oposición.
Al Athletic sólo cabría reprocharle ese exceso de cálculo tan del gusto de Caparrós. A punto estuvo de pagarlo muy caro pero, afortunadamente, Portillo falló un penalti que hubiera metido a Osasuna en la eliminatoria con media hora de partido por delante, cuando éste había entrado en una dinámica tontorrona en la que el Athletic especulaba descaradamente con el marcador y el reloj, y Osasuna trataba de adecentar su imagen con los cambios introducidos por Camacho. Se ha dicho una y mil veces que el Athletic no sabe especular, y se ha dicho porque es cierto. Los rojiblancos mostraron su mejor perfil en los primeros minutos, cuando miraron de frente a la portería contraria, se hicieron con todos los rebotes y ganaron todos los choques. Entonces encandilaron a sus seguidores. Luego, cuando miraron al reloj, aburrieron y, en algún momento, hasta preocuparon. Cualquiera sabe por dónde se hubiera ido el partido si Portillo acierta con el penalti. Y esa sombra de duda, esa inquietud que recorrió San Mamés mientras el delantero colocaba el balón en los once metros, no se la merecían ni un Athletic que fue inmensamente superior, ni una afición que reclama su derecho a soñar. Fue una sombra que deslució un tanto el brillo del primer tiempo.
Esa sombra plantea además una duda sobre la profundidad del banquillo rojiblanco. Caparrós ha dado con una alineación tipo que combina a partir de trece o catorce nombres. Y esos son muy pocos para encarar la exigencia de dos competiciones. Es necesario que el técnico de minutos a jugadores alternativos que permitan un respiro a los titulares y se reivindiquen ellos mismos como candidatos al equipo inicial. Pero precisamente su escaso rodaje provoca que el equipo se resienta cuando saltan al césped. Gente como Gurpegui necesita minutos para ser alternativas fiables, pero esos minutos no deben constituir un riesgo para el equipo. Bonito problema cuya resolución medirá la verdadera capacidad del cuerpo técnico. Mientras tanto, a pensar en cómo hincarle el diente al Valencia el domingo. Un partido que será un inmejorable calibre para medir las posibilidades reales del Athletic. Emery y los suyos nos dirán si esto que vivimos es solo una racha de viento a favor, o tenemos algo más sólido por lo que merezca la pena ilusionarse.

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martes, 13 de enero de 2009

Javi Casas, cedido al Córdoba

Lo adelantó ETB el lunes y hoy lo confirman todos los medios, incluida la web oficial del club, que le dedica a la noticia exactamente dos líneas: Javi Casas jugará en el Córdoba como cedido hasta el final de la temporada. Ahora queda por escuchar la explicación de Caparrós y se agradecería que fuera en términos concisos y comprensibles, eludiendo cualquier demagogia o halago de oídos interesados.
Creo que a Casas le vendrá bien esta estancia en Córdoba puesto que al menos disfrutará de partidos para seguir creyendo que es un jugador de fútbol y no un mueble al que han utilizado a su antojo. Recordemos: sin número toda la temporada pasada, titular el primer partido de este curso y nueve minutos en el Bernabéu como segunda y última oportunidad esta campaña. Después nada. El ostracismo más absoluto y el olvido hasta por parte de los medios.
Quiero suponer que la decisión de ceder a Casas al Córdoba venía madurada de antes y que el anuncio de su cesión después del buen partido de Koikili en el Manzanares obedece a la casualidad. Por cierto, que Koikili tuvo que apechugar con la titularidad en un campo tan complicado como el madrileño, después de una temporada prácticamente en blanco, cuando el año pasado fue el dueño de la posición por encima del repescado Del Horno. Si añadimos el nombre de Balenziaga, el mero repaso a la nómina de laterales izquierdos y su aleatoria utilización en las dos últimas temporadas, nos sitúa ante un panorama por lo menos desconcertante que no dice mucho en favor de la coherencia del cuerpo técnico rojiblanco.
Al margen de su calidad o de sus condiciones para jugar en el primer equipo, Casas ha recibido un trato impropio en un club como el Athletic. Su carrera en el primer equipo ha sido más una peripecia que una trayectoria y si ningún futbolista profesional merece semejante trato, menos un chaval de la cantera de Lezama y en el Athletic. Al jugador le queda el consuelo de que en Córdoba va a jugar y que es improbable que le vayan a tratar peor que en casa.

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domingo, 11 de enero de 2009

Una victoria brillante

Lástima de gol a última hora de Forlán. Un 1-3 hubiera estado más de acuerdo con la estética del partido que el 2-3 que figura ahora en todas las tablas. Lástima, porque la brillante victoria que firmó el Athletic merecía un marcador más rotundo que esa ventaja mínima. Pero lo que cuenta es la victoria al fin y al cabo, y gol arriba, gol abajo, los rojiblancos se trajeron tres puntos que valen su peso en oro, por el momento, por el escenario y, por qué no decirlo, por lo inesperado.
Probablemente, en Madrid achacarán la responsabilidad del éxito de los leones a la crisis de los colchoneros y en parte no les faltará razón. Las miserias del equipo de Aguirre son conocidas en todo el planeta fútbol y Caparrós diseñó el partido perfecto para explotarlas a su favor, con el añadido de que los jugadores ejecutaron lo previsto con la precisión de un reloj. Lo que no se acaba de entender es la obcecación del Atlético de Madrid para hundirse en sus propias miserias. Si tienes tantos problemas para sacar el balón jugado desde atrás, lo más lógico es que intentes jugarlo en largo. Al fin y al cabo, el Atlético tiene arriba calidad suficiente para recoger un pase al pie o cazar un balón suelto.
Pero los de Aguirre se empeñaron en salir tocando desde atrás para felicidad de un Athletic que ejecutó la presión arriba con una organización inusitada. Empezaban Vélez y Llorente (así nació el segundo gol), y Susaeta y David López cerraban las bandas, mientras Javi Martínez y Orbaiz levantaban un muro que riase usted del que han construido los israelíes.
El Athletic empezó el partido con muy buena pinta y ni siquiera la desgracia de encajar un gol de auténtica mala fotruna en el único remate a su portería de todo el primer tiempo, alteró su ánimo. Se lo tenían muy creido los leones y no renunciaron al plan previsto. Siguieron jugando como si no hubiera ocurrido nada, y eso que el partido se puso en las peores condiciones para ellos, con un Atlético que, a favor de marcador, podía jugar al contrataque. Ni así. El Athletic se hizo con el balón y con el espacio y solo la falta de pegada le impidió empatar antes. Afortundamente, Koikili acertó a ultimisima hora y consiguió llevar el partido al descanso tal y como había empezado: con empate en el marcador pero con dos equipos de talantes opuestos.
El deprimido Atlético de Madrid se quedó al borde del suicidio cuando Llorente adelantó a su equipo tras un robo de balón en la banda en el enésimo fallo de la defensa colchonera. A partir de ese momento, y quedaba todo el segundo tiempo por delante, el equipo local desahogó su frustración por la vía del matonismo. Pasan presidentes, pasan jugadores y pasan entrenadores, pero el Atlético tiene marcada en su código genético esa inclinación por la violencia. El aficionado más lego puede citar de memoria una docena de ilustres killers que han vestido la camiseta colchonera en los últimos veinte años o treinta años. Hasta aquellos llamados a jugar al fútbol parecen contagiarse cuando firman por el club del Manzanares, como ayer demostró el yerno de Maradona con su alevoso pisotón al tobillo de Iraola así, como quien no quiere la cosa. Afortunadamente para el Athletic, el árbitro, Muñiz Fernández no le perdió la cara al partido y lo mantuvo en un cauce más o menos normal a base de tarjetas amarillas y una expulsión, la de Maniche, a quien bien pudo seguir algún otro compañero.
Los de Caparrós fueron a la suyo y Gabilondo, que acababa de salir para sustituir a David López, en una de esas apariciones que suele tener de vez en cuando, se marcó la jugada del partido para servir en bandeja el gol a Llorente quien, por cierto, aseguró el remate franco con la solvencia de un goleador en racha.
Muerto el partido con ese tercer gol, y en superioridad numérica, a los leones les bastó con capear el temporal de patadas y seguir con la presión para mantener al balón y al rival en su propio campo, mucho más cerca de Leo Franco que de Iraizoz.
Qué diferencia con lo que tuvimos que soportar hace apenas cuatro días ante Osasuna, y qué demostración de la igualdad existente en este campeonato. El Athletic, que venía de empatar de mala manera y a duras penas con dos equipos que ocupan puestos de descenso, como Osasuna y Espanyol, bailó, y pudo golear a placer a un rival que está y aspira a volver a la Champions League.
Cuesta refrenar la euforia después de ver un partido como el del Calderón y el mejor antídoto es precisamente el recuerdo del encuentro de Copa. Pero un equipo con la solvencia y la seguridad que tuvo el Athletic ante el Atlético debe empezar a pensar que por ese camino se llega al éxito. Sin rifar el balón, con disciplina táctica, aplicación y confianza en las posibilidades propias. ¿Habrán aprendido la lección?. El jueves tendremos el primer test.

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viernes, 9 de enero de 2009

Llorente salva los muebles a última hora

Un Llorente que apenas dio una a derechas durante todo el partido, acabó salvando los muebles en el último suspiro y poniendo de cara una eliminatoria que se había puesto de cara para Osasuna con el gol de Pandiani. La diferencia entre regresar con un 1-0 o con este empate a uno, es como de la noche al día. La eliminatoria, que estaba congelada para el Athletic, adquirió temperatura caribeña gracias a ese oportuno gol del delantero, que recogió un rechace corto de Ricardo a remate de Toquero. Por segunda vez consecutiva, el recién llegado estuvo en la cocina del gol. No está mal para un delantero que, de momento, parece una segunda versión de Vélez con menos pelo.
El gol de Llorente fue lo mejor de una noche de fútbol que no se pareció ni por asomo a una noche copera. Menos tensión sobre el césped que gente en las gradas, apatía del equipo local y conservadurismo visitante. Nada de nada, por lo tanto. El Athletic, con Javi Martínez y Gurpegui en la sala de máquinas, no tuvo fluidez ni ideas para manejar el balón con un mínimo criterio hasta los dominios de Vélez y Llorente. Este último, anulado por Sergio, un tipo que jugó con camiseta de manga corta, no fue ni la sombra del delantero dominador que necesita su equipo. Los de Caparrós encontraron en Susaeta la única solución para armar su juego de ataque. El de Eibar está con ganas de reivindicarse y al igual que contra el Espanyol, fue de lo poco destacado de su equipo.
Para los que se quejaban de la actuación arbitral del domingo en San Mamés, queda el penalti del que fue objeto precisamente Susaeta en los primeros compases del partido, un penalti de libro, de los que deben poner en vídeo en los cursos para árbitros de infantiles, una zancadilla de esas que se ven venir desde que el delantero amaga por dónde va a tirar el regate, porque el defensa en su torpeza, ya le ha enseñado la patita. Pues nada, Alvarez Izquierdo imperturbable, ordenó seguir el juego. Quizá pensó que con pitar aquel penalti a Llorente en el Bernabéu ya ha cumplido con creces su cupo de favores arbitrales ordenados por Villar para favorecer al Athletic. La verdad es que el colegiado no tendrá otra oportunidad como la de ayer para quedar bien con el presidente.
Si el primer tiempo del Athletic fue malo, el segundo fue peor. Osasuna, que había empezado el partido con la cabeza en otro sitio, se centró y regresó del vestuario dispuesto a aprovechar la abulia del rival. Los rojillos se hicieron con el balón y con el espacio para llevar el partido al área de Iraizoz. Como los de Camacho tampoco están como para tirar cohetes, el partido siguió enfilado al empate a cero, y hasta pudo adelantarse el Athletic en su única llegada si Iraola acierta con un cabezazo franco. Pero ocurrió lo contrario. Pandiani, que había sustituido a Ezquerro, cazó un balón que quedó suelto en el área pequeña tras una disputa por alto un tanto blanda de Etxeita, sustituto de Ocio en el tramo final, y llevó el balón a la red entre Iraizoz y Balenziaga.
No hubiera sido justo que el Athletic perdiera el partido, aunque se lo hubiera merecido como castigo a su falta de personalidad para imponerse a un rival que no tenía ninguna gana de disputar la eliminatoria. Por suerte, en la última jugada llegó Llorente al rescate para dar la vuelta a la historia. De la catástrofe al éxito en un segundo afortunado. Así es la Copa.

A propósito de los árbitros y las camisetas


En dos partidos anteriores los árbitros han obligado a Iraizoz a quitarse una camiseta interior cuyas mangas negras, largas hasta las muñecas, sobresalían bajo las mangas cortas de su jersey azul de juego. Se han puesto los árbitros de un puntilloso con los colores que cualquiera diría que sufren daltonismo. Entre sus problemas para distinguir las camisetas, y el afán de los clubes por mejorar sus datos de merchandising, rara es la temporada en la que los equipos no jueguen casi la mitad de sus partidos con su segundo o tercer uniforme. Sin ir más lejos, el Athletic, que ha jugado toda la vida en el Sadar con su equipaje rojiblanco, vistió ayer camiseta azul y pantalón blanco... el mismo color de camiseta que utilizó Iraizoz sin que el árbitro dijera esta boca es mía.
Caben varias preguntas, con algunas respuestas. ¿A quién se le ha ocurrido una equipación en la que las camisetas de los jugadores y la del portero sean prácticamente del mismo color?. Probablemente a nadie en concreto. Los porteros tienen entre sus prerrogativas la elección de su uniforme, así que Iraizoz elegiría el suyo sin preocuparse de pensar en cómo vestían sus compañeros y sin que nadie, de los muchos que rodean al equipo, le dijera nada al respecto. ¿Qué hubiera pasado si el árbitro le exige que se cambie? Pues otro numerito sobre el césped y la evidencia de que alguien en el Athletic había hecho mal las cosas. ¿Por qué le permitió el árbitro vestir el mismo color cuando en dos ocasiones anteriores le llamaron la atención por las mangas?. Pues por la misma razón por la que no pitó el penalti sobre Susaeta. Son árbitros. Qué le vamos a hacer.

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domingo, 4 de enero de 2009

La calidad nunca está de sobra

Un golazo de Iraola en un gesto de calidad técnica y atrevimiento, le valió al Athletic para rescatar un punto y cerrar su primer partido del año dando la impresión de que pudo ganar el partido, o al menos, eso entendieron buena parte de los aficionados que casi llenaron San Mamés.
La calidad nunca está de sobra y mucho menos en este Athletic condenado por su entrenador a un fútbol tan industrial como previsible. Los únicos momentos de fútbol, entendido como tal el deporte de mover una pelota entre varios compañeros con intención de superar a un rival, los puso la pareja Iraola-Susaeta en la banda derecha. El resto fue un ejercicio más de tozudez que de voluntad, de juego presuntamente directo, y digo presunto porque el fútbol directo es otra cosa bien distinta que meter pelotazos sobre las dos torres más adelantadas, que de juego medianamente coherente.
El Athletic, que tantas esperanzas había despertado sobre todo a raíz de su victoria ante el Betis, volvió a ser el mismo equipo monótono que tan mal se lo hizo pasar a su afición hasta el mes de diciembre. El Espanyol de Mané, que sin Tamudo es un equipo plano como el paisaje del Sahara, pudo llevarse los tres puntos de San Mamés sin hacer otra cosa que explotar la debilidad defensiva del Athletic para resolver un corner cerrado al primer palo, y romper el ritmo del partido a base de parones, faltas y periquitos caídos sobre el césped como fulminados por un rayo. El equipo catalán dejó claras las razones por las que se encuentra donde se encuentra; el Athletic volvió a evidenciar las enormes dificultades que tiene en San Mamés para abrir a un rival medianamente organizado atrás.
Y eso que prácticamente en el primera jugada, Yeste se plantó solo al borde el área para rematar fuera. Luego, la compenetración de Iraola y Susaeta en la banda derecha, pareció que podía bastar para romper la defensa planteada por Mané. Craso error. Sin saber muy bien ni cómo ni porqué, el Espanyol se hizo con el balón y por ende, con el dominio del partido. Con Yeste aislado en la banda izquierda, y con la pareja Llorente-Vélez oscurecida por la falta de suministro y por su propia torpeza, el Athletic acabó maniatado. La labor de Orbaiz no bastaba para mantener un fútbol fluido y Javi Martínez no despertó hasta el segundo tiempo.
Como cuando las cosas van mal siempre pueden empeorar, llegó el gol del Espanyol en un fallo de los centrales y el portero rojiblanco que no supieron atajar un corner sacado al primer palo. La cosa no fue casual. Otras dos veces repitió jugada el Espanyol y otras tantas corrió el Athletic un riesgo cierto de encajar un gol. En pleno desconcierto, Iraizoz evitó en dos ocasiones que el Athletic llegara al descanso con una avería más seria en el marcador.
El segundo tiempo tuvo incluso menos fútbol, que ya es decir. Etxeberria entró por Yeste sin aportar nada nuevo; Toquero, la última esperanza blanca ocupó el puesto de Vélez para que el respetable se vaya haciendo una idea y Del Olmo reflexione sobre su futuro, y finalmente Gurpegi tuvo que sustituir al lesionado Orbaiz, la peor noticia de la tarde.
Afortunadamente para el Athletic, en medio de la oscuridad surgió de pronto el fogonazo de Iraola, que resultó cegador para el Espanyol. Su gol sirvió para salvar un punto, que no es poca cosa empatar cuando vas perdiendo, y para que San Mamés viviera con ilusión renovada los últimos minutos olvidando el pestiño que había soportado durante más de una hora. Mal asunto éste de dejarse obnubilar por las apariencias, pero en esas estamos: hablando de las posibilidades del Athletic en la Copa minutos después de desnudarse ante uno de los equipos en zona de descenso. Está visto que en la casa rojiblanca son muchos los que todavía creen en los Reyes Magos.

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