jueves, 29 de diciembre de 2011

Medio año con Bielsa (y3)
El trabajo silencioso

Una cosa comparte el entrenador del primer equipo del Athletic con su presidente: su desapego para con los medios de comunicación. Si Marcelo Bielsa no concede entrevistas personales, Josu Urrutia, tampoco. Era conocida la política de comunicación del técnico, quien la justifica en la conveniencia de mantener la igualdad de trato con toda la prensa, independientemente de su influencia, audiencia o tamaño. No tiene inconveniente en extenderse todo lo que sea preciso en las ruedas de prensa, pero alcanzar la oportunidad de mantener una conversación personal es tarea prácticamente imposible, y no solo en el formato de formal entrevista previamente concertada, sino tampoco en la charla casual y relajada en las horas muertas de la sala de espera de un aeropuerto o en el hall del hotel. Bielsa rehuye todo contacto con los medios de comunicación, lo que le dota de una aureola de misterio que engrandece el personaje. Con él no existen esos of the records tan valiosos para el periodista; o al menos no existen en Bilbao. Un repaso a la literatura que ha producido el desempeño profesional del técnico en otras latitudes, desvela un compendio de frases, pensamientos expresados en voz alta, o sentencias que van describiendo su personalidad. En medio año de comparecencias en Lezama y San Mamés, el periodismo local no ha conseguido sacarle una de esas frases que pasan a la posteridad, no se sabe si por impericia de los profesionales, porque Bielsa ha reforzado su hermetismo o porque, sencillamente, no ha ocurrido nada especialmente interesante que merezca una reflexión profunda.
Marcelo Bielsa trabaja en silencio, aunque no se pueda tomar la frase en su literalidad si se ha asistido a alguna de sus sesiones de entrenamiento. Lo hace en equipo o, mejor dicho, dirigiendo un equipo que en el Athletic forman los ayudantes que han venido con él y algunos técnicos de la casa, encargados fundamentamente del análisis de los rivales. Bielsa dirige su equipo de trabajo organizado en escalafón, y lo mismo aplica a su relación cotidiana con los jugadores, tarea que delega en uno de sus colaboradores.
Pero que Marcelo Bielsa guarde silencio ante la opinión pública no quiere decir que no haya expresado sus ideas. Lo hace a través del equipo que dirige. No hay dudas acerca del fútbol que le gusta, ni sobre lo que opina de los jugadores a sus órdenes. En este sentido, su ideario futbolístico es de una trasparencia cristalina. Y lo mejor es que se ha adaptado como un guante a la tradición del Athletic, un equipo que siempre se ha caracterizado por su valentía, expresada en un fútbol directo, enfocado siempre hacía la portería contraria.
Es curioso cómo los detractores de Bielsa le acusaron de tratar de imponer un juego de toque, elaborado, de inspiración sudamericana, émulo del célebre tiqui-taca del Barcelona. Esa acusación de traición a las esencias rojiblancas, se cae por su propio peso a la vista del juego del Athletic, cuando no cuestiona muy seriamente los conocimientos futbolísticos de quienes la esgrimen, cuya miopia, interesada o involuntaria, les hace ver la imagen distorsionada de un Athletic enfangado en un fútbol de patadón, como si ese fuera el estilo histórico del equipo de San Mamés. Distorsión que ha alcanzado niveles de caricatura los últimos años, en los que por citar algunos nombres propios, se ha entronizado a Toquero como prototipo de jugador del Athletic, olvidando a los Panizo, Gainza, Artetxe, Uriarte, Rojo, Sarabia, Argote y tantos otros que hicieron de la técnica individual y del movimiento preciso del balón su seña de identidad.
El fútbol del Athletic de Bielsa se parece mucho más al del Athletic de toda la vida que al del Barcelona. El equipo quiere robar el balón con una presión adelantada y llegar al área contraria cuanto antes. Lo intenta por dentro, a base de toques y paredes, pero también por fuera, donde los laterales asumen el papel de los extremos tradicionales. Se trata de un estilo que requiere un desempeño físico nada desdeñable y un sentido colectivo del juego que ha sido permanente seña de identidad del Athletic, un club y un equipo donde el grupo ha prevalecido siempre sobre lo individual.
También en Ibaigane reina el silencio desde que Josu Urrutia ocupa el despacho principal del palacete. Su campaña electoral ya fue atípica, con una presencia muy tasada en los medios. Si como candidato Urrutia habló solo lo justo, no puede sorprender que una vez alcanzado el sillón presidencial se mantenga fiel a esa política de comunicación. Como el entrenador, la presencia del presidente en los medios se circunscribe a las ruedas de prensa que convoca con regularidad, una al mes, en Ibaigane. Es verdad que Urrutia es más accesible en el plano informal, pero tampoco se conocen grandes declaraciones suyas en un aeropuerto, en la entrega de un premio o en una gala, actos a los que tiene que asistir en su condición de máximo responsable del club y en los que nunca se ha visto al entrenador. En los primeros tiempos en Ibaigane su equipo de comunicación justificó el silencio en el desconocimiento de las interioridades del club y emplazó a los medios a esperar un tiempo prudencial para solicitar entrevistas personales. O ese tiempo no se considera transcurrido todavía, o la costumbre ha relajado la exigencia de los media.
El silencio de Urrutia molesta más a los medios que el de Bielsa, o al menos eso dejan entrever quienes censuran velada o directamente, la distancia del presidente. Cosa discutible teniendo en cuenta que el club dispone hoy en día de más herramientas propias que nunca para hacer llegar su mensaje a socios y aficionados. Es comprensible que los medios añoren a los presidentes dicharacheros, dispuestos a conceder entrevistas hasta a radiotaxi, pero no por hablar menos un presidente es más lejano a la masa social. Puede extrañar, eso sí, que quien como futbolista fuera uno de los que tenía un discurso más estructurado, se refugie como presidente en el silencio.
Pero hablamos de política de comunicación en su globalidad. Y es que si el entrenador y el presidente guardan silencio, la actual directiva del Athletic es algo así como la directiva invisible. Ni un desliz, ni una salida de tono, ni una contradicción, se pueden encontrar en la actual junta en su primer medio año de mandato, circunstancia que roza lo milagroso en un mundillo tan proclive a la confidencia y al compadreo y en el que nunca faltan ojos y oídos ávidos de captar el más nimio detalle para convertirlo en noticia de alcance.
Aunque hace falta al menos un ejercicio completo para analizar el trabajo de una directiva, no cabe duda de que los actuales mandatarios del Athletic están intentando sentar las bases de la recuperación del estilo prometida en las elecciones, también en la gestión diaria del club. Paulatinamente el Athletic está volviendo a ser aquella institución en la que nunca pasaba nada, y en la que la discreción, y hasta el hermetismo, eran las señas de identidad de dirigentes y empleados. Todo aquello saltó por los aires mediada la década de los ochenta, cuando el Athletic se convirtió en la casa de tócame Roque, situación que, con altibajos, se ha mantenido prácticamente hasta ahora. Un repaso a los periódicos de las dos últimas décadas da para un compendio de declaraciones, contradeclaraciones, dimisiones y cambios de bando entre los miembros de la clase dirigente del club. De momento, la junta actual está pasando con excelente nota ese examen. Ni el más avezado socio del Athletic sería capaz ahora mismo de recitar los nombres de seis directivos. Y eso que la actual dirección rojiblanca está siendo la menos presidencialista de las conocidas en la era moderna del club, como se pudo comprobar en el transcurso de su primera asamblea de compromisarios, solventada, por cierto, con una suficiencia que no auguraban algunas predicciones tan apocalípticas como disparatadas.
Medio año no es tiempo suficiente para extraer demasiadas conclusiones, aunque sí para apreciar tendencias. Es verdad que los primeros meses fueron bastante complicados para los recién llegados mandatarios, pero seguro que por desgracia, el fútbol les reserva momentos más ingratos que pondrán a prueba los valores que, hasta ahora, están exhibiendo. De momento, se agradece el silencio.
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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Medio año con Bielsa (2)
El orgullo recuperado

En el plano estrictamente deportivo, estos seis meses han bastado para comprobar la profunda evolución del juego del Athletic. Posesión, presencia en campo contrario y protagonismo, fueron las premisas que preconizó el técnico cuando llegó a Bilbao con algunos días de retraso, por cierto, sobre el calendario de pretemporada previsto. Sus ayudantes ya habían dirigido algunas sesiones de trabajo antes de que aquella imagen de la vidoconferencia se materializara en Lezama.
El importante recorte de la plantilla que exigió el entrenador a la junta directiva, alimentó las dudas y los temores, algunos infundados, muchos interesados, entre la afición. El climax de la desconfianza llegó con la salida de Orbaiz, todo un referente, que dejaba huérfano el centro del campo, al menos a primera vista. Otros experimentos como la alineación de Gurpegui como lateral derecho y la relegación de Iraola al banquillo de los suplentes, añadieron armas dialécticas a quienes no terminaban de aceptar el veredicto de las urnas. En el mes agosto se habló de turrón en Bilbao.
Los primeros resultados tampoco ayudaron al entrenador en la propagación de su mensaje. Empezar empatando en casa contra el recién ascendido Rayo Vallecano arrojó más niebla a un verano que resultó soleado en algunos amistosos, aunque transcurriera bajo una perpetua amenaza de tormenta. El estreno europeo tampoco había resultado afortunado, con aquel empate sin goles ante el Trabzonsport en un partido cuya lectura más desapasionada desvelaba que el Athletic había hecho méritos para ganar por goleada.
El silencio de Bielsa tampoco colaboró entonces a remansar las aguas. El mundo rojiblanco caminaba con paso firme hacia una nueva escisión entre los partidarios del cambio y los que se aferraban al pasado. Fueron unos momentos delicados los que vivió el Athletic a lo largo de todo el mes de septiembre, aunque el ruido no llegó a atravesar nunca las paredes de San Mamés, ni siquiera cuando en la quinta jornada el Villarreal empató en la catedral ante un Athletic que seguía sin conocer la victoria en la Liga.
Había ruido en los mentideros y en algunos medios de comunicación, sobre todo del ámbito audiovisual, pero sonaba tan interesado y artificial, que el grueso de la afición rojiblanca supo permanecer en un silencio expectante. La actitud de la afición tuvo mucho que ver con un ejercicio de memoria y esperanza. Memoria para recordar crisis pasadas, artificialmente alimentadas, que acabaron en desastre (Irureta, en el recuerdo) y esperanza basada en la percepción de que algo muy profundo estaba cambiando en el equipo. Los marcadores fallidos no hacían justicia al juego que desplegaban los leones, cada vez más armonioso y espectacular, desmintiendo a aquellos que sostenían que los futbolistas del Athletic no podían jugar a otra cosa que al patadón. Lo que al principio pareció una propensión al suicido, con un equipo volcado en ataque que dejaba desguarnecida a la defensa propia, se desveló como un estilo de juego perfeccionable, que tendría que acabar dando resultados. La victoria en Bratislava, 1-2, primera de aquel angustioso septiembre, tuvo una oportuna ratificación cuando el calendario estaba a punto de perder una nueva hoja, con el triunfo en San Mamés ante el PSG, el rival de referencia en el grupo europeo. Los marcadores ratificaban, por fin, el buen fútbol del Athletic, y la afición comprobaba satisfecha que las palabras de Bielsa, no eran un brindis al sol.
El Athletic tenía el balón y el protagonismo en todos los partidos, fuera quien fuera el rival y el escenario. La victoria en Anoeta cambió el gesto hasta de los más pesimistas, y la goleada sobre Osasuna devolvió por fin la sonrisa a los asistentes a San Mamés, que ahora iban por fin al campo a disfrutar.
La exhibición de ambición del equipo en Valencia y la constante sensación de superioridad que exhibía en todos los partidos convencieron a los más descreídos. El estilo de Bielsa alcanzó su cénit en los partidos ante el Barcelona y el Sevilla. El nuevo estilo del Athletic trascendió los limites del entorno natural rojiblanco y su fama alcanzó incluso a aquellos para los que el fútbol no existe más allá de Madrid y Barcelona. Ahora, al equipo no solo se le pide ganar sino jugar bien y divertir; todo lo que no sea cumplir con tan ambiciosas espectativas se considera una decepción.
Los futbolistas han interiorizado el nuevo estilo con rapidez, demostrando y, lo que es más importante, demostrándose a sí mismos, que son mejores que lo que les decían desde todos los ámbitos. La polivalencia de bastantes de ellos, un aspecto capital en el modus operandi de Bielsa, le permite al entrenador alterar la fisonomía del equipo cambiando de posición a un par de hombres, o con apenas algún relevo. Son aspectos suficientemente comentados y hasta discutidos (como la posición de Javi Martínez) sobre los que no merece mucho la pena insistir. El técnico ha dado tantas muestras de ductilidad como de obstinación en sus decisiones. Hace falta más tiempo, al menos una temporada completa, antes de poner el foco en estos aspectos y en otros como el coste físico que supone disponer de un grupo muy reducido, sometido a una enorme exigencia en cada partido.
En el orden estrictamente resultadista, el balance no puede ser tan positivo. En los veintinco partidos oficiales disputados hasta la fecha, el Athletic ha ganado once, ha empatado nueve y ha perdido cinco. Pero hay que leer con cuidado esos números puesto que son las cifras de la competición europea las que adecentan la estadística general. Si nos circunscribimos a la Liga, el balance es más modesto: cinco victorias, cuatro derrotas y siete empates. Unos números que, en cualquier caso, no hacen justicia al juego desplegado por el Athletic. Las cuatro victorias, dos empates y una derrota en Europa, y los dos triunfos en la Copa, reflejan mejor el desempeño del equipo sobre el terreno de juego. La falta de acierto en el área contraria, la ausencia de un killer al uso, constituye la principal carencia de un equipo que produce juego y ocasiones como para golear en cada partido. La repetida sensación al término de cada partido, de que el Athletic ha merecido más, describe la realidad de este grupo de futbolistas.
Puede afirmarse que el Athletic de Bielsa ha tenido más fútbol que marcadores favorables en estos seis meses, lo que no añade mucho en la eterna discusión entre los resultadistas y sus opositores. La aportación del técnico argentino atañe a aspectos más profundos que el mero juego o los resultados. Al margen de que el equipo juegue mejor o peor, gane o pierda, lo trascendente del cambio radica en la recuperación del orgullo, que se traduce en el respeto reverencial que manifiestan todos los visitantes de San Mamés, que no dudan en plantar un cerrojo en su propia área, y en el descaro con el que el Athletic se desenvuelve cuando actúa como visitante, vaya a donde vaya. Esta recuperación el orgullo, ese sentirse y comportarse como un grande que trasluce el equipo, es lo que más agradece el aficionado que ha sufrido tantos años de penurias y sentimiento de inferioridad alimentado muchas veces desde el propio club. Es la prometida recuperación del estilo.
El aficionado agradece además que Bielsa cumpla con la palabra empeñada a su llegada. El Athletic quiere el balón, quiere jugar en campo contrario y quiere ser el protagonista. A estas alturas, después de veinticinco partidos, ya nadie duda de ello.
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martes, 27 de diciembre de 2011

Medio año con Bielsa (1)
La promesa de un cambio de estilo

Han pasado casi seis meses desde que se produjo el cambio en el puente de mando del Athletic. El día de San Fermín, los socios eligieron a Josu Urrutia como presidente, con un respaldo masivo en las urnas. Con Urrutia llegaba al banquillo Marcelo Bielsa, un técnico del que la mayoría de la masa social rojiblanca apenas tenía referencias. En la otra esquina del ring electoral, Fernando García Macua y Joaquín Caparrós, presidente y entrenador durante los cuatro años anteriores, aparecían como derrotados, si bien hay que recordar que García Macua sumó más apoyos que cuando se proclamó presidente. El triunfo de Urrutia, con más votos que ningún otro presidente electo, fue, en cualquier caso, incontestable.
Fueron unas elecciones inesperadas para los entonces inquilinos de Ibaigane, quienes calculaban que el balance de su mandato había sido lo suficientemente positivo como para ganarse una prórroga de cuatro años sin oposición. Una final de Copa, dos presencias en Europa y un equipo estabilizado debían tener, a su juicio, el suficiente peso específico en el ánimo de los socios. Cometieron un error de cálculo evidente. Quizá no recordaron que algunos años antes, en el verano de 1994, el candidato José María Arrate, también ganó al presidente José Julián Lertxundi, pese a que éste contaba a su favor con la reciente clasificación del equipo para la UEFA, tras una brillante temporada en la que, bajo la dirección de Heynckes, el equipo hacía disfrutar con su juego a una afición más que ilusionada con la irrupción de un jugador tan singular como Julen Guerrero. Entonces, los problemas económicos que padecía el club pesaron más que los éxitos deportivos en el ánimo de los socios, que votaron por el cambio. El desmarque de Heynckes en plena campaña electoral fue la puntilla para los intereses de Lertxundi.
También en el duelo García Macua-Urrutia pesaron diversos factores, tanto deportivos, como económicos y sociales. El complejo microcosmos rojiblanco reacciona a diferentes estímulos que trascienden del mero resultado deportivo. Caparrós lo pudo comprobar sufriendo anonadado la desaprobación mayoritaria de la grada de San Mamés cuando se disponía a celebrar por todo lo alto la clasificación para Europa. El técnico, que había sabido estabilizar a un equipo que encontró en estado de coma, no entendió los mensajes que le estaban llegando cada partido en los últimos tiempos desde las tribunas y desde los medios de comunicación de referencia; su desatención y el desconocimiento del medio en el que se había movido durante cuatro años, le llevó a cruzar la línea roja cuando en la sala de prensa del Reyno de Navarra proclamó el que sería su epitafio: "Clasificación, amigo; déjate de imagen". Lo dijo después de una victoria vital para las aspiraciones europeas del Athletic, que llegó tras un partido infame gracias a la picardía de Muniain para aprovechar una jugada desafortunada de un defensa y el portero osasunista.
Josu Urrutia, profundo conocedor del club por su propia experiencia vital, sí que entendió el mensaje que transmitía la parte de la afición que no se resignaba a dar por bueno el señuelo de la clasificación europea, la que analizaba al Athletic desde una perspectiva histórica mucho más amplia que los últimos cuatro años, y la que se negaba a realizar cualquier análisis desde la cortedad de miras del famoso e interesadamente recordado 'bienio negro'.
Tan bien entendió Urrutia la idea, porque él mismo la compartía, que hizo de la recuperación del estilo tradicional del Athletic el argumento central de su campaña. Un mensaje, éste del estilo, tan rotundo para el iniciado como difícil de explicar al profano. Porque el concepto estilo abarca tanto los aspectos deportivos, como los que atañen a la gestión económica o a la relación de la institución con sus seguidores. Es tan difícil definir en un par de frases qué es el estilo, como sencillo entender de qué se trata.
Para cristalizar esa promesa de recuperación del estilo en el plano deportivo, eligió a Marcelo Bielsa, un entrenador singular que podría coincidir con la singularidad del propio Athletic, un técnico cuya vida personal y profesional se rige por una serie de valores no muy comunes en el medio. Los rivales se apresuraron a buscar argumentos para descalificar la elección, aunque la mayoría resultaran ridículos a fuerza de fútiles.
A la vista del resultado en las urnas, queda claro que la mayoría de los socios entendieron el mensaje de calado, sin dejarse cegar por la espuma electoral que agitó hasta extremos inauditos el bando que a la postre resultaría perdedor, arrastrando en su derrota a parte del patrimonio humano del club. En contraposición a la distancia con la que Bielsa participó en las elecciones (una accidentada videoconferencia a última hora, casi a modo de prueba de vida), Caparrós tomó partido y estuvo en primera línea electoral, escoltado por los dos máximos responsables de Lezama y respaldados los tres por un creciente ejército de exjugadores, reclutados a última hora para la causa sin más objetivo aparente que contrarrestar la imagen del candidato Urrutia, el exjugador por antonomasia en el escenario electoral.
Aquella videoconferencia tuvo la virtud de mostrar a un Bielsa humano y comprometido con la causa pese a la lejanía. Había hecho un primer estudio en profundidad de la plantilla y, lo que era más importante, había rechazado ofertas mucho más concretas y jugosas en lo económico, por mantener la palabra empeñada con el entonces candidato. Esa fidelidad demostrada antes de pisar Bilbao, su apuesta por el Athletic por encima de otros intereses, se empezaron a ganar el corazón de una afición en la que, por encima de todo, prima el orgullo de pertenenecia. Marcelo Bielsa ya era del Athletic sin haberse movido de su Rosario natal. Ni siquiera su nacionalidad argentina le puso bajo sospecha en un mundillo como el rojiblanco, tan reacio históricamente a los futbolistas y técnicos del cono sur. Y eso que no faltaron agitadores interesados que sacaron a pasear ese fantasma. Bielsa se convirtió en el segundo entrenador sudamericano de la centenaria historia del Athletic. El único hasta su llegada, había sido el brasileño Martim Francisco Ribeiro de Andrada, quien ocupó el banquillo solo durante dos temporadas y media, en el tránsito entre la década de los cincuenta y la de los sesenta, pero que dejó como legado (desconocido todavía hoy para la mayoría) la creación del equipo juvenil. También de Marcelo Bielsa se espera que deje una herencia de más calado para la vida del club que los meros resultados deportivos puntuales. En estos primeros seis meses ya ha dejado algunos apuntes más que interesantes de lo que puede significar su trabajo para el futuro del Athletic.
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lunes, 26 de diciembre de 2011

Euskal Selekzioa: es fútbol, no es un botellón

El presidente de la Federación Vasca de Fútbol, Santiago Arostegi, ha hecho un llamamiento al sentido común de los que acudirán el miércoles a San Mamés a presenciar el Euskadi-Túnez programado para esta Navidad. No es la primera vez que desde la FVF se hace este tipo de llamamiento, y es que, de un tiempo a esta parte, el comportamiento de una parte del público que acude a los partidos de la Euskal Selekzioa, deja bastante que desear, mejor dicho, deja un saldo de destrozos que dice bien poco de la educación y del talante de quien los provoca.
Ha llovido mucho desde aquel Euskadi-Irlanda que en 1979 supuso el inicio de la historia moderna del combinado vasco tras el largo túnel de la guerra y la postguerra. No se trata de idealizar la memoria, ni de afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero si todavía queda algo del espíritu que alumbró aquel partido, no es precisamente el comportamiento de cierto sector de los asistentes a la grada.
La corrección política hace que los medios de comunicación prefieran refugiarse en el tópico de la fiesta del fútbol vasco para los grandes titulares, ignorando o relegando a un breve como mucho, las consecuencias no deseadas de esa fiesta. Funciona el mismo mecanismo que en las informaciones que dan cuenta de los diversos Kilometroak, Ibilaldia y similares que se celebran en cada Territorio. Lo justo de la causa y la grandeza de la participación popular ocultan los macrobotellones en los que muchos preadolescentes comienzan su relación con don Simón y sus parientes.
Las palabras de Arostegi recordando que todo aquel dinero que se emplee en reparar desperfectos se detraerá del que se debería destinar al fútbol vasco, no son mera retórica. El presidente de la FVF sabe de qué habla y con ser malo que en un partido de la selección se produzcan destrozos, es incluso peor la imagen que se refleja a ojos de quienes nos visitan. La invasión de campo en los últimos minutos del partido contra Venezuela, la presencia de gente sentada en la valla publicitaria tras la portería con los pies al borde el terreno de juego, las bengalas, los petardos... no contribuyen precisamente a la causa de la proyección internacional de la imagen de la selección.
A fuerza de hablar de la fiesta del fútbol vasco no son pocos los que han acabado identificando este partido como una celebración más dentro del programa navideño. Lo que a nadie se le pasa por la cabeza hacer en un partido del Athletic, de la Real o de Osasuna, pasa por permitido cuando se trata de la selección. La relación con el fútbol de una parte no desdeñable de quienes acuden a este partido, se limita a esta cita; su interés por el fútbol se circunscribe a la magnífica oportunidad de participar en una juerga que congrega a treinta mil juerguistas: el macrocotillón navideño, vamos.
A la FVF le corresponde la buena organización del evento, pero no se lo ponen fácil. Un incremento de la seguridad privada resulta, además de caro, contraproducente por lo que supone de incitación a la transgresión, sin contar con la escasa popularidad que tienen aquí los uniformes, sean del color que sean. Se ha probado a dejar en manos del propio fútbol el mantenimiento del orden, mediante la participación de voluntarios identificados. La idea, aunque encomiable, no ha tenido demasiado éxito.
Como siempre, la educación y el convencimiento son las mejores herramientas para evitar desmanes, aunque la abundancia de alcohol y la coartada de la masa suelen ser enemigos muchas veces insuperables. No sobraría que ESAIT, desde su posición de referencia para muchos, echara una mano en esa tarea de concienciación. Federación, técnicos, jugadores y rivales, se toman muy en serio este partido. Es hora de que el público se lo tome también en serio y que acuda a San Mamés convencido de que va a un partido de fútbol, no a un botellón.
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viernes, 23 de diciembre de 2011

El sorteo allana el camino copero del Athletic

Los pronósticos en fútbol suelen tener un valor relativo, pero no es exagerado afirmar que el Athletic ha estado afortunado en el sorteo de Copa, y no solo por el primer emparejamiento, en octavos de final, con el Albacete, sino porque en el camino hasta la final no aparece ninguno de los rivales más temibles sobre el papel. Real Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla transitarán por el otro lado del cuadro, aplicando terminología tenística. Si el Athletic supera a los manchegos se encontrará en cuartos de final con el ganador del choque Real Sociedad-Mallorca y, de continuar su camino, en semifinales esperaría el mejor de este cuartero Córdoba-Espanyol, Mirandés-Racing. No se puede decir que hayan puesto una alfombra roja a los pies del Athletic, pero comparando su emparejamiento de octavos con un Valencia-Sevilla, un Real Madrid-Málaga o un Barcelona-Osasuna, habrá que admitir que si no alfombra, al menos han desbrozado bastante su camino.
Hay dos elementos que favorecen más todavía al Athletic: el orden de partidos (la vuelta será en San Mamés) y el talante de su entrenador, que si sigue fiel a sus principios, y no hay elementos que induzcan a sospechar lo contrario, encarará el doble partido con toda su artillería. De ese modo podrá evitar que le ocurra lo que el Atlético de Madrid, al que la derrota en el primer partido acabó pesando tanto que terminó eliminado.
El Albacete juega en un campo con nombre de torero, Carlos Belmonte, lo que da una ligera idea de por dónde van los intereses del público manchego. Actualmente milita en el mismo grupo de la Segunda B que el Oviedo, y ocupa la quinta posición con un punto menos que el equipo asturiano. Podría decirse que está en su sitio natural, por historia y presupuesto. El equipo manchego vivió su época más gloriosa en la primera parte de la década de los noventa cuando, de la mano de Benito Floro, protagonizó tres ascensos consecutivos hasta debutar en la máxima categoría en la temporada 91-92, en la que acabó en un sorprendente séptimo puesto. La irrupción de aquel equipo en el panorama futbolístico, desató la imaginación de la prensa especializada, que tras una sesuda reflexión, lo rebautizó como "el queso mecánico", que no debe entenderse como plagio de aquella "naranja mecánica" de los Cruyff, Neskens, Rep y compañía, sino como el fruto de un ingenio prodigioso. Años después otros equipos como el Extremadura o el Mérida repitieron el milagro de ascender desde la Tercera a la Primera División. El tiempo se ha encargado de poner a todos en su sitio después de protagonizar algo muy parecido a un cuento de hadas. De todo aquello queda el recuerdo y la trayectoria profesional de técnicos como Benito Floro o Rafa Benítez, artífices en su día de aquellas proezas.
El Athletic tiene algunas historias para recordar de sus visitas al Carlos Belmonte. En la del estreno, por ejemplo, su contribución fue determinante para que a los albaceteños les empezara a gustar el fútbol casi tanto como los toros. Aquel equipo dirigido por Iñaki Sáez cayó derrotado 4-0 ante la mirada atónita de los cientos de peñistas que habían acudido a verle ganar a un recién ascendido, y en medio del regocijo local, que empezaba a escribir su historia futbolística con letras mayúsculas. El uruguayo Zalazar, un centrocampista con uno de los disparos más violentos que se han visto en un campo de fútbol, era la estrella de aquel equipo en el que también despuntaban Soler y Catali y donde Ismael Urzaiz ejercía de meritorio, recién salido de la cantera del Real Madrid.
Si tenebroso fue el debut, la segunda visita se convirtió en uno de los partidos más extraños disputado por el Athletic en toda su historia. Ya dirigidos por Heynckes, y con el actual presidente como titular, los leones jugaron en el Carlos Belmonte una noche de miércoles un partido aplazado en su día por la muerte en accidente de tráfico de Rommel Fernández, un delantero panameño de gran envergadura que había llegado al fútbol español fichado por el Tenerife, para recalar después en el Valencia, que acabaría cediéndolo al Albacete. El partido no se pudo poner mejor para el Athletic con dos goles de Valverde en los primeros compases, y un hat trick de Ziganda, cuyo último gol, a la hora de partido, fue largamente ovacionado por el público local, resignado al recital que estaban dando los leones.
Fue enconces, cuando apenas quedaba media hora, cuando el partido dio un giro completo. El Albacete había puesto en el campo tras del descanso a Antonio, un futbolista bullidor, no carente de calidad, cuyas correrías servían de consuelo a un 0-5 demoledor. Fue precisamente Antonio el que anotó el primer gol para su equipo, acortando una distancia todavía sideral. El malagueño Antonio Jesús López Nieto pitó a continuación un penalti en el área rojiblanca, de esos que solo se pitan cuando se tiene la certeza de su intrascendencia. Zalazar lo transformó, el público se creció y apeló a la emotividad coreando el nombre del difunto Rommel, el Athletic sufrió una especie de enajenación mental transitoria, y el partido llegó a sus últimos minutos con un 4-5 increíble. López Nieto, que antes había pitado un penalti que debió ser intrascendente, dejó de pitar otro bastante más claro a última hora, que hubiera supuesto el empate. Los calificativos exultantes que los cronistas bilbainos habían ido acumulando en sus crónicas de urgencia para cuando Ziganda había hecho el quinto gol, se fueron transformando paulatinamente en exabruptos a medida que caían los goles en la portería de Valencia. Aquella fue la goleada más angustiosa de la historia.

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jueves, 22 de diciembre de 2011

Un gol que habla por sí solo

Hizo bien Bielsa en no fiarse y acudir con todo también al segundo partido contra el Oviedo. El equipo de Pacheta fue un gran rival que luchó hasta el último aliento en San Mamés. Sería exagerado decir que tuvo alguna oportunidad de voltear la eliminatoria, pero lo que es una verdad irrefutable es que los asturianos hicieron sudar de lo lindo a los leones con una presión asfixiante en todo el campo, que llevó el partido a un terreno incomodísimo para los de Bielsa, que solo respiraron a raíz del gol de Herrera.
Esta vez no cabe ni la explicación del cerrojazo para entender el espeso fútbol del Athletic. El Oviedo no se encerró, ni mucho menos. Planteó un partido prudente, pero escalonando sus líneas y, sobre todo, presionando muy arriba para impedir la salida clara del balón y la combinación de los rojiblancos.
No fue mala la puesta en escena del Athletic. No fue precisamente ese equipo apático y sobrado que suele ser en estos casos el de categoría superior, sobre todo si además lleva el marcador a favor. Bielsa no permite esas estupideces que no suelen conducir a nada bueno en la mayoría de los casos. Sus jugadores salieron demostrando que se tomaban el partido tan en serio como lo hacía su entrenador. Lo malo es que el Oviedo tardó apenas diez minutos en tomarle la medida al rival y ajustar los marcajes. A partir del cuarto de hora, el balón se fue alejando paulatinamente del área ovetense para quedar enredado en el entorno del círculo central.
Al Athletic se le apagaron las luces y vivió en la penumbra hasta el último cuarto de hora, cuando Herrera despejó todas las dudas culminando un contrataque excelente de Muniain.
Bielsa lo intentó de dos maneras. Empezó el partido con Iturraspe cerca de los dos centrales e Iñigo Pérez por delante, y tras el descanso retirando a Iñigo Pérez para dar entrada a San José, lo que reforzaba el eje de la defensa para dar mayor libertad en las bandas a Aurtenetxe e Iraola. No funcionó ninguna de las dos ideas, no porque fueran buenas o malas por sí mismas, sino porque el Oviedo supo cómo anularlas y los propios jugadores del Athletic se encargaron con sus imprecisiones, de facilitar la tarea del rival.
El gol, la mejor jugada del partido, define por sí solo lo que le estaba y le está pasando al Athletic en San Mamés en estos últimos partidos. Iraizoz sacó con la mano a Muniain, éste condujo con velocidad superando a dos rivales, eliminó a un tercero con una pared precisa con Herrera y prácticamente al primer toque, abrió el pase a la banda contraria, donde Iraola se incorporaba desmarcado. El lateral penetró unos pasos en el área con la cabeza levantada para ver la llegada de Herrera en posición de remate. El pase atrás del lateral tuvo la continuidad del pase a la red del centrocampista. Fue una jugada eléctrica, en la que coincidieron velocidad de ejecución, claridad de ideas y precisión. Tres virtudes que últimamente no prodigan los rojiblancos y cuya ausencia lastra de forma decisiva el juego del equipo, sobre todo en San Mamés.
Los cerrojos plantean problemas, cierto, y los rivales saben perfectamente cómo hacer daño al Athletic, pero si los jugadores clave de los rojiblancos funcionan a pleno rendimiento, mucho cerrojo y muy buen planteamiento tendrá que hacer el rival para frenar a los leones. Ocurre que los jugadores clave no están en su mejor momento, algunos están más lejos que otros, y el juego se resiente. La jugada del gol fue prácticamente la única que culminaron los dos protagonistas, Herrera y Muniain, en todo el partido. El resto fueron pases fallidos, conducciones innecesarias, imprecisiones desesperantes...Y lo mismo cabe decir de Iturraspe, Iñigo Pérez o Susaeta. Para que funcione la maquinaria los engranajes tienen que estar engrasados, y en el caso del Athletic no lo están. Si además falta alguna pieza de las importantes, el mecanismo acaba chirriando.
Sería exagerado decir que la eliminatoria peligró en algún momento, pero hay que admitir que costó más trabajo del previsto. Con todo, ni tan mal, viendo lo que ha pasado en esta eliminatoria en otros sitios. Pregunten en Villarreal, Zaragoza, Betis, Atlético de Madrid...Es la Copa, la competición en la que no cabe el error. El Athletic no estuvo muy acertado, pero tampoco se equivocó, que no es poco.
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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Esta noche hay Copa en San Mamés

Se estrena la Copa esta temporada en San Mamés y no parece que haya un ambiente desatado para asistir al acontecimiento. Ni la fecha, ni la hora, ni el rival, y si se apura, el resultado, invitan a acudir a la catedral. Si el aspecto de la grada en alguno de los partidos de la Europa League recordó a un choque copero contra un Segunda B, lo de esta noche puede ser similar a un entrenamiento a puerta abierta. La afición es así, qué le vamos a hacer. Si hay gente que ya ha reservado plaza de avión para Manchester, cómo no se va a dar por eliminado al Oviedo...
El único que no lo debe de tener tan claro es Bielsa, que anuncia el mismo equipo que ganó al Zaragoza con el cambio obligado de De Marcos por Iraola.
Lo de Oscar De Marcos merece comentario aparte. Confieso que ya cuando le veía en el Alavés me parecía un jugador técnicamente destacado (cosa fácil por otra parte dado el nivel general de la categoría donde militaba) pero frío. Un tecniquillo o un mingafría, según la nomenclatura al uso. Pese a todo me gustó su fichaje por el Athletic porque era un futbolista diferente a la mayoría de los que en aquel momento disponía Caparrós. Sus primeras actuaciones vinieron a confirmar aquella impresión que tenía de él: bien dotado técnicamente pero poco temperamental. Cuando desapareció de las alineaciones e incluso de las convocatorias, me temí que no tendría una larga vida como rojiblanco, es más, en algún momento pareció que hasta podía ser carne de cesión.
De Marcos ha sido el futbolista más beneficiado por el cambio en el banquillo. Con Bielsa se ha convertido en un fijo en las alineaciones gracias, entre otras cosas, a que puede jugar hasta en tres sitios diferentes. Mantiene su calidad técnica pero, de la mano del argentino, hemos descubierto a un jugador físicamente potente, capaz de mantener un ritmo altísimo durante los noventa minutos y, sobre todo, la gran sorpresa, un jugador bravo con un espíritu de sacrifico por encima de lo normal. No hace alardes De Marcos, ni parece una furia desatada de la naturaleza cuando disputa un balón o se pega un carrera. Lo suyo es ser discreto y eficaz, sin exageraciones de esas que suelen levantar a la grada. Contra el Zaragoza estuvo a punto de cumplir en su literalidad eso que tantas veces exige el aficionado a sus jugadores: que se dejen los huevos en el campo. Al de Laguardia le faltó poco y no se enteró nadie hasta que el servicio médico hizo público un parte que duele solo con leerlo. La imagen de De Marcos saliendo solo de la clínica donde le operaron, vistiendo un holgado pantalón de chandall que disimulaba la sonda y el estropicio, define su personalidad. "Los hombres sabemos lo que duele cuando te dan ahi" dijo, y se marchó tan tranquilo.
De Marcos no estará esta noche ante el Oviedo, como tampoco estará Llorente, a quien las vacaciones le vendrán estupendamente para recuperar su rodilla dañada. Sus ausencias serán las únicas del equipo que Bielsa considera titular. El técnico no ha dejado lugar a la duda. Jugaron los titulares en Oviedo y volverán a hacerlo en el partido de vuelta. El fútbol para hasta el 7 de enero y eso facilita la decisión. Bielsa envía una señal muy clara. Hay mucho en juego esta noche, tanto como una eliminatoria de Copa. No estamos ante el partido contra el PSG, donde efectivamente el Athletic no se jugaba nada en lo deportivo. Para potenciar su señal, el entrenador no ha dudado en recordar las dificultades que está teniendo su equipo en casa ante rivales en teoría de menor nivel futbolístico.
Lo lógico y lo normal, sería que los rojiblancos ganaran esta noche sin problemas e incluso que se dieran una alegría en forma de marcador holgado. Pero hemos visto ya tantas cosas ilógicas y anormales en San Mamés este año, que se agradece la decisión del técnico de ir con todo. Tiempo habrá para descansar y recomponerse del esfuerzo de estos cuatro primeros meses de competición.

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domingo, 18 de diciembre de 2011

El Athletic despertó a tiempo de la pesadilla

Lo que pudo ser un festival se convirtió en una pesadilla. Afortunadamente, esta vez el Athletic despertó a tiempo de comprobar que todo había sido un mal sueño y que la realidad no era otra que su incontestable superioridad sobre un Zaragoza que pasó por San Mamés como un alma en pena.
El andaluz Pérez Montero fue el responsable de que el rumbo del partido se torciera para el equipo rojiblanco. La puesta en escena de los de Bielsa fue espectacular. No habían pasado seis minutos de juego y Susaeta se había plantado tres veces solo ante el guardameta zaragocista. Falló las dos primeras y acertó a la tercera. Su posición centrada en el eje del ataque, dejando que Toquero cayera a la banda, sembró el desconcierto en la zaga rival hasta el punto de que sus tres llegadas a puerta se produjeron de forma similar: fallo de marcaje y agujero entre los centrales blanquillos, que no sabían a quién coger por no tener una referencia clara.
Iñigo Pérez jugaba entonces a placer y Herrera se movía en segunda línea rompiendo la primera barrera que planteaba el Zaragoza.
El partido tenía toda la pinta de una goleada. Por fin el Athletic conseguía abrir la lata a las primeras de cambio y se disponía a disfrutar de las facilidades que le tenía que dar un rival obligado a abrirse. Daba la impresión de que el Zaragoza iba a ser la víctima propiciatoria que pagaría los platos que rompieron el Granada y el Racing.
Pero en éstas llegó el debutante Pérez Montero. La primera vez que los delanteros zaragocistas pisaban el área de Iraizoz, una defensa blanda al borde del área obligó a Javi Martínez a tirarse al suelo ante Lafita, que enfilaba la portería. El central rebañó el balón con limpieza y claridad, pero el colegiado decidió que aquello no solo era penalti sino que, además, debía expulsar al rojiblanco. Corría el minuto 22 y Poncio estableció la igualada desde los once metros. El gol de ventaja le había durado al Athletic la habitual media de minutos, entre quince y veinte. Otra vez un rival echaba por tierra casi sin querer lo que tanto trabajo le había costado al Athletic. Pero en esta ocasión, el desastre venía con el agravante de quedar en inferioridad numérica.
El Athletic acusó el golpe durante los minutos siguientes, cuando el equipo de Aguirre dio un paso adelante envalentonado por una situación con la que ni siquiera hubiera soñado unos instantes antes. Pero fue a partir de un momento tan complicado como el que estaba sufriendo, cuando el Athletic mostró toda su grandeza. El Athletic entendido como la suma de equipo y afición. El banquillo aportó soluciones, los jugadores apretaron los puños y el público empujó como solo empuja una afición tan sabia como la de San Mamés cuando comprende que el equipo necesita que se le arrope.
La situación de inferioridad numérica destapó la riqueza táctica que atesora el Athletic. Tras unos pocos minutos improvisando con Iturraspe como central, Bielsa sacrificó a Iñigo Pérez (lástima porque se veía al chaval con ganas) para dar entrada a San José con objeto de que Iturraspe recuperara los metros que se había retrasado.
Pero fue tras el descanso cuando el Athletic recurrió a múltiples variantes. Herrera por delante o por detrás de Iturraspe, iniciando la salida del balón, De Marcos como lateral o De Marcos por dentro, apoyando a Susaeta en terrenos más comprometidos, Amorebieta saliendo con descaro, Aurtenetxe echando una mano al eje de la defensa o constituyendose en extremo izquierdo, Muniain alternando su posición en función de los movimientos de Herrera e Iturraspe... Con uno menos, con un árbitro capaz de poner de los nervios al más templado, ante un rival que no dudaba en cometer falta tras falta, los cada vez más escasos ratos en los que no se dedicaba a perder el tiempo, el Athletic fue dueño del balón y de los espacios. El público entendió el esfuerzo que estaba haciendo su equipo, comprendió que a pesar de todo, los leones podían y debían ganar el partido y San Mamés estalló. ¡A por ellos!. Fue el grito de guerra preludio del asalto final.
La expulsión de Lanzaro, que sonó a compensación arbitral, devolvía el equilibrio después de cuarenta y ocho minutos (un tiempo entero) en los que el Athletic se tuvo que dejar la piel en inferioridad. En igualdad de condiciones otra vez, el partido volvió al escenario de los primeros minutos, es decir el Athletic arrollando a un Zaragoza asustado y encerrado en su área. Marcó De Marcos, pero el líner señaló un fuera de juego inexistente y el árbitro volvió a equivocarse gravemente contra el Athletic, pero, afortunadamente, esta vez el sacrifico tuvo premio a última hora. Ibai, que había sustituído a Susaeta, enlazó con De Marcos y su excelente servicio acabó en la red empujado por Toquero. El Zaragoza no tuvo arrestos para reaccionar en los escasos siete minutos que mediaron hasta el pitido final. Esta vez no hubo despistes de última hora y el Athletic despertó a tiempo de la pesadilla que sufrió otra vez en su propio campo.
Como tantas veces esta temporada, el equipo de Bielsa fue infinitamente superior al rival pero tuvo que sudar sangre para rentabilizar su mejor fútbol, mientras que el equipo que estaba enfrente estuvo a punto de llevarse un botín importante sin necesidad de hacer prácticamente nada. No es normal que los primeros quince minutos del partido se saldaran con un solo a favor, pero es mucho más preocupante si cabe, que Lafita llegara a la posición a la que llegó con el balón en los pies, independientemente de que Javi Martínez se lo arrebatara limpiamente. El Athletic volvió a tener ante el Zaragoza, los dos problemas que no supo resolver ni ante el Granada ni ante el Racing, y además se le sumó un tercero: un árbitro recién ascendido más perdido que un pulpo en un garage. A todo se sobrepusieron los rojiblancos, ese fue su mérito, porque un nuevo tropiezo en casa hubiera dibujado un escenario más que preocupante.
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viernes, 16 de diciembre de 2011

Lokomotiv, ni bueno ni malo sino todo lo contrario (el Athletic y el fútbol ruso)

Ha llovido mucho desde que los equipos rusos (soviéticos entonces) presentaban unas formaciones llenas de fornidos mocetones rubios y pálidos, que exhibían una condición física que indefectiblemente llevaba a Matías Prats a definirlos como robots. Equiparar a los soviéticos en general, y no solo a sus futbolistas, con ingenios mecanizados, estaba a la orden del día entonces, cuando por aquí mandaban los padres y abuelitos de los demócratas de toda la vida de ahora. Ha caído agua equiparable al diluvio universal, desde que aquellos mocetones rubios y pálidos aparecieran en los partidos todos con idéntico corte de pelo, militar, por supuesto, que contrastaba con las melenas y las barbas de los Best, Hulshoff, Breitner y compañía.
Los equipos soviéticos, salvo alguna excepción como la de los georgianos del Dinamo de Tblisi, o los ucranianos del Dinamo de Kiev, a los que la UEFA consintió que ganaran tres Recopas, solían estar condenados a no pasar de los cuartos de final en las competiciones europeas. En cuanto al fútbol de selecciones, aquel equipo que lucía orgulloso en la pechera de la camiseta aquel CCCP, que era la versión en caracteres círilicos de las siglas URSS, (aunque alguno llegó a estar convencido de que era el acrónimo de cu curru cucu paloma) no corría mejor suerte que la de los clubs de procedencia de sus jugadores. Lo más lejos que llegaron fue al cuarto puesto que logaron en el Mundial de Inglaterra en 1968.
Al margen de la histórica final de la Eurocopa del gol de Marcelino, la URSS siempre tuvo que luchar contra los elementos, vestidos para la ocasión de riguroso negro arbitral. Los rusos y adyacentes recordarán, además de a Marcelino, a dos conspícuos reprentantes del fútbol español que les hundieron en la miseria. En el Mundial de España Lamo Castillo les masacró sin piedad en el partido contra Brasil. Ocho años después un joven Sánchez Arminio, armado únicamente con un banderín de linier, remató la faena.
El Athletic no ha tenido muchas experiencias con el fútbol ruso. En la Recopa de la temporada 73-74 el equipo rojiblanco entonces entrenado por Milorad Pavic, que se había proclamado campeón de Copa en la final contra el Castellón, eliminó al Torpedo de Moscú empatando sin goles en la ida y ganando 2-0 el partido de vuelta con goles de Astrain y Lasa. Fueron dos encuentros que no pasaron a las páginas donde se narra la épica rojiblanca, bastante aburridos y monótonos. Aquel Athletic que estaba en el fin del ciclo de los Sáez, Uriarte, Arieta, Igartua o Astrain, no estaba para grandes espectáculos. De hecho, fue a caer en la siguiente eliminatoria contra un equipo llamado Beroe de la ciudad búlgara de Stara Zagora. El 1-0 de San Mamés fue insuficiente tras el 3-0 encajado en el partido de ida.
Dos años antes, en el verano de 1971, el Athletic había tenido ocasión de enfrentarse por primera vez a un equipo ruso. Fue con ocasión del primer Torneo Villa de Bilbao, que organizó el ayuntamiento presidido por la alcaldesa Pilar Careaga, que se que quería sumar así a la moda del fútbol veraniego, que en la época causó tanto furor entre políticos locales deseosos de salir en la televisión, como tanganas, protagonizadas generalmente por equipos sudamericanos como Peñarol, Nacional o River, clásicos en aquellas kermeses de agosto.
En aquel primer Torneo Villa de Bilbao (y último, puesto que al año siguiente pasó a denominarse Trofeo Internacional San Mamés, bajo organización y patrocinio exclusivo del Athletic) los rojiblancos se enfrentaron al Dinamo de Moscú que llegó a Bilbao encabezado por el legendario Lev Yashin. La presencia de la araña negra en Bilbao dio pie al Athletic para citar en San Mamés a tres leyendas de la portería, el citado Yashine, Ricardo Zamora, y José Angel Iribar, entonces en pleno fulgor como guardameta rojiblanco. Rusos y vascos se enfrentaron en el partido por el tercer y cuarto puesto. Tras el empate a dos goles, el Dinamo se impuso en la tanda de penaltis. Un inciso personal: La imagen de Yashine paseando por el puerto de Bermeo con todos los componentes del Dinamo en una excursión que les organizó el Athletic, es una de esas fotos fijas que jalonan mi biografía futbolera.
Desde Gorbachov y su perestroika, los equipos rusos ya no son aquellos grupos de fornidos mocetones rubios y pálidos. Ahora, gracias a los nuevos millonarios descendientes directos del comité central, los equipos rusos rivalizan en colorido con cualquier combinado occidental. El Lokomotiv que encontrará el Athletic cuenta en sus filas entre otros con dos brasileños el portero Guilherme y Maicon, el español Zapater, excapitán del Zaragoza, o el ecuatoriano Caicedo, estrella del Levante la pasada temporada. En este sentido el equipo moscovita es homologable a cualquier rival que le podía haber tocado en suerte al Athletic. Sin embargo, los rusos siguen manteniendo (este año será el último) la peculiaridad de un calendario condicionado por su duro invierno. El Lokomotiv jugó su último partido de competición el pasado 20 de noviembre (perdió contra el Spartak, 2-0) y no volverá a disputar un partido de su Liga hasta el 3 de marzo. Así pues, cuando en febrero se enfrente al Athletic, estará en plena pretemporada, entrenándose en algún lugar de la costa mediterránea y jugando partidos amistosos. Las piernas de sus jugadores disfrutarán pues de frescura en lo físico pero estarán ayunas de competición. Hacer cábalas sobre si el Athletic ha sido afortunado o desafortunado en el sorteo, resulta ocioso cuando se trata de una eliminatoria que se disputará dentro de dos meses. Al paso que vamos, ni siquiera Angela Merkel es capaz de garantizar que Europa seguirá tal y como la conocemos para cuando el Athletic viaje a Moscú...

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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Al Athletic vuelve a cegarle su propio brillo

Si hay un partido en el que el marcador no tiene nada que ver con lo ocurrido en el terreno de juego durante los noventa minutos, ese es el que ha perdido el Athletic en París. Cabría tomarlo a beneficio de inventario, calificarlo como anécdota desgraciada, o como accidente en un compromiso que el Athletic encaró con cambios en la alineación y la tranquilidad de tener la tarea hecha. Lo malo es que este asunto se está repitiendo con una frecuencia que obliga a la reflexión. El marcador del Parque de los Príncipes no tiene nada que ver con lo que se vio en el césped, pero es que tampoco el empate de hace tres días ante el Racing de Santander tuvo que ver con el fútbol desplegado por los dos equipos, ni mucho menos la derrota de hace diez días ante el Granada... y así sucesivamente podríamos remontarnos a unos cuantos partidos más. Lo de París, por aquello de que el partido era un mero trámite, duele menos, pero técnico y jugadores harán bien en tomar nota, sentarse diez minutos a reflexionar y habilitar una solución, que sin duda la tiene que haber. Que en un partido en el que no te juegas nada te metan un gol (autogol) en el minuto 85 y en un contrataque porque un centrocampista tuyo (David López) ha perdido el balón casi en la frontal del área contraria, es para hacérselo mirar. Si la jugada ocurre casi inmediatamente después de que el rival haya fallado un penalti, es lícito sospechar que el equipo en su conjunto sufre de unas 'ausencias' momentáneas que le están costando carísimas.
Lo que para el Athletic pudo ser una gran fiesta de cierre de la liguilla, apuntándose una brillante victoria en el legendario Parque de los Príncipes, acabó con una nueva frustración, matizada por el nulo valor efectivo del partido, pero frustración al fin y al cabo, que se suma a las ya sufridas en los últimos partidos. A este paso el Athletic se va a convertir en el rival favorito de todos; juega, da espectáculo, pone las ocasiones... y acaba regalando el partido, como si el resultado le importara menos que el espectáculo, como si el camino fuera más importante que la meta.
La espectacular puesta en escena de los de Bielsa, adornada por el gol de Aurtenetxe cuando no se habían cumplido los tres minutos, desterró cualquier duda que pudiera suscitar la alineación de Bielsa, con mucha gente nueva y algún cambio de posición. Toquero percutiendo por la derecha, Ibai Gómez moviéndose con sentido por el frente del ataque, David López luciendo galones, los laterales incorporándose constantemente al ataque... el primer cuarto de hora del partido fue para enmarcar. Pero otra vez sucedió lo que parece inevitable. Un fallo colectivo a la hora de defender un golpe franco supuso el empate, el desconcierto y, finalmente, el vuelco en el marcador, otra vez a balón parado, ahora en un saque de esquina. Pocas veces habrá conseguido el PSG tanto con tan poco.
Pero este Athletic capaz de enamorar incluso cuando pierde, supo rehacerse y bordar un segundo tiempo en el que no solo reestableció el empate, sino que lo hizo todo para ganar el partido con autoridad. Pocas veces, al menos en Francia le habrán dado al PSG el repaso que le dieron ayer jugando en su campo. Los franceses se daban con un canto en los dientes por mantener un empate que salvara su dignidad mientras corría el reloj contra un Athletic que quería una victoria innecesaria mucho más que quien se estaba jugando la vida. Movilidad, manejo del balón, ambición... todo lo tuvo el Athletic. Todo menos el gol que cerrara el partido, o el instinto de supervivencia que le llevara a firmar unas tablas para la estadística. No hubo ni una cosa ni otra y lo que debió ser una victoria brillante acabó en una goleada incomprensible.
Obviando el resultado, que ya es obviar si hablamos de fútbol, el despliegue del Athletic merece el aplauso de cualquier aficionado, salvo por la laguna que sufrió en el tramo inmediatamente antes del descanso y el lamentable apagón final. Por ponernos exigentes, a todos nos hubiera gustado que Bielsa pusiera en acción a Ruiz de Galarreta o a Guillermo. Prefirió recurrir a Susaeta y Muniain para los relevos, toda una declaración de intenciones. El técnico quiso ganar y limitó las probaturas a lo estríctamente necesario. Lástima que los hechos no acabaran correspondiéndose con los deseos. El infierno está empedrado de buenas intenciones y está claro que el Athletic está sufriendo un infierno de resultados cuando está practicando un fútbol propio del paraíso.
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domingo, 11 de diciembre de 2011

Marcelo, tenemos dos problemas

Cuando después de jugar ocho partidos de Liga en San Mamés el Athletic solo ha ganado dos, dejamos de hablar de síntomas para empezar a referirnos directamente a la enfermedad. Desde los primeros compases de la temporada se pudo apreciar que el equipo de Bielsa jugaba bastante mejor, más suelto, con más ideas, como visitante; se suponía que sería cuestión de tiempo que encontrara el medio de encontrar su camino en San Mamés. No ha sido así, al contrario, han sido los rivales los que han aprendido de memoria cómo contrarrestar el juego de los rojiblancos en su propio campo; ahí están los resultados para confirmarlo.
En el minuto 90 del partido contra el Racing, pensaba que el Athletic tenía un problema, el de la falta de resolución ante la portería contraria. Dos minutos más tarde, nos encontramos con que los rojiblancos tienen no uno sino dos problemas, uno en cada portería, en la contraria y en la propia. Le cuesta un mundo marcar y le hace gol el primero que pasa por su área. Así no hay manera de progresar por mucho que lo intente. Resulta ocioso hablar de mala suerte y otras zarandajas cuando no se tiene la suficiente solvencia para amarrar un partido diez miserables minutos, ni se sabe defender una falta en el último suspiro.
Ante el Racing se repitió la historia del partido contra el Granada, con el agravante de que los cántabros no perdieron tanto tiempo ni defendieron con tanta solidez y tantos efectivos como hicieron los andaluces. Es más, cada vez que el Athletic consiguió simplemente meter el balón en el área se pudo apreciar que la zaga racinguista tenía carencias más que evidentes, hasta el punto de que ni el persistente empate, ni la paulatina falta de ideas de los rojiblancos se antojaban suficiente lastre como para impedir un gol que se anunciaba inevitable. Así ocurrió cuando Toquero centró un balón más o menos a la buena de Dios y Aurtenetxe lo empujó a la red cabeceando de cerca tras superar la blanda oposición de un defensor.
Lo que ocurrió después entra en el terreno de la ciencia ficción. El Racing que no había hecho nada hasta entonces, salió a un ataque desesperado que acabó rompiendo a un Athletic convertido en un flan porque ninguno de sus jugadores tuvo ni la entereza ni la sangre fría suficentes para poner orden y llevar el partido a donde le convenía.
El nuevo fiasco alimenta un debate que lleva camino de convertirse en el tema estrella en los próximos días. Me refiero a la posición de Javi Martínez en el centro de la defensa. Bielsa es muy libre, faltaría más, de elegir sus alineaciones y sus sistemas, pero tampoco puede pretender que la afición acepte como dogma de fe todas sus decisiones. Ya sabemos lo cerca que quedan los dogmas de fe de los autos de fe y nadie quiere que alguien acabe ardiendo en la hoguera. No sobraría una explicación, aunque solo fuera para ordenar una discusión en la que, a simple vista, una inmensa mayoría está alineada contra la decisión del técnico.
Soy de los que creo que Javi Martínez puede jugar en cualquier posición de una línea recta imaginaria trazada entre los dos puntos de penalti. Estamos ante un futbolista 'box to box' que dicen los ingleses, capaz de rendir prácticamente en todo el campo y en diversas tareas. Se trata de descubrir dónde rinde más o qué beneficios puede aportar al equipo un hipotético sacrificio de sus cualidades. Javi Martínez ha llegado a la selección jugando a un altísimo nivel en el centro del campo. Si se retrasa su posición, se supone que es para incoporar al centro del campo a un jugador que aporte cosas que el de Aiegi no ofrece. Es decir, que si Martínez juega de central es porque se supone que Iturraspe es más potente en la creación y más fiable a la hora de dar salida al balón.
Se supone, porque ayer no se vio nada de eso. Durante todo el segundo tiempo Iturraspe jugó prácticamente pegado a Javi Martínez, metido entre los centrales, a decenas de metros de donde se suponía que estaba la base de operaciones del equipo, dando pases de tres metros y sin arriesgar lo más mínimo en la salida. Si saca una sillita y se sienta en el círculo central, su aportación hubiera sido similar. El resultado fue que el Athletic tuvo a dos buenos futbolistas haciéndose mutua compañía donde no pasaba nada. Un lujo que no se pueden permitir ni siquiera equipos con plantillas de muchísimo más empaque.
La dependencia de Llorente no es causa de debate. Aquí hay unanimidad absoluta. La discusión surge a la hora de encontrar una solución a su ausencia. Apelar al fichaje de Aduriz está bien para animar las tertulias a pie de barra pero, mientras tanto, Bielsa tiene que resolver con lo que tiene y, de momento, la única solución que ha ensayado ha sido la de dar entrada a Toquero en la misma posición que ocupa el internacional. Ha quedado claro que Toquero, de por sí un futbolista mucho más limitado que Llorente, rinde mucho más en la banda, donde impone su fortaleza y saca partido de la suerte que mejor domina, el centro en carrera, que asumiendo la responsabilidad de situarse en el eje del ataque. Ayer dio el centro del gol y sirvió algunos otros balones más que aprovechables. El problema es que el que centra no puede rematar, ni siquiera corriendo como corre Toquero, y los jugadores de segunda línea del Athletic tampoco destacan por tener un físico imponente para disputar balones a los centrales.
Bielsa sigue teniendo trabajo por delante, mucho trabajo. Tiene dos problemas que necesita resolver urgentemente si no quiere verse metido en un lío. El Athletic tiene menos puntos de los que merece su juego, pero en el fútbol no se vive de los méritos sino de los puntos. No se trata de quedarse en el 'clasificación amigo', que conste; se trata de que la esgrima, el preciosismo y el juego de piernas se concreten en un directo al mentón que ponga al rival patas arriba.

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viernes, 9 de diciembre de 2011

Preguntas en el aire después del estreno en la Copa

¿Mereció la pena el esfuerzo?. Es la primera pregunta que se plantea tras observar que el equipo titular de Bielsa se estrenó en la Copa con un raquítico 0-1, a todas luces injusto para la cantidad de ocasiones que generó. Hay otras pregutas que llevan la respuesta incorporada. Por ejemplo. ¿Hay relevo para Llorente?. Evidentemente no, y aunque sea políticamente incorrecto escribirlo, Toquero se retrata cada vez que le asignan esa responsabilidad en este equipo. El jugador más querido de San Mamés disimulaba mucho mejor sus limitaciones en el tosco esquema anterior. Ahora, cuando el equipo juega con otra armonía, desentona incluso ante los ojos de los más fanáticos admiradores de su entrega y disposición al combate. El papel de Toquero en este equipo es otro: el de solución de última hora para asaltar fortines, como ocurrió la noche del Slovan, el de galvanizador de equipo y afición cuando el partido se duerme... pero nunca el de sustituir a Llorente en el liderato del ataque. Y no se tome como desprecio. Hoy en día Llorente es para el Athletic lo que Messi para el Barcelona: un jugador insustituible. Así que queda seguir rogando para que el internacional vuelva cuanto antes y permanezca entero otra tacada de noventa y tantos partidos. Añorar a Aduriz es llorar por la leche derramada. Los errores históricos tienen eso, que hacen daño a largo plazo. El Athletic sabe bastante de eso.
Pero volvamos a la primera pregunta. ¿Mereció la pena el desgaste al que sometió Bielsa al Athletic para tan magro resultado? Es una cuestión que no tiene respuesta porque nunca sabremos qué hubiera sucedido de alinear los rojiblancos un equipo más experimental. No lo sabremos aunque uno se lo puede imaginar a la luz de la experiencia. En esta clase de partidos el pequeño se crece al calor del público y el grande se achica en su indolencia hasta acabar haciendo el ridículo más de una vez. Obsérvese lo que le sucedió ayer mismo al Atlético de Madrid en Albacete. Salvo casos excepcionales, la diferencia de calidad global entre la plantilla de un Primera y un Segunda B no es tan estratósferica como pueda parecer a primera vista, y menos cuando median el llamado factor campo y otras circunstancias intangibles pero influyentes como la motivación de los jugadores. Y no hablo de equipos titulares sino de plantillas. El equipo de Primera tiene un grupo de quince o dieciseis jugadores claramente superior a los titulares del de Segunda B, pero a partir de ahí, los que no juegan habitualmente conforman un colectivo aprovechable tomados de uno en uno, pero de rendimiento poco fiable como grupo. No están habituados a jugar juntos, ni a asumir la responsabilidad de llevar el peso del equipo, tarea reservada a los titulares habituales. En el caso concreto del Athletic, además, estamos ante una plantilla realmente corta que, de elegir Bielsa la opción de la rotación, le hubiera obligado a recurrir a algunos elementos del Bilbao Athletic, equipo que milita en la misma categoría que el Oviedo.
Elucubraciones al margen, todos hubieramos dado por bien empleado el esfuerzo de los titulares rojiblancos si llegan a acertar la mitad de las ocasiones que crearon. Si la eliminatoria hubiera quedado liquidada en esos noventa minutos, no tendríamos dudas ni preguntas. El problema es que no fue así, por una carencia que viene lastrando al equipo durante toda la temporada: la escasa puntería que demuestran casi todos en boca de gol o, por decirlo de otra forma, la ausencia de un goleador, de un hombre de área, como tienen prácticamente todos los equipos, y que obliga a los rojiblancos a generar una cantidad ingente de ocasiones para aprovechar un par de ellas.
Al Athletic no le están cundiendo los esfuerzos en forma de goles, ni su buen fútbol en forma de puntos en la Liga. Y lo curioso es que el de San Mamés es el quinto equipo más goleador de Primera, por detrás de los dos inalcanzables y a tres goles del Valencia y el sorprendente Levante y a tan solo uno del Atlético de Madrid. Lo que ocurre es que a la vista del fútbol desplegado y las ocasiones creadas, casi todos los partidos se han cerrado con la sensación de que el Athletic mereció o pudo conseguir algo más, tanto en puntos como en goles.
Algo de esto volvió a suceder en Oviedo tras noventa minutos en los que la superioridad rojiblanca fue mayor sobre el irregular césped que en el marcador. Y fue una lástima porque cuando las cosas se hacen con la seriedad y el rigor como las hizo el Athletic, el premio debe ser mayor que una victoria mínima que sí, encarrila la eliminatoria sin lugar a dudas, pero deja parte del trabajo pendiente para el segundo partido.
Sigue flotando en el ambiente la duda de qué pasará con las piernas de quienes están jugando tantos partidos a medida que pasen las semanas y esa duda no se resolverá por lo menos hasta que pasen un par de meses. Bielsa parece muy seguro de lo que hace y habrá que confiar en su profesionalidad y en la de sus ayudantes.

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miércoles, 7 de diciembre de 2011

La Copa, las rotaciones y Bielsa

Si se confirman las predicciones de los periodistas que acuden a diario a Lezama, el Athletic debutará en Copa ante el Oviedo con el mismo equipo que empató en Mallorca, con el único cambio de Iñigo Pérez en el puesto de Aurtenetxe. El asunto merece una reflexión. En primer lugar llama la atención el presunto desprecio del técnico por las llamadas rotaciones; contó con los habituales para ganar al Slovan y al parecer va a seguir en la misma postura en el debut copero. Es verdad que la plantilla rojiblanca está lo sufientemente ajustada como para que no haya tantos efectivos para un cambio masivo en la alineación, pero tampoco son tan escasos como para que el técnico se vea imposibilitado de dar algunos descansos. Otra cosa es que un repaso detallado de los minutos que ha jugado cada uno depare alguna sorpresa como la de comprobar que, en realidad, ha sido la propia competición, con sus sanciones y sus lesiones, la que ha ido rotando a los rojiblancos. En este sentido, la presumible ausencia de Llorente bastaría por sí misma para hablar de rotación.
Se trata del debut de Bielsa en la Copa como entrenador rojiblanco, así que faltan elementos para juzgar su decisión. Puede que su idea sea la de intentar resolver la eliminatoria en la ida y dejar el descanso de algunos jugadores para el partido de vuelta. ¿Cuántas veces no han hecho esta reflexión los aficionados cuando han visto a su equipo hacer el ridículo en campos de segunda o peores?.
El de Oviedo no es un partido de trámite, y menos para un técnico que entiende la competición como lo hace Bielsa, es decir, sin concesiones de ningún tipo. Habrá que esperar al encuentro ante el PSG, intrascentente en lo deportivo (aunque no en lo económico) para hacernos una idea más cabal acerca de la gestión de plantilla del argentino.
Pero el avance de intenciones del técnico de cara al partido de Oviedo, deja otra pieza para el análisis. La presumible inclusión de Iñigo Pérez en el lugar que hasta ahora había venido ocupando Aurtenetxe en el lateral izquierdo. Llama la atención que el técnico vuelva a las andadas y piense en Iñigo Pérez para un puesto en el que ya lo probó en el lejano partido ante el Espanyol, con escaso éxito. Llama tanto la atención la nueva probatura como los problemas que se siguen centrando en la misma posición. Descartado Koikili y ausente por lesión Castillo, Aurtenetxe parece haber decepcionado en los dos últimos partidos la confianza que le había concedido el entrenador. Baste recordar que en ambos el míster repitió el cambio en el descanso, dando entrada a Gabilondo para que De Marcos pasara al lateral izquierdo. Es ésta última otra de las alternativas que ha venido barajando Bielsa en no pocos partidos, aunque al parecer ahora quiere insistir con Iñigo Pérez. Para el esquema de juego del Athletic es imprescindible contar con dos laterales con salida al ataque y buen manejo del balón. Si en un dibujo más conservador y menos exigente, ya había problemas para encontrar el candidato ideal, es lógico que ahora la selección se complique mucho más.
De todas formas no es el mejor síntoma que a estas alturas continuemos con las probaturas y menos cuando ese ha sido prácticamente el único frente de crítica que ha tenido Bielsa hasta el momento. No es un buen síntoma y no precisamente por la indecisión del entrenador, sino porque queda claro que estamos ante un problema de estructura de plantilla y no de coyuntura de bajas formas o lesiones. Y lo que es peor no es descabellado deducir de las pruebas de Bielsa que tampoco se adivina una solución a corto plazo en la cantera. Y recordemos que quien suele ocupar ese sitio en el Bilbao Athletic fue en su día uno de aquellos fichajes del fútbol base que no pasaron desapercibidos.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

Dos no juegan si uno no quiere

En el duelo de banquillos que se planteó en el Iberostar, Caparrós le ganó a Bielsa. Basta con repasar el catálogo de horrores que deparó el partido para comprobar su marcado caracter caparrosiano. Duro, trabado, espeso, con preponderancia de las defensas sobre los ataques, con un diluvio de tarjetas acompasado a la sucesión de choques, faltas y jugadores por los suelos. Fue sin duda el peor partido de los jugados por el Athletic de Bielsa hasta la fecha, un Athletic desconocido e irreconocible en su reiteración de balonazos e imprecisiones. Por momentos, pareció que Caparrós se sentaba en los dos banquillos y que ambos equipos jugaban bajo la misma premisa: resultado, amigo.
Y es que el Athletic se olvidó de los principios en Mallorca,en la doble acepción de la palabra. No es la primera vez que los rojiblancos se olvidan de que al principio también hay que jugar. Le ocurrió en Gijón y en Valencia, también en Cornellá. Pero con ser preocupante, esa laguna no es lo más grave. Lo de Mallorca fue mucho peor, porque el equipo, durante amplias fases del partido, renunció a los principios que ha venido inculcándole Bielsa. Ese movimiento continuo, ese tocar y tocar, esa paciencia con el balón hasta encontrar el hueco...todo eso, y algo más olvidaron los rojiblancos en el campo balear.
La torrija inicial se saldó con un gol en contra a los dos minutos, lo que puso el partido en el terreno que quería Caparrós. El Mallorca tiene enormes dificultades con el gol. Con el que le marcó a Iraizoz, solo ha anotado once, lo que le sitúa como el tercer peor realizador de la categoría. Que un equipo con semejante problema, encuentre la solución en dos minutos, describe con precisión la lamentable puesta en escena del Athletic.
A partir de ahí, el Mallorca pudo dedicarse a lo que más le gusta a su entrenador. Líneas juntas, presión, marcajes al hombre, disputas sin contemplaciones, todo ello con un ojo en el reloj y el otro en el marcador. Solo en contadas ocasiones el Athletic supo contarrestar semejante planteamiento. La presencia de Toquero en la punta del ataque pareció reavivar viejos instintos de sus compañeros. Como si el sustituto de Llorente fuera la personificación de un estilo determinado de juego, los rojiblancos cayeron una y otra vez en la tentación del pelotazo largo. El puente aéreo entre el eje de la defensa y el del ataque, dejó fuera de juego demasiadas veces al centro del campo. Como en tiempos que creíamos felizmente superados, Muniain y Susaeta torcían el cuello para ver sobrevolar el balón sobre sus cabezas, mientras que Iturraspe parecía no entender qué estaba pasando allí.
Toquero tardó más de veinte minutos en tocar su primer balón. Marcó un golazo de cabeza en el saque de una falta. Lástima que estuviera en flagrante fuera de juego.
El Mallorca no tuvo reparos en ceder metros, pero organizado siempre para que fuera Amorebieta quien iniciara el juego del Athletic. Bien, es una propuesta que puede conducir razonablemente al éxito de quien la practica. Pero siempre y cuando y el damnificado se resigne a serlo, como lo hicieron los rojiblancos durante tanto tiempo. Una cosa es que te cieguen las vías de salida y otra que lo aceptes como si no hubiera otras soluciones. Dio la impresión de que la postura del Athletic fue algo así como si tu no arriesgas nada, no pretendas que yo te haga el favor de regalarte un fallo.
La apuesta del Mallorca tuvo su lógica hasta el filo del descanso. Ganaba y le iba muy bien así. Pero nada cambió en el equipo de Caparrós cuando Amorebieta llevó a la red el envío de Herrera. Todo siguió igual en el bando mallorquinista mientras que Bielsa volvió a ensayar una combinación ya probada: retirar a Aurtenetxe para dar entrada a Gabilondo retrasando a De Marcos al lateral. En principio, el cambio potenciaba la profundidad de la banda izquierda, pero en la práctica el Athletic continuó con el recurso de la patada a seguir de Amorebieta. En las escasas ocasiones en las que los rojiblancos intentaron otras vías tan sencillas como que un centrocampista bajara a recibir, se vio que podían hacer daño a la dura defensa del Mallorca, pero esta vez la voluntad y el acierto no coincidieron en las filas rojiblancas. Tal vez el partido del jueves acabó pasando factura en forma de imprecisiones en el pase, malos controles y falta de explosividad en carreras y disputas. Lo intentaron los de Bielsa, que se pasaron prácticamente todo el segundo tiempo en campo contrario, pero hacía falta más velocidad, más chispa, más imaginación, para romper a un rival que prefería asegurar el empate a ensayar cualquier aventura que le llevara a la victoria.
A los jugadores del Athletic no se les puede reprochar ni falta de ambición, ni falta de entrega. Buscaron una victoria que en el tramo final se les escapó porque un jugador rival sacó un balón de la raya o porque al agotado Muniain se le nubló la vista cuando no había ningún obstáculo entre él y la portería rival. Es verdad que Iraizoz también tuvo que hacer un paradón postrero, en el único remate con peligro que le llegó en todo el partido, pero en el balance final, el balón rondó más veces la portería de Auate. Solo una cosa cabe censurar a los de Bielsa: los demasiados minutos en los que se resignaron y entraron en el juego que les proponía el Mallorca, aunque, claro está, buena parte del mérito lo tuvo el planteamiento de Caparrós tan mezquino y eficaz como casi siempre.
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viernes, 2 de diciembre de 2011

Más herramientas para asaltar fortines

La fama del Athletic de Bielsa también llega a Eslovaquia, como bien demostró la víspera del partido el entrenador del Slovan con sus declaraciones. Así que los rojiblancos se encontraron con una nueva muralla a derribar en San Mamés en una noche poco grata para el fútbol. El viento es el peor enemigo del futbolista y la noche estuvo ventosa, amén de anodina. El público acudió a la grada relajado por la poca trascendencia del partido y el propio equipo saltó al campo con un cierto espíritu funcionarial, impropio de este grupo. Bielsa aprovechó para hacer una nueva prueba, poblando el centro del campo de más gente de creación si cabe. Con De Marcos en el puesto de Iraola y Javi Martínez otra vez central, Iñigo Pérez ocupó el medio centro por delante de los dos stoppers, dejando unos metros más adelante a Iturraspe, escoltado por Susaeta, Herrera y Muniain, con Llorente arriba del todo. No se puede pedir más capacidad de creación a un equipo, pero toda la imaginación de los rojiblancos se quedaba en fuegos de artificio en la zona que va desde el centro del campo hasta el borde del área. En el terreno donde se deciden los partidos apenas ocurría nada, muchas veces por la superpoblación de jugadores rivales, y otras por el empecinamiento de los de casa en llegar con el balón cosido a la bota hasta el área pequeña.
No sucedía nada pero tampoco le importaba demasiado al personal, convencido en su fuero interno de que el Slovan acabaría cayendo como fruta madura. Cuando De Marcos encontró en el área un balón sin dueño y lo llevó a la red, dio la impresión de que, efectivamente, el pronóstico unánime se acabaría cumpliendo. Abierta la lata, lo lógico era pensar que el Slovan daría un paso adelante aunque fuera por vergüenza profesional, y que ahí encontraría el Athletic los huecos para rematar el partido.
Con lo que nadie contaba era con el fallo de Iraizoz. Dudó el portero en la salida, calculó mal el tiempo y el espacio, y el balón no llegó al área, que era donde él decidió esperarle para recogerlo con las manos, en lugar de dar dos pasos y despejarlo con el pie. Llegó antes el jugador eslovaco para dejarle en evidencia y marcar un gol que no esperaba ni el más pesimista de los locales ni el más soñador de los visitantes. Que el partido llegara al descanso con empate daba pie a una profunda reflexión sobre lo injusto del orden universal, la relatividad de esta vida o incluso para volver a Kant y pensar un rato en la crítica de la razón pura. Pero la perspectiva de un bocadillo de tortilla es demasiada tentación incluso para el aficionado más juicioso.
El que llegó al descanso ya pensado fue Bielsa, quien decidió empezar el segundo tiempo con una formación sustanciamente distinta. Dejó en la caseta a Iñigo Pérez para dar entrada a Iraola en la banda, lo que devolvía a De Marcos al centro del campo y a Iturraspe al medio centro. De nuevo toda una lección de cómo un solo cambio puede revolucionar tácticamente a todo el equipo. El otro cambio, el de Toquero por Llorente, puede parecer, y de hecho lo es, un más simple hombre por hombre, pero su resultado fue más apreciable en el cómputo final. Quizá Bielsa pudo comprobar por fin el efecto que produce la presencia de Toquero en el equipo y en la grada. No hablamos de fútbol, o quizá sí, porque el fútbol no es solo el manejo más o menos ordenado del balón. Toquero aporta otras cosas, esos intangibles que al final suelen ser tan determinantes o más que esos datos que reflejan las estadísticas tan de moda.
Por decirlo sencillo, Toquero le puso las pilas al equipo y a la grada. El anodino primer tiempo, dio paso a la electricidad del segundo. El Slovan se seguía defendiendo en su área, pero ahora el Athletic le atacaba de una manera diferente, más sanguínea. La conducción con el balón cosido a la bota dejaba paso al barullo en el área, al balón colgado; la imprecisión alternaba con el taconazo exquisito. Cuando el propio Toquero le colocó dos sombreros a su par en el filo de la línea de fondo, el partido ya estaba donde quería el Athletic.
Que el gol de Susaeta fuera de un cabezazo como sin querer, no resta mérito al triunfo rojiblanco, porque nadie en sus cabales puede dudar de la incontestable superioridad que manifestó el equipo local incluso en los momentos de mayor despiste, que los tuvo, sobre todo en los minutos previos al descanso. El gol mal anulado a Herrera por inexistente fuera de juego, hubiera servido para que el marcador reflejara mejor lo que sucedió en el terreno de juego, pero los árbitros son árbitros, aquí y en Estonia, qué le vamos a hacer. La UEFA puede seguir ensayando con la recuperación de los antiguos jueces de gol, armar a los colegiados con micrófonos y pinganillos y hasta pueden pitar con sonido estereofónico. El error es parte de la condición humana y los referees, además de humanos, son árbitros.
Bielsa, que toma nota de todo, pudo comprobar de forma empírica que hay ocasiones en las que el corazón supera a la razón. No estuvo mal el experimento de Iñigo Pérez e Iturraspe ocupando el eje del equipo, porque ambos surtieron de balones interesantes a sus compañeros en las bandas y dieron sentido al juego de ataque, pero estuvo mejor la reivindicación de Toquero. Probablemente no será un futbolista del gusto de Bielsa, ni será nunca un titular en su esquema, pero el delantero demostró que tiene garra de sobra, voluntad para parar un tren y suficiente fútbol en las botas como para ser una alternativa eficaz a la hora de asaltar los fortines con los que se va a seguir encontrando el Athletic en San Mamés.
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