En el plano estrictamente deportivo, estos seis meses han bastado para comprobar la profunda evolución del juego del Athletic. Posesión, presencia en campo contrario y protagonismo, fueron las premisas que preconizó el técnico cuando llegó a Bilbao con algunos días de retraso, por cierto, sobre el calendario de pretemporada previsto. Sus ayudantes ya habían dirigido algunas sesiones de trabajo antes de que aquella imagen de la vidoconferencia se materializara en Lezama.
El importante recorte de la plantilla que exigió el entrenador a la junta directiva, alimentó las dudas y los temores, algunos infundados, muchos interesados, entre la afición. El climax de la desconfianza llegó con la salida de Orbaiz, todo un referente, que dejaba huérfano el centro del campo, al menos a primera vista. Otros experimentos como la alineación de Gurpegui como lateral derecho y la relegación de Iraola al banquillo de los suplentes, añadieron armas dialécticas a quienes no terminaban de aceptar el veredicto de las urnas. En el mes agosto se habló de turrón en Bilbao.
Los primeros resultados tampoco ayudaron al entrenador en la propagación de su mensaje. Empezar empatando en casa contra el recién ascendido Rayo Vallecano arrojó más niebla a un verano que resultó soleado en algunos amistosos, aunque transcurriera bajo una perpetua amenaza de tormenta. El estreno europeo tampoco había resultado afortunado, con aquel empate sin goles ante el Trabzonsport en un partido cuya lectura más desapasionada desvelaba que el Athletic había hecho méritos para ganar por goleada.
El silencio de Bielsa tampoco colaboró entonces a remansar las aguas. El mundo rojiblanco caminaba con paso firme hacia una nueva escisión entre los partidarios del cambio y los que se aferraban al pasado. Fueron unos momentos delicados los que vivió el Athletic a lo largo de todo el mes de septiembre, aunque el ruido no llegó a atravesar nunca las paredes de San Mamés, ni siquiera cuando en la quinta jornada el Villarreal empató en la catedral ante un Athletic que seguía sin conocer la victoria en la Liga.
Había ruido en los mentideros y en algunos medios de comunicación, sobre todo del ámbito audiovisual, pero sonaba tan interesado y artificial, que el grueso de la afición rojiblanca supo permanecer en un silencio expectante. La actitud de la afición tuvo mucho que ver con un ejercicio de memoria y esperanza. Memoria para recordar crisis pasadas, artificialmente alimentadas, que acabaron en desastre (Irureta, en el recuerdo) y esperanza basada en la percepción de que algo muy profundo estaba cambiando en el equipo. Los marcadores fallidos no hacían justicia al juego que desplegaban los leones, cada vez más armonioso y espectacular, desmintiendo a aquellos que sostenían que los futbolistas del Athletic no podían jugar a otra cosa que al patadón. Lo que al principio pareció una propensión al suicido, con un equipo volcado en ataque que dejaba desguarnecida a la defensa propia, se desveló como un estilo de juego perfeccionable, que tendría que acabar dando resultados. La victoria en Bratislava, 1-2, primera de aquel angustioso septiembre, tuvo una oportuna ratificación cuando el calendario estaba a punto de perder una nueva hoja, con el triunfo en San Mamés ante el PSG, el rival de referencia en el grupo europeo. Los marcadores ratificaban, por fin, el buen fútbol del Athletic, y la afición comprobaba satisfecha que las palabras de Bielsa, no eran un brindis al sol.
El Athletic tenía el balón y el protagonismo en todos los partidos, fuera quien fuera el rival y el escenario. La victoria en Anoeta cambió el gesto hasta de los más pesimistas, y la goleada sobre Osasuna devolvió por fin la sonrisa a los asistentes a San Mamés, que ahora iban por fin al campo a disfrutar.
La exhibición de ambición del equipo en Valencia y la constante sensación de superioridad que exhibía en todos los partidos convencieron a los más descreídos. El estilo de Bielsa alcanzó su cénit en los partidos ante el Barcelona y el Sevilla. El nuevo estilo del Athletic trascendió los limites del entorno natural rojiblanco y su fama alcanzó incluso a aquellos para los que el fútbol no existe más allá de Madrid y Barcelona. Ahora, al equipo no solo se le pide ganar sino jugar bien y divertir; todo lo que no sea cumplir con tan ambiciosas espectativas se considera una decepción.
Los futbolistas han interiorizado el nuevo estilo con rapidez, demostrando y, lo que es más importante, demostrándose a sí mismos, que son mejores que lo que les decían desde todos los ámbitos. La polivalencia de bastantes de ellos, un aspecto capital en el modus operandi de Bielsa, le permite al entrenador alterar la fisonomía del equipo cambiando de posición a un par de hombres, o con apenas algún relevo. Son aspectos suficientemente comentados y hasta discutidos (como la posición de Javi Martínez) sobre los que no merece mucho la pena insistir. El técnico ha dado tantas muestras de ductilidad como de obstinación en sus decisiones. Hace falta más tiempo, al menos una temporada completa, antes de poner el foco en estos aspectos y en otros como el coste físico que supone disponer de un grupo muy reducido, sometido a una enorme exigencia en cada partido.
En el orden estrictamente resultadista, el balance no puede ser tan positivo. En los veintinco partidos oficiales disputados hasta la fecha, el Athletic ha ganado once, ha empatado nueve y ha perdido cinco. Pero hay que leer con cuidado esos números puesto que son las cifras de la competición europea las que adecentan la estadística general. Si nos circunscribimos a la Liga, el balance es más modesto: cinco victorias, cuatro derrotas y siete empates. Unos números que, en cualquier caso, no hacen justicia al juego desplegado por el Athletic. Las cuatro victorias, dos empates y una derrota en Europa, y los dos triunfos en la Copa, reflejan mejor el desempeño del equipo sobre el terreno de juego. La falta de acierto en el área contraria, la ausencia de un killer al uso, constituye la principal carencia de un equipo que produce juego y ocasiones como para golear en cada partido. La repetida sensación al término de cada partido, de que el Athletic ha merecido más, describe la realidad de este grupo de futbolistas.
Puede afirmarse que el Athletic de Bielsa ha tenido más fútbol que marcadores favorables en estos seis meses, lo que no añade mucho en la eterna discusión entre los resultadistas y sus opositores. La aportación del técnico argentino atañe a aspectos más profundos que el mero juego o los resultados. Al margen de que el equipo juegue mejor o peor, gane o pierda, lo trascendente del cambio radica en la recuperación del orgullo, que se traduce en el respeto reverencial que manifiestan todos los visitantes de San Mamés, que no dudan en plantar un cerrojo en su propia área, y en el descaro con el que el Athletic se desenvuelve cuando actúa como visitante, vaya a donde vaya. Esta recuperación el orgullo, ese sentirse y comportarse como un grande que trasluce el equipo, es lo que más agradece el aficionado que ha sufrido tantos años de penurias y sentimiento de inferioridad alimentado muchas veces desde el propio club. Es la prometida recuperación del estilo.
El aficionado agradece además que Bielsa cumpla con la palabra empeñada a su llegada. El Athletic quiere el balón, quiere jugar en campo contrario y quiere ser el protagonista. A estas alturas, después de veinticinco partidos, ya nadie duda de ello.
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3 comentarios:
que los equipos vengan a encerrarse a san mames solo puede ser por que no pueden competir de tu a tu.nos temen como antes.
Cuando los habituales de este kiosco pedimos un resumen-balance navideño no esperábamos algo tan completo.
Coincido al 99,99%.
Hay que dar tiempo, en lo deportivo y lo institucional, que hay demasiados frentes abiertos. El problema es que el actual estilo de los regentes, sean de palacio o sean del Txorierri, no gusta a esos medios al que el excesivo protagonismo de presidentes y entrenadores les permite rellenar minutos audiovisuales sin tener que pensar o elaborar.
Seguiremos comentando en breve, que las vacatas futboleras terminan, si la resaca del nuevo año se nos ha despejado para entonces.
Urte barri on.
Creo que hay que reflexionar un poco por encima del día a día de los resultados, y estos parones vienen bien, sobre todo si coinciden con un plazo razonable como medio año. Urte barri on a todos, que seguro que este año algo toca. No todo puede ser tan malo como lo pintan.
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