Me da miedo la euforia. Y más cuando ésta se alimenta de una manera interesada. El Athletic ha eliminado al Sporting en cuartos y está en semifinales. Jugando muy bien, además, en El Molinón, y dando, por fin, una imagen de atrevimiento, convicción y capacidad. Perfecto. Fue una noche feliz la de Gijón. Pero seamos fríos. Eliminar al Sporting, un recién ascendido de inocencia enternecedora, en cuartos de final, no puede venderse como la hazaña del siglo, y menos comprarse; al menos por parte del aficionado sensato que ya ha visto unas cuantas cosas a lo largo de su vida rojiblanca.
Desde que se conoció el sorteo, se ha desatado en los medios una especie de competición por ver quién es más optimista, quién vende más ilusión (y quien dice ilusión dice periódicos), quien es más del Athletic, como si ser del Athletic fuera, sobre todo, ganar en un concurso de decir fantasmadas. El Athletic ha jugado casi medio centenar de semifinales de Copa a lo largo de su historia; ya sé que últimamente no las ha frecuentado, pero tampoco hace tanto de la que se perdió a los penaltis contra el Betis. Está bien la ilusión y el optimismo, porque el fútbol es así y no es malo que la gente disfrute del momento, al contrario. Pero tampoco sobra una dosis de realidad, más que nada porque las decepciones suelen ser más dolorosas en función de las expectativas que se crearon.
No quiero ser aguafiestas, y confieso que a mí también me ilusionó ver al Athletic atrevido y convencido de sus posibilidades, que fue comiéndole el terreno al rival hasta dejarle claro que era superior, bastante superior, y que el partido y la eliminatoria, tenían que ser suyos. He visto varias veces ese Athletic y ese partido en El Molinón. El campo asturiano tiene magia para los rojiblancos probablemente porque su propietario juega de una manera que le va como anillo al dedo al fútbol de los leones. El Sporting ha sido siempre un equipo alegre, que va de cara y lo confía todo en la calidad de sus futbolistas. Los asturianos han jugado siempre como un grande; cuando sus plantillas se lo han permitido... y cuando no ha tenido la calidad suficiente para hacerlo. Es su estilo y son fieles a su escuela.
Frente al Athletic, con un gol a favor a los treinta segundos, siguieron jugando al ataque, como si no hubiera pasado nada; no rehuyeron el choque a pecho descubierto ni cuando los de Caparrós les demostraron con hechos que estaban en disposición de reventar su frágil defensa. En lugar de protegerse, aceptaron el intercambio de golpes y el Athletic les machacó porque, en definitiva, es mejor equipo que el Sporting como se ha demostrado en dos de los tres partidos que ya llevan disputados esta temporada.
El despliegue enorme de Javi Martínez y Orbaiz volvió a ser la base desde donde empezó a crecer el Athletic. El desconocido (sobre todo en el primer tiempo) Iraola, tuvo su contrapunto en la otra banda, donde Koikili se agigantó hasta convertirse en un jugador crucial para terminar de desequilibrar la ya precaria verticalidad del Sporting. El trabajo de Vélez arriba minó la resistencia de una defensa excesivamente preocupada de Llorente que, sin embargo, no evitó que el delantero prolongara a placer el balón para que Gabilondo se anotara otro de sus golazos.
Precisamente el gol de Gabilondo acabó por poner en evidencia al Sporting. Quedaban apenas cuatro minutos para el descanso, pero en ese breve lapso de tiempo los asturianos ya dieron síntomas de descomposición. Balones perdidos de manera absurda, fallos defensivos que casi propician un segundo gol... Ni el paso por el vestuario les sirvió a los de Preciado para recuperar la compostura. Regresaron muy tocados, como si el hecho de que el Athletic hubiera marcado un gol significara el fin del mundo. El robo de Orbaiz en el centro del campo, la alfombra roja que le pusieron en la banda derecha y la soledad con la que David López compuso la figura para interpretar los tiempos de un remate de cabeza de libro en el área pequeña, describen a la perfección el desaguisado que estaba sufriendo para entonces el equipo asturiano. El fin del mundo llegó entonces de manera definitiva y el Athletic hizo sonar las trompetas del Apocalipsis en El Molinón. Con Yeste en el campo, el balón fue para los de Caparrós, que pudieron aumentar su ventaja en un par de ocasiones.
El Athletic brilló en Gijón pero es importante que el fogonazo no nos ciegue hasta hacernos perder la visión de la realidad. Y ésta es que todavía queda por disputar una larga semifinal ante un rival que será, sin ninguna duda, mucho más compacto que este Sporting, tan bonito cuando las cosas le salen bien, como etéreo cuando pierde el control. Sin olvidar que el sábado llega a San Mamés ese Málaga que es la revelación de la temporada y que en la Liga queda todavía mucha tela que cortar.
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1 comentario:
Exactamente. No hemos hecho nada que no lográsemos antes contra Madrid o Betis para quedar nuestro orgullo desparramado después. Hay que tener cautela, aunque Manolete nos acuse de cenizos. Reconozco, también, que no me importaría organizar un poteo de bloggers en Valencia como continuación a lo que dice Iñaki.
Coincido en el buen partido del Athletic, de menos (o de mínimos) a más.
¿Has leído la crónica de Artetxe en AS? No coincido para nada con él, me parece que exagera la actuación del Sporting de la primera parte.
También creo que los jugadores que destacan fueron los clave. Ion Vélez dio una imagen totalmente distinta de la de hace 6 días.
Y cuidado con el Málaga, que es peligroso y ha demostrado que los que sabéis de esto también podéis errar :-) (yo también lo hice, pero no entiendo de fútbol).
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