miércoles, 4 de abril de 2012

Lo importante, lo accesorio y lo superfluo

Está claro que la eliminatoria con el Schalke 04 tiene muy poco que ver con el cruce con el Manchester United. En el ánimo de la afición rojiblanca ha pesado más el nombre del rival que el nivel de la competición. No es lo habitual que unos octavos de final despierten más pasión que unos cuartos, pero así es en esta ocasión y así habrá que tomarlo.
Los diferentes calibres que se pueden utilizar para medir el interés que despierta un partido arrojan resultados más tibios ahora que cuando hace quince días llegaron los ingleses a Bilbao. Las taquillas de San Mamés son el mejor termómetro para medir la fiebre rojiblanca. El club ha sacado ahora a la venta para el público 1.800 entradas, cuando ante el Manchester United las taquillas ni se abrieron tras agotarse las entradas al paso de socios y socios barria. Que se hayan repetido las colas nocturnas merecería otro comentario pero, por resumir, digamos que el asunto se ha convertido en una estupenda disculpa para apuntarse a una gaupasa entre semana.
La fecha vacacional y el resultado del partido de ida tampoco ayudan a despertar pasiones. Sin duda Bilbao será una fiesta en las horas previas al partido, pero no se aprecia en el ambiente el entusiasmo que desbordaban los días anteriores a la llegada de los diablos rojos. Seguro que el gremio de hostelería podría reflejar la diferencia con cifras que siempre son mucho más precisas que la percepción de cada uno.
Con ser significativo el asunto del ambiente que rodea un partido, más si tiene la trascendencia del paso a una semifinal europea, no deja de ser un aspecto accesorio al mismo. Lo que de verdad importa es lo que vaya a pasar en el rectángulo de juego y eso está íntimamente relacionado con la actitud y la concentración de los protagonistas. Afortunadamente, el Athletic ha dado pruebas más que sobradas de que no hay nada que temer al respecto. A lo largo de la temporada los rojiblancos han demostrado que nunca dan un partido por resuelto antes de tiempo y que no se les pasa por la cabeza la posibilidad de minusvalorar al rival, ni por su presumible inferioridad ni por efecto del marcador. Cuando Bielsa decidió alinear a todos sus titulares en el debut copero en Oviedo, envió un mensaje meridianamente claro a sus jugadores, a los rivales y a los aficionados: no hay lugar para la relajación cuando se compite.
Así que al margen de aspectos puntuales, como la posición de Javi Martínez en el lugar del sancionado Iturraspe y la entrada del recuparado Ekiza en el eje de la defensa, está garantizado que el equipo se tomará los noventa minutos que le restan por jugar contra el Schalke 04 con la misma intensidad con que lo hizo frente al United. De las manifestaciones de los jugadores se desprende que tienen interiorizado el discurso de su entrenador y que la ventaja en el marcador no les va a relajar lo más mínimo. Mejor así.
Lo importante, la actitud del equipo, está garantizado y lo accesorio, el ambiente, acabará estando a la altura de las circunstancias, seguro. Pero a esta eliminatoria le acompaña un aspecto cuando menos superfluo y, como poco, desconcertante. Me refiero a esa especie de culto a Raúl que empezaron alimentando desde Madrid pero que, sorprendentemente, está encontrando eco en algunos medios locales. De pronto, la entrañable y tradicional ofrenda floral a Pichichi por parte del equipo debutante en San Mamés, lleva camino de convertirse en un acto a mayor gloria de Raúl por la circunstancia de que el exmadridista es a la sazón el capitán del Schalke y por lo tanto encargado de llevar a cabo dicha ofrenda.
Nadie puede poner en duda la extraordinaria carrera profesional de Raúl, ni su calidad como deportista. El Athletic sabe bastante de sus cualidades porque, vestido de blanco, el delantero ha batido la portería rojiblanca en una docena de ocasiones. Pero eso no debe hacer olvidar que Raúl sigue siendo un rival quien, sin ir más lejos, batió dos veces a Iraizoz, simuló un penalti y tiró de su equipo los noventa minutos del partido de ida. Se comportó como el gran profesional que es y como el rival más peligroso del Athletic. A veces la caballerosidad y el papanatismo están separados por una línea muy fina. Aplaudir a Raúl como se aplaudió a Giggs o a Ferdinand, como despedida y reconocimiento a una carrera, es algo muy propio de la afición de San Mamés. Lo demás sobra porque lo que importa, no lo olvidemos, es eliminar al Schalke 04 y alcanzar la semifinal de la Liga Europa. Ni más ni menos.
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3 comentarios:

Iñaki Murua dijo...

Aunque casi parece que hay campaña para la ovación a Raúl, lo que no me gusta. Se empieza a asemejar al caso Iniesta.
Y también lo pensaba yo, pero el pasado jueves la piscina que hizo en el área y la bronca a Ander Herrera me quitaron las ganas de hacerlo. Habrá que ver si mañana vuelve a ganar puntos, pero sin marcar más goles ;-)

Juan Carlos Latxaga dijo...

Kaixo Iñaki. Algún día habrá que hablar de los estragos de la televisión. ¡Qué manera de comer el tarro al personal!. Luego nos extraña que estemos como estamos...

Carmelo Rodrigo dijo...

Totalmente de acuerdo, Juancar. Una cosa es ovacionar a Giggs, Ferdinand, etc, como iconos del buen fútbol, y otra aplaudir el gol de Rooney en San Mamés. A pesar de mi poca "querencia merengue", reconozco en Raúl a un deportista ejemplar, implicado, de esos que tanto nos gustan en nuestro Athletic. Pero hasta ahí; el fútbol es un deporte entre adversarios, no entre enemigos, y el fair play obliga, eso sí, sin pasarse de rosca.

Nos espera una noche climatológicamente desapacible pero estaremos allí, empujando.

AUPA ATHLETIC!!!