domingo, 6 de mayo de 2012

Trámite y emoción en la despedida liguera
del Athletic en San Mamés

Lo mejor del último partido de Liga en San Mamés ocurrió al final, cuando el árbitro pitó por última vez y las emociones se desbordaron; cuando el público puesto en pie dedicó al equipo una ovación interminable que quiso ser al mismo tiempo reconocimiento a una excelente temporada e impulso ante la histórica cita del próximo miércoles en Bucarest. También fue el momento de despedir a dos jugadores de trayectoria corta como rojiblancos pero que, cada uno a su manera, han sabido dejar huella de su paso por el equipo. Gabilondo, 174 partidos en seis temporadas, no tuvo la fortuna de su parte para despedirse con uno de esos golazos que han acabado siendo su seña de identidad como león. Y es que no ha marcado muchos, veinticuatro, pero casi todos han sido de excelente factura cuando no decisivos. Ante el Getafe el público llegó a celebrar la que pudo ser su última diana, pero el balón, repelido por el larguero, rebotó sobre la línea de gol para encontrarse de nuevo con la madera, que acabó devolviéndolo a las manos del portero. Koikili tuvo peor suerte que su compañero, puesto que ni siquiera tuvo la ocasión de despedirse de su público jugando al menos su último minuto. Noventa y ocho partidos le contemplan. Cifra corta que ni siquiera le da derecho a lucir en su solapa la insignia de oro que el club reserva a los centenarios en partidos. Pero Koikili quedará para siempre en la memoria de los aficionados como el futbolista modesto que de pronto llegó desde la Segunda B y consiguió a hacerse con un sitio en la élite; la reivindicación del fútbol de bronce y el espejo en el que se deben mirar los futbolistas jóvenes antes de perder la esperanza de triunfar en la élite.
También Marcelo Bielsa tuvo su sitio de honor en la última noche de la temporada en San Mamés. La grada entonó ese cántico letal que suele ser preludio de despedidas, pero con la letra gozosamente cambiada. "Bielsa quédate", fue el grito coreado por ese orfeón tan bien afinado después tantas actuaciones estelares como ha protagonizado este año. Fue uno de los momentos cumbre de la noche, junto a aquellos en los que la hinchada arrancó con la marcha triunfal de Aida sin necesidad del preludio del gol, solo porque así se lo pedía cuerpo, porque el equipo y el público se merecían una noche festiva y divertida, al margen de lo que estuviera ofreciendo el partido, que era más bien poco, pero era lo que menos importaba la noche del sábado.
Y es que en las tribunas se hablaba de todo menos del partido. Se celebraba la suerte o se lamentaba el infortunio de quien había resultado agraciado en los sorteos de las entradas o no, se ultimaban planes para Bucarest y se intercambiaban consejos y sugerencias. Todo el mundo estaba en otra parte la noche del sábado, incluso los jugadores del Getafe parecían estar más pendientes de organizarse las vacaciones que de amargar la despedida a los leones.
Lo hubieran tenido más sencillo que nunca de habérselo propuesto porque Bielsa, por fin, se tiró de cabeza a este asunto tan debatido de las rotaciones. Solo Aurtenetxe y Herrera comparecieron en el equipo titular, lo que dio pie a más de un comentario. ¿No era Herrera el que venía padeciendo problemas de pubis durante toda la temporada?. Pues el centrocampista fue de los que jugó los noventa minutos.
Después del descanso saltaron al campo Susaeta, Iturraspe e Iraola. Tres titulares habituales que colaboraron a intensificar el asedio sobre la portería del Getafe y a caldear el ánimo de la grada en los últimos cuarenta y cinco minutos de la temporada. Claro que cuando Iraola se acercó a la banda tocándose la ingle, más de uno debió de pensar que la presencia en el campo de tres titulares, cuatro con Herrera, era un riesgo excesivo en vísperas de una cita histórica. Claro que después del año que llevamos, a Bielsa hay que concederle el beneficio de la duda incluso cuando toma decisiones tan excéntricas para el resto de los mortales como esa de incorporar de golpe a tres jugadores que serán decisivos el próximo miércoles.
Poco cabe decir de un partido que el Athletic, a pesar de las ausencias y del ambiente relajado, mereció ganar por juego y por ocasiones y que se le volvió a quedar en un triste empate sin goles por culpa de su penosa puntería y de la falta de claridad en los metros finales o en el pase decisivo. El empate es lo de menos, aunque los puntos perdidos lleven a los rojiblancos a una posición en la clasificación que no es acorde ni con el juego desplegado ni con los méritos contraídos a lo largo de la campaña. No es justo ni estético ver al Athletic a esa altura de la tabla, pero las cosas son como son y no como nos hubiera gustado que fueran.
Poco importa lo que ocurrió ante el Getafe. Fue un simple trámite impuesto por el calendario, un breve e intrascendente paréntesis apenas abierto y cerrado en medio del discurso que el equipo y la afición vienen declamando desde que el Athletic certificó su presencia en la final de Europa League. ¿A quién le interesa Getafe cuando Bucarest ya asoma en el horizonte?. Estamos en la cuenta atrás de una cita con la historia. Tic, tac, el reloj ya desgrana segundo a segundo el tiempo que nos queda antes de abrazarnos con la gloria.
llévame a Menéame Menéame mira lo que se habla en la blogosfera Technorati: Athletic lleva este post a los favoritos de Google GBookmarks: marcar

1 comentario:

Gontzal dijo...

Tengo el corazón en un puño. Marcho mañana. No sé si podré dar señales de vida a través de alguna red social, si no, charlaremos la próxima vez siendo campeones europeos, que me dará un estatus mayor como filósofo futbolero de taberna.

Bucarest karajo!