viernes, 14 de marzo de 2008

Los chavales de Lezama ya no tienen en qué creer

Ahora que García Macua ha oficializado el despido de Julen Guerrero, es el momento de hacer balance de la trayectoria del ya ex y de las circunstancias que le han acompañado en su trayectoria, para recordatorio de desmemoriados, enseñanza de ignorantes y desenmascaramiento de oportunistas.
Julen Guerrero fue el jugador que abrió el mundo del fútbol a sectores de la sociedad que hasta su llegada habían permanecido ajenas a este deporte. Con Julen llegaron las chicas a los campos de fútbol, a los terrenos de entrenamiento... y a las puertas de los hoteles. Su efigie sustituyó en muchas carpetas de colegialas a las de los cantantes de moda. Esa trascendencia fue una de las causas que empujaron en su día al presidente Arrate a amarrar de por vida al jugador.
Guerrero jugó su primer partido con el primer equipo en Alemania. Era el primer verano de Heynckes y el técnico se llevó al equipo a un lugar de concentración habitual del Bayern, Oberstaufen, un pueblecito en las estribaciones de los Alpes. Heynckes incluso consiguió que su antiguo club prestara su autobús oficial, chofer incluido, al Athletic y que el último día de la concentración lo amenizara un pianista que participaba en todos los eventos de los de Munich.
El Athletic llegaba a aquella concentración exhausto después de dos temporadas pésimas en las que ni Clemente, entrenador nombrado por Lertxundi tras las tormentosas elecciones de 1990, ni Sáez, que abandonó Lezama para hacerse cargo del primer equipo, pudieron enderezar el rumbo de un conjunto que luchó por la permanencia dos cursos consecutivos. Heynckes llegaba como el revulsivo que necesitaba un equipo que había recibido varapalos como el 0-6 contra el Barcelona y el alemán, consciente de que necesitaba savia nueva, se llevó a aquella concentración a Juanjo Valencia, Carlos García y Julen Guerrero, a quien ya le precedía su fama como capitán del último Athletic campeón de Copa juvenil.
Los tres debutaron en un campo de regional, sin tribunas y hierba irregular. El Athletic llevaba dos temporadas pegando patadas al balón y Heynckes quería exactamente lo contrario. El único que entendió las consignas del técnico aquella tarde fue Julen, uno de esos futbolistas a los que basta con ver diez minutos para apreciar todo el talento que esconden.
Después llegó el debut contra el Cádiz, la explosión, la confirmación de la estrella y el renacer del Athletic, que acabaría clasificándose para la UEFA en la temporada 93-94, cuando aquel 0-6 de cuatro años atrás se convirtió en el 7-1 al Sporting con los cuatro goles de Julen incluidos.
Guerrero se fue al Mundial de EE.UU. puesto que ya se había convertido en un fijo de la selección de Clemente a los seis meses de su debut. A su regreso, ya era uno de los futbolistas más deseados y en el entorno del Athletic se especulaba con el tiempo que duraría el jugador como rojiblanco.
Un viaje de Julen a Madrid a una promoción comercial en unos grandes almacenes, precipitó los acontecimientos. El colapso que provocó la presencia de Guerrero en la Castellana no pasó desapercibido al Real Madrid. Marca, en una de esas exclusivas por capítulos que publicaba entonces, presentó una portada ocupada únicamente por una silueta en negro de un busto, con un titular que rezaba algo así como "sabemos quién es el elegido por el Madrid". Al día siguiente, la silueta en negro se había transformado en la foto de Julen Guerrero ocupando toda la portada. La lógica conmoción que provocó aquello tuvo su intrahistoria en forma de protesta más que airada desde Ibaigane, pero esa es otra batallita. La cosa empezaba a recordar a lo que había sucedido el año anterior con Eskurza y el Barcelona.
Fue en aquel estado de cosas cuando la directiva presidida por Arrate, con alguna asesoría externa de mucho peso, se inventó un contrato para amarrar a Julen al Athletic. Fue un gran contrato y como tal fue celebrado por todo el mundo rojiblanco, sin excepción. Después de experiencias pasadas en las que San Mamés vio partir a algunos de los jugadores que pasaban su mejor momento como Julio Salinas, Zubizarreta, Alkorta o Eskurza, el Athletic daba un golpe de autoridad y se garantizaba al mejor. Pero lo más importante era que aquel contrato venía con un plus: Guerrero se convertía en un icono y en un ejemplo para los más jóvenes y el club enviaba a los más jóvenes el nítido mensaje de que el Athletic sabía compensar la fidelidad con fidelidad.
Ese plus es el que García Macua acaba de arrojar por la alcantarilla. Las promesas que ahora mismo están ejercitando en Lezama acaban de aprender que el Athletic sólo les va a ofrecer dinero así que si por ahí les ofrecen más, lo tendrán muy fácil para elegir.

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