Parece ser que definitivamente y si alguien no lo remedia a última hora, el despido de Guerrero del Athletic es un hecho consumado. A García Macua le ha costado ocho meses culminar su venganza. No se había atrevido a hacerlo antes por el influjo que todavía ejerce su víctima sobre buena parte del tejido social del Athletic y no ha podido demorarlo más porque el asunto empezaba a amenazar con estallarle en las manos, sobre todo a raíz del movimiento que habían iniciado las peñas.
García Macua lo podrá vestir como quiera y su cohorte mediática le podrá hacer los coros, pero esto es una venganza y no el cumplimiento de una presunta promesa electoral. No lo es porque si el entonces candidato prometió acabar con los contratos vitalicios, habrá que recordar que el de Guerrero era indefinido, que no es lo mismo. Pero el actual presidente del Athletic no ha dudado en hacer una utilización perversa del lenguaje (también en este caso) con la aquiescencia y la complicidad de algunos medios y la ignorancia de otros.
Y tampoco es verdad la otra razón que aduce el presidente: que Guerrero no encajaba en su estructura deportiva. No es verdad porque García Macua no tenía ninguna estructura deportiva cuando llegó a Ibaigane, como lo demuestra, entre otras, la peripecia de Iñaki Urkijo, que fue responsable de Lezama durante una semana.
García Macua no ha perdonado a Guerrero que se posicionara con la candidatura de Ercoreca. Hubiera sido mucho más elegante, más inteligente e infinitamente mejor para el Athletic, si el presidente se hubiera tragado el orgullo y hubiera negociado con Guerrero una continuidad en términos aceptables para Julen, y términos aceptables incluyen la discreción, la ausencia de acusaciones más o menos veladas en los medios o la publicidad de las cifras. García Macua no ha negociado en ningún momento con Guerrero, por muchas veces que se hayan sentado a hablar ellos o sus representantes. Se ha limitado a ofrecerle esto o nada, y a Guerrero no le ha quedado otra que elegir nada.
García Macua ha echado por tierra la imagen del último mito rojiblanco sólo porque no ha tragado que apoyara a su oponente en las elecciones y no a él. A García Macua no le gusta, ni soporta, que le lleven la contraria, como ya puso de manifiesto cuando expresó la opinión que le merecían los compromisarios que le rechazaron el presupuesto.
Si alguna vez sale de Lezama otro jugador como Guerrero ya sabrá a qué atenerse cuando le lleguen ofertas de los mejores clubes de Europa y las compare con lo que le ofrezcan en Ibaigane. Antes en el Athletic se cumplía la palabra dada y el hecho diferencial tenía un valor. Ahora ya sabemos que en cualquier momento puede llegar el García Macua de turno y dejarlo todo en papel mojado. Eso sí, el presidente va a llevar a algunos jugadores veteranos a Lezama para explicar a los chavales lo que significa el Athletic. Convendría más que esas charlas las dieran en Ibaigane.
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