El colmo de esta situación llegó cuando en plena campaña electoral, alguien que a la sazón no era siquiera oficialmente candidato, anunció que no renovaría a Padilla y Núñez sin explicar los motivos de semejante decisión, trabajo que dejó a su abundante aparato mediático y de agit-prop a pie de barra de bar. Según su versión apócrifa, el cese de Padilla era la interpretación moderna de aquello de la cabeza del Bautista en la bandeja de Salomé, que serviría para aplacar a algunas fieras madrileñas que tenían cuentas pendientes con el doctor desde los tiempos de Indurain. Esas fieras, convenientemente amansadas, serían las que posteriormente allanarían el camino institucional para una feliz resolución del caso. La patraña servía para ganar algunos votos, aunque fuera a costa de la honorabilidad de un profesional, pero qué importa esas menudencias.
Las palabras de Lissavetzky desmontan ahora todo el invento, pero ya no importa, las elecciones están ganadas y el Athletic vive en el más feliz de los mundos, según la doctrina oficial. De hecho, el presidente acaba de utilizar uno de sus altavoces para proclamar que el equipo ya está "cuajado". Sí, como un flan, que es como se comporta en cuanto los rivales le agitan un poco.
Menéame
Technorati: dopaje
GBookmarks: marcar
No hay comentarios:
Publicar un comentario