De momento, el margen de seis puntos del que disfruta el Athletic sobre el descenso, le permite afrontar con otra tranquilidad los próximos compromisos. No se trata de hacer las cuentas de la lechera, pero observar que el próximo visitante de San Mamés es el Espanyol, anima a otear el horizonte con cierto optimismo, tanto por el margen clasificatorio como por lo que este equipo empieza a apuntar.
Se dirá que el Betis acusó tres ausencias determinantes en su centro del campo, y es verdad. Pero también al Athletic le faltó Iraola de salida y, no solo eso, sino que tuvo que rehacer en los primeros veinte minutos toda su banda derecha, ya de por sí improvisada con Murillo como lateral. Una competición tan larga como la Liga da para circunstancias de todo tipo, y las ausencias son una de ellas. El factor suerte también se manifiesta en este tipo de situaciones. A veces la fortuna te lleva a enfrentarte a un equipo que atraviesa un mal momento y te aprovechas. No es lo mismo jugar contra uno de los rivales de arriba cuando viene o va a jugar un partido internacional decisivo, que en otra fase del calendario. Claro que no es lo mismo visitar el campo del Betis cuando el propietario está en racha o cuando está remendado. Pero eso no quita un ápice de mérito a la victoria del Athletic que, apurando el argumento, debió ser incluso más amplia.
El gran trabajo de Orbaiz y Javi Martínez fue suficiente para ganar la batalla del centro del campo. Yeste aportó pausa (a veces demasiada) y Susaeta ocupó con solvencia el puesto de un David López a quien la lesión le corta una trayectoria ascendente. Arriba, Llorente volvió a ser una pesadilla para el equipo contrario y Vélez dio un pasito más en su crecimiento. Porque Vélez es un jugador en crecimiento. Es posible que su techo no sea muy alto, está por ver, pero lo cierto es que el chaval aporta más cosas cada día y se está desvelando como una excelente pareja de baile para Llorente. La presencia de dos delanteros grandes pero de más que aceptable movilidad, le permite al Athletic mantener una línea de ataque que impide alegrías a los rivales. Otra cosa es que los compañeros más retrasados abusen del envío largo buscando las cabezas de sus delanteros.
Si hay que poner un pero al buen trabajo de los rojiblancos en el Villamarín, hay que recordar su escasa autoridad en el tramo final del partido. A medida que transcurrían los minutos y la victoria de acercaba, el equipo se fue achicando, cediendo demasiados metros y, sobre todo, demasiado balón, a un rival que había sido inferior. El Athletic le dio vida al Betis cuando puedo haberlo rematado mucho antes, y esa actitud condenó a los rojiblancos a pasar algún apuro, más fruto del temor que de la peligrosidad real del rival, en los últimos minutos. No hubiera sido justo que una jugada desgraciada o un acierto aislado de algún contrario hubieran desbaratado la victoria. Pero la posibilidad existió hasta el último minuto y fue más fruto del miedo a ganar del Athletic que del empuje del Betis. Es de esperar que ahora, mucho más desahogados en la tabla, ese miedo a ganar también desaparezca y de paso a un equipo más solvente desde el primero hasta el último minuto de cada partido.


