Del partido de Mallorca ha quedado en la retina la ocasión de Basinas en el último minuto, que hubiera supuesto la derrota del Athletic de no aparecer la pierna providencial de Ustaritz. Y esa última imagen contribuye decisivamente para que el aficionado juzgue lo que fue el partido en los términos más pesimistas. Mala suerte para los vendedores de optimismo. El partido de Mallorca fue tan malo que su epílogo hace justicia a lo ocurrido durante toda una hora, la que el equipo de casa jugó con un hombre menos ante un Athletic incapaz de hacer valer su superioridad numérica.
La victoria de Valencia, tan ponderada en su día, va adquiriendo su auténtico valor en la medida en la que el equipo levantino sigue acumulando derrotas, incapaz de marcar un solo gol. La derrota ante el Real Madrid, maquillada por un primer tiempo aceptable, descubre ahora para muchos, el lamentable segundo tiempo que jugó el Athletic, tan justo de juego como, lo que es más preocupante, de fuerzas.
En Mallorca volvió el Athletic limitado, que se asusta de sí mismo y no sabe qué hacer cuando se ve en superioridad. Lo peor que le puede pasar a este Athletic es que las circunstancias del partido le obliguen a enseñar lo que tiene, porque entonces aparece su patética desnudez. Cuando hay un rival superior, o el partido viene torcido, el Athletic se tapa a base de pundonor y entrega. Cuando le dan el balón para que haga algo con él, es cuando llegan los problemas. Sucedió en Mallorca y ha venido ocurriendo en todos los partidos jugados en San Mamés.
Mientras tanto, seguimos con esa especie de consigna que se ha instalado este año en el entorno mediático del club. Este equipo es otra cosa, ha mejorado a ojos vista y se le ve capaz de estar más arriba. Seguro que este año no pasamos los apuros de temporadas anteriores. Vale. De acuerdo. Pero estamos a un punto del descenso y el partido contra el Murcia del próximo domingo no será una final, pero empieza a parecerlo.
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