A nadie se le puede exigir más de lo que buenamente puede hacer y el Athletic hizo el sábado todo lo que estuvo en su mano para ganar al Real Madrid. Lo que ocurre es que hoy en día todos los recursos de los rojiblancos no son suficientes para ganar a un rival de la talla del Madrid si a éste le da por ponerse serio y jugar también rozando el límite.
Un fallo de Ocio a cinco metros de la frontal permitió a Van Nistelrooy, inédito hasta entonces, entrar en el partido para resolverlo con un zapatazo. Minutos después el holandés pudo matar el partido pero se durmió y permitió que Koikili le robara la cartera rectificando su error anterior al quedarse atrás evitando el fuera de juego del delantero. No fueron los únicos fallos de los rojiblancos. De hecho empezaron fallando antes de empezar el partido, en concreto su técnico, Caparrós, que sigue empecinado en ver a Ustaritz en el lateral derecho. Su insistencia provocó que tuviera que cambiar el dibujo dos veces en la primera media hora y utilizar un cambio antes del descanso. Rectificar es de sabios pero es mucho más sabio acertar a la primera y evitar tropezar dos veces en la misma piedra. Alguien debería enseñar a Caparrós los vídeos de Amorebieta jugando, es un decir, de lateral izquierdo porque algún antecesor suyo en el banquillo se empeñó también en convertir a un magnífico central en un pésimo lateral.
Pero no todo fueron errores, claro que no. El Athletic con su actitud y Caparrós con sus declaraciones previas, acertaron en la puesta en escena del partido. Caliente, fuerte, sin concesiones a las modas del fútbol actual. Pudo salir redondo si Casillas no se cruza en el camino de Iraola o Llorente...o si el Athletic de hoy en día tuviera la prestancia física y las gotas de calidad que tenían otros equipos rojiblancos que todos tenemos en la memoria. Mal que nos pese, este Athletic de hoy en día puede jugar como el Athletic de siempre sólo hasta cierto punto. El sábado pudo hacerlo durante casi todo el primer tiempo. Ocurrió que el Madrid no volvió la cara y contestó al sudor con el sudor y al músculo con más músculo. Y además puso rigor defensivo y algunos fogonazos de fútbol que acabaron convirtiendo todo el segundo tiempo en un suplicio para el Athletic. Los de Schuster fueron una especie de molde que fue aplastando al Athletic hasta acabar perfilando el retrato exacto del actual equipo rojiblanco: mucho corazón, fútbol justito y nulo remate. Lo bueno es que el Real Madrid sólo pasa una vez al año por San Mamés. Lo malo es que el Athletic sólo juega como lo hizo el sábado cuando vienen los blancos o el Barcelona y si los de Caparrós no juegan en el límite de su perfil pueden ser pasto de cualquiera. De momento sólo han conseguido ganar al Recre en San Mamés. Por algo será.
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