Seguimos con el agua al cuello

Contra Osasuna era ganar o ganar y mucho más después de los resultados de la jornada. No sumar los tres puntos hubiera dejado al Athletic donde estaba en la tabla pero más lejos de sus predecesores. Gracias a los goles de Garmendia y LLorente, el Athletic está donde estaba a todos los efectos: en posición de descenso y a la misma distancia de quienes le preceden. Visto lo visto hay que aceptarlo como el mal menor.
Porque la victoria ante Osasuna es poco más que eso y está muy lejos de esa presunta inyección de ilusión que ha recibido el equipo según los exégetas de García Macua. Visto el partido en su globalidad y sufrido todo el segundo tiempo como no está en los escritos, la conclusión que se extrae es que cualquier otro equipo que no fuera Osasuna no se hubiera ido de vacío de San Mamés. Afortunadamente, el Athletic tuvo enfrente al peor colista de Europa, al equipo que únicamente ha marcado tres goles en los once partidos de Liga que lleva disputados. Semejante estadística no es para echar en saco roto. Los rojillos no inquietaron a Iraizoz en ningún momento del partido; ni siquiera se cobraron un remate digno de merecer tal nombre. Pero a pesar de ser eso cierto, no lo fue menos que la parroquia se pasó todo el segundo tiempo mordiéndose las uñas y mirando el reloj. La sensación de alivio que se respiró en San Mamés cuando sentenció Llorente a falta de dos minutos, solo fue comparable a otro tipo de sensaciones que tienen más que ver con la fisiología que con la psicología.
Y es que el Athletic fue incapaz de rematar a un rival al que lo único que le faltó fue poner su cuello en el picadero. Osasuna llegó vivo al descanso porque los de Caparrós no supieron aprovechar los diez minutos posteriores al primer gol en los que los rojillos bajaron los brazos hasta extremos incomprensibles en su desesperada situación. Luego, al regreso del vestuario, ocurrió lo que todos los escarmentados aficionados rojiblancos se temían. El Athletic salió empanado (hay que revisar la mezcla de la papilla para ver qué contiene exactamente) y Osasuna tuvo unos diez primeros minutos en los que llegó a asustar realmente al personal sin hacer nada, que ya tiene delito la cosa.
Pero queda dicho que el equipo de Camacho es el peor colista de Europa. Enfriado el furor inicial, los rojillos se limitaron a mover de aquí para allá un balón que el Athletic no quería, o no podía mantener en sus pies. Sudor frío, miedo a lo peor, y nervios, muchos nervios en la grada y en el césped provocó la errática actitud del Athletic. Afortunadamente en la única ocasión en la que los rojiblancos lograron enlazar más de tres pases seguidos, llegó el segundo gol, obra de Llorente y merecido premio al extraordinario partido del delantero que logró que un buen central como Cruchaga pareciera por momentos un estibador vestido de futbolista.
Caparrós apostó esta vez por Javi Martínez, Garmendia y Susaeta en los lugares de Yeste, Etxeberria y Gabilondo. Los cambios no fueron decisivos porque el equipo volvió a jugar más o menos como siempre, o sea, mal. Los verdaderos protagonistas fueron el ya mentado Llorente y Pablo Orbaiz, cuya labor en el centro del campo fue especialmente eficaz sobre todo en la primera parte. Para los amigos de la estadísticas morbosas, el Athletic volvió a ganar un partido con una alineación en la que no figuraba Yeste.
Del debut de Etxeita en San Mamés, lo mejor fue cómo salió, sin apenas calentar ni recibir las complejísimas instrucciones de Luci. Se quitó el chandall, salió y jugó bien, que era lo importante. Con él en el eje de la defensa y Balenciaga en el lateral, el Athletic jugó una zaga en la que su cincuenta por ciento apenas lleva media hora jugando en Primera. Ni eso fue capaz de aprovechar Osasuna.
Qué decir de la nueva lesión de Ustaritz. El recuerdo de Patxi Bolaños se hace cada vez más presente. Lástima.

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