viernes, 11 de mayo de 2012

Lecciones de una final perdida
que pueden servir para ganar otra

Una vez más ha sido Marcelo Bielsa el primero en dar el paso al frente para poner las cosas en su sitio y analizarlas en su justo término. Acababa de concluir la final y la escena de los jugadores llorando sobre el terreno de juego todavía encogía los corazones no solo de los hinchas rojiblancos sino de muchos espectadores neutrales e incluso de aquellos aficionados del equipo contrario dotados de una mínima capacidad de discernimiento. Y es que hay que tener la sensibilidad de una ameba para no sentirte conmovido ante semejante imagen.
Han dado mucho que hablar y escribir esas lágrimas porque a simple vista se perciben sinceras y desconsoladas. No eran las lagrimillas que puede verter cualquier deportista ante la constatación de que no ha alcanzado su objetivo. Eran la llorera incontenible de quien siente que acaba de perder algo mucho más importante que un simple triunfo deportivo, de quien se da cuenta de que acaba de ocurrir algo irreparable.
Pero en esas estábamos cuando llegó Bielsa a la sala de prensa y lejos de caer en la tentación, comprensible, de poner paños calientes o un hombro amigo en el que llorar, sacó el genio del ganador, el que hacía falta en aquellos momentos. Entre tanta palmadita en la espalda, su reflexión sonó como un puñetazo encima de la mesa capaz de sacar de su ensimismamiento al más depresivo de la audiencia. "Es natural que estar lejos del objetivo produzca desconsuelo, pero no es el momento de consolarnos ni creo que lo merezca. Todo el mundo reflexiona y busca respuestas, pero son situaciones que hay que vivir y no conviene evitarlas ni suavizarlas". Así de claro, así de contundente.
Son situaciones que hay que vivir y no conviene evitarlas ni suavizarlas. Es una noticia que en estos tiempos alguien se manifieste tan abiertamente en contra de la tendencia actual a minimizar los daños sean estos del orden que sean, aunque con más ahínco cuando se trate de daños morales. El fútbol es un juego en el que se gana y se pierde y las finales son esos partidos que, como su propio nombre indica, no tienen continuación. Se acaban para siempre cuando pita el árbitro. A diferencia de la Liga, en las finales no hay empate, ni un próximo domingo en el que sea posible recuperar lo perdido en el anterior. Uno gana y otro pierde. Uno llora y otro ríe. Cara o cruz. Y no tiene sentido evitarlo ni suavizarlo. Es lo que hay. Y conviene aprenderlo cuanto antes.
Koldo Agirre no tuvo necesidad de decirles nada de eso a sus chicos cuando cayeron ante la Juventus hace treinta y cinco años. Era otra generación mucho más familiarizada con la frustración y con las situaciones complicadas tanto en el fútbol como en otras circunstancias de la vida. A nadie se le ocurrió entonces que hubiera necesidad de levantar el ánimo a la muchachada. San Mamés apretó los dientes y ovacionó a unos jugadores que se habían dejado el alma sobre el césped. También hubo lágrimas de rabia, de frustración y de impotencia aquella noche en la catedral, claro que las hubo, pero se quedaron allí. Cuatro días después de aquella final perdida, el Athletic le ganó 2-1 a la UD Las Palmas para asegurar el tercer puesto de la Liga, justo por encima de los canarios, que fueron cuartos. Once días más tarde le metieron cinco goles al Sevilla en los cuartos de final de la Copa y en semifinales le hicieron seis a la UD Salamanca. Se levantaron y siguieron jugando bien y ganando porque aquel era un gran equipo. Como lo es éste. La decisión del club de evitar ayer un recibimento en el aeropuerto fue la más acertada que pudo tomar. De la misma forma que hace tres años se cometió uno de los mayores errores de la historia de la institución con aquel acto infame tras la final perdida contra el Barcelona. Parece que esa lección está aprendida, aunque el recordatorio de Bielsa no ha podido ser más oportuno.
Hay más lecciones a extraer de la derrota de Bucarest. El entusiasmo desbordado y retroalimentado con el que se vivieron los días previos, por ejemplo, podría ser también objeto de reflexión por lo que influyó en el estado de ánimo de los jugadores cuando saltaron al césped del Estadio Nacional y por la frustración que ha generado en buena parte de una afición que acabó creyéndose que la victoria estaba poco menos que conseguida solo porque somos los mejores, nos lo merecemos y somos únicos. Es comprensible la sobreexcitación ante un acontecimiento como una final europea que solo se ha vivido una vez en los 114 años de la historia del Athletic, pero ha quedado meridianamente claro que los jugadores no han podido sobrellevar el peso de la responsabilidad histórica que ha recaído sobre sus hombros. A su juventud e inexperiencia le han tenido que sumar la trascendencia de una movilización popular insólita hasta para un club tan singularmente arraigado en su entorno como el Athletic, y no han podido con tanta carga. Hubiera sido mucho mejor que todos nos hubiéramos tomado esta final con más naturalidad y los jugadores hubieran afrontado su responsabilidad en su justo término. Pero eso es más fácil escribirlo que hacerlo. Nos pudo la pasión.
Sería deseable tomar nota de cara a la próxima final de Copa. Para empezar, la trascendencia histórica no es tal porque el Athletic ya acumula veinticuatro Copas en sus vitrinas y hace tres años jugó su última final. Jugar y ganar la Copa es algo más habitual en la tradición rojiblanca y aunque haya que remontarse a veintiocho atrás para encontrar el último éxito, estamos ante un escenario diferente. El jarro de agua fría de Bucarest y la entidad del rival colaborarán a que todos, afición y equipo, se tomen las cosas de otra manera.
Una última cuestión. Dejemos en paz la dichosa gabarra. Si tiene que salir, saldrá y todos estaremos encantados de que lo haga. Tampoco es tan complicado. Anunciar a bombo y platillo pruebas de navegabilidad, condiciones, horarios y programas de festejos es, cuando menos, de dudoso gusto para con un rival al que se está dando por derrotado de antemano y la mejor forma de que nos prestemos a ser pasto de la caricatura. Recurramos a la empatía. ¿Cómo nos hubiera sentado que el Atlético de Madrid se pasara la semana previa a la final anunciando su programa de actos en la fuente de Neptuno o qué pensaríamos del Barcelona si empezaran mañana a vallar Canaletas?. Es difícil encontrar los límites en estos tiempos de desmesura, pero conviene intentarlo. Aunque solo sea para no perder la perspectiva.
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9 comentarios:

Joxerra Bustillo Kastrexana dijo...

Artículo mesurado ante tanta euforia, que no podía traer nada bueno. Ahora bien, para el juego del Athletic es mejor jugar contra el Barça que contra el At. Madrid, pero si no funciona el esquema habitual, hay que hacer variaciones.
Empeñarse en la jugadita prodigiosa por el centro ha llevado a la derrota al Barça contra el Chelsea y al Athletic contra el bloque de Simeone.
Si se le deja jugar el Athletic es temible, si se le ata en corto, como en Bucarest, se queda en un buen equipo.

Iñaki Murua dijo...

Bueno, Joxerra y si encima salen con la caraja no hay karajo! que lo levante. Me daban miedo los primeros 10 minutos, y me temo que con razón una vez visto el partido.

Con esas declaraciones, grande Marcelo, a mi juicio. Pone cordura "el loco"

Gustavo Avila dijo...

Todos nos acordamos del Brasil del Mundial 98... una selección maravillosa que sucumbió a los nervios y la presión en la final con Francia.

Simplemente no estaban listos y en el siguiente mundial les llego su momento.

Siendo objetivos, en esta temporada los muchachos ya nos habían avisado en algunos partidos que se podían hundir... sin embargo no menos cierto es, que siempre se levantaban y sacaban la casta.

La final con el Barça en mi opinión llega muy rápido y aunque es bastante probable que el equipo levante, sería imprudente caer otra vez en la idea de que la vida le debe algo al Club.

Al Barça hay que jugarle simplemente con honestidad, sin cambiar nada que altere el sistema que ha brindado noches tan inolvidables como la de Old Trafford.

Gran artículo Juan Carlos.

michelle dijo...

GUSTAVo, esta muy bien el revival, pero estamos condenados a confrontar. Compararnos con aquel brasil....... mesedez, aquel brasil, al que por cierto empatamos nosotros, era peor equipo que el de japón, pero en el 98 tenía al mejor RONALDO de su carrera. Desgraciadament para ellos RONALDO jugó enfermo la final. Pero francia tampoco era el atletico, francia poseía un equipo descomunal, solo le faltaba un 9, y aún asi era mejor que brasil y lo demostró en la final.
La comparación correcta es la famosa final del 2000. El valencia jamás puede ser favorito ante el madrid, y nosotros nunca debimos viajar a bucarest como favoritos. También le pasó a la real ante el barça en el 88 y la cagó. Hay que aprender del error y luchar el 25.

Igor dijo...

Me ha costado dos días "volver" de Bucarest... He llorado mucho, la verdad.

Antes había llorado más de una vez con y por el Athletic, pero había sido por la emoción de haber ganado un partido importante, por la tensión, por la fidelidad de la afición... Pero es la primera vez en mi vida que lloro por perder un partido. Por la oportunidad perdida.

Habrá más, además de la inminente final de copa, seguro.

Para mí, la clave positiva de cara al futuro es que parece que todos hemos hecho autocrítica, o estamos dispuestos a hacerla: los jugadores y cuerpo técnico, por supuesto; pero también (espero), la directiva, la afición, los medios de comunicación... y también deberían hacerla todos esos políticos, instituciones y demás "personalidades" públicas que se "suben" a la Gabarra antes de que se ponga en marcha.

El diagnóstico también es coincidente (parece): en el partido nos pudo la presión, y nunca "entramos" en la final. Nos habíamos perdido en el tránsito de la semifinal a la celebración del título (yo también, porque no hacía más que imaginarme con mi familia en la celebración). Me sumo, pues, a la opinión expresada por Juan Carlos y otros que he leído estos días.

A ver si aprendemos

Orain... apaltasunez... baina Koparen bila, Karajo!

Gustavo Avila dijo...

Hola Michelle

Cuando me refiero al caso de Brasil y la final del Mundial 98, lo que intento es subir el ánimo, señalando que los grandes equipos (como este Athletic) pueden perder una final, inclusive por situaciones extra-deportivas, para luego levantarse y seguir adelante.

En mi opinión estas intentando buscar la explicación de la derrota por donde no es.

En primer lugar, el Athletic era el favorito de forma justa, por el juego demostrado durante toda la competición y la forma de sobreponerse a situaciones adversas. Eso en mi opinión no ha cambiado por perderla.

Por otro lado, no se perdió por sistema o consideraciones tácticas... ya que pienso que ni siquiera llegamos a desarrollar nuestro juego y, no precisamente por la intervención del rival.

Todo esto que te comento, no es la verdad absoluta ni está escrito sobre piedra, es mi percepción solamente.

Recibe un abrazo y espero que pronto analicemos la actualidad del Club por motivos más alegres.

Saludos

Juan Carlos Latxaga dijo...

Veo que más o menos nos quedamos con algunas ideas comunes.
La derrota de Bucarest ha dolido mucho porque entre todos nos autoconvencimos de que la final estaba ganada o de que, cuando menos, el Athletic era el favorito.
Ha sobrado euforia y se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo.
El equipo ni siquiera fue capaz de competir. Las tácticas o los sistemas quedaron en segundo plano ante el bloqueo que sufrieron los jugadores
Parece que hay propósito de enmienda sobre todo entre la afición. Esto es lo mejor de todo, a mi juicio.

Josu O. dijo...

Creo que nos ha faltado, sobre todo a la hinchada, un poco más de humildad.

Estoy de acuerdo en que las diferencias generacionales desde el 1977 al 2012 son abismales, nos falta un poco de humildad, cordura y realismo.

Y con esto no quiero decir que el equipo no estuviera para ganar la Europa Leage sino que creo que no hemos sabido valorar al contrario. Y eso, en el deporte, aparte de ser una falta de educación, es letal.

michelle dijo...

Es que aquel valencia GUSTAVO también era justo favorito por juego, pero no supo asimilarlo; nosotros en bucarest tampoco. En mi opinión, tan humilde y sometida a equivocación como la tuya, el equipo no fue capaz de asumir la tremenda responsabilidad de ser favorito, en cualquier partido decisivo se juega más comodo d esde el lado del no favoritismo, y en ello no ayudó el sistema d e bielsa. Esto no significa que yo infravalore ese sistema o le encuentre defectos. Simplemente para esas condiciones fue nocivo. El equipo no fue a buscar al rival y eso se tradujo en la comodidad y el dominio del ritmo de los colchoneros. Es exactamente lo mismo que le ocurrió al valencia. Para mi la juventud del equipo pudo influir.
Y después volver a incidir en un dato: llevo ya muchas semanas comentándolo, ANDER no está para jugar, alinearlo lesionado solo acarrea problemas y me decepciona tremendamente la actitud d e bielsda en este tema.