jueves, 17 de mayo de 2012

La gabarra como negocio

Acompaña a la Gabarra en la subida por la ría. Desde el Abra hasta el Museo Marítimo. Precio: 100€ / persona. Este texto, acompañado por los correspondientes teléfonos de contacto y direcciones de correo eléctronico, figuran en unos carteles distribuidos en algunos locales de Areeta. El dibujo de un velero y el escudo del Athletic, completan la composición.
Vivimos en un sistema capitalista, de libre mercado regido por las leyes de la oferta y la demanda. Así que es lícito que quien vea una oportunidad de negocio trate de aprovecharla en su beneficio. Hasta ahí no hay lugar para el debate. Resulta más discutible, sin embargo, que éste sea el caso, al margen de otras muchas consideraciones de índole ética y hasta estética.
Lo que está ocurriendo con la gabarra del Athletic empieza a ser un caso digno de estudio. Ha surcado la ría en tan solo dos ocasiones, pero se ha convertido en uno de los emblemas más representativos del club y de la afición. Más que su efímera navegación, está siendo su larguísima ausencia la que le está dotando de su extraordinaria fuerza simbólica. A día de hoy podría decirse que son más los que no la han visto nunca que los que disfrutamos de su paso por la ría. Tal vez radique ahí precisamente la potencia de su imagen.
La gabarra fue una afortunadísima y brillante improvisación cuyo éxito sorprendió a todo el mundo. Aunque la historia sea conocida, no sobra recordarla, aunque solo sea para volver a confirmar eso tan manido de cómo cambian los tiempos, aunque eso no signifique necesariamente que los pasados fueran siempre mejores.
La gabarra fue una improvisación porque aquella directiva del Athletic alumbró la idea la semana previa a la disputa del último partido de la Liga 82-83 en Las Palmas. La letra de la canción popular "por el río Nervión, bajaba una gabarra..." inspiró un recibimiento novedoso y muy arriesgado en su concepción porque el éxito dependía, entre otros, de factores tan variables como la climatología. Calibrar la respuesta de la gente a lo largo de trece kilómetros, era, a priori, sencillamente imposible. Pero se corrió el riesgo y se acertó de pleno.
Aquello fue tan improvisado que nadie, salvo los directamente encargados de llevar adelante el proyecto, supieron exactamente de qué se trataba. Tampoco es que hubiera mucha confianza en el desenlace final de aquella Liga a la que el Real Madrid llegó en ventaja a la última jornada. De hecho, la plantilla y cuerpo técnico, se desplazaron a Las Palmas en tres vuelos. Los convocados en uno, los no convocados en otro, y auxiliares, técnicos y familiares en un tercero. De hecho, el gerente se quedó en Bilbao ante la contingencia de que finalmente se tuviera que poner en marcha aquella idea, que a bastantes miembros de la junta les seguía pareciendo alocada.
Algunos jugadores incluso pidieron permiso para quedarse en las islas después del partido para comenzar directamente sus vacaciones en las Canarias, y no tenían vuelo de vuelta, lo que provocó un buen lío de billetes y tarjetas de embarque cuando, una vez proclamados campeones, se planteó la obligación de que todo el mundo volviera a Bilbao a celebrarlo. De hecho, el Athletic hizo escala el lunes en Madrid y no llegó a Sondika hasta el martes. Por un lado porque era la única forma de que todo el mundo regresara en el mismo avión y por otro, porque se ganaba un día para dar los últimos toques a la gabarra Número uno, que así era la denominación original de la embarcación. Había que pintarla, decorarla y rebautizarla con el nombre de Athletic que luce desde entonces.
Fue prácticamente después de ganar aquel partido en el Insular, cuando el club anunció que el equipo llegaría a Bilbao a bordo de una gabarra. Cuando embarcaron en el muelle de Las Arenas, ni los jugadores, ni nadie era consciente de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo demás ya es historia.
Veintinueve años después de aquella brillante improvisación que dio origen a la mayor manifestación popular que se ha conocido en Bizkaia y que el paso del tiempo ha acabado convirtiéndo en lo más parecido a un mito, hay quien le ha puesto precio a la leyenda, 100 euros, en una maniobra que podría describirse como una privatización a pequeña escala del bien más común que pueden disfrutar todos los seguidores del Athletic: la celebración del éxito.
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4 comentarios:

Gontzal dijo...

Además, ¿qué garantía hay de que al barco se le deje acompañar a la gabarra? ¿no hay sorteo? ¿o hay enchufes?

Yo, si tengo sitio, ofrezco plaza en gasolino, y pago las birras y el bocata.

El Athletic, que es sentimiento, por encima de todo :-)

Juan Carlos Latxaga dijo...

¿Tienes un gasolino de más de seis metros de eslora?. Teníamos a Niarchos por aquí y nosotros con estos pelos.
Lo de la eslora lo digo porque tengo entendido que es la mínima olímpica que exigen para entrar en el sorteo. Ya ves que vamos mejorando en este país nuestro de colas y sorteos.
Ya estamos otra vez como hace una semana, vendiendo la gabarra sin haber jugado la final. Y ahora encima algunos quieren cobrar.

Iñaki Murua dijo...

Ver la gabarra pagando, socios que revenden su entrada... bien, esto pinta bien (modo irónico on)

Uno se acuerda de aquella vez que quedó con la fanfarria en Somera por si ganaba la liga el Athletic en 1982/83, que acabó tocando en Radio Juventud con Sarita Estevez, tocando en Olabeaga al paso de la gabarra... y todo sin cobrar, por supuesto.

Juan Carlos Latxaga dijo...

Iñaki, vamos con Pablo Milanés: El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos...