A juzgar por el partido contra el Numancia, lo de Caparrós hablando de aspirar a Europa esta temporada habrá que anotarlo al peculiar sentido del humor que deben de tener en Utrera.
Los tres puntos se quedaron en San Mamés más por la inoperancia del visitante que por los méritos del anfitrión, que otra vez encontró en Llorente su pócima de Asterix, su bálsamo de Fierabrás, su parche Sor Virginia. El delantero riojano tiene virtudes taumatúrgicas y a ellas se encomienda Caparrós a falta de más argumentos futbolísticos. De esos sigue sin haber noticias. Faltaron Amorebieta y Orbaiz y sus puestos los ocuparon Etxeita y Yeste. El mismo esquema, el mismo dibujo, un partido tras otro. Contumacia se llama la figura. La expulsión de Etxeita a última hora, cabe achacarla a la existencia en el mundo del arbitraje de tipos como Ayza Gámez, incapaces de entender cuál es el papel del árbitro en un partido de fútbol.
A los seis minutos ya ganaba el Athletic gracias a una acción pícara de Yeste que tuvo continuidad en un buen centro de Susaeta y acabó con un cabezazo picado, inapelable, de Llorente. Después de veinte minutos largos de nada, otra acción individual del mejor hombre del equipo, acabó con un zurriagazo desde la luna del área que acabó con cualquier esperanza del Numancia antes del descanso.
Después, nada de nada, entre nada. El equipo soriano fue en San Mamés una réplica bastante aproximada de lo que suele ser el Athletic de visita. De lo que fueron los rojiblancos en Coruña sin ir más lejos hace siete días. Un equipo blando que encaja un gol a las primeras de cambio, que aparenta una cierta organización y que no escatima ni un gramo de sudor. Voluntad, mucha voluntad pusieron los del Numancia. Voluntad y empeño en cantidad inversamente proporcional al fútbol que mostraron en la Catedral. Acabaron con solo dos goles en contra porque enfrente tuvieron a un Athletic que dedicó todo el segundo tiempo a nadar, mal, y guardar la ropa, de aquella manera. El disparo de Susaeta al larguero tras una buena jugada, la única, de David López, pareció augurar otra cosa. Pero el anuncio no tuvo continuidad en el juego. La tarde transcurrió fría, silenciosa y aburrida. Si el público permaneció despierto fue solo porque con este Athletic nunca se sabe y siempre gravitó la preocupación de que si el Numancia acortaba distancias por accidente, la catástrofe podría ser irremediable. Afortundamente no se produjo tal accidente porque los sorianos ni siquiera se acercaron al área de Iraizoz, otra vez extrañamente inquieto e inquietante.
Con la constatación de que los hay peores encarará el Athletic su viaje a Santander el próximo domingo. Tendrá ante sí la oportunidad de comprobar que el Rácing es de su mismo pelo. Si lo consigue, a lo mejor podremos empezar a respirar todos un poco mejor. De lo contrario, el siguiente compromiso, contra el Sporting en San Mamés, volverá a venir precedido por el sonido de las trompetas del apocalipsis. Es la banda sonora que acompaña a los que pelean por ser los mejores de entre los peores. Qué le vamos a hacer...


