Lo mejor de partido de Gijón fue, sin duda, el punto sumado en unas condiciones realmente precarias. El Athletic, que saltó al campo cogido con alfileres, acabó pendiente de un hilo, con Ibai Gómez y Toquero de delanteros, Iturraspe de central y varios jugadores tullidos y magullados. Sumar un punto en campo contrario en estas condiciones tiene mucho mérito y define a un equipo altamente competitivo. Queda la pena de que en condiciones medianamente normales, este Athletic tiene todas las trazas de haber podido ganar con autoridad a un Sporting que es poquita cosa y lo sabe. Por eso Preciado planteó el partido desde la inferioridad, a la espera de un rival a quien concedía la condición de grande.
Cinco partidos en trece días, con horarios disparatados además, han acabado por hacer mella en un Athletic al que le falta la frescura que tenía antes de empezar esta durísima serie. Y si falta frescura en las piernas, se nublan las ideas y lo que parecía fácil se torna complicado. Con Muniain, Herrera, De Marcos, Susaeta e Iturraspe en la zona de creación, se suponía que el Athletic debía disponer de balón y vías para alimentar a un Llorente que brilló tres días antes. Pero no fue así. Muniain es de lo que más está acusando la acumulación y en El Molinón tuvo que ser sustituido después de deambular por el campo mientras estuvo. Herrera tampoco fue el detonador de la noche del Atlético de Madrid. Lo intentó, sobre todo en la primera parte, pero una cosa es querer y otra, poder. De Marcos, corrió y corrió, estuvo en todas partes pero no consiguió concretar nada, mientras que Susaeta, gol al margen, volvió a su papel de Penélope, venga a tejer jugadas para destejerlas enteras en el último momento. De Iturraspe ya queda dicho que acabó de central, en ausencia de Ekiza, después de empezar como medio centro, en el puesto de Javi Martínez, tarea que ya inició la noche contra los colchoneros. Habrá que seguir muy atentamente el desarrollo de este jugador que, por cierto, acaba de renovar su contrato. Si confirma todo lo que promete puede ser una pieza clave en el Athletic de los próximos diez años. Pero ya sabemos que el infierno está empedrado de buenas intenciones y que la lista de las promesas futbolísticas que acabaron en el limbo se podría comparar con el listín telefónico de una capital de mediano tamaño.
El Athletic ya suma ocho partidos sin perder, seis de ellos en Liga, y su trabajo le ha costado, como salta a la vista. No obstante, los nuevos tiempos están permitiendo al equipo aguantar el desgaste con bastantes garantías. Quizá no le llegue para ganar, pero le queda suficiente para no perder, que no es poco. Es más, tanto en Valencia como en Gijón los rojiblancos consiguieron adelantarse en el marcador y solo se vieron igualados en dos jugadas de mala suerte si bien es justo reconocer que en ambos casos los rivales habían hecho méritos suficientes para al menos empatar. Los nuevos tiempos han traído un equipo que se defiende con el balón y que mantiene el orden salvo cuando se produce algún fallo puntual de índole individual. Han traído también una plantilla amoldable a las más diversas circunstancias. Ya queda explicado el papel que jugó Iturraspe por los problemas en el centro de la zaga, a lo que habrá que añadir el ya conocido trabajo de De Marcos en hasta tres posiciones distintas en varios partidos, sin olvidar la aportación central que viene realizando esta año un jugador tan disperso en temporadas anteriores como Susaeta.
Convendría, llegados a este punto, hacer una reflexión de carácter general sobre lo que le están haciendo al fútbol los dirigentes de la LFP encabezados por un Astiazaran quien entre sus méritos más señalados para alcanzar tan alto rango, cuenta con haber arruinado a un club de la solidez de la Real Sociedad colocándola además en la rampa de descenso hacia la Segunda División. Un dirigente que dice que jugar un partido de Segunda a las seis de la tarde de un día laborable debe entenderse como un 'horario UEFA' y que no duda en pedir sacrificios ¡a los aficionados! o sea a los clientes de este negocio que él, en compañía de otros, está conduciendo al desastre con inaudita diligencia.
Sesenta horas (una más con el cambio horario) mediaron entre el final del partido contra el Atlético de Madrid y el comienzo del de Gijón. Los jugadores del Athletic saltaron a San Mamés después de cenar, y al Molinón después de desayunar. Estaría bien que algún especialista en preparación física y recuperación explicara con detalle las consecuencias de este sindiós. Y que el Athletic las hiciera llegar donde corresponda, claro, y cuando hablo del Athletic me refiero también a sus jugadores, afiliados a un sindicato que dice velar por sus intereses pero al que, al parecer, la salud de sus afiliados el importa un pito. De momento, en la enfermería rojiblanca hay diez lesionados, por diversas causas, sí, pero, entre otras, por el calendario. Y no vale con argumentar que cuando se firma un contrato, en este caso, con televisión, hay que atenerse a las consecuencias. El sentido común también tiene que tener un sitio en un mundo que, como el fútbol, parece vivir en la psicodelia de los años sesenta.
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