Ahora se entiende mejor a Bielsa cuando dice que prefiere enfrentarse a equipos que le ataquen. A su fútbol, o al menos a la interpretación que de él hace el Athletic, se le atragantan los equipos que ponen toda la atención en defender. El Salzburgo fue la versión austriaca del mejor catenaccio italiano. Cuando no tenía el balón formaba una línea de seis defensas, con marcas individuales, y dos mediocampistas atentos a tapar huecos e impedir un primer pase de los rojiblancos en condiciones. El Athletic se estrelló una y otra vez ante semejante muralla. Lo intentó por dentro, se oían voces en la grada pidiendo que lo intentara por las bandas, pero ni por dentro, ni por fuera. Allá donde se orientara la jugada había una pared insalvable.
Para resolver problemas como el planteado por el Salzburgo hace falta un punto más de velocidad en la ejecución y toneladas de paciencia para escudriñar el hueco por donde se pueden colar al mismo tiempo balón y delantero. Además, es necesaria una precisión quirúrgica en los pases, sobre todo en el último, para que el cuero supere el bosque de cuerpos y piernas. El Athletic no tuvo ni velocidad de ejecución, ni precisión en el pase y la recepción. En cuanto a la paciencia, no sé, yo la denominaría empanada, que no es lo mismo.
Ocurrió el día del PSG y se repitió ante los austriacos. San Mamés no vivió una de esas mágicas noches europeas donde el ambiente se palpa desde horas antes en la ciudad. El partido se disputó en un ambiente gélido. Se han vivido en la catedral minutos de silencio más ruidosos que los dos o tres primeros minutos del partido de ayer. Acabada la parafernalia habitual de la Europa Leage, pitó el árbitro el comienzo del partido en medio del más respetuoso de los silencios. El público se lo tomó como si estuviera en la ópera, y el efecto sobre el césped fue demoledor, tal vez porque los jugadores salieron pensando que el Salzburgo sería algo así como un coro de tiples.
Habrá que analizar con seriedad qué pasa para que en un partido de competición europea, y ya van dos este año, se registre poco más de media entrada y la afición vaya al campo con un espíritu funcionarial que tira de espaldas, algo así como si hay que venir se viene, pero sin exagerar. La crisis puede tener bastante que ver con la escasa respuesta en la taquilla; lo que no se entiende muy bien es la actitud de los que sí fueron al campo.
Público y equipo no reaccionaron hasta que el Salzburgo ya llevaba dos goles de ventaja. La primera media hora fue un continuo deambular con el balón por parte de los rojiblancos en las zonas templadas del terreno, allí donde no pasa nada. Nadie sabe por qué extraña razón se minimizó a un rival al que nadie conocía. Los dos últimos triunfos del Athletic y el escaso renombre del conjunto austriaco pintaron un partido de esos que se ganan sin bajarse del autobús. Craso error que esperemos que sirva de lección para el futuro.
La verdad es que al margen de una buena organización defensiva y de dos puntas rápidos para explotar los habituales espacios que dejan a su espalda los rojiblancos, el Salzburgo tampoco pareció la octava maravilla futbolística. Defendió recurriendo a la acumulación de personal tres metros por delante de su área, el gran Maguregi hubiera dicho lo del autobús aparcado en la portería, y eso le bastó para anular a un Athletic desesperantemente fallón y corto de miras. Recurrir a que los medios puntas bajen a recibir el primer pase de espaldas a la portería rival, para devolver inmediatamente la pelota al defensa ante la imposibilidad de girarse para encontrar un compañero desmarcado, no conduce a nada ante una defensa que no cae en la trampa de perseguir al jugador en su movimiento y que se limita a esperar manteniendo el orden. Susaeta intentó la jugada no menos de cincuenta veces, siempre con el mismo resultado: cero. Iraola no encontró nunca un pasillo en su banda y cuando lo atisbó falló en el centro o en la recepción. Por el otro lado, a Aurtenetxe le ocurría algo parecido y por dentro ya queda dicho que Susaeta no tuvo su día. De Marcos quiso ser más vertical pero tampoco le acompañó el acierto, mientras que Muniain comprobó que los austriacos le conocen muy bien y saben que es el hombre a anular. Javi Martínez fue otro de los que se perdió en la espesura, en un partido torcido para sus características. Queda Iturraspe, pero este chico sigue siendo un futbolista gallego en el sentido peyorativo, que diría la ínclita Rosa Díez, experta interprete de comunicados. Los técnicos hablan maravillas y Bielsa demuestra que confía en su fútbol cuando le da la manija, pero el chaval sigue sin completar un partido redondo que confirme tan altas expectativas.
Si hay que quedarse con aspectos positivos en una noche que amenazó con siniestro total, hay que volver a mirar al banquillo, desde donde se tomaron de nuevo decisiones en forma de cambios, que podrán ser discutibles, pero que demuestran que hay ideas, nervio y capacidad de decisión. Otra cosa será analizar si sacar a un témpano como Gabilondo para calentar una noche tan gélida en lo futbolístico, sea la mejor de las ideas, o si para que entrara Herrera debía salir Iraola, pero ambos cambios alteraron la fisonomía del equipo, que era de lo que se trataba ante un partido atascado en el que el rival había tomado la medida a la propuesta inicial del Athletic.
También hay que destacar como positivo el propio resultado, al margen de cómo se produjo y lo que cada cual piense de los penaltis. El empate fue el mal menor y hasta se pudo intentar ganar en el último cuarto de hora. Dice mucho en favor de un equipo que había jugado el lunes y que se encontró con dos goles en contra que le sentaron como dos coces en la entrepierna.
Y por último, last but not least, un dato que aportó en su twitter Iñaki Zanguitu, uno de los tipos que conozco que más saben del Athletic. Los rojiblancos empezaron el partido de ayer con un equipo íntegramente formado en Lezama salvo dos jugadores, Javi Martínez y Oscar De Marcos, fichados a edades tempranas. Eso sí que fue lo mejor de una noche en la que pareció que todos teníamos la cabeza en otro sitio.
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2 comentarios:
Vuelvo el domingo, porque me estáis liando una parda. Menudo partidito. No gano para sustos. Os dejamos Patxi y yo unos días solos y nos montáis un proceso de paz, una liquidación total por cese de negocio y un Athletic al que la falta de tensión clásica le llevó a rozar el ridículo en el descanso.
El otrora Fernandito, ahora capitán, goleador por partida doble que arranca la mayor crítica de Urizar Azpitarte que uno recuerda por dos penaltis ciertamente de chiste.
Ia domekan zer egiten deuskuen...
Vuelve pronto, porque como te descuides, el pasaporte con el que has salido ya no te vale para entrar.
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