Claro que hay más datos en la encuesta y más reflexiones que hacer derivadas de los mismos. Por ejemplo, que los votantes de derechas se identifican más con el Real Madrid y los de izquierdas con el Barcelona. Entre los principales equipos "de derechas" figuran también el Valencia, el Racing y el Betis, dato este último que no concuerda con la leyenda o la percepción popular que ha tenido siempre al Sevilla como el equipo de los señoritos y al Betis como el equipo del pueblo. No seré yo quien construya alguna teoría acerca de la relación entre la confesada simpatía de Felipe González o Alfonso Guerra por el equipo verdiblanco y la adscripción ideológica que nos descubre ahora el CIS, entre otras razones porque la misma encuesta afirma que no ha descubierto a ningún votante de derechas en las filas del Athletic de lo que sólo podríamos extraer la improbable conclusión de que Antoñito Basagoiti, el niño que quiso ser lehendakari, y sus amiguitos, en realidad son solo ectoplasmas, o una holografía que alguien está proyectando para tener entretenido al lehendakari actual. Por otra parte, también es sabido que por las venas de Zapatero corre sangre azulgrana y no por ello el resto de la afición culé se ha entregado a la derecha. Uno, de natural desconfiado, anotaría estos datos en la columna de los errores inherentes a cualquier estudio de este tipo.
La encuesta del CIS va poniendo negro sobre blanco toda una serie de percepciones que ya teníamos. Que el Madrid es el club con más seguidores confesos no es más que la consecuencia lógica del gusto de los aficionados españoles por el éxito. La sociedad española tomada en general y haciendo salvedad de honrosísimas, heroicas y no pocas excepciones, ha sido y sigue siendo lo que antiguamente se describía como "de la situación". La serie de TVE Cuéntame es todo un tratado de cómo el español medio se ha adaptado siempre a "la situación", hasta alcanzar la condición de demócrata de toda la vida a partir de un respeto reverencial a la figura del Generalísimo. Ser de la situación tiene numerosas e indudables ventajas entre las que no es despreciable el sentirse siempre miembro de la inmensa mayoría.
No es de extrañar por lo tanto que la encuesta descubra una curiosa paradoja. Por debajo del fútbol los aficionados españoles al deporte se confiesan seguidores de la Formula 1 y del tenis, por delante del baloncesto, pero es el deporte de la canasta el que, después del fútbol, consigue animar al aficionado a comprarse una entrada. Fernando Alonso y Rafa Nadal, como antes Indurain, incrementan audiencias de televisión y reclutan aficionados al triunfo, pero no a su deporte. Cuando las aguas se remansan, el fútbol y el basket siguen siendo los dos espectáculos preferidos por el hincha de a pie.
Una última consideración acerca del escaso eco que encuentra la selección entre la afición. El CIS pone al descubierto a una sociedad tribal que se agrupa en torno a sus iconos. Se es del Athletic, de la Real, del Madrid o del Barça. Con eso se nace y se lleva en el corazón hasta la tumba. Lo otro es marketing político y apariencia de unidad en la diversidad. Como la vida misma, vaya.


