viernes, 30 de septiembre de 2011
El Athletic encuentra el camino
Por fin llegó la primera victoria en San Mamés, aunque los testigos presenciales no fueran tantos como la noche europea hacía suponer. Es igual, los que faltaron verían desde casa el triunfo de su equipo. Es lo que tienen los tiempos actuales, que no te escapas del partido ni aunque te entierres. En cualquier caso, merece una reflexión la entrada que registró San Mamés en el estreno europeo de esta temporada. Todo el año hablando de Europa, que si la UEFA por aquí (esto los del plan antiguo), que si la Europa League por allá (esto los modernos que siempre están a la última y los más jóvenes), que si es una obligación del Athletic estar siempre en competición internacional, que si cómo va a ser posible eso con este equipo, que si Caparrós aquello, que si Bielsa lo otro, y resulta que llega el que en teoría debe ser el partido más interesante de la fase de grupos con el rutilante Paris Saint Germain de visitante, y el campo registra una entrada similar a la que tendría en un partido contra el Granada una tenebrosa noche de miércoles de enero, por poner un caso.
El tópico de las noches mágicas, esos miércoles europeos de bocata y rival de relumbrón, pasó a mejor vida. Para empezar, es que ya no se juega ni en miércoles y así no hay manera de sostener el tópico, hombre. Y encima con un ambiente frío, tirando a gélido. Puso la pelota en movimiento el Athletic y se hizo el silencio, como si los que acudieron a San Mamés lo hicieran con la ceja enarcada y pensando en a ver qué va a pasar hoy, que en animar como descosidos desde el primer minuto. Dio la impresión de que los jugadores del Athletic fueran los únicos en todo el campo que eran verdaderamente conscientes de que estábamos en un partido de competición continental. Porque ni sus colegas del PSG parecieron muy convencidos de ello hasta muy avanzada la noche.
Afortunadamente, los leones se pusieron en situación y entraron en el partido como la ocasión lo requería. Es verdad que ya no se estila eso del balón largo y el cuchillo entre los dientes, (a este paso acabaremos con todos los tópicos) pero a su manera, a su nueva manera, el Athletic puso cerco al rival hasta asfixiarlo en una primera media hora ciertamente brillante, propia de esos arranques de partido que tan temibles han hecho a los leones en su feudo a través de la historia.
Había un técnico, cuyo nombre no viene al caso, que decía que el fútbol es sota, caballo y rey, y otro que decía que el fútbol es siempre por los extremos. Ni uno ni otro están en la extensa nómina de comentaristas y expertos que tan bien explican desde un estudio a sus colegas lo que ellos no hicieron cuando estuvieron en un banquillo. Y no están tal vez porque el fútbol es tan sencillo como eso y no como algunos lo quieren pintar.
Ante el PSG el Athletic hizo ese fútbol de sota, caballo y rey y por los extremos. El de toda la vida. Antes lo hacía de una manera, apertura a banda y todo el mundo a correr, y ahora lo hace de otra, varios toques para descolocar al rival y apertura a la banda para intentar acabar poniendo el balón en el punto de penalti. Antes se decía que los jugadores del Athletic no sabían hacer otra cosa por sus limitaciones técnicas. Bielsa nos está demostrando que de eso nada, que estos chicos, si se ponen, pueden mover la bola con similar gracia que otros teóricamente más dotados. Los dos goles que derrotaron al PSG llegaron como decían aquellos viejos entrenadores: por las bandas y culminando con un buen centro en el que el balón va gritando mientras vuela:¡ remátame!
Para cuando los franceses entraron en el partido, ya estaban perdiendo gracias a un golazo de esos que solo marca Gabilondo. Por cierto, un gol que mereció pañuelos que, sin embargo, no se vieron en San Mamés. Otro tópico a la papelera. Cuando en el futuro algún veterano narrador radiofónico chapado a la antigua exclame ¡gol de pañuelos en San Mamés!, las nuevas generaciones se preguntarán quién demonios es ese tal pañuelos. Y eso si hay suerte y a las nuevas generaciones les alcanza todavía para preguntarse cosas.
Los del PSG reaccionaron al gol y pusieron en aprietos al Athletic en el último cuarto de hora del primer tiempo. Lo explicó muy bien Bielsa en la sala de prensa, porque si algo le caracteriza es su claridad y honradez para analizar los partidos. Cuando los franceses dieron un paso adelante, el Athletic acusó cierta inseguridad, como si los fantasmas del día del Villarreal o del Rayo merodearan por su área. Esta vez hubo suerte y en lugar de perder en un suspiro la ventaja que tanto había costado adquirir, la ampliaron en el último minuto antes del descanso, eso que toda la vida se ha llamado el gol psicológico, lugar común donde los haya.
Por primera vez en la temporada el marcador hizo justicia a lo que había ocurrido en el terreno de juego. Tras el descanso, la expulsión de Sissoko, contumaz en la patada, terminó de aclarar las cosas. La tarjeta roja fue el certificado de defunción del PSG, que su propio entrenador firmó y rubricó minutos después retirando a Pastore, borrado del mapa por un Javi Martínez que culminó una de esas actuaciones que le llevaron a la internacionalidad, omnipresente en el centro del campo, con un imán en las botas para recuperar balones, generoso en las ayudas y valliente en las arrancadas. Estuvo imperial el de Aiegi escoltando a un De Marcos que se está ganando el respeto de la grada y de los rivales aflorando unas virtudes en su juego escondidas hasta ahora. A su espalda, Ekiza, cuyas intervenciones alimentaban una sola pregunta ¿por qué diablos no jugó este chico desde el minuto uno del primer partido?. Muniain, con recorrido y picaresca (tuvo mucho que ver en la expulsión de Sissoko esperándole lo indecible con el balón en los pies hasta sufrir la tarascada), o un Susaeta en plan estajanovista, ganándose el diploma de trabajador el mes y hasta marcando un gol, aunque siga con su más que dudoso criterio a la hora de decidir la última acción, formaron el esqueleto sobre el que se construyó un equipo que brilló a gran altura.
Queda dicho que el fútbol no tiene muchos misterios y que el Athletic no está haciendo otra cosa que interpretarlo con otro estilo. La mejoría de fondo que se adivina, el paso adelante que puede y quiere dar este equipo, es mucho más profundo que una mera cuestión de forma de jugar. Se trata de algo con mucho más recorrido y más sustancia pensando en el futuro. Este equipo afronta los partidos convencido de sus posibilidades y pendiente de sí mismo. Sale al campo seguro de que será capaz de imponer su ley, de llevar el mando, de ser quien ordene los tiempos. Se ha visto, y en trayectoria ascendente, contra rivales de la entidad del Málaga, el Villarreal y el PSG. La victoria llegó a la tercera, pero fue una victoria ciertamente oportuna porque llega en el momento en el que se estaba empezando a dudar. El partido de anoche tiene que servir para desterrar cualquier vacilación. Ese es el camino. Recorrerlo con paso decidido nos llevará a la meta. Seguro.
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