martes, 30 de marzo de 2010

Hubo de todo menos aburrimiento

Definitivamente el Athletic quiere tenernos entretenidos y quiere darle emoción a la lucha por los puestos europeos. Podía haber llegado a donde está, empatado con el Sevilla en la Europa League y a dos puntos del Mallorca, última referencia para la Champions, de una forma ordenada, casi cubriendo el expediente de golear a un Racing sobrepasado en la primera media hora, pero prefirió llegar con el corazón en la garganta y obligando a los aficionados a permanecer en San Mamés bajo el diluvio un lunes por la noche.
Ves un 4-3 en el marcador y piensas en un partido de rompe y rasga, con las delanteras haciendo trizas a las defensas. Algo de eso hubo, pero mucho menos de lo que pudiera imaginar alguien que no esuvo en el partido. Las defensas no tuvieron precisamente su noche más afortunada, eso es verdad, pero no porque las delanteras les pusieran en situaciones límite. El Racing marcó tres goles cobrando apenas cuatro remates. El Athletic llegó más y mejor, sobre todo en una primera media hora de las antiguas, con el equipo volcado bajo el aguacero, presionando y persiguiendo al rival hasta el banderín de corner. Fue el rato en el que Llorente recordó a los viejos delanteros centros con un poderoso remate de cabeza que dobló las manos del portero, y cuando Llorente recordó a los viejos extremos remontando la línea de fondo para dar el pase de la muerte a Toquero. El pase de la muerte, se llamaba esa suerte que precedió al segundo gol del Athletic. Lo recuerdo porque ya se ve tan poco, que los más nuevos a lo mejor ni saben que se llama así.
Después el Athletic bajó el pistón, porque no se puede jugar con la séptima marcha todo el tiempo y porque con un 2-0 un equipo puede y debe permitirse el lujo de darse un respiro. El problema del Athletic es que no domina ese estilo de juego reposado, destinado a dormir al rival. Los rojiblancos, demasiado pendientes quizá de Canales, la estrella emergente de los cántabros, no repararon que era Colsa, el calvo de siempre, el que tomaba la batuta. No es que hiciera gran cosa, pero una jugada tonta devolvió al Racing al partido a falta de cinco minutos para el descanso. El Athletic había hecho el gasto y había puesto el fútbol, pero en el intermedio el marcador señalaba un marcador mínimo, injusto e inquietante.
La continuación siguió con los mismos parámetros. Caparrós compactó el centro del campo dando entrada a Gurpegi en el lugar de Iturraspe y el Athletic siguió intentando el siempre complicado plan de nadar y guardar la ropa. No daba el Racing señales de peligro, pero tampoco el sistema defensivo rojiblanco recordaba, siquiera vagamente, a la línea Maginot. Bajo el diluvio, la gente dudaba entre el Desenfriol y el Valium, así que cuando Llorente, otra vez Llorente, se sacó un penalti de la chistera y encima lo transformó, el personal dio aquello por concluido y ya se preparaba para irse a casita cuando Bolado, de chilena, volvió a poner el partido donde estaba. Otra vez la inquietud y las dudas, donde no debió haber nada más que tranquilidad y disfrute. Curiosamente, ese gol de Bolado sentó las bases del cuarto tanto del Athletic. El gol trajo como consecuencia una tarjeta amarilla para Oriol, por la tontería de porfiar por llevar el balón al centro del campo a toda prisa. Instantes después, el mismo Oriol agredió a Llorente, otra vez Llorente, delante de las narices del árbitro, y vio la segunda tarjeta ganándose por méritos propios el premio a la expulsión tonta de la temporada. Unos minutos más tarde, cuando el Racing estaba volcado, Iraola vio muy claro el hueco que había dejado el expulsado en el centro de la defensa cántabra y puso allí el balón para que Susaeta, muy bullidor toda la noche, se escapara en solitario y batiera a Coltorti por cuarta vez. Ahora sí que cientos de sufridos aficionados empezaron a desalojar las gradas como si se hubiera desatado un incendio, frotándose las manos por el frío y por el marcador. Se perdieron el tercer gol del Racing. Menos mal que ya no quedaba tiempo para más. Seguro que si llegan a quedar diez minutos, el marcador final hubiera alcanzado rango de balonmano.
Ver un 4-3 se agradece cuando el del 4 es tu equipo, y San Mamés, por encima de algún enfado puntual, producto de la ansiedad, agradeció a su equipo la victoria, el trabajo y el juego, que le lleva a ocupar una posición de privilegio en la tabla y le otorga el derecho a soñar con todo. En cualquier caso, que el Racing te meta tres goles en San Mamés no es el mejor precedente a cinco días de visitar el Camp Nou. Pero esa será otra historia.

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1 comentario:

Gontzal dijo...

Qué mal defendemos. Castillo un desastre y Amorebieta, histérico.

Me encantó Llorente y me pareció lamentable lo que tardó el banquillo en reaccionar con los cambios.

Y yo dos días en casa después del partido a cuenta de la gripe... claro que mejor que un infarto, que era la otra posibilidad.

Oporretan ondo pasa!