lunes, 26 de octubre de 2009

Otro harakiri

En el fútbol no todos los contactos son falta, ni todas las faltas son merecedoras de tarjeta. Eso lo deben de saber todos los árbitros, incluido Undiano Mallenco. Que un partido en el que por no haber, no hubo ni una mala mirada entre los jugadores, acabe con uno de los equipos con nueve, seis tarjetas amarillas y una roja directa, denota que algo no ha funcionado bien. Puedo conceder que los jugadores sancionados cometieron estupideces dignas de ser castigadas, pero estoy seguro de que un árbitro de más calidad hubiera actuado de otra forma. Me refiero, sobre todo, a la primera tarjeta amarilla que vio Gurpegui, tras una zancadilla a un rival disputando un balón al que el rojiblanco no hubiera llegado nunca. ¿Era la acción merecedora de tarjeta a aquellas alturas del partido?. Probablemente sí, pero probablemente Undiano no se la hubiera sacado a Drenthe o a Piqué, por decir dos nombres. ¿Fue penalti el balonazo a las manos de Castillo?. Probablemente sí, pero balonazos de esos hemos visto cientos en todos los campos con el árbitro mirando al tendido. Vamos a fijarnos cómo reacciona en adelante Undiano en ese tipo de acciones.
¿Influyó Undiano en el desenlace del partido?. Probablemente sí, pero más influyeron pongamos que Gurpegui, autoexpulsándose al filo del descanso tratando de solucionar con un error un error previo, o casi todos sus compañeros por su actitud negligente durante todo el encuentro.
Hasta el momento de la expulsión el Athletic circuló sin problemas por el terreno de juego gracias, sobre todo, al escaso nivel que demostró un Getafe premioso y dubitativo. Si Soldado tiró una vez al larguero, Llorente tiró a las nubes la que quizá fue la mejor jugada del Athletic en todo el partido. Si Iraizoz tuvo que emplearse a fondo en algún otro remate, Susaeta puso a prueba los puños de Ustari en el saque de una falta. Era un partido menor disputado por dos equipos menores, pero eso no era malo para los intereses de este Athletic que vuelve a recorrer el camino desde la opulencia a la indigencia.
Una de las características de este Athletic es su acusada debilidad psicológica. La expulsión de Gurpegui le derrotó en el descanso y con ese talante salió en la segunda parte. El cambio lógico de Caparrós sacrificando al inoperante Toquero para cubrir el hueco en el centro del campo con Orbaiz, no sirvió de nada. Los rojiblancos tenían el estigma de la derrota grabado en la frente y llegó al cuarto de hora tras la reanudación en otra jugada desafortunada. Un tiro duro desde el borde del área dio en la pierna de Ustaritz y el balón quedó muerto a los pies de Soldado en el punto de penalti. El rebote podía haberse ido a mil sitios distintos, pero acabó en los pies del delantero del Getafe. En tardes como la de Getafe suelen suceder estas cosas.
El gol de Soldado cerró el partido porque el Athletic, confirmados sus temores, no demostró la mínima capacidad de reacción. Iraizoz fue el único que siguió cumpliendo con su obligación y evitó una goleada de sonrojo. Llorente, el otro rojiblanco que había levantado la cabeza, abandonó a falta de un cuarto de hora aquejado de un golpe y, a juzgar por su cara, una depresión de caballo.
Tres partidos ganados, cuatro perdidos y uno empatado es un balance que cabría calificar como discreto a estas alturas; ni frío ni calor. Las malas noticias llegan cuando analizas la secuencia. Entonces compruebas que la trayetoria es una espectacular caída en picado. Y ese es el problema: la tendencia, que dicen los estadísticos.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Asi es Juan Carlos, la tendencia. Eso es lo que me mata. Como dicen los taurinos, "tendencia a tablas", y como decimos los sufridores rojiblancos, tendencia a la "zona peligosa".

Luis Teclista

Juan Carlos Latxaga dijo...

Pues sí Luis, y ahora tenemos Atlético de Madrid, Barcelona y Valencia en casa y Racing, Almeria y Zaragoza fuera. ¿Cuándo llegará la primera final?