
El nuevo San Mamés se ha constituído en el centro del debate político en los últimos días. Aquellos que se ponen tan solemnes para proclamar que no hay que mezclar política con deporte tienen ahora una magnífica ocasión para proseguir con su magisterio. Reunan en una habitación a Azkuna, Bilbao y López y denles la charla acerca de los valores que defendía el
Barón de Coubertain.
Pero me temo que no es a este tipo de política al que se suelen referir los puristas del deporte. Centremos el tema. El Athletic lleva casi quince años dando vueltas a la idea de construir un campo nuevo tras comprobar que el actual ha quedado obsoleto. El Ayuntamiento de Bilbao, mejor dicho, su alcalde, poco o nada aficionado al fútbol, se muestra reticente desde el primer momento porque no quiere que el proyecto interfiera en unos planes urbanísticos discutidos, pensados y en vías de desarrollo o a punto de hacerlo.
Obviemos afinidades políticas, amistades personales y todo ese entramado socio-político solo comprensible para iniciados, para desembocar en la entrada en escena del diputado general
José Luis Bilbao, que da un impulso definitivo al proyecto en tiempos de Fernando Lamikiz, en el empujón inicial, y del tandem Ana Urkijo-Juan Carlos Erkoreka en el paso final. Con la inclusión de la ubicua BBK, obligado perejil de todas las salsas económicas del territorio, se constituyó la sociedad
San Mamés Barria que se encargaría de construir el nuevo campo. La peculiaridad principal de dicha sociedad consistía en que el Athletic, pese a ser minoritario en cuanto a aportación económica, se reservaba un voto de calidad o un a modo de derecho a la última palabra, en cualquier decisión que se tomara. Es decir, cualquier propuesta de cualquiera de los socios necesitaba el placet de Ibaigane para surtir efecto.
Dejemos también por el camino a personajes como
Jabyer Fernández en su múltiple papel de constructor de éxito arrollador, mecenas de la candidatura del actual presidente del Athletic Fernando García Macua, y frecuentador, merodeador o amigo de las más altas instancias de los partidos políticos, sin distinción de signo ni tendencia, siempre que tuvieran acceso a la llave de la cueva de las recalificaciones y las adjudicaciones. Tampoco merece la pena recordar ahora a todos los actores secundarios y a los extras que han intervenido en esta película interpretando los más diversos papeles. El guión recordaría demasiado a la Historia universal de la infamia.
Después de tanta amnesia voluntaria llegamos al punto en el que entra en escena el Gobierno vasco y uno no puede evitar establecer un paralelismo con la célebre escena de la entrada del pulpo en el garaje. A pie forzado, empujado por el PNV y su socio preferente de Gobierno, el PP, con Antonio Basagoiti en el papel estelar de abanderado de Bizkaia y el Athletic, el gobierno López no tiene más remedio que empeñar su palabra y unas cuantas decenas de millones de euros para no quedar fuera de juego.
Y es aquí donde la política entra por la puerta y el Athletic, o mejor dicho, sus socios, saltan por la ventana. De pronto, el proyecto del nuevo San Mamés pasa de las páginas de deportes a las de política, para despertar los instintos tribales de nuestros representantes, que siempre están a la que salta en cuanto olfatean una papeleta de voto.
Odón Elorza repasó el libro de instrucciones de aquel ilustre politicastro llamdo Pablo Mosquera, que fue capaz de construir todo un corpus ideológico basado en el agravio comparativo que supone que Bilbao y Bizkaia tengan más habitantes que Gasteiz y Araba, y siguiendo una por una las consignas del manual, irrumpió en la prensa con gesto de doncella mancillada clamando contra el nuevo despilfarro de dinero en Bilbao, habiendo como hay en Donostia sitios como Illunbe, Tabacalera o algunos otros donde hacerlo con mucha más distinción.
Para salvar las formas ante los suyos, Patxi López no tuvo más remedio que esparcir tinta de chipirón con la primera ocurrencia que le vino a la mente. Habló de la posibilidad de practicar atletismo en el nuevo San Mamés, sacando a la luz su enciclopédica ignorancia del proyecto, y se ha empeñado después, probablemente tras ímprobos esfuerzos de sus asesores, en reclamar un uso público para la nueva instalación, lo mismo le da como espacio adjunto a las nuevas facultades que se erigirán en la zona, que como oficinas de las federaciones o como parque, siempre que sea público, claro está.
La
respuesta de Azkuna, recordando que si el Ayuntamiento cedió más terreno fue para que el Athletic dispusiera de un campo con espacios suficientes para su explotación comercial, y no para lo que pretende López, nos devuelve a los orígenes de la historia, cuando el Athletic planteó a las instituciones como condición sine qua non, que el nuevo campo debía erigirse en un sitio céntrico de la ciudad, de ahí aquellos intentos de Arrate de forzar, sobre todo con el respaldo de
Norman Foster, la obtención de un espacio en Abandoibarra, que tanto molestó en su día en el Ayuntamiento por lo que suponía de injerencia en el master plan diseñado para la zona.
La respuesta de Azkuna constituye, de hecho, la intervención pública más rojiblanca que se le recuerda a un alcalde casi siempre arisco con el club. Al margen de las motivaciones que puedan subyacer a su toma de postura, el Athletic debería agradecerle el detalle. Pero el Athletic, o mejor dicho su presidente, calla. Y calla también cuando la portavoz del Gobierno vasco,
Idoia Mendia, emplaza públicamente a García Macua a que cumpla lo que acordó en su reunión con el lehendakari López. ¿Qué fue lo que acordó?. Nadie lo sabe pero conociendo el paño podemos imaginar el traje.
El Athletic calla porque a sus socios hace tiempo que se les ha negado la palabra. Lo que estamos viendo ahora en todo lo referente al nuevo San Mamés, no tiene nada que ver con lo que aprobó la Asamblea de Compromisarios de hace dos años. Como tampoco tiene nada que ver el silencio de Ibaigane con las promesas de transparencia e información puntual que se hicieron en su día. El nuevo San Mamés es uno de los hitos más trascendentes de todos cuantos han jalonado los 111 años de la historia del club, y ese hito está tomando forma muy lejos de donde de debería hacerlo y oculto a los ojos de quienes deberían fiscalizarlo: los socios. La política de hechos consumados, los trapicheos políticos, los acuerdos por debajo de la mesa... no auguran nada bueno. Todavía nadie ha explicado el papel de Idom y la adjudicación de hecho de esta fase del proyecto. Nadie ha explicado las razones por las que no se ha convocado un concurso público de ideas. De hecho, hace demasiado tiempo que nadie del Athletic dice nada donde tiene que hacerlo. La inminente Asamblea de Compromisarios es el mejor foro para pedir una explicación. ¿Será mucho pedir?
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