A estas alturas, y después de partidos como los disputados contra el Barcelona, el Valencia o el Atlético de Madrid, quedaban muy pocas dudas sobre el proyecto que tiene Bielsa para el Athletic. Siempre queda algún recalcitrante, pero, en honor a la verdad, últimamente no se tenían noticias de los cenizos. Después de la exhibición de los rojiblancos en Sevilla, las únicas dudas que se plantean ante este equipo se refieren a determinar dónde está su techo.
El Athletic acabó con dieciocho años sin conocer la victoria en el Sánchez Pizjuán de una manera brillante, completando a lo largo de los noventa minutos un ejercicio de estilo que define cuáles son sus planes. Llenos de confianza, convencidos de que están en el camino correcto, todos los protagonistas se aplicaron a la tarea con el espíritu de los que se saben en posesión de la verdad. Y la verdad futbolística de este equipo es que se está convirtiendo, si de hecho no lo es ya, en la gran atracción de la temporada. Basta con escuchar y leer lo que se dice del Athletic por ahí. Los rojiblancos encantan a público y crítica con la frescura de su juego, con su atrevimiento juvenil, con su honestidad sobre el césped. El Athletic juega, divierte y se divierte, sin una mala cara, sin recurrir a ese mal llamado otro fútbol, sencillamente practicando un fútbol de verdad, el que merece la pena, el de tocar y salir, el de los apoyos continuos, el del pase y el desmarque, el de la solidaridad de los centrocampistas con los defensas, el de los laterales con los delanteros, el fútbol total que en su día preconizó Rinus Michels y del que Johan Cruyff fue su mejor profeta.
El magnífico partido de Sevilla tiene además una trastienda que merece la pena resaltar, y es la extraordinaria versatilidad que Bielsa ha dado a una plantilla aparentemente corta pero que se alarga hasta casi el infinito precisamente por la polivalencia de muchos de sus componentes. En el Sánchez Pizjuán faltaron Amorebieta, Ekiza e Iturraspe, es decir, los dos centrales titulares y el medio centro sobre el que estaba gravitando el equipo en los últimos partidos. A primera vista las ausencias constituían la disculpa perfecta para explicar cualquier fracaso, incluso para justificar una traición momentánea a los principios. A primera vista y para cualquier entrenador. Para Bielsa no; para el técnico argentino no hay disculpa que valga ni circunstancia que le empuje a traicionar su idea, por muy complicada que sea. Recurrió a San José, el tercer central de su lista, escoltado por Aurtenetxe a la izquierda y Javi Martínez a la derecha. Tres centrales que sin balón recibían las ayudas en las bandas de Iraola por la derecha y de De Marcos, otra vez, en la banda izquierda.
Pero la sorpresa que se reservaba el técnico era otra de más calado si cabe: la presencia de Iñigo Pérez como medio centro por delante del eje defensivo, el sitio de Iturraspe. El navarro, descartado en verano, se convirtió ayer en la clave de bóveda del equipo, el hombre en torno al que orbitaron los Herrera, Muniain, Llorente y Susaeta para hacerse con el balón y los espacios hasta acabar desquiciando a un Sevilla reservón y lleno de dudas que nunca supo cómo superar el planteamiento del rival.
La trascendencia del trabajo de Bielsa radica precisamente en su gestión de la plantilla. Todos los jugadores se consideran importantes porque realmente lo son, y saben que tienen que estar preparados para asumir su responsabilidad en cualquier momento. Se dudó en su día, y fue tema de encendido debate, de la decisión de ceder a Orbaiz al Olympiacos. A primera vista otra vez, parecía que el equipo se quedaba huérfano de un jugador importante en una zona del campo crucial. Tres meses después, Iturraspe lleva camino de consolidarse en ese puesto, Iñigo Pérez acaba de presentar su candidatura y Javi Martínez siempre está ahí para lo que haga falta. Incluso Herrera y De Marcos podrían entrar en otras combinaciones.
El trabajo en la trastienda genera como resultado visible exhibiciones como la del Sánchez Pizjuán. Dieciocho años después (Muniain apenas sabía andar cuando el Athletic ganó allí por última vez) los rojiblancos se dieron un homenaje al que se solo se le puede poner el pero de la falta de contundencia. Un equipo que juega tanto y genera tantas ocasiones claras en campo contrario, merece resolver el partido sin necesidad de correr el riesgo de una jugada desafortunada en el último momento. Es cierto que los rojiblancos jugaron con solvencia, incluso con suficiencia, en el tramo final del partido, pero nadie está a salvo de una jugada desgraciada y menos en un campo tan maldito para el Athletic como el del Sevilla.
Afortunadamente esta vez no hubo accidentes y los leones se llevaron los tres puntos como justo premio al repasito que le dieron al equipo de Marcelino a lo largo de los noventa minutos. Tres puntos que ya sitúan al Athletic en los puestos europeos y que sirven para prolongar su racha de imbatibilidad. El equipo sigue creciendo y lo mejor es que todavía no se adivina qué talla puede alcanzar, aunque aquel equipo adolescente de hace apenas un par de meses apunta a que será un chico alto, muy alto.
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