Como el día del Getafe, el Athletic hizo valer un gol tempranero para ganar al Espanyol y obtener el certificado de permanencia con siete jornadas de antelación al final de la temporada. No suele ser mala cosa que un equipo sepa hacer valer un solo gol para ganar un partido. Es señal de solvencia, aunque obligue a sus seguidores, poco acostumbrados a estas cosas, a vivir con el corazón en un puño. Claro que en el caso del Athletic, más que señales de solvencia, estos marcadores tan apretados lo que emiten son síntomas de que el equipo está casado con la fortuna, que tampoco es mala cosa. Un balón de Rufete al palo, un penalti fallado por el casi infalible Tamudo, un balón sacado en la raya por la defensa y las agonías de los diez últimos minutos, con Armando pidiendo socorro, no son precisamente señal de solvencia defensiva, sino una invitación a comprar lotería. Se dirá que antes, Javi Martínez y Susaeta tuvieron la sentencia en sus botas y hasta que Llorente envió unos centímetros por encima el larguero un cabezazo franco a la salida de un corner. Y es verdad que todo eso sucedió. Pero tan verdad como que también ocurrió lo anteriormente relatado, así que vaya lo uno por lo otro. En San Mamés se vieron las caras un equipo tocado por la diosa fortuna, que cree en lo que hace, porque ultimamente todo le sale bien, y otro, el Espanyol, al que parece que le ha mirado un tuerto y que desconfía de todo, porque todo lo que le puede salir mal, le sale mal, o peor.
Ganó el Athletic gracias a un gol de factura tan bella como antigua. Apertura del interior a la banda, centro preciso del extremo zurdo y cabezazo impecable del delantero centro, elevándose con potencia y dirigiendo el cuero con intención. Llorente, Gabilondo y Garmendia firmaron una jugada que hubieran rubricado Urtubi, Argote y Dani, o Panizo, Gainza y Zarra. Claro que aquellos la hacían muchas más veces que estos. Pero bueno, no está mal que a los chicos de ahora les de por imitar de vez en cuando lo que hacían sus mayores. Fue un golazo de los que siempre han gustado en San Mamés y que cargan de razón a los aficionados veteranos que sostienen que el fútbol se hace por las bandas.
Lástima que el Athletic no sacara entonces más partido de su evidente superioridad sobre el dubitativo Espanyol. Además de los fallos en la boca de gol del inconmesurable Javi Martínez y de Susaeta, autor después de un penalti tan claro como absurdo, parte de culpa de que los rojiblancos no pudieran desarrollar todo su potencial ofensivo la tuvo el marcaje que le hizo el árbitro a Llorente, pitándole falta en contra en casi todas las disputas, tanto las ganadas como las perdidas, y sin distinguir casi nunca la entrada al balón de la agresión. En la segunda parte Javi Martínez fue derribado por detrás en el centro del campo sin que el jugador españolista tuviera opción alguna a disputar el balón, una jugada de catón de las que se ponen como ejemplo de tarjeta roja, sin que el colegiado se diera por enterado. El andaluz Paradas Romero debe de ser uno de esos árbitros que designa Villar para ayudar al Athletic. Será por eso que acertó tanto en el penalti señalado a Susaeta, como en el gol anulado a Llorente en el último minuto.
La retirada antes del descanso del lesionado Yeste varió el concepto futbolístico del Athletic, porque Muñoz es jugador para otras cosas. Pero mucho más varió el partido la entrada de Coro y de Riera por parte del Espanyol. El primero acabó mandando a la caseta a Del Horno para que Koikili intentara aportar algo más de solidez en la banda, y el segundo completó la faena sacando de su sitio constantemente a los centrales rojiblancos hasta hacernos recordar en algunos momentos aquella defensa de mantequilla que ha estado llevando al Athletic a la ruina futbolística los dos últimos años. Si un equipo aspira a ganar por uno a cero, tiene que demostrar más solvencia y seriedad que la que enseñó el equipo de Caparrós en la segunda parte. Las imprecisiones y las pérdidas constantes de balón estuvieron muy por encima de algunos intentos de juego de contragolpe para el que, de saque, hace falta tener mucha más velocidad de la que ahora mismo tiene Joseba Etxeberria.
El partido se descabaló en el segundo tiempo hasta acabar con el Athletic encerrado en su área y pidiendo la hora. Como la racha sigue, los rojiblancos consiguieron alcanzar indemnes el pitido final con gran alegría de la parroquia que, como no es tonta, puesta a sufrir, le gusta más cuando la cosa tiene final feliz. Con cuarenta y tres puntos, y el Zaragoza, tercer equipo en descenso, a diez puntos, la permanencia parece asegurada. Mejor dejar para otro día el hablar de otras aspiraciones.
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1 comentario:
Y es que cuando tienes el santo de cara, no entra ni de penalty...
Como comentábamos unos/as cuantos/as a la salida, ¡qué larga se nos hizo la segunda parte!
Otro apunte: vaya cambio el de Fernando Llorente; hasta saca los balones en defensa como hacía Isma.
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