Cuando Johan Cruyff dijo aquello de que el fútbol es un juego de fallos, no podía suponer hasta qué punto acertaba con su definición. El Espanyol y el Athletic hicieron una demostración empírica de la teoría del holandés. A lo largo de noventa minutos los dos equipos rivalizaron en sumar errores hasta convertir el partido en un caos del que emergió un empate que hizo justicia a los méritos de ambos. Los dos cometieron parecido número de errores e hicieron todo lo posible para que el encuentro se desarrollara siempre en la dirección contraria a sus intereses. El Athletic dejó antes el descanso que el Espanyol cobrara una ventaja que no había merecido; luego fueron los periquitos los que entraron en una dinámica suicida que permitió a los leones igualar la contienda. El final fue una ruleta rusa en la que pasó de todo y de la que ambos protagonistas consiguieron salir sin daños irreparables.
Decía Manolo Sarabia durante la retransmisión que Bielsa y Pochetino estaban jugando una partida de ajedrez. Algún gamberro que pasaba por allí le debió de pegar una patada al tablero derribando todas las figuras. Fue imposible para los dos contendientes recolocarlas en el sitio correcto. El ajedrez, juego sesudo y calmado, dio paso a un frenesí de errores en cadena que llevaron la partida al caos.
Sarabia se refería a los movimientos que hizo Bielsa prácticamante desde el principio del partido. Como si la disposición táctica que había elegido le hubiera dejado de gustar en cuanto el balón se puso en movimiento, el técnico rojiblanco empezó a intercambiar sus piezas hasta conseguir que nadie entendiera nada. Que no lo entienda el espectador, pase. El problema llega cuando son los intérpretes los que no entienden su papel.
No empezó del todo mal el Athletic, controlando con cierta suficiencia a un Espanyol preso de sus propias urgencias. Es cierto que los rojiblancos tampoco creaban nada y que su solvencia defensiva era más bien consecuencia de la inoperancia de los rivales. La presión muy adelantada de los periquitos cegaba la salida con el balón de los rojiblancos, sobre todo porque Iturraspe, muy atrás , quedaba demasiado lejos de Muniain y De Marcos, haciendo imposible la conexión. Empezó entonces el baile. Iñigo Pérez, lateral izquierdo otra vez, se colocó por delante de Iturraspe en el eje del centro del campo, dejando toda la banda izquierda para un Ismael López que no llegaba ni arriba ni abajo. Por no llegar abajo vino el primer gol del Espanyol. Javi López le ganó la espalda con facilidad dentro del área y fusiló a Iraizoz.
Pudo empatar Aduriz casi en la siguiente jugada, pero su cabezazo, rebotado en un rival, se estrelló en el larguero. A continuación Longo no logró empujar a la red después de regatear a Iraizoz, pero a la siguiente oportunidad, se deshizo de Gurpegui, Amorebieta e Isma López para fusilar a Iraizoz. El rechace del portero cayó a los pies de Verdú que había iniciado la jugada treinta metros atrás.
No había hecho nada el Espanyol para irse con ventaja al descanso, pero se fue con un colchón de dos goles achacables únicamente a un sistema defensivo que amenaza ruina.
Una jugada que no tuvo consecuencias describe la situación. Falta contra el Athletic a veinticinco metros de la portería. Iraizoz se desgañita pidiendo una barrera de tres. Se colocan dos. A última hora se acerca De Marcos a completar el número pero alguien le advierte de un jugador rival desmarcándose por la banda derecha. De Marcos vuelve sobre sus pasos y se encamina a la banda como quien se acerca al kiosko dándose un paseo a comprarse un helado. El Espanyol saca la falta exactamente al hombre desmarcado mientras De Marcos sigue a medio camino; ni está en la marca ni está en la barrera. Esta vez no pasó nada, pero la jugada es para que Bielsa la incluya en la antología de su videoteca.
De Marcos se quedó en el descanso en la caseta dejando su sitio a Ibai Gómez. Como San José ya había sustituido al lesionado Pérez el técnico tenía material fresco para seguir enredando. Instaló definitivamente a Iraola en el centro del campo, a San José lo alternó como medio centro y como stopper con Iturraspe, que durante muchos minutos estuvo condenado en el lateral derecho por la propia inercia del juego. Crecía el caos y los cambios despistaban a unos y a otros. De pronto Aduriz dibujó un cabezazo extraordinario para acortar distancias y romper el frágil sistema nervioso de un Espanyol que empieza a estar preocupado por su juego y por su cosecha de puntos.
Desordenados, desubicados, equivocando acciones sencillas, pero con un corazón y una fe dignos de mejor causa, los leones vieron la posibilidad de enderezar el desastre y se hicieron con el partido. Para que no faltara de nada Bielsa dio entrada a Llorente en el minuto 69 y uno después, en el 70, el delantero puso en la red el primer balón que tocó. Era el detalle que faltaba para que el partido estuviera completo y al aficionado no le falte tema de conversación durante la semana.
Pero todavía habría más. Con el Athletic volcado en busca de la victoria, Susaeta se comió un balón en el área del Espanyol y el contrataque, a medias entre un gran movimiento de Longo y el despiste general de la defensa rojiblanca, acabó en el tercer gol del equipo local. ¿Era lo último que faltaba?. ¡Qué va!. El saque de centro llevó la pelota al área del Espanyol y Susaeta muy forzado sobre la línea de fondo, centró a ver qué pasaba. Pasó que Aduriz enganchó un voleón que dejó mudo a todo el estadio. Todavía Iraizoz tuvo tiempo a hacer su ya habitual aportación personal al club de la comedia en el que se ha convertido el sistema defensivo del Athletic, pero Amorebieta llegó a tiempo de evitar la derrota jugándose el penalti y la expulsión.
Bielsa reconoció después del partido que las numerosas variables que empleó son sinónimo de inseguridad y demostración de que todavía no ha sido capaz de dotar al equipo de un sistema defensivo estable, que pasa por mantener unas posiciones fijas y unas rutinas. Reconocer el error es el primer e imprescincible paso para buscar una solución. A lo mejor ésta se encuentra en la simpleza y en el sentido común; o sea, los defensas, a defender; los centrocampistas, a crear; los delanteros, a atacar. Quizá a partir de este orden tan elemental algunos jugadores puedan encontrar la seguridad necesaria para ir recuperando forma y sensaciones. Algunos están para muy poquito, pero hacerles saltar al campo provistos de un mapa y una brújula tampoco les ayuda nada.
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