Marcelo Bielsa decidió dar descanso a buena parte de sus titulares. De hecho, solo Iturraspe, Herrera y De Marcos completaban una linea reconocible. Atrás, Iraola era el único habitual junto con Iraizoz. Descanso para los dos centrales titulares, ausencia obligada del lateral izquierdo y delantera inédita con Ibai, Toquero y Gabilondo. Los que pedían rotaciones a Bielsa pueden darse por satisfechos. Seguro que ahora no faltarán voces en esas filas rotacionistas que censurarán al técnico el haber debilitado tanto el equipo. La cosa es estar entretetenidos y buscarle los tres pies al gato.
Sólo un par de detalles, decisivos evidentemente, pero detalles a fin de cuentas, arruinaron el plan de un Athletic que salió mandón, seguro de sí mismo pese a conformar una alineación irreconocible, y ambicioso. El Zaragoza vivió angustiado el arranque del partido, superado en el centro del campo, sin ver el balón y acusando su estado de necesidad. Los suplentes del Athletic se bastaban y se sobraban entonces para mantener la posesión del esférico y rondar el área contraria con cierto peligro. El guardamenta Roberto tuvo que emplearse a fondo en más de una ocasión para evitar un gol que podía acelerar el viaje a Segunda del Zaragoza.
Primer detalle. Iñigo Pérez no es defensa aunque ayer jugó como lateral izquierdo. Un defensa de verdad no se hubiera limitado a acompañar a un rival en su carrera desde el centro del campo hasta el borde del área. Si Iñigo no cumplió con su trabajo en esa jugada, tampoco lo hicieron Ekiza y San José, que olvidaron por completo la coordinación que tenían el año pasado. Entre los tres extendieron la alfombra roja a los pies de Edu Oriol para que éste fusilara a un Iraizoz del que tampoco se puede decir que se ganara el sueldo en ese remate.
Después de sufrir media hora, el Zaragoza vio el cielo abierto con ese gol. Que alcanzara el descanso conservando su ventaja solo fue posible porque un remate a bocajarro de De Marcos se estrelló en la cabeza de Alvarez en la misma línea de gol. No, estaba claro que no era el día del Athletic. Fue el segundo de los detalles que determinaron la suerte del partido.
El tercero llegó nada más iniciarse la reanudación. Bielsa había recurrido a Susaeta para ocupar el puesto de un Gabilondo ausente y se suponía que esa solo iba a ser la primera de las maniobras desde el banquillo rojiblanco. No hubo tiempo para contrastar la eficacia del cambio. Apoño sacó una falta aproximadamente desde la Almunia de doña Godina y el balón se coló en la red tras escurrirse de los guantes de Iraizoz. Hacía tiempo que el portero no cometía un fallo de semejante calibre, pero ya hemos quedado en que hay días en los uno no está para nada.
Dos goles de desventaja son muchos incluso si estás ante un rival en un estado de necesidad como el que padece el Zaragoza. El dominio en el marcador tranquilizó al Zaragoza que a partir de entonces se limitó a nadar y guardar la ropa. La entrada en el campo de Llorente y de Muniain no cambió el rumbo del partido. Para entonces el Athletic ya estaba sumergido en la espesura de una resaca importante. Confusos y descentrados, los leones componían solo una mala imitación del equipo que estamos habituados a ver esta temporada.
Tampoco es la primera vez que le ocurre algo parecido al equipo. Sus dos exhibiciones más brillantes de la temporada, aquellas victorias contra el Manchester United, se saldaron con una triste derrota ante Osasuna en el Sadar y un 0-3 contra el Valencia en San Mamés. Después de eliminar al Lokomotiv, los leones no pasaron el empate en el campo de un Villarreal que a estas horas es el objetivo que se ha marcado alcanzar el Zaragoza para lograr la permanencia a su costa.
Si a la descompresión lógica que tiene que sufrir un equipo que viene de vivir una noche como la del pasado jueves, se le suma un cambio tan radical en la alineación, el resultado más previsible es lo que vimos en La Romareda. Lo triste es que con un poquito de fortuna y otro poquito de acierto, o simplemente un rendimiento normal en un par de jugadas, el partido podía haber tenido un guión bien diferente.
Discutir sobre si el Athletic arruinó sus últimas posibilidades de disputar un puesto para la Champions League resulta ocioso. A estas alturas, con dos finales en perspectiva, el cuerpo técnico tiene que hilar muy fino para conseguir que el equipo llegue a esas citas en el mejor estado de forma posible. Entre la eventualidad de un posible cuarto puesto y la certeza de dos finales, la elección es sencillisima. Perder ante un rival inferior como el Zaragoza puede ser una contrariedad para una afición acostumbrada al éxito este año, pero a veces hay que pagar peajes como esta derrota para poder seguir disfrutando de noches como la del pasado jueves.


