Diecisiete tarjetas amarillas, y cinco jugadores de campo y un auxiliar expulsados. Resulta imposible sustraerse a escribir del colegiado, el gallego Bernardino González Vázquez, que convirtió el segundo tiempo del partido contra el Racing en una crónica de sucesos, por su mala cabeza y su mano ligera. Por momentos, dio la impresión de que los jugadores entendieron por dónde iba el árbitro y se dedicaron a buscar el regate que provocara el contacto. Susaeta fue el mejor en esa suerte. Él solo eliminó a medio Racing cargando a sus jugadores de tarjetas.
Es difícil sustraerse de la actuación de colegiado para analizar el partido porque su influencia resultó determinante en su desarrollo y desenlace. Cuando pitó un penalti inexistente contra el Athletic adornándolo además con la expulsión de Yeste, sobrevoló sobre San Mamés el fantasma de una injusticia de proporciones extraordinarias. El Athletic había pasado por encima del Racing durante toda la primera mitad y si se fue al descanso con solo dos goles de ventaja, fue porque Llorente y Toquero habían desperdiciado algunas ocasiones clamorosas. Sólo con lo que fallaron los rojiblancos en la boca del gol pueden ganar algunos equipos varios partidos. Pero el penalti en contra y la inferioridad numérica ponían al Athletic en un brete con media hora larguísima por delante.
Bastaron los diez primeros minutos del segundo tiempo para que el partido diera un giro copernicano. La entrada de Colsa y Jonathan cambió la cara del Racing, que pasó a tomar la iniciativa y a merodear el área de Iraizoz. El portero se tuvo que emplear a fondo en un balón envenenado sobre el área pequeña, tuvo que desviar a corner un remate intencionado y finalmente el larguero acabó repeliendo un durísimo disparo desde el borde del área. Esta fue la secuencia en los diez minutos anteriores al penalti y la expulsión de Yeste. Un Racing cada vez más crecido y un Athletic absurdo entregando metros y balón al rival. Consumado el lanzamiento desde los once metros y con Yeste en la ducha, San Mamés se aprestó a sufrir mientras rumiaba la tercera expulsión en tres partidos. No contaba, todavía, con la actuación del árbitro. El sufrimiento solo duró siete minutos, los que mediaron entre la roja de Yeste y la expulsión de Marcano. Otra vez en igualdad numérica, el Athletic pudo reorganizarse mal que bien y sacudirse un dominio que empezaba a ser agobiante. Falta va, bronca viene, fueron pasando los minutos hasta que en el 81 Pinillo vio su segunda amarilla. Pero ni la superioridad numérica tranquilizó a un Athletic que perdía a Etxeita y a Iraola por problemas físicos. La presencia en el campo del debutante Eneko Bóveda y del olvidado Murillo aumentaba, más si cabe, el aspecto surrealista del partido. De hecho, el colegiado había retrasado unos minutos el debut de Bóveda. Estaba ya el chaval preparado para salir a tapar agujeros tras la expulsión de Yeste, cuando sobrevino la expulsión de Marcano y Caparrós se lo pensó mejor. Pero el desbarajuste era de tales proporciones que obligó a Orbaiz a cometer una falta en el centro del campo impropia de su estilo de jugador, para cortar un contrataque en el minuto 94. De locos. Un minuto después, el colegiado tuvo tiempo todavía de expulsar a Jonathan a petición popular. La jugada le pilló de espaldas, pero eso no fue cortapisa suficiente para frenar su furor tarjetero.
Al final del barullo, el Athletic acabó viendo la luz. Qué hubiera pasado si el colegiado deja seguir jugando once contra once en el segundo tiempo, mejor ni preguntarlo. Serían solo cábalas que no conducirían a ninguna parte. Pero los diez primeros minutos de la segunda parte, deberían animar alguna reflexión. Sobre todo después de unos primeros cuarenta y cinco minutos tan primorosos.


